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Actualidad
Nueva política, clase y la supuesta transversalidad
Las alternativas ya no pasan por Podemos, como pudo ser en 2014, cuando reventó el tablero político y atrajo a miles de activistas y militantes, sino por la construcción de herramientas que ahonden en los conflictos abiertos para construir en base al trabajo de movimientos y a un discurso que apele a mayorías partiendo de los problemas sociales vivos. Y sobre todo, que esta vez no se olvide de que la clase, de una u otra forma, siempre está ahí, como el elemento subyacente que da legitimidad, constituye el sujeto transformador y marca la línea de la acción política.
Sin duda, muchos recordarán las alusiones al consumo de cocaína por parte de ciertos personajes, que han circulado como un chascarrillo recurrente en estos años. Y sin embargo, la adicción más evidente en el mundillo político no es esa, sino la que se ha dado en el entorno de la izquierda, que ha funcionado a medio camino entre la ludopatía y la dependencia emocional, atentas a cada giro táctico, cada vuelta de tuerca y cada transformación de los personajes protagonistas. El último vuelco que ha dado la trama tiene como protagonista a Errejón, que bascula desde el núcleo duro de Podemos hasta posiciones periféricas, para deleite de comentaristas políticos que ganan, una vez más, otra semana de trabajo fácil.
Para empezar a librarnos de estas idas y vueltas dramáticas a las que nos someten los guionistas de la “nueva política”, no está de más recordar que los análisis políticos en términos personales no son precisamente los más atinados; por el contrario, en el juego de la política lo que cuenta son los bloques de poder que acumulan peso colectivo, y por lo tanto los movimientos y ambiciones personales son más bien irrelevantes y, aunque la traición, el odio o la admiración funcionan como elementos de un relato, no dan cuenta de la realidad, sino que tienden a funcionar al revés, ocultando los intereses que siempre subyacen a la acción política.
En este caso, los intereses que están en juego no dejan de ser contradictorios. Bajo el choque entre los sectores pablistas y errejonistas late un enfrentamiento que, en lo político, no aparece con claridad como han explicado con acierto Manuel Garí y Jaime Pastor1. Es cierto que en Vistalegre II Errejón mantuvo un pulso para llevar Podemos hacia una línea menos identificada con la izquierda tradicional y más conciliadora con el PSOE, pero no es menos cierto que el izquierdismo de Pablo Iglesias duró lo que se tarda en cantar victoria, y todo el desarrollo político posterior de su ejecutiva ha venido marcado por la automoderación – por no decir autocensura – y la subalternidad respecto al partido de Pedro Sánchez. ¿Cuáles son, entonces, los motivos de este enfrentamiento/ruptura? Echemos un ojo a la relación con los intereses colectivos.
