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Sexualidad
Los mil y un orgasmos femeninos
La historia de la sexualidad femenina ha estado, en gran medida, dominada por ideas erróneas y diagnósticos inventados. En la antigua Grecia, Hipócrates planteó que las mujeres podían enfermar debido a un útero “errante” que se desplazaba dentro del cuerpo, causando problemas de salud. De este concepto proviene el término “histeria” (del griego hystera, útero), un diagnóstico que marcó a las mujeres durante siglos. En el siglo II, el médico Galeno continuó esta idea, sugiriendo que la histeria se debía a la falta de actividad sexual en mujeres.
La visión de la histeria como una enfermedad imaginaria se mantuvo hasta principios del siglo XX. Finalmente, en los años 50, la Asociación Americana de Psiquiatría declaró que la histeria no era una patología, y el vibrador pasó a considerarse en un objeto de placer más que en un instrumento médico. El cambio marcó el inicio de una nueva etapa en la concepción de la sexualidad femenina, aunque no eliminó el tabú en torno al tema.
El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud, introdujo una teoría que dejó una marca profunda en la sexualidad femenina. Freud propuso que existían dos tipos de orgasmo femenino: el clitoriano, al que consideraba infantil, y el vaginal, que definía como una expresión de madurez. Según él, una mujer que requería estimulación del clítoris para alcanzar el orgasmo estaba en una etapa de desarrollo psicosexual incompleta. Esta teoría influyó en la manera en que la sociedad percibía el orgasmo femenino, asociando la penetración como el “verdadero” placer y relegando el clítoris a una fase de inmadurez.
¿Hay diferentes tipos de orgasmos?
Estudios sobre el orgasmo femenino continúan el debate en torno a la relación entre el clítoris y la vagina. Por un lado, Vincenzo Puppo y sus colaboradores argumentan que el orgasmo se genera exclusivamente a través de la estimulación del clítoris, ya sea de forma directa o indirecta. Según Puppo, no existen estructuras anatómicas en la vagina que puedan desencadenar el orgasmo de manera independiente. Para él, términos como “punto G” son mitos sin base científica, y el orgasmo solo se consigue con una estimulación efectiva del glande del clítoris.
Por otro lado, Stuart Brody y su equipo defienden que el orgasmo vaginal tiene un impacto significativo en el bienestar psicológico de las mujeres. Según ellos, el orgasmo derivado de la penetración profunda, que estimula el cérvix, libera prolactina, una hormona que contribuye a la satisfacción sexual y al bienestar emocional. La controversia entre estos dos enfoques persiste hasta el día de hoy y pone de manifiesto las complejidades del placer femenino.
Con el avance de la ciencia, algunas investigadoras han comenzado a abordar el tema desde perspectivas innovadoras. La doctora francesa Odile Buisson utilizó ecografías funcionales para entender qué ocurre durante la estimulación genital. Buisson descubrió que tanto la estimulación del clítoris externo como la de la pared anterior de la vagina activan el “complejo clitorouretrovaginal” (lo que llamaron en su día “punto G”)
En realidad, la estimulación del clítoris (externa o interna) parece ser esencial para desencadenar el orgasmo, independientemente del tipo de estimulación que se prefiera o experimente. El famoso “punto G” no sería más que un área sensible de la pared vaginal que responde a la presión, estimulando partes del clítoris interno.
El clítoris, la vagina y el cérvix están inervados por distintos nervios (pudendo, pélvico, hipogástrico y vago) que, al ser activados en distintas combinaciones, producen sensaciones diversas y esto podría explicar por qué algunas mujeres sienten de forma diferente los orgasmos en función de los estímulos que acompañan a la experiencia sexual.
Objetivamente el orgasmo siempre es una descarga neurofisiológica que involucra directa o indirectamente al clítoris, es decir, el orgasmo siempre es orgasmo independientemente de los tipos de estímulos que lleven al mismo. Aunque el orgasmo es siempre la misma descarga neurofisiológica, luego entra el hecho de cómo percibimos la experiencia orgásmica. Dependiendo de los estímulos físicos, psicológicos y contextuales, el placer puede variar en intensidad y distribución. Factores como la estimulación de zonas erógenas adicionales, el vínculo emocional y la imaginación también contribuyen a la percepción del placer, de ahí que podamos percibir los orgasmos de formas diferentes.
¿Por qué experimento un tipo de orgasmo diferente en función de la zona estimulada?
Quitando la zona del punto G, en la vagina hay poca sensibilidad, pero la sensación de distensión vaginal durante el orgasmo podría ser autopercibida por algunas mujeres de una forma distinta al orgasmo sin estímulo vaginal. Podría también influir el estímulo del cérvix a una percepción distinta a cuando no se estimula. De la misma manera que hay mujeres que experimentan diferencias con el estímulo interno o externo, también hay otras que sienten la experiencia orgásmica más intensa cuando se dan otros estímulos añadidos en otras partes erógenas que no necesariamente ha de ser la distensión vaginal. Cada persona tiene su propio mapa del placer, no son iguales las preferencias de unas personas y otras.
Este abanico de experiencias refuerza que el placer femenino es un fenómeno individual y dinámico. Hoy en día, estudios sobre la anatomía del clítoris y la neurofisiología del placer continúan desafiando mitos antiguos, y sugieren que, más allá de clasificaciones simplistas, el placer femenino es un campo de autodescubrimiento sin límites fijos.