Huelga feminista
La revolución ya es feminista: claves para que todos los días sean 8 de marzo

El éxito del 8 de marzo sitúa al movimiento feminista como agente incuestionable en la coyuntura política: claves para entender el proceso que lo ha hecho posible.

huelga feminista 2019 4
La protesta, en Madrid. David F. Sabadell
21 mar 2019 14:33

El rotundo éxito de movilización del 8 de marzo sitúa al movimiento feminista como un agente clave en la coyuntura política. Muchas son las reflexiones que surgen a raíz de esa jornada histórica pero tan importante como las conclusiones que se puedan extraer sobre lo sucedido durante ese día, es analizar los procesos que lo han posibilitado. Centrándome en concreto en Madrid, en menos de una década, gracias al trabajo y las estrategias desplegadas por el movimiento feminista, se ha pasado de exigir en las plazas del 15M que la revolución será feminista o no será a ser la esperanza de contener el auge de la extrema derecha.

Reconociendo que el feminismo es tanto una propuesta política como un movimiento que ha tenido grandes aciertos en los últimos tiempos, consideró poco táctico medir la capacidad de transformación de este proceso en términos electorales. Sobre todo cuando dicho proceso de acumulación de fuerzas para transformar los diferentes ámbitos de la vida no se ha pensado en esos términos y esta es más una expectativa que llega desde fuera del movimiento, o en concreto, viene desde los partidos políticos y en los últimos meses de cara a las elecciones. En cambio, creo que la apuesta debe estar en seguir profundizando sobre las prácticas feministas que se han llevado cabo, proponiendo que sean aplicadas en otros movimientos y ámbitos de la sociedad con el fin de hacer realidad lemas tales como poner a las personas y los ecosistemas en el centro frente a las empresas y sus beneficios.

En este artículo propongo ampliar la mirada y complejizar el análisis para reflexionar sobre las características del proceso, los aciertos, estrategias y prácticas feministas que ha hecho posible colarse en el cotidiano de casas, calles, empleos con el fin de marcar la agenda, y de ahí lanzar propuestas sobre cómo seguir pensando y construyendo en el momento actual.

La movilización feminista tampoco es un champiñón

La movilización feminista no surge de la nada, sino que cuenta con una genealogía. Las actuales propuestas se construyen sobre la experiencia acumulada durante décadas. Un movimiento con memoria que ha sabido urdir y penetrar en las diferentes capas de la sociedad. Un feminismo que se teje entre las que tenazmente tuvieron que romper con las tradiciones que les condenaban a un segundo plano sin derechos y con las que han sido educadas en la idea de ser sujetos de plenos derechos. La comisión 8 de marzo tiene más de 40 años de trabajo a sus espaldas, desde 1977 colectivos feministas y asociaciones de mujeres han trabajado por buscar los comunes que reivindicar juntas en esta fecha. Sin embargo, la construcción de las propuestas feministas no se ha limitado a las fechas sino que se rige por las necesidades que urgen en la vida de las personas. En este sentido, se han articulado diferentes movilizaciones sobre las violencias, el aborto, la distribución de la riqueza o el reconocimiento y se han obtenido cambios en diferentes ámbitos de la vida.

Este 2019 comenzamos a calentar los motores del 8 de marzo, de manera pública, un mes antes y con una idea clara: tenemos y nos atraviesan más de mil motivos para hacer huelga feminista de 24 horas en empleo, consumo y cuidados. Parar para visibilizar que tenemos muchas y múltiples razones para querer cambios profundos en la organización de la sociedad. Mil motivos que permanecerán intactos días y semanas después del 8 de marzo porque la violencia machista no cesa, o porque seguimos siendo precarias en los empleos, y especialmente en el empleo de hogar y los cuidados, entre otras muchas cuestiones.

Sabíamos que los cambios no iban a ser inmediatos, venimos de lejos, de siglos de lucha, sabemos que cambiar la mentalidad de la sociedad, reconocer los derechos de todas, aprobar legislaciones, elaborar políticas públicas o dotarlas del presupuesto necesario es el resultado de décadas de organización feminista. Sin embargo, desde horas después de la huelga feminista claramente podemos celebrar que hemos avanzando. Porque sabemos que somos muchas, que somos millones las mujeres que queremos cambios en todos los ámbitos de la sociedad. Fuimos millones las que salimos a las calles, aquí y en otras partes del mundo, para reivindicar que nuestras vidas valen, para sacar a luz los problemas que nos afectan, para dejar claro que nosotras y nuestras propuestas construyen el presente y nos hacen avanzar hacia el futuro frente a quienes pretenden devolvernos al pasado y sembrar miedo y odio.