Pablismo y errejonismo han mostrado siempre contraposiciones, pero han insistido en mantener un hilo común, el que se deriva de las políticas de corte populista y que viene a encontrar su elemento central en la transversalidad. Su apego por términos como “la gente” y la casta o la trama no deja de ser reflejo de esta herencia que viene del aprendizaje político latinoamericano y que ha tratado de buscar apoyo en la herencia del 15M. Sin embargo, a nadie se le escapa que la fuerza que estos elementos tuvieron en países como Bolivia, Venezuela o Ecuador radica en la estructura de clases de esos estados. No sucede lo mismo en el caso del estado español, donde la adscripción de clase es más múltiple y el imaginario dominante no se adscribe a unas clases populares masivas, sino al de unas clases medias creadas bajo el marco del proyecto neoliberal. Unas y otras tienen, y esto es fundamental, diversos escenarios y diversas expectativas, y por lo tanto diversos intereses. Al margen de las infinitas trampas que contiene el marco populista, se le podría reconocer cierta capacidad de politizar en sentido popular muchos malestares y frustraciones para crear un marco común de luchas, aun admitiendo que la alianza interclasista siempre se enfrenta fuertes límites. Sin embargo, pablistas y errejonistas han sido incapaces de avanzar en esta línea y parecen entregados a una forma de populismo informe que, en lugar de politizar los elementos comunes del malestar social, se ha amoldado a los clichés compartidos y dominantes sin cuestionarlos. Así, la oposición de clase no sólo no se obvia, como quería el populismo inicialmente, sino que se potencia y obliga a una elección. En un línea, buena parte de los elementos ideológicos de que deberían ser la herramienta central para acomodar los diversos intereses interclasistas no han podido desplegarse precisamente porque han funcionado como una cobertura vacía que reventaba al entrar en contacto con el modelo social, y aquí parece estar una de las claves. Unos y otros hacen una lectura conservadora de las mayorías, dando por sentado que no están dispuestas a asumir modificaciones de sus expectativas ni a movilizarse en persecución de sus intereses. Esto se acentúa en el errejonismo, especialmente en el discurso de la patria y el orden, con el que han asumido la institucionalidad como el elemento clave y casi único de la política, frente a la voluntad de movilización que caracterizó los primeros momentos Podemos y el nuevo municipalismo. Su reverso, el pablismo, parece haber optado por el mismo modelo, con la diferencia de que asume como dominantes los elementos discursivos más propios de la tradición popular. Se liquida así el componente populista en sentido fuerte – ambas líneas lo mantienen en su forma más cruda, de puro marketing político – y se hace sin haber logrado el único objetivo posible: lograr una marco ideológico que recuerde a las clases medias, especialmente a los sectores pauperizados, que dependenden de su trabajo y por lo tanto del capital, es decir, que aunque tengan privilegios, son trabajadoras. De esta manera se habría podido generar un polo más amplio, pero también esa oportunidad se ha perdido.
La elección, a juzgar por los hechos está tomada: el pablismo vuela hacia una base de clases populares bajo el marco de un izquierdismo cada vez más romo por su falta de estrategia, mientras el errejonismo se apoya en lo que considera su asidero natural, las clases medias ilustradas. La muestra más clara aparece en Madrid, donde el papel de Manuela Carmena se ha caracterizado por un discurso buenista y progresista en el marco de una gestión centrada en el desarrollo de las condiciones del capital, el cuidado de las áreas céntricas y el abandono de los barrios obreros y periféricos. Otro tanto podría decirse de la actuación en temas ecosociales, por los que la nueva política ha pasado como un huracán: reformas visibles para revedercer en el terreno estético y modificaciones menores siempre realizadas a través de grandes contratas privadas, pero ni una actuación en la línea de desmercantilizar el entorno y romper el fetiche del consumo, los dos ejes por los que pasa una transformación ecológica real.
El resultado es, a nivel estratégico, dramático: una izquierda enfrentada en la que se ha incrustado – una vez más – una fracción que desempeña un liderazgo impropio, porque aprovecha un marco genérico de izquierdas para situar líderes al servicio de las clases medias y allanar las condiciones de reproducción del capital. A nadie se le escapa que una estructura interna más abierta al pluralismo hubiera permitido una articulación más razonable de estas posiciones y también habría estado en mejores condiciones para retener la deriva derechista de la otra fracción, logrando así un marco amplio de intervención partidaria. Pero la insistencia en el control vertical de los aparatos ha hecho que las dos fracciones principales no hayan tenido otra estrategia que el enfrentamiento constante, con el consiguiente desgaste interno y de imagen pública. Hoy, Podemos es una máquina de picar carne en la que muy pocas quieren militar y un espacio político desvirtuado y vano. Poco más que un cascarón a punto de reventar por su propio vacío.
