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Pueblo gitano
Lo que he aprendido de “El pueblo gitano contra el sistema-mundo”
Todos los años tengo varias alumnas y varios alumnos gitanos. Soy consciente de mi desconocimiento profundo de su cultura, como también desconozco la de mi alumnado de origen chino, o senegalés. Pero este desconocimiento de lo cercano, de lo propio, siempre me ha parecido sangrante. Como que las estadísticas que pedía la Comunidad de Madrid a los centros educativos-no sé si sigue haciéndolo ahora- distinguieran entre “españoles” y “de etnia”. Como si el pueblo gitano no fuera español. Cuando conocí el libro de Pastora Filigrana, a quien admiramos en Saltamontes, y de quien hemos leído trabajos comprometidos como Del campo a los cuidados. El sindicalismo feminista y antirracista que viene, me pareció que era el momento de subsanar mínimamente ese desconocimiento mío.
Sin embargo, la parte de historia del pueblo gitano y su cultura, que me ha gustado y enseñado mucho, no es lo que más sugerente me ha parecido del libro. Lo que más que me ha hecho pensar es, precisamente, en lo que me creía yo más fuerte: las reflexiones sobre militancia, capitalismo y búsqueda de cambio social.
Filigrana le pone nombre a eso que venía yo intentando nombrar. la lucha de clase ha perdido completamente su fuelle, porque mientras la burguesía cierra filas, la clase obrera sufre “el espejismo de sentirse burguesía”. Y así, es el propio proletariado quien defiende el sistema, en lugar de cuestionar la fe en él, en lugar de intentar resquebrajarlo. Es el terreno abonado para la ultraderecha y para la lucha entre quienes están en los márgenes, equivocando el enemigo.
Para hacernos todos estos cuestionamientos, Filigrana nos enseña cómo ciertas costumbres o modos de vida del pueblo gitano pueden poner el foco en cuestiones clave. Si queremos salirnos del capitalismo, debemos construir (o imitar) alternativas al sistema renta-trabajo, que nos coloca en posición de sumisión. Si queremos salirnos, de verdad, del capitalismo, habrá que buscar la socialización de los medios de producción (bien, el movimiento obrero ya sabía de esto), pero también hay que repensar cómo se reparten los beneficios, asociándolos a las necesidades reales, evitando el consumismo, redistribuyendo las riquezas. Para eso, podemos inspirarnos en el mutualismo.
De todo esto, sabe el pueblo gitano mucho, y es posible aprender de ello si conseguimos quitarnos las gafas prejuiciosas, las que son tan funcionales al sistema capitalista. En el libro se explica precisamente cómo el antigitanismo lo impregna todo, porque es “la justificación ideológica de la desigual situación social que padece una parte importante de la comunidad gitana. Se trata de una forma específica de racismo, un modo de deshumanización y discriminación alimentado históricamente” P73. Es funcional al sistema, porque para el capitalismo es necesario justificar la pobreza sistémica que generan las reglas de acumulación por desposesión. “Es culpa suya”, “son unos vagos”, “vienen a quitarnos las ayudas” sirve para culpar a cualquier grupo humano en los márgenes, y desviar así las miradas de quienes verdaderamente acaparan los recursos. Los datos son aplastantes. El número de presas gitanas, las cifras de paro, o el tipo de delitos.
Hay un apartado dedicado al feminismo gitano. A explicar cómo el capitalismo ha universalizado las desigualdades entre hombres y mujeres. Como mujer ecofeminista que me considero, ese apartado me ha hecho pensar mucho, ¿a qué le llamamos interseccionalidad realmente? ¿Qué desigualdades de género provoca mi modo de vida en otras latitudes y otros contextos? “En todo caso, el feminismo gitano sería un cuestionamiento a la universalidad que pretende el feminismo de las mujeres occidentales y blancas respecto a cuáles son las desigualdades y qué formas de resistencia han de plantearse” (p111)
Me he quedado con ganas de saber sobre qué costumbres gitanas podría específicamente aprender el ecologismo. Puedo intuir algunas, pero seguro que Pastora Filigrana las presentaría con reflexiones enjundiosas. Todo su libro está repleto de ideas potentes, que nos pueden ayudar a reenfocar las acciones y estrategias de los movimientos sociales. Que el proletariado no es uno. Que buscar la unidad es más complejo de lo que nos parece a simple vista, porque las luchas de unos y otras, unas y otros no son las mismas, incluso son contrapuestas, aunque, ingenuamente, desde los movimientos sociales planteemos que son lo mismo. “Si se pretende verdaderamente la unidad, habrá que tomar en cuenta estas situaciones diferenciadas dentro de los “pobres”, porque, si no, se estará fragmentando aún más la disidencia”. (p140)
Para acabar, solo puedo decir que comparto plenamente esta afirmación del libro: “La necesidad de confluir en un horizonte común es urgente, pero quizá no sea necesario hacerlo bajo un mismo relato, discurso y estrategia de lucha”. Comparto que es urgente, que no podemos postergar más la creación de lugares de encuentro en los que aprender unas de otras, en los que construir discursos comunes, pero complejos, en los que debatir las diferencias y establecer prioridades justas. Leamos a Pastora Filigrana. Aprendamos del pueblo gitano.
Pastora Filigrana, El pueblo gitano contra el sistema-mundo. Reflexiones desde una militancia feminista y anticapitalista, Akal