Sexualidad
Juanpe Sánchez: “El amor es contradicción y se trata de habitarla como tantas otras en nuestra vida”

En su nuevo libro, el autor plantea que para analizar la experiencia amorosa no hace falta entenderla desde afuera, sino ver en el espejo las contradicciones y los grises que lo conforman.
Juanpe Sánchez 2024 - 2
Juanpe Sánchez, autor de 'Superemocional'. David F. Sabadell
14 feb 2024 07:00

Vivimos una época de oro para el pensamiento sobre las relaciones. A la emergencia de los activismo de diversidad relacional (poliamor, anarquía relacional, agamia) se le suma una especie de reacción neorromántica que escribe “monogamia o bala” y muestra sin tapujos las ganas por adecuarse a los valores románticos de pareja tradicional. En medio, un montón de personas que estamos probando formas nuevas de narrar nuestras emociones, de nombrar nuestros vínculos, de definir nuestro amor y para las cuales las clasificaciones son siempre insuficientes.

En mi podcast, Esas cosas del follar, uno de los capítulos más desafiantes conceptualmente ha sido el del amor. Es un concepto huidizo y brutalmente contemporáneo. Y como concepto contemporáneo, está definido a través de su momento histórico. Pero esto lo camufla, lo hace difícil de nombrar. Es fácil analizar formas de amar pasadas, pero es complejo analizar la actual en tanto estamos apegados a ella y es difícil verla desde afuera. Y aquí es donde aparece Juanpe Sánchez López, una de las voces más interesantes en esta difícil labor.

En su libro, Superemocional. Una defensa del amor (Continta me tienes, 2023), Juanpe plantea una labor distinta: para analizar la experiencia amorosa no hace falta entenderla desde afuera, sino ver en el espejo las contradicciones y los grises que lo conforman, los poderes que lo atraviesan y las potencialidades que guarda. Tuve la oportunidad de dialogar con él sobre relaciones, amores y cultura.

Estarás conmigo en que las reflexiones sobre el amor tienen algo de imposible. O, por lo menos, corren el riesgo de volverse meras enunciaciones personales de un sentimiento que nuestra cultura ha hiperindividualizado. Quien intenta hablar del amor en un rango amplio se suele topar con frases como “eso no es amor, o no el que yo siento”, “yo no lo vivo así”, “habla por ti”… No nos gusta sentir que esa emoción única, maravillosa, es algo común o, por lo menos, no resulta extraña a la cultura.
Es verdad que es difícil hablar de amor, porque lo sentimos una cosa muy nuestra, muy personal. Y, a la vez, es extremadamente difícil negar su poder social porque el amor estructura todas nuestras vidas, de principio a fin: nuestro pasado (contamos nuestras historias a través de nuestros amores), nuestro presente (nos definimos dependiendo de si estamos solteros o en alguna relación) y nuestras expectativas de futuro (familia, piso, pareja, trabajo).

Y esta expresión parece cursi y lo es, pero el amor es una estructura que hace posible nuestras vidas

En este sentido, el amor es lo más común del mundo. Por un lado porque es algo que nos ata a los demás y a lo demás; por otro, porque está -o, al menos, debería estar- en todos los sitios en todo momento. Y esta expresión parece cursi y lo es, pero el amor es una estructura que hace posible nuestras vidas, ya sea porque en los primeros estadios de la vida es el amor el que impulsa al ser humano al cuidado de las criaturas completamente vulnerables, ya sea porque el amor es el que nos hace salir de casa, ver a las amigas, dirigir nuestra atención hacia otros sitios que no son los productivos, como ir a una fiesta, llamar a alguien para saber cómo está, mandar un mensaje o decirle a esa o a otra persona qué guapa está.

En tu libro identificas ese eterno péndulo en nuestra comprensión del amor: o elección (con la carga instrumentalizadora, calculadora y casi estratégica de un yo que reflexiona y elige en un supermercado relacional) o suceso irrefrenable (del que somos víctimas, que aparece y nos lleva como una ola, justificando a veces lo poco racional que somos en nuestra experiencia amorosa). ¿Dónde te posicionas tú aquí?
En Superemocional dibujo esos dos grandes marcos de pensamiento del amor que mencionas: el amor como elección (aquel que relaciono con Mujeres y Hombres y Viceversa o con La isla de las tentaciones), donde podemos escoger a nuestra pareja en función de unos intereses y beneficios propios; y el amor como una emoción irrefrenable, que está por encima de la elección y que lleva implícitas las ideas del amor eterno, del amor que todo lo puede (y que yo relaciono con Crepúsculo o con Normal People, pero que se puede ver en casi toda nuestra historia artística y cultural).

