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Venezuela
Venezuela inicia el camino hacia la normalización
Sociólogo, analista político y profesor de la Universidad Central de Venezuela
Las negociaciones entre el Gobierno del presidente Nicolás Maduro y las corrientes opositoras acaecidas en México, que produjeron la firma conjunta de un memorando de entendimiento el 13 de agosto bajo la mediación de Noruega, comenzó a rendir frutos. El principal, hasta ahora, es la realineación de los sectores opositores en torno a una estrategia política en la cual la centralidad ya no se ubica en una invasión militar estadounidense o un golpe militar, sino en la participación electoral.
Henry Ramos Allup, histórico líder de Acción Democrática, anunció este 31 de agosto la participación electoral de la Plataforma Unitaria, que reúne los principales partidos opositores, para las elecciones regionales del 21 de noviembre. Este hecho genera un cambio diametral de estrategia después de convocar a la abstención en las últimas tres elecciones, incluidas las presidenciales de 2018 y las parlamentarias de 2020.
Maduro ha cedido en cuestiones claves: permitir la llegada de exiliados que quieran lanzar su candidatura, liberar al líder opositor del ala radical Freddy Guevara y eliminar la figura de los protectorados (especies de gobernaciones paralelas en las gobernaciones ganadas por la oposición). Se suma a estas la conformación de un nuevo Consejo Nacional Electoral mucho más equilibrado que los anteriores —dicho esto por líderes opositores— y donde ha tenido cabida sectores radicales de oposición como el del rector Roberto Picón, encarcelado en 2017. Queda pendiente, entre otras cosas, permitir la participación de líderes opositores que han sido inhabilitados.
Todo parece indicar que asistimos a un proceso de normalización política y convivencia racional en el país
En contraposición, los opositores han terminado de reconocer la presidencia de Maduro y se han acogido a la normativa aplicada por el Consejo Nacional Electoral, ente al que consideraban ilegítimo igual que el resto de poderes públicos.
Todo parece indicar que asistimos a un proceso de normalización política y convivencia racional en el país caribeño.
¿Fin del radicalismo?
Nadie entiende aún en que se basó la propuesta de la abstención, más allá de quienes rogaban por una invasión norteamericana. En todo caso, ese espejismo ha quedado enterrado en México y ahora toda la oposición deberá rediseñar su perfil, su narrativa y su lucha bajo la idea de que solo hay un presidente y es Maduro, y que deberán ahora aceptar la realidad política nacional. El interinato de Guaido, una vez firmado el memorando, es cosa del pasado.
Desde 2019 el sector radical de la oposición, empujado por Estados Unidos y la Unión Europea, lanzó un gobierno interino negando cualquier opción de negociación con el oficialismo hasta que no “cesara la usurpación”. Así, intentaron derrocar al gobierno por diversas vías, incluidas las violentas como la del golpe militar del 30 de abril de ese año, además de diversos peticiones a potencias extranjeras, que se prolongaron a lo largo de 2019 y 2020, para que invadieran Venezuela.
Los sectores radicales tendrán que realinearse bajo este nuevo esquema que implica un cambio de método y el regreso de los liderazgos más moderados
Por un lado, el propio Guaidó, terminó de abandonar su mantra, según el cual Maduro debía salir del poder antes de cualquier otro paso político. Ahora ha tenido que virar hacia las negociaciones, lo que erosiona su liderazgo que ahora parece incapaz de lograr objetivos. Queda en el aire la pregunta sobre para qué sirvió su interinato si no para atornillar a Maduro y permitirle un control institucional total, debido al llamado abstencionista.
La gran triunfadora de este paso opositor es su ala moderada, que se plantea asistir al evento electoral de noviembre, ha logrado conquistas progresivas y parciales, y puede hacerse de varias gobernaciones y alcaldías que le permitan abrir un escenario de cambio de gobierno en 2024, cuando la constitución prevé las próximas presidenciales.
Los sectores radicales tendrán que realinearse bajo este nuevo esquema que implica un cambio de método y el regreso de los liderazgos más moderados.
Cambio geopolítico es determinante
Una vez iniciada la gestión de Joe Biden ha comenzado un giro lento pero sostenido en busca de un acuerdo con Maduro no directamente desde su despacho, pero si con su venia, lo que ha obligado tanto a la oposición más radical como a la más moderada a cambiar su perspectiva de participación. Bruselas, por su parte, también ga cambiado su enfoque sobre Venezuela.
En algo similar anda el Gobierno español, cuyo presidente Pedro Sánchez había dado un ultimátum a Maduro en 2019 para que dejara su cargo, una declaración que hoy luce, cuando menos, ridícula. En el mismo sentido el Grupo de Lima, conformado por 16 países de América, obró de manera firme para sacar a Maduro y hoy está desmantelado.
