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Huelga feminista
8M: las nadie hicimos historia
Lejos de los intentos de despolitizar la movilización del 8 de marzo, la construcción de la huelga feminista ha significado un proceso de politización importantísimo para amplias capas de mujeres
Este 8 de marzo ha sido una jornada histórica. El movimiento feminista levantó algo que parecía imposible: una huelga general laboral, de cuidados, consumo y estudios contra todas las discriminaciones y violencias de las que somos objeto las mujeres. Una movilización en todo el mundo que en el Estado Español lo ha removido todo.
El movimiento feminista ha conseguido imponerse en el debate público incomodando y obligando a tomar posición a todo el espectro político y sindical. Estas últimas semanas hemos visto a Inés Arrimadas balbuceando o los argumentarios casposos del PP; pero también el bochornoso (y borrado) tuit de Comisiones Obreras, en el que trataban de monopolizar el éxito de la movilización de las mujeres. ¿Primera lección? Quien pretenda capitalizar esto va a encontrarse marejada, y sino que le pregunten a Begoña Villacís.
Y es que el movimiento feminista siempre ha defendido su autonomía. Esa autonomía le ha permitido granjear su propio cuerpo ideológico, teórico y también político en diálogo con otras tradiciones sociales y políticas. Desde el movimiento obrero, el movimiento LGTBI+, el movimiento negro o los movimientos racializados en general, ha compuesto un legado de diálogos y controversias que no se lo ponen nada fácil a la derecha.
Lejos de los intentos de des-politización, la construcción de la huelga feminista ha significado un proceso de politización importantísimo para amplias capas de mujeres. La pobreza feminizada, la situación de extrema precariedad en la que se encuentran el grueso de las mujeres, la brecha salarial y de pensiones, el acoso y las violencias sexuales o qué hacemos con los cuidados, han estado presentes en variadas conversaciones, no sólo entre activistas o en espacios mediáticos. Seguramente, éste haya sido el primer éxito de la huelga.
Las soluciones superficiales que se plantean desde el arco político-institucional son insuficientes para responder a lo que ayer se expresó en las calles, y sobre todo, a la situación que vivimos las mujeres de las clases populares y trabajadoras tras una década de políticas de austeridad. El editorial de El Mundo expresaba hoy que la discriminación está simplemente generada “por inercias culturales y brechas menguantes pero pertinaces”. Las feministas (nos auto-denominemos anticapitalistas o no) sabemos que la discriminación es constitutiva para defender sus intereses económicos y políticos: que nos pagan menos porque así se lo ahorran o que el machismo queda impune porque es funcional al poder.
Por ello, la huelga ha sido un éxito. Ha permitido poner de manifiesto quienes movemos el mundo, quienes hacemos funcionar la sociedad con nuestro(s) trabajo(s) y quienes, por el contrario, se aprovechan de ello. Hoy que todo el mundo quiere hacerse la foto, es más valiosa que nunca esta herramienta. Una herramienta que nos re-apropiamos porque también ha sido una herramienta de lucha de las mujeres trabajadoras en los últimos siglos.
La construcción de base de la huelga, a mi modo de ver, ha significado para el movimiento feminista dos cosas importantísimas: un horizonte compartido y un proceso de auto-organización. El 7N de 2015 fue un hito para el movimiento. Tras la dimisión de Gallardón y la paralización (parcial) de la reforma del aborto, la marcha del 7N permitió no cerrar las luchas emprendidas. Sin embargo, no mantuvo continuidad a escala estatal. Lo que hemos vivido los últimos meses, combinado con el ciclo de movilizaciones y huelgas internacionales, ha levantado un horizonte de lucha compartido, ha involucrado a nuevos colectivos feministas y a toda una capa de mujeres muy jóvenes con aquellas que venían picando piedra desde hacía décadas. Esto nos plantea la cuestión de cómo mantener esta experiencia en el tiempo.
Los deberes que nos llevamos para este ciclo abierto son muchos: cómo darle continuidad a una experiencia así, cómo profundizamos en el proceso de auto-organización abierto, cómo maduramos y lanzamos iniciativas a distintas escalas. Pero sobre todo, cómo aprendemos de un feminismo que está moviendo el mundo entero. Las radicales, las anticapitalistas, las que llevamos el demonio dentro, las nadie, ayer hicimos historia. Pero como hemos dicho estos últimos meses, esta huelga ni empieza ni termina el 8 de marzo.