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Agricultura
Diez medidas frente a la crisis del monocultivo de la cereza
Este viernes 13 de julio, a las 20.30, la plaza Mayor de Plasencia se llenará de voces de agricultores y agricultoras a los que la actual campaña de cereza amenaza con llevarse por delante.
El descontento no cesa. Busca manifestarse y canalizarse, protestar y a la vez hacerse propuesta concreta. Este viernes 13 de julio, a las 20.30, la plaza Mayor de Plasencia se llenará de voces de agricultores y agricultoras a los que la actual campaña de cereza amenaza con llevarse por delante. Los bajos precios y un modelo que se rompe y hasta ahora parecía “funcionar bien” están propulsando encuentros y manifestaciones desde que el 10 de junio se convocaran 2.000 personas en el polideportivo de Cabezuela.
¿Protestar contra quién? ¿Y qué alternativas proponer? El actual sistema agroalimentario se caracteriza por siete empresas que controlan la distribución de la mayor parte de lo que llega a nuestras mesas. Y por un público que, aunque crecientemente preocupado, se distancia de la alimentación y busca comida barata y accesible. Someterse a las reglas de la gran distribución y de la apariencia de la comida no resolverá la papeleta.
Por ello, pienso que no es solución insistir en hacer “mejor” las cosas dentro de los actuales mercados globales o consentir que el argumento de la “calidad” de la fruta sea falseado y desviado hacia la producción de cerezas de gran calibre (obviando su composición, la tradición de la picota, la existencia o no de tóxicos en su elaboración). Antes al contrario, como trataré de justificar en este texto, no estamos ante un traspiés del mercado o una especie de bache en el camino de la llamada globalización de los mercados. Estamos, como personas agricultoras y también como personas necesitadas de alimento, ante un precipicio. Vemos que el río anda revuelto y oímos ya la cascada por donde algunas producciones y personas productoras van cayendo. La huida hacia adelante, seguir remando en la misma dirección, no es la solución. Es hora de cambiar no sólo de barco, sino también de ríos, de direcciones y de formas de nadar. Cuanto antes lo hagamos y cuantas más personas lo hagamos juntas (agricultoras, consumidoras, gentes preocupadas por el destino del mundo rural) más posibilidades tendremos de no dejarnos ahogar por la corriente de la globalización.
Sólo las grandes corporaciones que se dedican a producir, a almacenar o a distribuir subsisten y se enriquecen
Lo que acontece hoy en la zona Norte de Extremadura en torno a la cereza es moneda común en otras zonas productoras de fruta. Nada nuevo pues bajo el sol de este país. Sol cada vez más cambiante, que nos pone heladas y lluvias cuando no toca o que nos traerá largos periodos de sequías de vez en cuando. En Valencia ya arrancaron naranjos y también vemos en la fértil vega del Guadiana cómo en los últimos cinco años la mitad de la cosecha se queda en los árboles. Emergen otros cultivos, en Valencia se está apostando por las hortalizas y los mercados locales, y por frutas como el caqui para el mercado español y la exportación. Cambia, todo cambia, ciertamente.
Las vides del Penedés se están trasladando a las faldas de los Pirineos, porque el cambio climático será un problema que la tecnología o, simplemente, el cambio de variedades no resolverá. La apuesta intensiva de Almería se nos hunde: sobreexplotación de acuíferos, contaminación del suelo y caída de precios, al margen de una mano de obra cada vez más precarizada, están impulsando el traslado hacia otros espacios de “explotación” como es el Norte de Marruecos. Retorna en muchas zonas el almendro y otras producciones en secano.
Cooperativas agroganaderas en la zona de los Pedroches o en la Comunidad Valenciana apuntan a cambios de modelo, en principio más viables y sostenibles: más adaptados a lo que el territorio puede dar y promoviendo una producción-distribución propia desde su origen hasta el mercado final. Si no hay cambio de modelo no hay alternativa, salvo intentar dedicarse a ser camarero o camarera (unos meses al año), a plantar para subsistir o hipotecarse con tecnologías que sólo aplazarán el suicidio.