Un feminismo de lo común

Las razones para el cambio están apegadas a la realidad de las diferentes generaciones que formamos parte del movimiento feminista, en este proceso se han desbordado los márgenes de lo que se había considerado la agenda del feminismo. Junto a las violencias machistas y, aún hoy, la necesidad de seguir insistiendo en el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y vidas, el contexto nos exige profundizar sobre la precariedad, no limitada al terreno laboral, que también, sino vitalmente entendida. El constante despojo en las condiciones materiales que recortan las posibilidades de vida digna para la mayoría de personas y ecosistemas se ha convertido en uno de los motores de la movilización y alianzas con otros movimientos sociales. Vivienda, empleos, pensiones, cuidados, fronteras, racismo, medio ambiente y territorio: poner, en definitiva, el foco en los modelos de reproducción y producción que condicionan la cotidianidad de las mujeres. Es necesario destacar que estas cuestiones agravan la vulnerabilidad para buscar solución a los problemas sobre los que tradicionalmente ha llamado la atención el feminismo. Salir de una relación de violencia machista o abortar es más complicado cuando nos vemos en un proceso de desahucio, en situación de desempleo, sin recursos o cuando nuestra situación administrativa de residencia es irregular.

La urgencia de la realidad nos demanda construir en común entre quienes queremos derechos para todas las personas. Necesitamos la inteligencia colectiva al servicio de desentrañar los mecanismos complejos mediante los cuales el sistema nos saquea y pone a las personas y los ecosistemas en los que vivimos en un segundo lugar frente a los beneficios del mercado. Es fundamental comprender los mecanismos antes nombrados para manejarlos y buscar soluciones. En este sentido, la preparación de la huelga feminista para cada 8 de marzo han sido un pretexto para poner en relación y dialogar entre muchas. Una excusa para rescatar y visibilizar las prácticas feministas que se producen en todos los ámbitos de la vida, incluidas las luchas y movimientos sociales tales como el ecologista, sindical, por la vivienda, o el antirracista, entre otros. Al mismo tiempo que se ha conseguido ensanchar y profundizar en las preocupaciones del feminismo y hacer propias otras luchas que también nos limitan el día a día. La idea no es hacer una sumatorio de demandas donde establecer prioridades sino poner en relación los diferentes ámbitos de la vida donde tenemos problemas con el objetivo de encontrar soluciones para todas.

Nosotras: la diversidad como potencia

En ese para todas, estamos a su vez inmersas en un proceso de construir un nosotras, un nosotras donde se entiende que nombrar la diversidad es una potencia. Un nosotras siempre incompleto que se esfuerza por tejer juntas. Un nosotras donde reconocer las diferencias que nos atraviesan, tales como la identidad, la orientación sexual, las diferentes capacidades, la edad, el origen, la situación administrativa, la cultura, religión o posibilidad de acceso a recursos: no nos fragmentan sino que nos permita entender, compartir, multiplicar y articular estrategias en las que poder reflejarnos todas, las más posibles.

Nosotras tenemos diferentes condiciones de vida, privilegios y opresiones que nos sitúan en diferentes lugares de la sociedad. El feminismo nos hace reflexionar sobre nuestras vidas y sacar de la esfera privada los problemas que tenemos para llevarlos a la esfera pública. Hacemos de lo personal política con el interés de mostrar que no son casos aislados fruto de la casualidad sino que nuestras condiciones de vida son consecuencia de cómo se organiza el sistema para que no podamos ejercer derechos. Desde nuestras diferentes experiencias construimos nuestras propuestas políticas y la diversidad al mismo tiempo que nos enriquece, nos plantea debate, conflicto y cuestionamientos. Para muchos problemas aun no hemos conseguido alcanzar puntos de encuentro o posturas comunes, sin embargo es fundamental reconocer la apuesta que se realiza desde las feministas por trabajar en colectivo y articular con el fin de vivir vidas libres de violencia, acabar con el racismo o redistribuir la riqueza.

