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Movimiento vecinal
Antonio apagó su motosierra
Es el primer día de Antonio en aquella obra, le ha subcontratado ACCIONA para un trabajo con “árboles complicados”. Técnico de poda en altura, cuando llega al parque de Arganzuela pide el informe protocolario para conocer el estado de los árboles, las razones legales y oficiales para su intervención. Le dicen que no hay tal informe. Antonio sospecha, recela. Enciende su motosierra. Ruido. Hace un par de cortes. Suenan los cánticos. No a la tala, no a la tala. Más ruido, más barullo. Entonces, un clic. Antonio apaga la motosierra. Antonio decide no participar.
El técnico habla con los manifestantes. Algunos discuten con él, le ven como parte de la cadena de responsables del arboricidio en la ciudad de Madrid. Pide calma. Nunca había visto tanta gente protestando por un árbol. Está asustado. Deja en el suelo la motosierra. No va a participar en esta Tala. En el mientras de aquel barullo de pensamientos, la policía le identifica, le propone para sanción por desobediencia. Los que protestaban le arropan.
Apenas unos días después, ACCIONA, la empresa multinacional encargada de la tala, lo subcontrata de nuevo. Cuando llega a su destino, no puede creérselo: la pesadilla se repite. Le han mandado al Parque de Comillas, donde se está produciendo exactamente el mismo proceso arboricida e ilegal de la ampliación de la Línea 11 de Metro en el que él había decidido no participar unos días antes. En esta ocasión el cuerpo de Antonio, atravesado por la ansiedad, también se paraliza. Sufre un desmayo y acaba en el hospital.
Las vulneraciones de derechos de la clase trabajadora y las lógicas de depredación del planeta van de la mano. Bajo esta mirada, lo vivo se convierte en un objeto prescindible, sujeto a recortes del mercado. En este caso, en enero de 2024 en la ciudad de Madrid, lo vivo es un árbol y un trabajador. Antonio cuenta cómo sus compañeros ponen en riesgo su vida diariamente: “Las personas contratadas no llevan los anti-cortes, no les enseñan a utilizar la motosierra, no tienen orejeras, ni casco. No les forman. Si alguien se corta con una motosierra, nadie puede asistir en emergencias, ACCIONA no se hace cargo. El técnico añade: “los trabajadores de la obra ilegal de la ampliación de la Línea 11 del metro de Madrid se están jugando la vida todos los días”.
Antonio ha elegido trabajar por cuenta propia y desvincularse de la empresa. “He currado en muchas cosas, de dependiente, de albañil, y me he encontrado en los árboles”. Es por este respeto, por este vínculo con la naturaleza, con lo vivo, por el que tampoco puede llegar a entender la falta de empatía, las ilegalidades e, incluso, algunos señalamientos que ha recibido por parte de ciertos compañeros de trabajo, que no entienden su actitud. “Es de cajón, ¿no? Estamos en el mundo gracias a los árboles. Yo vivo lo que están haciendo como una especie de homicidio involuntario, porque acabando con los árboles de esta ciudad, miles de personas irán detrás”.
“Todo el mundo, y más en situaciones precarias, hemos tenido que hacer cosas con las que no estamos de acuerdo”, comenta Antonio. “Todos enfrentamos dilemas morales. Pero también ocurre que en este proceso a mí me han arropado muchísimo y ahora estoy seguro de que he hecho lo correcto. Gracias, sobre todo, a que hay personas que me arropan. Me arropa mi pareja, me arropan mis profesores, la comunidad de arboristas... y me arropáis vosotros”. En ese “vosotros”, Antonio se refiere a todas las vecinas, vecinos y activistas que estuvieron en la acción. También a todas las personas que no conoce y sabe que están pendientes de él y que agradecen su decisión. “Es como si te mandan desahuciar a una familia, ¿no? Hay cosas que, simplemente, no se deben hacer”.