Las alternativas ya no pasan por Podemos, como pudo ser en 2014, cuando reventó el tablero político y atrajo a miles de activistas y militantes, sino por la construcción de herramientas que ahonden en los conflictos abiertos para construir en base al trabajo de movimientos y a un discurso que apele a mayorías partiendo de los problemas sociales vivos. Y sobre todo, que esta vez no se olvide de que la clase, de una u otra forma, siempre está ahí, como el elemento subyacente que da legitimidad, constituye el sujeto transformador y marca la línea de la acción política. En estos días en los que lamentamos la muerte Erik Olin Wright, uno de los mejores teóricos de este asunto, no está de más apuntar que probablemente hay que leerle con Bourdieu en la otra mano, no tanto por la repetida cuestión del capital cultural, sino por la idea de que el vector económico es el determinante pero no el único, y que de la confluencia de diversos vectores surge la activación del sujeto colectivo. Identidad cultural, capital social, condiciones económicas, son elementos que se activan en un lucha agónica cuya trasnformación se abre en cada crisis. Y de esta activación depende la articulación de un sujeto político que necesita de formaciones inteligentes en lo estratégico y también rigurosas en la articulación de los intereses objetivos.
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Pero es que Anticapitalistas se libra?
Aquellos que ondean banderas reivindicando por el pueblo oprimido, son más de lo mismo: Ansia de poder, sueldazos, contrataciones a dedo para tener bien colocados a los suyos, trepas y oportunistas que parasitaron Podemos y la sangre de quien confió en Podemos.
El declive de este partido lo ha provocado quienes ahora lo rigen. Sólo han quedado los que lo querían todo, y han dejado el partido en nada.
Todo el aura de la política es podredumbre.
La plutocracia, la que en realidad impone su poder, ha conseguido dividir las luchas en cientos de chiringuitos, consiguiendo divorciar la lucha social de la lucha política. Los sindicatos oficialistas, institucionalizados "hasta las cachas" han traicionado la lucha de clases para dedicarse a subsistir como empresas subvencionadas por los gobiernos de turno, promotores, cómo no, de "la paz social". La derecha, por lógica, tan contenta; la "izquierda electoralista", respetuosa con las "instituciones democráticas", su Constitución, su Monarquía, su Europa y su OTAN, han relegado a las calendas griegas la lucha por el "gobierno del pueblo", de la inmensa mayoría del pueblo, LA DEMOCRACIA.
Sólo cuando se plantee la necesidad de la lucha por EL PODER frente a las plutocracias dominantes surgirá la necesidad de unir a todos los sectores oprimidos, dispersos hoy en mil chiringuitos, en una PLATAFORMA DE PLATAFORMAS capaz de conquistar la DEMOCRACIA DE LOS TRABAJADORES PARA LOS TRABAJADORES.
Pues de todas las exigencias del 15M creo que pocas, o ninguna, han salido adelante. Si no hay, aunque sea uno, un partido que lleve parte de las reivindicaciones sociales a las instituciones nos veremos en las calles, pero sin poder transformar nada, porque está visto que las huelgas las secundan pocos, es mejor quedarse en casa y criticarlo todo pero no hacer nada.
El lobo ya ha asomado las orejas...mientras, seguimos con nuestras peleas
La eterna historia que se repite, nunca va a cambiar, siempre una clase baja lucha para cambiar las tornas pero en el momento que llegan al poder ya no son esa clase baja.
Es triste pero en realidad lo que mas motiva a la gente es salir de la clase baja y no conseguir la igualdad de todos.
Ahora, como siempre, la victoria del proletariado solo puede depender de la creación real de poder popular fuera y en contra de los partidos politicos, y mas si cabe si se trata de este engendro postmoderno llamado podemos y su miserable compromiso con el mantenimiento del orfen capitalista y su ausencia absoluta de una alternativa autentica
Esto grabado a fuego.
"Hoy, Podemos es una máquina de picar carne en la que muy pocas quieren militar y un espacio político desvirtuado y vano. Poco más que un cascarón a punto de reventar por su propio vacío."
Es necesario enterrar el cadaver más p`ronto que tarde. Huele a podrido.