La juventud siria en Turquía: entre el exilio y el regreso

Desde la caída del régimen, más de medio millón de refugiados han vuelto a su tierra desde Turquía. Las nuevas generaciones, crecidas en el exilio, se debaten entre quedarse o volver.
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Laia Palau Betül, Ela y Nur Mustafa comparten risas y recuerdos mientras hablan de sus sueños para el futuro. Aunque han hecho su vida en Gaziantep, su vínculo con Alepo mantiene viva la esperanza de regresar algún día.
3 dic 2025 06:00

Betül Mustafa tiene 23 años y sus dos hermanas, Nur y Ela, 17 y 15, respectivamente. Hace 13 años que viven en Gaziantep, una de las ciudades del sureste de Turquía, en la frontera con Siria. Llegaron desde Alepo con sus dos hermanos y sus padres. Algunas tardes, cuando salen de la universidad o del instituto, se sientan en algún parque a comer un shawarma de uno de los restaurantes sirios de la ciudad. “Nuestra casa en Alepo era muy bonita. Había una tienda de pasteles donde solíamos comprar dulces con mis hermanos. Son recuerdos preciosos que tengo muy presentes. También recuerdo cómo jugábamos con los vecinos que vivían delante de mi casa”, explica Betül. Sus hermanas, en cambio, apenas tienen recuerdos de su país natal.

Cuando llegaron, les costó sentirse parte de Turquía, sobre todo por la lengua y las costumbres. Se sentían discriminadas en el transporte público y en la escuela, pero explican que, desde la caída de Bashar al-Assad, los turcos se han vuelto más tolerantes. Se plantean volver a Siria, pero dentro de unos años, cuando terminen de estudiar: volver por un largo período significa perder el permiso para residir en Turquía. “Si volvemos a vivir a Siria, cancelarán nuestro permiso y esto será un problema. Tenemos hermanos pequeños que están estudiando y necesitan quedarse aquí unos años más”, especifica Nur. 

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Betül, de 23 años, estudia Educación en la Universidad de Gaziantep. A pesar de vivir lejos de su hogar, sueña con regresar a Siria tras graduarse y ayudar a reconstruir su país. Laia Palau

La falta de oportunidades y de infraestructuras en su país de origen —como electricidad o agua corriente— son otros de los motivos que las hermanas apuntan para quedarse más tiempo en Turquía, y que comparten con muchos estudiantes sirios refugiados en el país vecino. También lo es la falta de alojamiento, ya que el 80% de las viviendas del país se destruyeron durante la guerra. La casa de su familia sigue en ruinas. “Cuando volvamos queremos vivir sin miedo. Sin los soldados que llamen a la puerta de noche. Queremos salir a la calle cómodamente, trabajar sin miedo, viajar. Espero que sea así. La confianza es muy importante. Creo que si hay confianza entre todos la vida ahí será mejor”, concluye Betül.

Un millón y medio de retornados

Desde la caída del régimen de Bashar Al-Assad, el 7 de diciembre de 2024, más de medio millón de refugiados sirios han vuelto a su tierra desde Turquía, el país que acogía la mayor diáspora de refugiados. Justo después del fin del régimen, hubo una ola migratoria que con los meses se estabilizó, explica Maissam Nimer, socióloga especializada en migraciones y profesora asociada a la Universidad Akdeniz: “La respuesta inmediata a la caída de Assad fue un llamamiento generalizado para que los refugiados regresaran. Hubo una garantía política del Gobierno turco a sus electores de que su regreso era inminente, y se hizo eco en la opinión pública, en las redes sociales y a través de distintas plataformas”.