Hablamos de crisis del monocultivo de la cereza. Pero hay que hablar de más cosas. Situar la problemática en un contexto más amplio, de igual manera que cuando nos duele la barriga nos gustaría saber si es un empacho, una intolerancia alimentaria o el inicio de un tumor. El tratamiento no es el mismo. E insistir en los mismos hábitos tampoco es solución. Al menos sitúo, muy esquemáticamente, tres grandes crisis que se entrelazan en la crisis del monocultivo de la cereza.
La gran crisis del mundo rural. En la última década, según la Encuesta sobre Rendimientos y Superficies de Cultivos (Esyrce) del Ministerio de Agricultura, cada año que pasa supone que más de un millón de hectáreas para el cultivo son abandonadas. Quienes permanecen fieles a un modelo tecnológico intensivo orientado a la exportación (tomate en Tierra de Barros, cereza aquí, olivar en Jaén) ven como los costes aumentan y los beneficios menguan. Sólo las grandes corporaciones que se dedican a producir, a almacenar o a distribuir subsisten y se enriquecen. La pequeña explotación o la agricultura familiar es obligada a hipotecarse y eventualmente abandonar o vender tierras. Si miramos a la ganadería, la situación es aún más dramática.
[...] el 40% de enfermedades cardiovasculares y diabetes, junto a un 30% de cánceres y tumores, derivan de alimentos cada vez más “ricos” en azúcares, grasas industriales, aditivos químicos y pesticidas
La gran crisis de la alimentación. Mucha gente en este país no se alimenta en este país: malcome. Embelesados por la publicidad no somos conscientes de que la comunidad médica está advirtiéndonos de cómo el 40% de enfermedades cardiovasculares y diabetes, junto a un 30% de cánceres y tumores, derivan de alimentos cada vez más “ricos” en azúcares, grasas industriales, aditivos químicos y pesticidas. Y eso, quien puede hacerlo. UNICEF constata que existe un 40% de pobreza infantil en este país y sabemos de un 45% de malnutrición (obesidad, enfermedad, intolerancias) asociadas a la comida. ¿No sería una alternativa para el sector productivo hortofrutícola reconciliar la comida con el derecho a una alimentación saludable que, además, cuida de sierras y de gargantas?
Y la gran crisis de la globalización.
Esta proliferación de mercados cada vez más globalizados, donde las decisiones, la tecnología y el control del territorio escapan de la pequeña producción es, además de injusta, inviable. Es inviable para la agricultura familiar, cada vez más “especializada” y que se encuentra aprisionada en el medio de un sándwich: por arriba la distribución, por abajo los insumos, y en medio, a modo de salsa, las políticas que le empujan a estar ahí, a no buscar otras respuestas o a rebelarse incluso. Y cuando somos conscientes de que el petróleo desaparecerá paulatinamente de nuestras máquinas (y encarecerá por tanto la producción intensiva y los canales de larga distancia), y unimos a ello las consecuencias del vuelco climático (porque esto no es un simple cambio) en términos de acceso a agua, temperaturas, horas frío, sequías, pérdida de fertilidad, entre otros, nos damos cuenta de la inviabilidad ambiental y social del actual sistema agroalimentario. ¿Nos adaptaremos, dando un vuelco a nuestra forma de producir, o contribuiremos a este suicidio que apenas sale en los telediarios?
Sitúo en el entrelazamiento de estas tres crisis el actual fracaso del modelo de monocultivo de cereza para la pequeña producción que habita en las sierras. Como creo que debe abrirse un debate sobre a dónde ir, qué medidas tomar, a quiénes presionar y qué tenemos que cambiar las propias personas afectadas por el triple desastre (rural, alimentario, económico), lanzo aquí una batería de 10 medidas, recogidas de viajes y de escuchar, mucho escuchar, a quienes ya padecieron esto y promueven nuevos aires.
