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Valencia
La Malvarrosa, un barrio en (re)construcción
Tres palabras se repiten cuando se habla de La Malvarrosa de València, un barrio costero perteneciente a los denominados Poblats Marítims, ubicado al este de la ciudad: inseguridad, drogas y delincuencia. La cobertura mediática y la preocupación del vecindario se focalizan, especialmente, en las llamadas “Casitas Rosas”, tres bloques de color salmón que suponen un punto caliente de tráfico de drogas en la ciudad y conducen actualmente el debate político sobre el futuro del barrio, poniendo a menudo en un segundo plano, eso sí, la historia y la tradición que explica su presente.
Una vista al pasado
La Malvarrosa es la unión entre el mar y la huerta. Un área costera delimitado por la antigua zona hortícola de la Carrasca, Alboraia y Benimaclet. Las acequias que la rodeaban y la orografía del terreno hacían que esta zona fuera extremadamente húmeda, y por ende idónea para la vegetación. En el siglo XIX, el botánico y perfumista francés Felix Robillard compró 360.000 metros cuadrados de terreno y sembró distintas flores, una de ellas la planta Malvarrosa —un tipo de geranio—, que dio origen al actual nombre del barrio.
La representación de la Malvarrosa a principios del siglo XX dista mucho de la realidad de hoy en día, ya que era el lugar de veraneo y resultó la inspiración de dos de los personajes más importantes de la historia cultural de España: el escritor Vicente Blasco Ibáñez y el pintor Joaquín Sorolla. La playa de la Malvarrosa es escenario de varias de las obras más reconocidas del artista impresionista, aquellas que reflejan escenas cotidianas como niños bañándose o mujeres paseando por la orilla. Años después, la industrialización llevó al barrio a convertirse también en el asentamiento de multitud de fábricas como la Papelera, la fábrica de Carbón Ballesteros, la fábrica de alcohol...
La idílica imagen de La Malvarrosa se fue deteriorando progresivamente. Los historiadores encuentran en el estallido de la guerra civil (1936), la riada de 1949 y la Gran Riada de València de 1957 alguno de los puntos cronológicos clave. Estos fenómenos afectaron especialmente a las clases obreras y trabajadoras, y las familias de los astilleros del puerto se trasladaron a los bloques de Astilleros. Además, tras la riada de 1957 se construyeron Las Casitas Rosas, un conjunto de bloques de color salmón creadas bajo el marco de la Ley de Casas Baratas —promulgada en su primera versión en 1911, aunque contaría con actualizaciones décadas después—, que sirvieron como viviendas sociales para la ciudadanía que había perdido sus hogares por las inundaciones.
Tras la riada de 1957 se construyeron Las Casitas Rosas, un conjunto de bloques de color salmón creadas bajo el marco de la Ley de Casas Baratas que sirvieron como viviendas sociales para la ciudadanía que había perdido sus hogares por las inundaciones
Pero la degradación del barrio ya había provocado la huida de parte del vecindario en búsqueda de una vida mejor. Este panorama de desolación y abandono se tradujo, con el paso de años años, en un auge del tráfico de drogas que tenía su punto más caliente en Las Casitas Rosas. En el año 1991 la situación era insostenible: el vecindario se manifestaba diariamente en el cruce de calles denominado “las cuatro esquinas” pidiendo atención institucional en el barrio para atajar los problemas derivados del estado de marginación al que se le condujo. El 7 de octubre de ese año se celebró una manifestación tan multitudinaria que acabó dando nombre a una de sus plazas.
Las drogas no eran la única preocupación de los habitantes, que querían realizar diversas acciones y reformas para mejorar el barrio. Con este objetivo nació la plataforma Amics de la Malva una asociación vecinal con más de 15 años de existencia que reivindica la necesidad de “ejercer sus derechos como ciudadanos en un barrio sostenible y con unas condiciones de vida más dignas”.