La realidad es que convivimos con los dos modelos y que, aunque parezcan contradictorios, no son excluyentes. Creemos elegir al que sería el amor o los amores de nuestras vidas, pero también creemos que el amor es una fuerza poderosa e incontrolable, inevitable y predestinada. Y, al final, no creo que sea una cuestión de posicionarse en una de las dos sino comprender que es una contradicción y, sobre todo, habitar la contradicción, como tantas otras que habitamos.

Sin el pensamiento y la crítica feminista el amor hoy seguiría siendo una mierda

En los últimos años, la crítica al amor romántico ha cogido mucho peso en el contexto español. Inscrita en la oleada feminista, los discursos que apuntaban a la experiencia amorosa como un escenario donde también pueden darse relaciones de poder, dolores y desigualdades sociales fueron bastante frecuentes. Esto entró en sinergia con un interés cada vez mayor por las teorías del amor no monógamo (el CIS llegó a meter una pregunta sobre el acuerdo con la monogamia a principios del 2023), además de las nuevas teorías de las relaciones: novogamia, agamia, monogamia consciente, etc. ¿Cómo ves esta explosión del pensamiento relacional? ¿Indicador de un avance y preocupación por los vínculos? ¿Nicho de identitarismos? ¿Pasión por etiquetas de distinción? ¿Voluntad de llevar “lo personal es político” en lo amoroso? ¿Qué piensas de las mono y no monogamias?
Sin el pensamiento y la crítica feminista el amor hoy seguiría siendo una mierda. Ojo, y muchas veces lo sigue siendo, y es una base de desigualdades y violencias, pero la aparición de un cuestionamiento feminista que ha ido apuntando de forma crítica a las bases sociales, culturales y económicas y las ha desestabilizado un poco para repensarlo ha sido fundamental. Y, en este sentido, hay que recordar siempre que el mayor trabajo y esfuerzo para hacer avanzar políticamente el amor ha sido por parte de mujeres. Y no solo a aquellas que se han dedicado expresamente a la investigación del amor, como pueden ser Eva Illouz, bell hooks o Mari Luz Esteban, sino todas aquellas que dedicaron a crear fuerzas de pensamiento que han sido formas de tocar a las puertas que no habían sido tocadas, como Eve Sedgwick, María Lugones o Judith Butler.

Por otro lado, creo que toda desviación posible de la norma y del discurso normativo del amor es siempre fructífero para hacer cuestionar esa norma, para poder crear una resistencia a lo que quieren que queramos y a cómo quieren que queramos. ¿Que hay una proliferación de etiquetas? No lo sé, y realmente tampoco me importa ni soy yo quien para decirle a nadie que no use un término en el que se sienta cómoda y con el que entienda su realidad de mejor forma. Al centro y al poder siempre le han de salir resistencias y esas resistencias son imprescindibles para hacer avanzar el centro.

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Juanpe Sánchez es escritor, investigador y autor de poesía. David F. Sabadell

Me pareció muy interesante cuando en tu libro hablas de la pareja como la “negación del mundo social”, ese “nosotros contra el mundo”, que permite entender cómo las parejas tienden a abandonar amistades, a pasar menos tiempo con el resto de la red, a bunkerizarse en una dupla hasta que terminan por romper y vuelven con los amigues a empezar otra vez el ciclo. Entiendo que desde las no monogamias hemos buscado paliar eso, volver a darle importancia a lo social, a las redes de amigues, a esos vínculos que desde la monogamia se han invisibilizado. Pero eso es muy difícil en un contexto occidental donde lo social y lo comunitario están en crisis. ¿Cómo se salva el amor del individualismo neoliberal?
En el ensayo hablo de la negación del mundo social en el amor romántico en dos sentidos: una es cuando tenemos la idea de que el amor todo lo puede y se plantea como un lazo que está por encima de los esquemas, las dinámicas y las distinciones sociales. Y eso es realmente una de las estrategias más poderosas que se ha desarrollado del amor romántico.