Cooperativismo. Si la gente no se organiza, para demandar o para producir, si no apoya un cooperativismo, quizás uno con una mente más amplia a la hora de concebir los necesarios cambios, no llegaremos lejos
1. Cooperativismo. Si la gente no se organiza, para demandar o para producir, si no apoya un cooperativismo, quizás uno con una mente más amplia a la hora de concebir los necesarios cambios, no llegaremos lejos. Cooperativismo para mí no es sinónimo de una fórmula jurídica. Implica que un colectivo dedique esfuerzos y escuchas a participar en la gestión de lo que produce y en las decisiones. Implica también crear frentes comunes con personas preocupadas por nuestra salud (madres y padres, por ejemplo), con la protección de nuestros montes para garantizar otras economías (ganadería, aprovechamiento de madera, producción de energía a pequeña escala, miel, etc.), con jóvenes que no tienen posibilidad de quedarse (bancos de tierras disponibles, formación) y con actores institucionales que apuesten por modelos viables y que partan de economías locales para hacer fértil nuestra tierra.
2. Diversificar. Los monocultivos son frágiles, vender muchos pocos es siempre un camino más lento pero más seguro. Aprovechar el tirón de la picota para trasladar al público, no una mera “marca comercial”, sino una realidad: que en el Norte de Extremadura la gente quiere cuidar su territorio.
3. Otra distribución es necesaria. Modificar, saltar o “hackear” la gran distribución. Por arriba, creando distribuciones y tiendas propias, tejiendo alianzas con otros sectores agroganaderos que apuesten por una producción familiar. Por abajo, impulsando mercados más locales y directos.
4. Transformar. Producir más y mejor, producir otras cosas, añadir valor con mini industrias. Reclamar que el gobierno extremeño se implique en la promoción de una ley para la venta directa, los mercados locales y el incentivo a la producción artesanal, adaptando regímenes fiscales y sanitarios, como reclama la propia Unión Europea en Reglamento 852/2004 (ver artículo 2): ¡Llevamos 14 años de retraso!
5. Apuntar a nuevos nichos de mercado. Pero desde la revalorización de una producción singular y diferente: no abandonar la picota, al contrario, pero ampliando producciones. Resaltar los aportes sociales y ambientales. Aquí lo ecológico funcionaría muy bien, pues crece como sector a una media del 14% en este país, frente a la comida convencional.
6. Ganar autonomía. Tener más capacidad de decisión y presión sobre el territorio, menor dependencia de tecnologías, de hipotecas y legisladores externos. Reclamar que agricultores y agricultoras tienen que tener más margen de decisión sobre sus territorios, siempre en el marco de una sostenibilidad ambiental y de una viabilidad económica para la pequeña producción.
7. Consumo, producción y mercados locales. ¿Cómo podemos criticar la situación que atravesamos y al mismo tiempo bajar cada semana a llenar la cesta en la gran distribución? Es cierto, no existe aún mucha producción local para abastecernos. Pero eso es a la vez una oportunidad: desarrollemos una economía de bases sociales y solidarias, aquí y ahora; consumamos tomates y quesos de algún vecino; restrinjamos nuestra dieta de carne a lo que se produce cerca y al margen de las granjas intensivas que no cuidan el medio rural.
8. Exenciones fiscales como servicios a la salud y al medioambiente. Lanzar una campaña que presione al gobierno español para regular el IVA de manera que la agricultura de montaña y la ecológica estén exentas de IVA en la compra de insumos (no tóxicos) así como en la venta (IVA 0% para consumo ecológico y de protección de parajes ambientales, fiscalidad especial). Tratamiento especial en agriculturas que producen de forma natural sus insumos, cuidando el medio ambiente (compostaje, biofertilizantes).
9. Planes de investigación y formación específicamente dirigidos a la conversión hacia sistemas agroalimentarios más diversificados, más locales, más saludables. La fórmula que consiste en promocionar cooperativismo sometido a una integración vertical y para beneficio de exportadores particulares no funciona. Ayudas y asesoramiento directo a la pequeña producción que quiere apostar por mercados más locales.
