Voces de Extremadura
En el campo, entre ricos
En realidad la propiedad privada es el derecho, más o menos encubierto, de uso, manipulación, transformación e incluso destrucción de las cosas o los seres vivos que cada cual adquiere. El nuevo propietario siente que la tierra que compra hay que arreglarla porque está mal. Mal cerrada, mal distribuida, mal comunicada, es una tierra inculta y necesita orden...

Tengo un vecino rico, que no me quiere.
Porque, si me quisiera, yo lo notaría, ¿no?.
Quizás él ni siquiera sabe que no me quiere, porque seguramente no sabe que existo.
No soy más que una en un millón. O en miles de millones de seres de un mundo que debe costar ver.
Mi vecino es una apisonadora. Quizás él tampoco lo sepa. Aunque a veces tengo mis dudas.
Él llegó después que nosotras.
No se presentó, no saludó. Eso está feo. Quizás tampoco conozca el protocolo popular, el de las buenas prácticas sociales. Pero claro, si el pueblo es invisible, se ahorra uno mucha tontuna.
Dicen que gestiona varios aeropuertos en Londres, pero no saluda a sus vecinos. No puede.
Desde un helicóptero que viene de Madrid no alcanza la mano para estrechársela al populacho.
Hay hombres que no saludan a sus vecinos porque son más que hombres.
Son giga-hombres, más aún, tera-hombres.
Su padre compró un campo. Ahora él es su padre.
Su propiedad es su reino. Y en los reinos se hace lo que el rey dispone. Alguno incluso organizó un golpe de estado y lo desautorizó al ratito. Y sus súbditos siguieron siendo monárquicos. Claro, es que el país era “suyo de él”, como decimos “paquí”.
En realidad la propiedad privada es el derecho, más o menos encubierto, de uso, manipulación, transformación e incluso destrucción de las cosas o los seres vivos que cada cual adquiere. El nuevo propietario siente que la tierra que compra hay que arreglarla porque está mal. Mal cerrada, mal distribuida, mal comunicada, es una tierra inculta y necesita orden...
¡Gracias que llegó el nuevo para poner soluciones!
Pero el siguiente dueño aparece con la misma misión de resolver el desastre heredado. Recuerdo la misma obsesión salvadora que exhibían, por ejemplo, muchos cargos nombrados para distintas jefaturas de la función pública, altos cargos y no tan altos. No debe ser exclusivo de los ricos ese arrepío misionero.
Los pudientes eligen parajes de ensueño. Sin gente. Con naturaleza.
Su territorio suele estar inscrito en una figura legal de protección ambiental. Pero, para ellos, esas monerías deben ser los límites que hay que poner a la chusma. Ellos vuelan más alto.
Las fortunas practican un colonialismo económico que se traduce en acaparar tierras, lo que con frecuencia implica, además, un cambio de su uso. Llegan aquí, a provincias, y compran las fincas por el dinero que un paisano no puede dar. El uso tradicional del territorio, a menudo ganadero, se transmuta a búnker cinegético. Es un fenómeno sin vuelta atrás que altera el débil equilibrio socio-laboral de las zonas rurales y que por consiguiente afecta a la sociedad misma y a sus opciones de futuro. Venden los ganados preexistentes y con ellos se van las familias que mantenían la finca. No ganado, no gentes.
A poco que tenga la oreja medio bien dirigida, una percibe que ellos tienen su propia red. Y se manifiesta, como los espíritus de una Ouija, todo un elenco de personajes que ya querría el Hola o Intereconomía. Aristócratas y plebeyos, pero todos catapultados a la economía monetaria.
Tanto es así que sin salir de Las Villuercas y su entorno se podría echar una partidita del Juego de la Oca en la que las casillas podrían ser las fincas de estos personajes. De oca a oca y tiro porque me toca. Desde Esperanza Aguirre (ex-política) hasta Felipe González (ex-político), pasando por Rafael del Pino (Ferrovial, la tercera fortuna de España), José María Aristrain (Mittal Steel, posee en Alía la finca más grande del estado de 25.000 ha.), un ex-alcalde de Oslo (buen amigo del monarca emérito, aunque ahora la finca ha pasado a manos de un rico norteamericano), Juan Hinojosa (Cortefiel), familia Corsini (ex-Corsan), Leandro Sigman (multimillonario amigo de González, vinculado, entre varias empresas, con el grupo farmacéutico Insud, uno de los más importantes del mundo), Juan Lladó (Banco de Urquijo), Ismael Clemente ( Merlin Properties, la mayor inmobiliaria que cotiza en Bolsa, nombrado mejor directivo de 2016).
Contradictorio y paradójico. Seres que sacan la pasta despachurrando el mundo pero compran su retiro en los reductos apacibles y hermosos.
Mi vecino hace obras donde a nadie le es permitido y no paga las multas que otros si pagan porque sus casos quedan sobreseídos... aunque lo denuncien los héroes que arriesgan su puesto público por hacerlo.
Los contribuyentes “genéricos” ni escapan de las sentencias ni de las multas.
Bien es verdad que tampoco financian estados.
Puede permitirse lesionar los intereses de la Red Natura 2000 porque le importa un pito. Porque puede hacerlo y lo hace, por pura soberbia. Y aunque la ley obligaría a desmontar la actuación y a reponer el daño, el poder judicial le exonera.
Un hombre que llega a la Extremadura más frondosa y pone una antena en el corredor de los buitres villuerquinos para tener su propia cobertura de telefonía móvil, no es un tera-hombre, es un infrahombre. Es un sujeto que tiene miedo. Es un tipo que necesita estar conectado con una sonda al gotero del inframundo financiero. Es un exhibicionista, un narciso que requiere que se le vea la antena, que le representa, desde bien lejos, como una bandera del triunfo.
Una Junta, una alcaldía... que no actúa frente a un desagravio o un atropello de los intereses comunes no es un organismo publico. Es un infra-organismo, es un infra-ente que perpetúa el caciquismo. Si a la hora de hacer cumplir la legislación se trata desigual a ricos que a ciudadanos humildes no se es demócrata, no se defiende la economía de todas, ni la verde ni la circular, ni los propios derechos de los hombres. En este caso la función pública ni es función ni es pública, es más bien disfunción privativa.
Aquellos propietarios son versiones ocultas de los Adolf, Francisco, Augusto, Vladimir o Donald… impostores, en la versión de alguien que nos ha sido impuesto o de aquellos que imponen sus ocurrencias o sus maldades. Es el ejercicio del poder en el que un solo individuo ocasiona un impacto colateral sobre el resto de las demás criaturas. Se trata de una clase evidente de violencia despótica y un tipo esencial de relación tóxica.
Son peculiares defensores de la naturaleza estos arregladores del mundo.
Y así, cuando lo determina, mi vecino coge su juguete caro y se marcha volando a organizar el planeta y sus economías. Las de “ellos y ellos”, como dirían en mi pueblo.
El generador diésel del pie de la antena permanece en marcha 24 horas cada día. El no volverá a oírlo hasta cuando regrese para matar su corzo. El vecino está aquí hasta cuando no está. Demostrando que hay maneras perversas de no irse nunca.
La cigüeña negra, el halcón abejero o nosotras mismas nos quedamos aquí con su antena y su generador ilegales legalizados, y con su desprecio.
TA-TA-TA-TA-TA-TA
Ya va por la cresta de la sierra.
No, ya ha llegado al otro lado.
No, ya no se le ve.
To-to-to-to-to
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