El amor romántico regula por completo nuestros esquemas vitales y está íntimamente ligado con la construcción y mantenimiento de esquemas sociales, culturales y económicos

El suponerlo como apartado de nuestra clase, de nuestro entorno, de nuestra posición en el mundo y que nos posibilite pensar que dos personas enamoradas pueden sobrepasar cualquier barrera, que no se ven influenciadas por la regulación social, o que pueden saltársela. Es mentira, porque el amor romántico regula por completo nuestros esquemas vitales y está íntimamente ligado con la construcción y mantenimiento de esquemas sociales, culturales y económicos. Y está apoyada, además, por una gran carga casi mitológica de nuestro arte y cultura, reelaborada hasta la saciedad con el esquema de Romeo y Julieta.

El otro sentido de la negación del mundo social es este que mencionas, donde la pareja se encierra en sí misma porque así está predeterminado por el sistema del amor: familia, trabajo, pareja. El trío perfecto: querremos tener hijes, amaremos nuestro trabajo (¡puaj!) y querremos una persona que esté a nuestro lado, en lo bueno y en lo malo. Y eso hace que nuestras vidas se vayan modelando no solo hacia una normatividad sino hacia una burbuja autocreada.

Creo que se empieza a vislumbrar fácilmente cuando la gente comienza a acercarse a la treintena y empiezan a casarse, a ahorrar para comprarse una casa, pero sobre todo, a dejar de verse con los demás tanto y, con ello, apartando el compartir más allá de la pareja el tiempo de ocio y de disfrute de la vida de forma tan continua. Cada vez solemos ver más a nuestras amigas solo los fines de semana, nos desviamos de aquellos tiempos muertos de la infancia y de la adolescencia donde pasábamos tardes en los parques sin hacer nada más que hablar, jugar, reírse. Ahora el trabajo y unas expectativas de la norma amorosa nos alejan de esos tiempos.

En la vida adulta que se nos propone desde el trabajo y el amor normativo no hay tiempo para la amistad

Estamos cansados; y contra ese cansancio hay que luchar, sobre todo viendo cuál es la vida que querríamos vivir que, en mi caso, es cerca de la gente que quiero. En la vida adulta que se nos propone desde el trabajo y el amor normativo no hay tiempo para la amistad. Después de (con suerte) estar ocho horas en tu puesto de trabajo, te queda ocuparte de la casa, hacerte la cena, quizás ejercitarte un poco, consumir algún contenido de una plataforma e irte a dormir. Y vuelta a empezar. Hay que ensanchar el tiempo de una vida no secuestrada por el trabajo y el amor normativo.

Por último, tema fantástico. El amor amigo. El pensamiento sobre la amistad ha estallado estos últimos años, sobre todo desde la cultura feminista de la sororidad, los lazos de afinidad y el amor sáfico. Elisa Coll, Sara Torres, Alicia Valdés, Belén Gopegui, Anna Pacheco… Hay una cascada genial de pensadoras hablando y pensando desde su experiencia y deseo la amistad y el amor. ¿Cómo afrontas este tema en tu libro? ¿Crees que es distinto abordar esto desde la experiencia de hombre cis? ¿Está en la amistad una de las claves a futuro?
En mi libro intento impulsar el uso de la palabra amor más allá de la pareja. Amor es lo que siento también por mis amigas, mi familia y mis perritas, Reina y Luna, que han sido siempre importantísimas para mí. Hacerlo explotar hacia todos los sentidos y en muchos añicos creo que hace que el amor esté en boca y en mente y lo estemos pensando, repensando, sintiendo y resintiendo.

Por supuesto es distinto abordar cualquier cosa si el lugar de enunciación y de lectura cambia. Diana Fuss en Leer como una feminista advierte de ello, que no solo leemos sino que leemos desde una posición determinada. Igualmente aun privilegiado desde lo identitario, siendo hombre, blanco y cis, soy un pedazo de maricón de los pies a la cabeza y mis amistades han sido siempre mayoritariamente mujeres y he socializado siempre en un grupo de mujeres.

Estoy bastante cerca de una pluma y una feminidad que no son normativas y desde ese afuera han sido siempre las amistades aquellos lugares donde no sé si me han comprendido o si ha hecho falta siquiera que me hayan comprendido, pero sí se con certeza, porque lo he sentido, que me han querido mucho, muchísimo. Eso es lo que ha hecho que mi vida sea posible.

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