10. Derecho a la alimentación como derecho básico. Comemos tres veces al día: todo el mundo tiene que hacerlo y además de forma que nos alimente. Reclamemos a la sociedad, gobiernos y cooperativas el derecho a una nutrición adecuada y saludable.
Para innovar necesitamos que al menos se persigan colectivamente 7 de las 10 medidas, el 5 no nos basta. Y quiero hacer dos puntualizaciones finales. La primera tiene que ver con qué entendemos por innovar. Para mí es aprender a hacer las cosas de forma diferente, de manera que progrese en mi bienestar y en el del territorio donde quiero trabajar. No consiste en comprar más máquinas, llevar internet al huerto o en adaptarse a los mercados globales. Innovación es aprender a regar, aprender a diversificar, a organizarse de forma más participativa. Es también aprender a mirar la tierra y nuestros pueblos como lo hacían personas mayores (que aún están en el campo) para saber qué conviene a una tierra, a un lugar, a nuestros arroyos y a nuestras economías.
La segunda se refiere a cómo tejer alianzas entre los peor parados de esta crisis global. El pequeño productor o productora de Zaragoza o de Alicante no es un enemigo, es en realidad un aliado para defender el campo y el medio rural. Otra cosa es que equivoquemos el “contrincante”, aceptemos el contrato cada vez más insultante de los “mercados globales” y le hagamos el juego a quienes ganan con el deterioro progresivo del medio rural.
Apostar por potenciar intermediarios, por tecnologías que cada vez controlamos menos y por esperar que el mercado globalizado nos resuelva la papeleta nos termina dejando en manos de unos pocos, aquellos que hacen negocio con la comida y no potencian nuestro derecho a producir y alimentarnos de forma adecuada, la única estrategia que será viable y saludable para el mundo rural.
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Gracias Ángel por exponer magistralmente uno de los problemas del monocultivo. El debate está abierto, buen principio
Comparto al cien por cien el enfoque de tu artículo, pero yendo por los caminos que propones y teniendo en cuenta la realidad productiva Del Valle, pienso que hay que ofrecer respuestas urgentes para el corto y medio plazo también. Respuestas que aborden la situación actual del cultivo principal para su recualificación y captación de valor, con Un análisis serio y viable de las opciones de diversificación y pensar quienes y cómo abordan el cambio. Junto a ello deben abordarse los aspectos organizativos que en mi opinión pasan por refundar y profesionalizar por completo la Agrupación de Cooperativas, haciendo una equilibrada renovavión de los aspectos que tienen que ver con la democracia cooperativa pero también con una mayor eficacia comercial y técnica, porque es un hecho que las cooperativas han ido perdiendo espacio en la última década y ese espacio debe recuperarse para los agricultores restando del que actualmente detentan los comerciantes privados asentados en El Valle. Quienes lideren el cambio deben hablar claro a la gente de los problemas y no esconderlos porque hoy es ya más que obvio que La Paz Social ha dejado de ser el principal producto que venden las cooperativas. Hay mucha gente, buenas personas y con capacidad, que podrían hacer desde su experiencia y conocimiento personal y profesional importantes aportaciones y trabajar para sacar al Valle y las comarcas vecinas del atolladero en el que se encuentran. ¿Porqué no se utiliza ese gran potencial y se emprende ya el camino?. ¿Porqué no se hace hueco cediendo protagonismo para captar todo ese conocimiento?
Muy de acuerdo, las propuestas del artículo me parecen acertadas, pero se echan de menos, aparte de esas, propuestas de más inmediatas y de corto plazo
La concentración del próximo viernes tiene que ser masiva. Solo con movilización y organización se consigue las reivindicaciones
Enhorabuena por el artículo Ángel!!, Una exposición de ideas magistral, tocando la realidad del territorio y el cultivo de diferentes ángulos.
