Opinión
Antigitanismo al desnudo: la silla vacía en el Parlamento Europeo

El gran consenso Antigitano transversal desde la extrema derecha a la extrema izquierda. Todos los partidos de los 27 países de la UE se han puesto de acuerdo en una decisión (in)consciente: ni una sola persona gitana formará parte del Parlamento Europeo.
De los 720 asientos que representan a la ciudadanía de la Unión Europea, ni uno solo ha sido garantizado a la mayor minoría de Europa. Doce millones de ciudadanos/as de la UE ven vulnerado el derecho fundamental más elemental en democracia: el derecho a la representación política.
La ausencia de representantes gitanos en el nuevo Parlamento Europeo tras las elecciones del 9 de junio es un reflejo desgarrador de cómo las organizaciones políticas de toda la UE siguen fallando en dar voz a todas a las minorías de nuestra sociedad. Paradójicamente la Unión Europea se fundó en parte para defender los derechos de las minorías. Irónico.
Todos los ciudadanos merecen una voz que los represente en el Parlamento Europeo. Es una cuestión de justicia, de dignidad y de derechos humanos universales
Primero, hablemos claro: los partidos políticos no están haciendo lo suficiente para incluir a los gitanos en sus listas. ¿Por qué? Porque los prejuicios y la discriminación todavía pesan demasiado. Este antigitanismo latente ahora se torna más evidente que nunca a nivel político. El resultado es devastador: los gitanos no tienen la visibilidad ni las oportunidades políticas que constitucionalmente deberían estar garantizadas.
La comunidad gitana sigue luchando contra un muro de estigmatización y marginación. La rueda de la desconfianza institucional hacia los gitanos sigue actuando como una apisonadora racista. Es por ello que en una dinámica dialéctica la comunidad gitana no confía en un sistema que históricamente la ha discriminado y lo sigue haciendo.
Además, los sistemas electorales no siempre facilitan la representación de minorías. En lugar de abrir puertas, muchas veces las cierran.
La realidad es que, sin apoyo financiero, logístico y organizativo, la ciudadanía gitana enfrenta una batalla que parece a todas luces invencible. Necesitamos más que palabras vacías; se necesitan recursos y respaldo real para tener oportunidades de representación política.
Sin la posibilidad de hacer política en las instituciones democráticas, la pretensión democrática de justicia se torna en papel mojado.
Todos los ciudadanos merecen una voz que los represente en el Parlamento Europeo. Es una cuestión de justicia, de dignidad y de derechos humanos universales.
La lucha por la igualdad y la inclusión debe ser nuestra prioridad. No podemos seguir avanzando mientras dejamos a comunidades enteras atrás.
Si sembramos el monopolio “blanco” en el campo institucional, no podemos sorprendernos de la ausencia de discursos y políticas antirracistas. Terreno listo para la normalización política de los partidarios de una Europa blanca sin diversidad.
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