Un paseo por la Malvarrosa
La situación irregular de Las Casitas Rosas, donde el tráfico de droga, la delincuencia y las redadas policiales son frecuentes, es la principal preocupación de los vecinos. Pero reducir los males de la Malvarrosa al tráfico de drogas, además de obviar su historia, es omitir el resto de condicionantes que hacen de este barrio un claro ejemplo de la falta de inversión y atención por parte de los sucesivos gobiernos locales.
Reducir los males de la Malvarrosa al tráfico de drogas, además de obviar su historia, es omitir el resto de condicionantes que hacen de este barrio un claro ejemplo de la falta de inversión y atención por parte de los sucesivos gobiernos locales
Aunque la Malvarrosa se caracteriza por su acceso al mar —con un consecuente extenso paseo marítimo—, en el barrio apenas hay zonas verdes, parques ni espacios naturales. “En la zona solo hay dos parques, cada vez me cuesta más caminar y no tengo lugares cerca donde pasar la tarde”, comenta Montse, una vecina de 86 años. Si bien el barrio cuenta con multitud de servicios, concentrados mayoritariamente en la Avenida Malvarrosa, y de negocios locales, hay pocos lugares recreativos donde los vecinos puedan acudir a disfrutar, más allá de un par de locales de hostelería.
Tampoco tiene espacios deportivos, como pistas de baloncesto o fútbol, aunque sí varios parques de calistenia, ubicados en la calle Enginyer Fausto Elio y en la playa. Una de las grandes d denuncias del vecindario, en el contexto de una ciudad en el que el uso de la bicicleta es extremadamente popular, es la ausencia de carril bici en la mayoría de sus calles y, aunque reconocen la existencia de ciclocalles, aseguran que circular por ellas es peligroso debido a que hay mucho tráfico y viandantes.
La profesora Susana Lidón, del instituto público Isabel de Villena, elaboró junto a sus alumnos de tercero de la ESO un proyecto para crear un carril bici en el barrio. “Si nunca creas unas instalaciones como un carril bici, la gente nunca cogerá la bici y no verá lo importante que es”, opina la maestra. Según el Observatorio del Cambio Climático, la emisión más importante de dióxido de carbono se emite por tráfico rodado en ciudades en trayectos cortos y el método más efectivo para reducirlo es el uso de la bicicleta.
La profesora Susana Lidón, del instituto público Isabel de Villena, elaboró junto a su alumnado un proyecto para crear un carril bici en Malvarrosa que fue presentado al concejal de movilidad, que incluso visitó el barrio para estudiar su viabilidad. Un año después, siguen esperando noticias
Esta iniciativa se llevó a cabo gracias a meses de trabajo conjunto, midiendo las calles, analizando los planos del barrio y estudiando cómo conectar el posible carril bici con las escuelas e institutos del barrio. Finalmente consiguieron que Giusepe Grezzi, concejal de movilidad de València, acudiese en dos ocasiones a la Malvarrosa para estudiar la posible creación del carril bici. Un año después de estas visitas, los estudiantes y profesores del Isabel de Villena siguen esperando noticias sobre este plan.
El servicio médico también deja que desear en la zona, ya que solo hay un centro de salud y se encuentra en la calle Isabel de Villena, es decir, junto a la playa y en el límite con el barrio del Cabanyal. Además, en el caso de ser una urgencia, los sábados a la tarde y los domingos deben desplazarse al centro de l’Arguer, en el barrio de la Isla Perdida, a dos kilómetros de la Malvarrosa, un hándicap especialmente para las personas ancianas que, además, contribuye en el repetido colapso del sistema sanitario.
En el ámbito cultural, las personas que habitan el barrio también tienen numerosas demandas: no hay espacios culturales y tampoco tienen una biblioteca, aunque su creación ya está proyectada. Querrían que a la casa-museo Blasco Ibáñez y a la Universidad Popular ubicada en la avenida Malvarrosa se sumaran nuevas instalaciones y actividades: “La Malvarrosa está muy estigmatizada por la droga, y si no invertimos en infraestructuras y en cultura siempre estará estigmatizada, no vendrá gente a vivir por miedo y nunca va a haber una regeneración del barrio”, explica la profesora Susana Lidón.