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Şahinbey es el distrito de Gaziantep con la mayor población siria, albergando a numerosos refugiados que se establecieron en la zona desde el inicio de la guerra en Siria en 2011 y que continúan viviendo allí tras la caída del régimen. Laia Palau

No obstante, meses antes de la caída del régimen, algunos refugiados ya habían retornado, motivados por el discurso antisirio en Turquía o deportados por las autoridades turcas. Ese discurso discriminatorio había aumentado, así como los controles policiales de papeles —con la incorporación de furgonetas que funcionan como un punto móvil del departamento de migración—, y se habían llevado a cabo campañas de redadas y deportaciones forzosas, vulnerando el derecho internacional. El sentimiento antisirio fue creciendo exponencialmente desde las elecciones generales de 2023, cuando la oposición centró sus promesas electorales en deportar a la comunidad. Aumentó también con los terremotos de febrero de 2023, que afectaron a una zona con una comunidad siria numerosa, y con el empeoramiento de la crisis económica. 

Celine Scmiit, portavoz de ACNUR: “Las viviendas están reducidas a escombros, las infraestructuras básicas colapsadas, y persiste la amenaza de restos explosivos en zonas anteriormente en conflicto”

Uno de los perfiles que apostó por un retorno voluntario desde el principio fueron los jóvenes cualificados que veían la posibilidad de regresar para trabajar en el sector de las ONG y participar en el cambio en el país, añade la socióloga: “Se hablaba mucho de volver para contribuir en la reconstrucción, especialmente en las primeras etapas, durante una especie de fase eufórica que muchos jóvenes describían como una reminiscencia del período revolucionario, cuando había una fuerte esperanza de cambio”. También volvieron ciudadanos con contactos influyentes en el nuevo Gobierno o con las autoridades turcas, a menudo de etnia turcomana. 

En total, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) apunta que han vuelto alrededor de 2,4 millones de personas sirias a su lugar de origen. De estas, casi 1.700.000 eran desplazadas internas. Celine Scmiit, portavoz de esta organización en Siria, declaró en la agencia de noticias sSANA que las condiciones al volver son extremadamente precarias: “Las viviendas están reducidas a escombros, las infraestructuras básicas colapsadas, y persiste la amenaza de restos explosivos en zonas anteriormente en conflicto”.

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En Iran Caddesi, una calle conocida por sus comercios sirios, una tienda muestra tanto la bandera turca como un mapa de Siria con la bandera revolucionaria. La avenida ha sido y sigue siendo escenario habitual de la furgoneta del departamento de migración, que interpela a personas sirias para solicitar su documentación Laia Palau

Aún así, de momento en Turquía siguen residiendo alrededor de 2,5 millones de ciudadanos sirios. Omar es uno de ellos. Tiene 30 años y trabaja en un supermercado del barrio de Şahinbey, una de las zonas principales donde vive la comunidad siria de Gaziantep. Es originario de Damasco y había ejercido de periodista. Explica que no puede volver a Siria porque no tiene trabajo ni casa: “Poco a poco intentaré encontrar un trabajo para volver, pero en Siria no quiero trabajar en un supermercado”. 

Después de la caída del régimen, el tío de Omar volvió a Siria unos días para valorar su retorno. Esta opción la establecieron las autoridades turcas del 1 de enero al 1 de julio de 2025. Permitían tres visitas a los ciudadanos sirios con permiso de protección temporal —el permiso especial que tienen los refugiados sirios en Turquía a diferencia de los refugiados de otras nacionalidades— sin la revocación del permiso. “Esta política es especialmente eficaz para fomentar el retorno o, al menos, la toma de decisiones al respecto”, añade la socióloga Maissam Nimer.

“Regresar a Siria ahora sería como estar en 2010. No hay bancos, no hay electricidad, no hay internet rápido, no hay infraestructuras. Es como vivir en modo supervivencia”, argumenta Ayham

Para Omar el retorno es fácil comparado con otros perfiles de ciudadanos sirios: “No estoy casado ni tengo hijos. Para quién es más difícil es para las familias”. Es el caso de Ali, que tiene 24 años y es el dueño de la peluquería del lado del supermercado donde trabaja Omar. Le gustaría seguir su negocio en Siria, pero de momento, por seguridad, dice que se quedará en Turquía. “Toda la gente que conozco quiere volver a Siria a largo plazo para reconstruirla”, explica.