Una utopía necesaria para empezar a caminar en la dirección correcta, hacía un futuro mejor, deseable
Un análisis interesante, tremendamente comprometido y exageradamente utópico. Si analizamos cómo se puede o debe analizar la transformación de las tierras del Valle del Jerte para evitar lo que denominas como " decadencia del monocultivo" ( cereza), te darás cuenta que una transición implica un pasaje temporal importante que su capacidad económica no puede permitirse, también descubro que se está intentando implicar al agricultor en convertirse en Ingeniero Técnico, y ambos poseen cualidades muy próximas en ámbito y experiencias muy dispares en la vida.
En cuanto a la red de distribución o modelo de mercado, coincido plenamente en potenciar las capacidades de decisión, en la implicación, en la modificación de hábitos, nuevas técnicas, nuevas tecnologías y sobre todo caminar hacia el cooperativismo, hábitos alimentarios,etc. Pero millones de Hectáreas, y millones de de toneladas de cerezas y picotas del VALLE DEL JERTE, un fruto de calidad brillante, no la pueden defender ni el mercado local, ni siquiera el Nacional, necesitamos poner en vanguardia y regular el uso y respeto al medio, y que nuestros gestores abran nuevas vías de exportación, nuevas vías de concienciación, produciendo como mínimo igual en cantidad pero mejorando y compitiendo mejor. Es el SXXI, no lo olviden, hemos creado un Estado del Bienestar, donde solo algunos lo disfrutan a pleno rendimiento, los comercializadores y distribuidores se enriquecen mientras el resto como hormiguitas engordan a la reina.
Ya existen Cooperativas, pero el sector se ha disgregado y diversificado, existen muchos problemas de trasfondo_ precariedad laboral, miembros en situación de desempleo, prácticas fraudulentas, y como bien dices, nuestros jóvenes si no ven remunerado su esfuerzo van a abandonar sus tierras, sus municipios y la despoblación rural volverá a golpear con fuerza.
Sin administración, sin Seguros adaptados a las pequeñas explotaciones, sin Unión de los agricultores siendo ellos en primera persona protagonistas de su futuro, absolutamente toda teoría se quedaría en meros planteamientos.
Escuchemos a nuestros productores, nos están gritando.
Gracias
Muy acertados los matices... efectivamente hablo de medidas que requieren una transición...pero no de ingeniería si no de campesinos, como ha sido el Valle siempre... y ahí el tema de organizarse como señalas y diversificar es fundamental
Podemos pide retirar del mercado parte de la cosecha de cerezas para estabilizar los precios
http://www.hoy.es/agro/podemos-pide-retirar-20180706122634-nt.html
Correcto. Como ejemplo de labor realizada en el Valle del Jerte y puesta en valor del producto cereza: la mayor empresa cooperativa del valle tiene en el mercado unos preparados de frutas portugueses haciendolos pasar por extremeños.
No es así esactamente. Antes de soltar "lindeces", que ayudan poco, deberías informarte correctamente. Gracias a esa empresa cooperativa este negocio de la cereza está durando en el tiempo. Han sido las cooperativas las que más han trabajado para los agricultores de esta zona. Hay aciertos y también herrores pero se puede decir bien alto que la AGRUPACION DE COOPERATIVAS DEL VALLE DEL JERTE es una entidad con trabajo reconocido y prestigio contrastado.
¿como es exactamente? Podrías informarme. Porque en ningún momento lo niegas. Si vas a la tienda de la Acvj te venden dichos productos como propios. Y no lo son. A cualquier cliente que se los lleve quién le dice que si le estafan con estos no le pueden estafar con las cerezas.
Acertado análisis y fundamental pedir que se impulsen estas medidas, la comarca del Jerte está en peligro
.Hace unos años en el valle las cooperativas eran las que vendían la mayoría de la producción de cerezas y con sus problemas las cerezas se vendían mejor que hoy. Empezaron a surgir almacenes como chambiciones y sus ofertas dinero negro, las puedes meter todas ,etc y a partir de hay la marca valle del Jeste va cayendo en picado y en la gran parte de los mercados no quieren nuestra cereza. La avaricia mato la gallina de los huevos de oro.