Paso a paso
Durante estos últimos dos años, la presión vecinal se ha reflejado en las sucesivas manifestaciones y concentraciones organizadas por la plataforma vecinal Amics de la Malva. El 7 de octubre de 2021, en honor a la manifestación de 1991, recorrieron las calles del barrio más de 4.000 ciudadanos al grito de “la Malva-Rosa està farta”. A raíz de esta multitudinaria concentración, los representantes de Amics de la Malva consiguieron reunirse con el alcalde Joan Ribó que unos días después visitó el barrio a título personal y paseó por Las Casitas Rosas.
La última manifestación multitudinaria se celebró el 16 de diciembre de 2021. En ella, integrantes del colectivo recogieron cartas del vecindario con peticiones para mejorar el barrio y las hicieron llegar al ayuntamiento. A principios de este mes, tras varias reuniones con representantes del gobierno valenciano, Amics de la Malva convocó una asamblea en la Universidad Popular para compartir el estado de la cuestión. La asamblea concentró a medio centenar de vecinos y vecinas, la mayoría eran personas de la tercera edad y adultos. Tras una explicación del plan integral propuesto por Amics de la Malva, se dejó turno de palabra al vecindario, que no dudó en mostrar su sorpresa ante el dato de que la inversión de 2022 en la Malvarrosa había aumentado notablemente: su cuantía sea la suma del gasto efectuado en los seis últimos años.
Para parte de los habitantes del barrio, una rehabilitación de estos bloques no sería suficiente. Las ideas, pues, giran en torno a la expropiación y derribo de los mismos, una medida que el alcalde de València no ha descartado
Durante este espacio de debate, el vecindario volvió a mostrar su preocupación alrededor de Las Casitas Rosas, considerando la intervención en este área primordial para “erradicar el tráfico de drogas y el consumo en las calles, así como el aspecto de gueto que supone aislamiento, junto a la suciedad y el deterioro de los edificios y su entorno”. Para parte de los habitantes del barrio, una rehabilitación de estos bloques no sería suficiente. Las ideas, pues, giran en torno a la expropiación y derribo de los mismos —algo que se empezó a hacer en 1991 con el derribo de uno de los bloques, pero se paralizó poco después—, una medida que el alcalde de València no ha descartado en el marco de la rehabilitación del barrio que se podría efectuar con fondos europeos. Vinculado a la cuestión del posible derribo, varias voces intervinieron en la asamblea defendiendo la necesidad de asegurar la atención a las personas con drogodependencia que habitan en el barrio.
El vecindario, por último, también reclamó en este encuentro la apertura de las calles para facilitar la movilidad y “eliminar zonas degradadas, como la calle Doctor Álvaro López”, la urbanización de las plazas Músico Antonio Eximeno, Hugo Zárate y remodelación de las plazas Simón Bolivar y Cronista Montblanc, con la esperanza de que progresivamente se conviertan en pasos frecuentes del vecindario, hasta ahora descartados por la inseguridad percibida. En cuanto al mantenimiento del barrio, el vecindario también incluye en la propuesta que trabaja con el ayuntamiento la mejora de limpieza de las calles, la restauración de aceras, la creación de más zonas verdes y volver a conectar el barrio con la huerta.
Por el momento, lo único que está realmente en marcha es lo primero: ante plazos tan pocos definidos, el vecindario se muestra escéptico e insiste en la importancia del movimiento vecinal para hacer presión a las instituciones. Porque de la Malvarrosa se obvia su pasado y, aunque inquieta su presente, los hay que trabajan en su futuro: “Hemos conseguido muchos compromisos gracias a la lucha que hemos llevado”, expresó un vecino en esta asamblea masiva. “Tenemos que defender nuestro barrio y no quedarnos con las manos en los bolsillos”.