Tanto el “nosotras”, entendido como un sujeto político complejo, como su apuesta por una estrategia pragmática, de construir desde y por el común, necesita de mucha generosidad colectiva ya que para elaborar un relato capaz de interpelar a muchas, no siempre es al cien por cien el “nuestro” y ese ceder nos genera tensión permanente a la par que nos enriquece. Porque nos preocupa perder nuestra identidad y nuestra propuesta. Pero siendo conscientes de esta tensión que nos alerta sobre la buena marcha o no del proceso, en estos momentos es necesario a apelar a la mirada larga, a la apuesta por la colectividad amplia que nos haga imparables. Porque la coyuntura nos urge y exige ser muchas para cambiar las cosas y poder avanzar.

La disputa por el sentido y contenido del feminismo

Teniendo presente la urgencia de estar a la altura de la necesidad de construir posibilidades para todas, en este momento, en el que feminismo se escribe en un positivo plural, también nos encontramos ante la disputa por el sentido y contenido de lo que la propuesta feminista conlleva. Actualmente nadie quiere renunciar al uso de la palabra. Y este cambio es en parte logro y también parte del desafío. En menos de un año hemos pasado de estar en los márgenes del debate o negar la propuesta feminista a contemplar intentos de imposición de criterios que apelan a tradiciones que pretende hacer del feminismo una cuestión monolítica a, por otra parte, vaciar de significado la propuesta apelando a referentes imprescindibles de nuestra historia contemporánea para el avance de los derechos de las mujeres en direcciones que nada tienen que ver con los objetivos que el feminismo ha tenido. En medio de estos vaivenes que nos encontramos, la propuesta feminista que suma y teje a un grito global apuesta porque el feminismo esté presente de manera transversal en todos ámbitos de lucha y dimensiones de la vida sin perder capacidad de ir a buscar soluciones a las raíces de los problemas.

Durante estos años, la propuesta feminista que impulsa las jornadas históricas del 8 de marzo no se han limitado a pensar en un día, ni incluso a una semana sino que han tenido vocación de transformar el día a día. Cambiar un cotidiano que se hace entre desconocidas que se vuelven vecinas, que desean tejer confianza en barrios y pueblos para que no tengan espacio los discursos de odio. Un feminismo que busca soluciones a problemas urgentes, que tiene los pies en la tierra, que no se puede comprar en una tienda y habla más del acceso al empleo de las mujeres y de rentas mínimas de inserción que de su presencia en las juntas directivas de las empresas. Un feminismo que se hace politizando ollas, para dar la vuelta a los cuidados y que se repartan justamente, que para desahucios, que quiere cerrar CIES, que exige justicia feminista y que quiere hacer efectivos sus derechos sexuales y reproductivos en la educación y sanidad pública. En conclusión, feministas que se organiza en colectivo para crear alternativas a lo existente, que no se pueden permitir quedarse en él ni un paso atrás ya que lo hasta ahora hemos tenido no nos ha llegado a todas y necesitamos seguir avanzando.

Hemos conseguido ser muchas y que nos vean gracias a nuestra habilidad para conjugar la diversidad y nuestra sabiduría y generosidad colectiva para apostar por construir desde lo que nos une. Seguir profundizando en esta línea es clave. Es el momento de construir en colectivo y de articular colectivos. Es tiempo, sí, de afrontar debates pendientes para avanzar en ellos, pero también de trabajar sobre el común en los barrios y pueblos: ya no tanto con una fecha como excusa, sino entendiendo que ha llegado la hora de hacer realidad que todos los días sean 8 de marzo.

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Hoy, en medio de una de las tantas tormentas de la lluvia ácida del capital, mezclamos voces, deseos y miradas feministas para interrogar la realidad desde otros lugares que no sean el sujeto obrero-blanco-heterosexual-urbano que hace tiempo dejó de representarnos. Aquí nos encontramos amaia orozco, Haizea M. Alvarez, Martu, Sara LF y Silvia L. Gil, partiendo de nuestros cotidianos para conversar entre nosotras y con otras en las fugas y resistencias que visibilizan conflictos y generan otras formas de vida.
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