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Personas refugiadas
El viaje de un refugiado a España: la historia de Amadou
Amadou, gambiano, 26 años. El 2 de noviembre de 2020 embarcó en una pequeña barca junto a 129 personas. Ahora, en España, se forma como activista para luchar contra las injusticias que él ha vivido.
En la barca se encontraban una mujer y alrededor de 23 niños. “Fue un viaje terrible y arriesgado”, describe Amadou. A los nueve días llegaron a España, en concreto, a Tenerife.
Tomaron la ruta del mar de Senegal, llegando a este país a los dos días y a Mauritania al tercero. El cuarto día, antes de completar el mar mauritano, fueron interceptados por tres barcos. “Intentaron empujarnos para que bajáramos y apresarnos, pero no lo consiguieron. Es allí donde decidimos cambiar de ruta y avanzar más rápido para no ser capturados”, detalla Amadou.
El sexto día las provisiones comenzaron a escasear, quedando solamente galletas y agua. Entonces se produjo un cambio en la conducta de los navegantes: “Como dice el refrán, el hombre hambriento es un hombre enojado. Todo el mundo era como un león herido y confuso. Hubo muchas peleas entre nosotros. Estábamos devastados y preocupados por nuestras vidas”.
Las personas a las que pagaron para viajar les aseguraron que llegarían a España en seis días, pero se encontraban en el octavo y estaban perdidos en el océano. El noveno día se terminó el combustible de la barca. “Todas las esperanzas se fueron. Algunas personas comenzaron a llorar como bebés. Sin combustible, sin comida, sin agua, todo se había acabado”, recuerda Amadou.
Uno de los integrantes sugirió que debían intentar llamar al número de emergencia europeo para saber si se encontraban en España y pedir ayuda. Así, comenzaron a llamar al 112. Probaron durante más de 30 a 40 minutos, pero no obtuvieron respuesta.
Tras numerosos intentos, una voz contestó al otro lado de la línea. Afortunadamente, una persona a bordo hablaba español y pudieron comunicarse. La unidad de emergencias les comunicó que se encontraban en territorio español, les pidió que se mantuvieran sentados y, treinta minutos más tarde, un helicóptero sobrevolaba sobre ellos. “En ese momento todos en el bote estábamos aliviados porque nos iban a rescatar”, Amadou sonríe por primera vez al contar su relato.
Unas tres horas más tarde apareció un bote de rescate. El personal de emergencia los sentó a todos en él y les proporcionó a cada uno un papel de aluminio para envolverse y mitigar el frío. Navegaron alrededor de tres horas y, finalmente, llegaron a Santa Cruz de Tenerife, donde les esperaba la policía y Cruz Roja. Les entregaron ropa y zapatos y, después, les pidieron que subieran a un autobús. Se dirigieron a la comisaría, donde permanecieron ocho días para completar el proceso de toma de datos personales, fotos, firmas, etc.
El 20 de noviembre quedaron bajo el amparo de la Cruz Roja. Los dividieron en cuatro grupos –el de Amadou estaba formado por 34 personas–, y los trasladaron en autobús al Hotel Perla Tenerife, donde permanecieron más de dos meses. “Desde que llegamos a sus manos, pedíamos la protección internacional, pero no nos dieron la oportunidad de hablar con un abogado”, recalca Amadou.
El 26 de enero de 2021 los trasladaron en barco a Huelva y de Huelva a Sevilla. En esta ciudad recibieron la ayuda de MPDL. “La asociación nos cuidó mucho, brindándonos alojamiento, comida, dietas semanales de 15 euros, ayuda médica, tarjeta de autobús y clases de español”, agradece Amadou.
A los pocos meses, desde MPDL se tramitó el traslado de Amadou y otros compañeros a CEAR para iniciar el proceso de solicitud de protección internacional. Actualmente se encuentra bajo su amparo, asistiendo a clases de español (nivel B1) y realizando un curso de formación.
Asimismo, Amadou está realizando un curso de activista. De hecho, al desarrollo de su historia ha querido añadir dos puntos importantes. En primer lugar, el coste económico del viaje: “La mayoría de nosotros buscó sus activos como tierras familiares, automóviles, negocios, etc., Algunos familiares tuvieron que pedir préstamos y endeudarse. Muchas familias tuvieron que sacrificar todo lo que tenían para ayudarnos a llegar a Europa. El viaje ha costado unos 2,3 o 4 mil euros”.
Por otro lado, Amadou tiene claro cuál es el “principal problema de la migración”: “Nuestras vidas están en condiciones terribles de pobreza extrema y mucha inseguridad. Tenemos problemas con el gobierno, problemas familiares, falta de trabajo, etc.”. Amadou ofrece cifras y lanza críticas: “Más del 67% de los jóvenes están desempleados, sobreviven mes a mes. El gobierno podría haberlos empleado o dotado de habilidades para que mejoren sus vidas, pero no lo hacen en absoluto”.
Así, Amadou considera que “los líderes africanos contribuyen a estas migraciones ilegales”: “Nos hacen la vida muy difícil. Solo les importa cómo ganar las elecciones mediante malversación de fondos, corrupción e injusticia. Es realmente duro y terrible vivir en África, por eso la mayoría de nosotros nos embarcamos en este arriesgado viaje a Europa”.
El deseo de Amadou es claro: “Tener educación y habilidades aquí en Europa para poder trabajar, ganar dinero, pagar impuestos y contribuir a la comunidad. Somos humanos, somos personas, solo queremos una vida digna”.