Opinión
El anuncio de Campofrío lo pagamos entre todas

Responsable de Soberanía Alimentaria de Amigos de la Tierra
Un año más, una Navidad más, como ya es costumbre desde el 2011, la empresa cárnica industrial Campofrío lanzaba un anuncio publicitario en TV con rostros conocidos y un gran presupuesto de producción detrás. Lo que muy poca gente sabe es que esta pieza audiovisual que tantas simpatías despierta en redes sociales, artículos de prensa y grupos de WhatsApp la pagamos entre todas, y además de muy diversas formas.
Campofrío, una marca muy presente en los estantes de los supermercados españoles desde hace más de 60 años, tiene ya poco de esa empresa familiar que fundó en Burgos José Luis Ballvé en el año 1952, con el nombre de Conservera Campofrío SA. A día de hoy es líder en España en la elaboración de cárnicos industriales, con una cuota de mercado superior al 16 % y es una de las cinco más importantes del sector en el mundo, con exportaciones a 40 países, entre los que están China, Japón, México, EE UU, Canadá, Corea del Sur, Sudáfrica o Argentina.
El accionariado de Campofrío también tiene tentáculos internacionales, ya que en la actualidad pertenece al grupo mexicano Sigma Alimentos, que maneja un sin fin de marcas con orígenes españoles como las también conocidas Revilla o Navidul, así como otras que explota en México, Italia, Francia o Estados Unidos. Todas ellas comercializan tanto productos cárnicos y lácteos industriales como comida ultraprocesada. A su vez, Sigma pertenece al Grupo Alfa, conglomerado multinacional mexicano también, en cuyo accionariado está el multimillonario Carlos Slim, y que tiene negocios industriales que abarcan la producción de petroquímicos, componentes automovilísticos y la extracción de gas natural y crudo.
En España, el número de explotaciones agrarias se ha reducido un 2,1% respecto a 2013. Por contra, la superficie agrícola utilizada media por explotación ha aumentado hasta las 25 hectáreas
Según un reciente Informe elaborado por el Parlamento Europeo, Campofrío es la sexta empresa española más beneficiada por los fondos europeos de ayuda a la actividad agraria (PAC). En concreto recibió 5.989.526 euros en el año 2019. Es un buen pellizco con el que producir todos los años muchos anuncios de televisión y mucho más de lo que recibe una persona que se dedica a la agricultura o ganadería en España, que de media apenas supera los 4.000 euros al año de la PAC.
En España, el número de explotaciones agrarias se ha reducido un 2,1% respecto a 2013. Por contra, la superficie agrícola utilizada media por explotación ha aumentado hasta las 25 hectáreas, el valor más alto de la serie histórica. En este impulso hacia la concentración agraria empresarial, la PAC ha jugado un papel fundamental destinando cerca del 80% de sus ayudas directas a tan solo el 20% de las explotaciones más grandes. En este contexto económico y social parece evidente la necesidad de que la PAC deber servir para apoyar un sistema alimentario más justo y sostenible, capaz de afrontar los retos de la emergencia climática y de salud global a los que nos enfrentamos.
Sin embargo, ésta no es la única forma en la que pagamos los anuncios de Campofrío. Hay otra mucho más rentable para la empresa, pero perjudicial para las personas y el planeta. Su contabilidad no aparece reflejada en los balances de la empresa, pero sus costes sí dejan huella en las comunidades rurales donde se implantan las macrogranjas industriales que abastecen a los seis mataderos esta empresa en las provincias de Burgos, Soria (Ólvega), Toledo (Torrijos), Cáceres (Trujillo) y Valencia (Torrente).
El modelo de negocio de Campofrío está detrás de la expansión de la ganadería industrial en España, principalmente de cerdo
El modelo de negocio de Campofrío está detrás de la expansión de la ganadería industrial en España, principalmente de cerdo. Su actividad es responsable de la contaminación de los acuíferos y de los suelos, por los excrementos de los animales que viven en condiciones de hacinamiento, así como de la contaminación del aire por amoniaco, convirtiendo los pueblos que sufren esta actividad en lugares donde no es saludable consumir el agua del grifo o respirar el aire.
También es responsable de la vulneración de los derechos laborales de sus trabajadores en los mataderos, una situación que se ha agravado con la covid-19. Apostar por la ganadería industrial supone expulsar a la población de las zonas rurales y eliminar la posibilidad de generar riqueza en el territorio mediante actividades económicas saludables para las personas y el planeta.
Ya que somos nosotras las que pagamos los anuncios de Campofrío, estaría bien que fuéramos quienes creáramos el guion y seleccionáramos a las participantes en el spot. Puestos a elegir, nominaría a las miles de personas que luchan contra la ganadería industrial en España, organizadas en decenas de plataformas vecinales y aglutinadas en una Coordinadora Estatal.
Si representáramos a Campofrío como el personaje de la muerte de su último anuncio navideño, la sociedad civil seriamos quien le diríamos la frase de “Quieto, no sigas” y sería la empresa la que nos responde: “Eso es lo que siempre me pedís, pero yo nunca me detengo”. Pues bien, es ahora el momento de detener la ganadería industrial y de dejar de pagar económica, social y medioambientalmente su actividad. Sumemos juntas a esta petición al gobierno español para frenarla.
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