Importantes gobiernos como Perú y Argentina han modificado su forma de trabajo hacia Venezuela y hoy apuestan por el diálogo. Mientras el gobierno de México cobra protagonismo en la región y se anota un triunfo con la firma del memorando en su patio. Chile y Brasil, dos de los países más agresivos contra Venezuela, han tenido que confrontar sus problemas internos y han preferido olvidar lo que fue el anatema durante 2019 y 2020: la salida de Maduro. Colombia básicamente ha quedado sola en su obsesión.
Sin la obstaculización de Washington y Bruselas y sin opciones en el terreno insurgente, se abrieron las posibilidades para que las negociaciones rindieran frutos que están sobre la vista. Por todo esto, podríamos ser optimistas ante el nuevo panorama, al menos hasta que vuelva el partido republicano al poder en Washington.
Megaelecciones
El evento electoral que ha precipitado este conjunto de cambios se ha llamado la megaelección y tendrá lugar el 21 de noviembre. En ella se elegirán todos los gobernadores y alcaldes del país.
Actualmente, y gracias al llamado a la abstención, el oficialismo controla 19 de las 23 gobernaciones y 305 de las 335 alcaldías del país. Este mapa político podría cambiar tras la decisión de la oposición de participar en las regionales del 21 de noviembre.
Varios “funcionarios” del “interinato” de Guaidó han renunciado a sus cargos —bastante virtuales— y ahora pretenden conquistar espacios de representación. Es el caso de José Manuel Olivares, “comisionado del Interinato para suntos relacionados con la atención a los migrantes”, quien ha vuelto del exilio y se ha lanzado a gobernador del estado La Guaira, lamentando: “Me cansé de escuchar que todas las opciones estaban sobre la mesa”, (aludiendo declaraciones de Donald Trump sobre Venezuela).
Se hace imprescindible para la oposición sentarse con el oficialismoTambién Tomás Guanipa, quien fungía como “embajador” de Guaidó en Colombia, ha regresado y quiere presentarse a la alcaldía de Caracas.
Así como ellos, una larga lista de políticos que estaban exiliados y ahora vuelven a presentarse por algún cargo de elección popular. Para ellos se abre nuevamente el camino electoral.
Ciertamente, en los últimos años las condiciones de una participación equilibrada han ido disminuyendo debido a las políticas y órdenes del gobierno, que ha inhabilitado urnas, ha intervenido partidos y ha cambiado de manera arbitraría los lugares de votación de muchos votantes, entre muchas otras tácticas ventajistas.
Por ello, se hace imprescindible para la oposición sentarse con el oficialismo. Si en medio de la algarabía por el autojuramento de Guaidó veían las negociaciones como un signo de debilidad del gobierno que debían eludir, ahora las ven como la supervivencia política propia: sin mejores condiciones quedarían reducidos a su mínima expresión, pero si deciden no asistir, prácticamente desaparecerían del mapa político.
El chavismo más moderado deberá prepararse para escenarios electorales en medio de una merma importante de su capacidad para aglutinar el voto
Así que no tienen más remedio que rebajar los programas maximalistas y buscar acuerdos de mínimos. Las demandas relacionadas con la renuncia de Maduro se saben inviables. Y las de adelantar las presidenciales no parecen factibles, especialmente por la debilidad que sufre la oposición, que se ha quedado sin movilizaciones de calle, sin padrinos extranjeros y sin credibilidad en sus propias bases a quienes le han pedido abstenerse en los últimos tres procesos electorales.
Pero no solo la oposición se verá afectada con este nuevo panorama.
El chavismo tendrá que cambiar la estrategia
El chavismo también sufrirá, y ya está sufriendo, variaciones importantes ante el nuevo escenario político que está llegando. Uno de ellos es el solapamiento de las corrientes más radicales dentro del chavismo, que son más escépticas hacia el diálogo con la oposición y menos proclives a negociar escenarios democráticos para la resolución del conflicto.
El chavismo más moderado deberá prepararse para escenarios electorales en medio de una merma importante de su capacidad para aglutinar el voto, que le llevó a una fuerte derrota en las últimas elecciones en la que ambos bandos participaron, las parlamentarias de 2015.
Las fuerzas electorales con que se ha presentado los últimos eventos, son a todas luces insuficientes para vencer a la oposición, siempre y cuando esta se movilice hacia las urnas. Su gran aliada, la abstención, muy probablemente merme de manera importante, con lo cual necesitará nuevos votantes y, sobre todo, reconquistar a los chavistas que ya no votan por el partido de Gobierno.
Para ello necesitará dejar de jugar cuadro cerrado y abrirse a nuevas narrativas y nuevos lenguajes, algo que hasta ahora le ha costado mucho.
Después del 21 de noviembre quedará un largo trecho hasta 2024, cuando se produzcan las próximas presidenciales, por lo que fuerzas oficiales y opositoras tendrán un extenso camino para un desenlace electoral que termine de sellar la convivencia democrática entre ambas fuerzas que están muy lejos de desaparecer.