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Omar, de 30 años, atiende su pequeña tienda de comestibles en Şahinbey, Gaziantep. Soltero y con la mirada puesta en el futuro, sueña con regresar a Siria, reconstruir su hogar y construir una vida bajo el nuevo gobierno Laia Palau

Uno de los colectivos que tiene más complicado el retorno es el de las familias monoparentales, en especial las madres, que a menudo deben presentar el consentimiento del padre. La Base de Datos de Información sobre el Asilo (AIDA) —que depende del Consejo Europeo de los Refugiados y Exiliados— recoge casos en que el padre ha abandonado la familia o no es posible localizarlo por su retorno a Siria voluntario o forzado. No presentar el consentimiento crea obstáculos a las madres e impide que muchas puedan regresar con sus hijos a pesar de su voluntad.

En otros casos, la decisión de volver ha ido variando en función de la situación política del momento. Uno de los puntos de inflexión ha sido las política del nuevo Gobierno sirio —encabezado por Ahmed al-Shaara— hacia las minorías, como las masacres contra la comunidad alauita a finales de 2024 y principios de 2025, o los combates contra la comunidad drusa en julio de este año.

Otro momento condicionante fue el cambio de presidencia en Estados Unidos en enero de 2025, que provocó recortes en la financiación de los programas de ayuda internacional. Las ONG que trabajaban sobre el terreno tuvieron que disminuir los servicios y la ayuda a la comunidad refugiada siria. Concretamente en Turquía, las ONG que se dedicaban a este ámbito tuvieron que cerrar algunas sucursales o reducir personal del 15% al 60%.

La diferencia de tener un pasaporte

La mayor parte de los que apuestan por quedarse en Turquía son la minoría de los refugiados sirios que han podido obtener la nacionalidad turca, como Ahmed o Ayham, de 28 años, que también residen en Gaziantep. Los dos trabajan en Turquía, han creado sus vínculos y su vida en el país de acogida y no se plantean volver. En el caso de Ahmed, el motivo principal para quedarse es la responsabilidad que siente de cuidar a su madre: “Si no estuviera con ella pensaría en volver y ayudar en lo que pudiese. Una parte de mí se siente responsable de actuar, pero a veces las circunstancias de la vida no te lo permiten”, cuenta. 

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Ali, de 24 años, atiende a un cliente en su barbería de Şahinbey, Gaziantep. Sueña con regresar algún día a Palmira con su esposa y sus dos hijas para reconstruir su negocio en su país natal.

El hecho de tener la nacionalidad también influye, ya que pueden viajar a su país de origen y volver a Turquía sin restricciones. “Regresar a Siria ahora sería como estar en 2010. No hay bancos, no hay electricidad, no hay internet rápido, no hay infraestructuras. Es como vivir en modo supervivencia”, argumenta Ayham. Las expectativas que tiene del nuevo Gobierno, elegido sin elecciones democráticas, también condicionan la visión de Ayham: “No quiero construir un país para que alguien más me lo robe de nuevo. Sería un desperdicio de esfuerzo, para ser honesto. La familia Assad nos robó a los sirios durante casi 60 años, y no quiero ver a otra persona como ellos, alguien que simplemente se nombra a sí mismo presidente”.

Al otro lado de la frontera, los jóvenes que han vuelto a Siria desde Turquía —y desde Jordania, el Líbano o Europa— ya forman parte activa de la reconstrucción del país. Algunos han abierto sus propios negocios para invertir en la economía local y otros preparan reuniones para debatir cómo quieren que sea la nueva Siria. Como concluye Ayham: “Los jóvenes están organizando muchos talleres a través de su experiencia en el exterior. Se llevan a cabo debates sobre la ciudadanía, sobre qué significa la democracia, sobre cómo funcionan las elecciones y sobre los derechos humanos en general”.

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