Universidad
Zasca guapo a la CNEAI
La sentencia del Tribunal Supremo que insta a revisar los sistemas de evaluación de la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora ha sido recibida como una oportunidad para contrarrestar la deriva mercantilista de la investigación universitaria.

Profesor de la Universidad de Extremadura, secretario de Coordinación Ejecutiva de Podemos Extremadura.
Además de ser una persona de poca fe, gracias a Dios, también soy de los que le cuesta centrarse, que diría Casado. En fin, que llevo dándole vueltas hace algún tiempo para escribir mi reflexión, solo mía eso sí, sobre cuestiones que tienen que ver con liberar a las familias de la compra de libros de textos obligados por la industria editorial, sobre cambios en la Unión Europea en políticas de difusión de ciencia, y muy especialmente en temas de evaluación y valoración de la ciencia, que es en lo que ando ahora más “centrado” cuando me “centro”. Pero hay momentos en los que, sin esperarlo, te llega una alegría, te das cuenta de que existen otras personas en el planeta Tierra que piensan de forma parecida a la tuya, que se pueden ir cambiando las dinámicas y políticas en cuestiones que nos parecen injustas e injustificadas. Hay a quien le pone ganar un mundial de fútbol, como festividad colectiva, yo prefiero otras de contenido más mundanas, de las que llegan a las personas, o al menos, a un colectivo.
Y llego hoy, con mi existencia rutinaria, con los sinsabores que tradicionalmente me tocan, y me encuentro con un pellizco de alegría, con un revolcón intelectual. ¿Cuál? Una sentencia del Tribunal Supremo que da un “zasca guapo” a la CNEAI, y por extensión a la ANECA, y por más extensión a toda la política de evaluación actual que tenemos en este país, y por más más extensión a toda Europa. Quizá no sea para tanto, quizá sea sólo una pequeña batalla ganada, sin embargo creo que es una oportunidad para cambiar los mecanismos interesados y mercantilistas de la evaluación de la ciencia.
[...] creo que es una oportunidad para cambiar los mecanismos interesados y mercantilistas de la evaluación de la ciencia
Te pongo en antecedentes, por si eres nuevo en estos temas. La Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA), que se encarga de aspectos relacionados con la evaluación de profesores para el acceso a los cuerpos docentes y es también quien valida los títulos universitarios a todos los niveles (incluidos los másteres de la Universidad Rey Juan Carlos I, examigo especial de Corinna, todo presuntamente), cuenta en su organigrama con una institución denominada CNEAI (Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora). La CNEAI se dedica, tal y como indica en su web, a realizar “la evaluación de la actividad investigadora de los profesores universitarios y del personal de las escalas científicas del CSIC, con el objeto de que les sea reconocido un complemento de productividad (sexenio)”.
Los sexenios son un complemento económico, y desde el cambio legislativo realizado por el innombrable ministro Wert, un elemento de discriminación, ya que, si un profesor no cuenta con un tramo “vivo” (tienen vigencia de seis años y se analiza con la producción científica de esos mismos años), se le condena a mayor carga de clases (por torpe, por no investigar o por no hacerlo con la “calidad” deseada, elige la lectura que más te guste). Además, desde el cambio realizado en la misma Ley, tener un número de tramos otorga una serie de prerrogativas, como poder presentarte a Rector u otras cuestiones en la organización cotidiana de la Universidad. Por lo tanto, los sexenios te dan, los sexenios te quitan.
¿Cómo se evalúan estos sexenios? A diferencia del acceso a los cuerpos docentes universitarios, en los que se analizan además otros parámetros, se tienen en cuenta la producción científica de seis años. La investigadora decide qué años presenta para ser evaluada, presentando toda la producción y destacando las cinco principales aportaciones que se consideran de mayor relevancia y “calidad”.
[...] la opacidad de cómo se generan estos índices de impacto los hacen sospechoso, teniendo presente además que son empresas privadas con intereses editoriales más que evidente
El problema, o el truco, viene en el cómo se determina la calidad de un trabajo. ¿Creen que la comisión evaluadora, que está especializada por áreas, analiza, lee, estudia los trabajos para determinar la calidad?. “Una ful de Estambúl”. En absoluto. La CNEAI, tras un estudio intenso y sesudo, generó una serie de documentos que marcan los criterios de evaluación para las diferentes áreas del conocimiento, los cuáles normalizan que para tal área se necesita tener un número determinado de publicaciones en revistas que estén presentes en los índices de citas que ellos consideran válidos, a saber: Web of Knowledge de la empresa privada Clarivate y Scopus de la distribuidora de revistas Elsevier (ya saben, lo de los zorros cuidando a las gallinas).
Estos índices cuentan con sesgos muy importantes, tales como que prácticamente te obligan a publicar en inglés al ser el idioma preponderante en las revistas indizadas, que las revistas presentes en estos listados son un número pequeño y exclusivo, donde existen temáticas que están significativamente excluidas (especialmente en Ciencias Sociales y Humanidades), y lo más importante es que se basan en el factor de impacto para determinar cuáles de éstas revistas son mejores o peores, es decir, que dependerá del número de citas recibidas por revista la que posicione a éstas en los índices. Y todo esto a priori, ya que la opacidad de cómo se generan estos índices de impacto los hacen sospechoso, teniendo presente además que son empresas privadas con intereses editoriales más que evidente (Scopus es de Elsevier, Elsevier es una distribuidora de revistas... ergo muchas de las revistas que están en Scopus son de Elsevier. Lógica proposicional de bachillerato).
Da para mucho el índice de impacto, muchos investigadores a favor y otros muchos detractores, pero parece que a los segundos se nos está comenzando a escuchar, en cierta manera. La filosofía open access derivaba de la publicación en línea, las nuevas licencias de distribución de contenidos, las tímidas políticas de difusión de la ciencia en formato abierto, hacen posible que el cambio esté en proceso, un proceso lento, pero en proceso. Declaraciones como las de San Francisco (DORA) ponen sobre la mesa la necesidad de cambiar los criterios de evaluación, de dejar el patrón “índice de impacto” como forma de valorar la calidad de los trabajos de investigación. Y comenzar a tener en cuenta otras formas de difusión más allá del artículo científico, tales como informes, tesis doctorales, actas de congresos, etc., y muy especialmente incluir las monografías, los libros de toda la vida, que quedan fuera de los índices de impacto actuales.
Y después de todo este camino, les cuento la alegría que, para mi sorpresa, me la ha dado el Tribunal Supremo del mismísimo Reino de España. Ojiplático. En sentencia firmada el 12 de junio (N1 de resolución: 986/2018), y enmendándole la plana al Tribunal Superior de Justicia de Madrid, dice literalmente “las aportaciones presentadas por los interesados, no pueden dejar de examinarse sólo por el hecho de que no se publicaran en las revistas o medios incluidos en los índices o listados identificados en la resolución... ni tampoco están excluidos por esa sola razón de la máxima valoración permitida por la Orden de 2 de diciembre de 1994. Dependerá de su contenido la evaluación que merezcan. Y a ello han de referirse el comité de expertos o los especialistas en los informes que emitan al respecto y en los que se fundamente la decisión de la CNEAI”. ¿No les emociona? ¿No se les ponen los pelillos de punta? El Tribunal Supremo le está diciendo a la CNEAI (véase además ANECA) que dejen “la regla” para medir la ciencia, que la fuente de publicación no puede ser el único elemento a tener en cuenta, que se lean los trabajos esos comités de expertos, que valoren si son relevantes o no para su disciplina. ¡Literatura pura hecha sentencia!
Sindicatos, colectivos de investigadores, asociaciones, profesores “solitarios”, hoy estamos de enhorabuena, ya que la tiranía del “factor de impacto” comienza a temblar; sólo nos falta comenzar a ver métodos alternativos de evaluación, fórmulas de difusión que garanticen que el Patrimonio Científico pagado con dinero público vuelva a la sociedad, y no a empresas/revistas privadas. Quizá la fórmula de la evaluación de la calidad la tenemos delante de nuestros ojos hace mucho tiempo, y es volver a la revisión de expertos (por pares, doble ciego, ciego simple, por comisiones, qué se yo), y busquemos alternativas y fórmulas consensuadas para generar políticas (a nivel europeo, estatal y autonómico) que nos den otras buenas noticias, y a ser posible, más a menudo.
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