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Desahucios
Exiliados y desahuciados: la realidad de miles de familias refugiadas
Los desahucios son una lacra que sufren miles de familias en España cada año. Si ya de por sí es difícil enfrentarse a un desahucio teniendo la nacionalidad española, lo es aún más para personas refugiadas. Estas personas huyen de sus países por motivos económicos, políticos y sociales, y esperan que el estado español los ampare. Sin embargo, se encuentran con numerosas dificultades, entre las que destaca el idioma y el tiempo limitado por el que les ofrecen una vivienda. Una vez que este periodo pasa deben enfrentarse solos a pagar el alquiler de su vivienda, y si no pueden hacer frente a ello corren el peligro de ser desahuciados.
Terror: perturbación angustiosa del ánimo por un miedo real o imaginario.
“Siete familias desahuciadas en dos años… siete familias refugiadas. Estoy ahora mismo con dos familias nuevas esta semana, les sigo el orden de desahucio...”
Vivir en la calle. No tener un refugio. No tener una casa donde cobijarse del frío, de la lluvia, del calor, de la gente. Que tengas un contador detrás hasta el día en el que te echen de tu propia casa.
“Nunca es plato de buen gusto. Siempre están muy nerviosos. Tienen mucho miedo de acabar en la calle, no por ellos, sino por sus hijos”
Acabar en un país diferente del que te criaste, dejarlo por propia supervivencia, y tener que pasar el resto de tu vida en la calle con dos hijos a tu cargo. Una verdadera pesadilla, ¿no? Y un verdadero terror, que cimenta el pan de cada día de cientos y cientos de familias en España.
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Un día como cualquier otro te despiertas, preparas café y recoges el correo. Entre bostezo y bostezo pasas los folletos de uno en uno: descuentos en el Corte Inglés, ferreteros a domicilio, anuncio del kebab de al lado… Un sobre blanco te llama la atención. Es una carta de la Ciudad de la Justicia de Zaragoza y, cuando lo abres, descubres un aviso de desahucio por impago de alquiler. El pánico llena tu cuerpo, tal vez empiezas a sudar y el corazón te va a mil. Cientos de preguntas inundan tu cabeza, pero esta es la principal: ¿Cómo me enfrento a un desahucio?
Este es el caso de la familia Kenan: dos padres, Muhieddin y Amina, que se vieron obligados a huir de Siria para sobrevivir, junto con sus dos hijos de tan solo 3 y 5 años. Un viaje largo y complicado, por el que tuvieron que pasar por Ankara, Turquía, durante siete meses en “solicitud de refugiados”, esperando el permiso de residencia de las Naciones Unidas. Un periodo en las vidas de la familia, en el que vieron la oportunidad de conocer a gente española que les introdujo en la nueva situación y vida que deseaban vivir.
Con la ayuda de la ONG “AvivaCam” y las Naciones Unidas, lograron trasladarse a España en 2019, y ya llevan dos años y cuatro meses viviendo en el barrio Las Fuentes, de Zaragoza. Una ayuda que, hoy en día, consiste en obtener un bono de alimentos mensual.
Sin embargo, su situación actual es un tanto precaria: ninguno de los dos tiene trabajo, debido a una gran dificultad por parte del marido causada por su imposibilidad de conseguir el carné de conducir. Esto provoca que se vean incapaces de pagar el alquiler del piso, de 550 euros. La petición de la pareja de reducir el alquiler, fue rechazada rotundamente por el propietario, luego no podrán seguir pagando el piso durante los próximos meses.
Según el artículo 47 de la Constitución Española, todos los ciudadanos del Estado español tienen derecho a una vivienda digna y los poderes públicos deben establecer las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho. En el caso de los refugiados, les ampara la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, sobre Derechos y Libertades de los Extranjeros en España y su Integración Social que les autoriza una residencia temporal por circunstancias excepcionales por razones de protección internacional.
La familia cree que más bien pronto que tarde les llegará la carta de desahucio ya que no cuentan con ningún tipo de ingresos, además de que solo han recibido una ayuda para el alquiler de tres meses. Esto no es suficiente para una vida digna, por lo que han solicitado el ingreso mínimo vital, pero están a la espera de que el mes que viene les digan algo al respecto.
Si se diera el fatídico caso del desahucio los niños se verían altamente afectados, ya que sus condiciones no son las de cualquiera de su edad. Además, Omar, de 5 años, tiene una extrema fotosensibilidad e hipertensión ocular. Aunque estaba inscrito en el colegio, tuvo que dejar de ir porque su situación empeoró y no puede salir a la calle hasta las 13:00 o 14:00. Cuando sale, a no ser que esté en una habitación oscura, tiene que llevar un antifaz.
En cambio, su hermano mayor, Khaled, de 7 años, sí que va al colegio. Aunque tenga un ojo ciego, la trabajadora social le ayuda y le acompaña y de momento sus resultados en la escuela son muy satisfactorios. A pesar de la situación que viven, estos pequeños irradian energía y vitalidad, pero sus padres aseguran que la adaptación fue complicada, especialmente para el mayor. Khaled estaba acostumbrado a la gente y el ambiente de Siria y le resultó muy difícil el cambio de país, sobre todo el primer año, aunque ahora esté muy contento con sus compañeros de clase, y asegura disfrutar con las matemáticas y el fútbol. El pequeño tiene revisión en el hospital cada mes y, el mayor, cada semestre.
Casa Palestina
Desde 2015, el programa de Acogida e Integración para solicitantes y beneficiarios de protección internacional ha encontrado refugio en Aragón a más de 3.600 personas de diferentes países. Durante 2020, 776 personas huyeron a Aragón en busca de refugio por la guerra y por los conflictos políticos. La situación de los refugiados es difícil cuando llegan a España: un país nuevo, costumbres diferentes, racismo y, además, la gran barrera del idioma.
Este es el caso de los refugiados palestinos, que huyen del conflicto palestino-israelí. La diferencia cultural es grande y supone un golpe duro para ellos no poder encontrar carne halal, no tener mezquitas donde rezar, no poder comunicarse con las personas, desconocer la ciudad en la que viven o, en algunos casos, quedarse sin casa.
“Yo soy deportado, en ningún momento quise salir de mi tierra. Nací en Belén, Palestina. Huí de ahí en 2002. Tras estar asediado por el ejército israelí en una basílica durante 39 días. Nos sacó la UE y el Vaticano con un acuerdo. Íbamos a estar un año fuera y luego volveríamos. Llevo 19 años esperando”
Ibrahim es un hombre de mediana edad, mirada cansada y media sonrisa en la boca que la mascarilla no puede esconder. Junto con algunos “paisanos” suyos (como él llama a sus amigos palestinos) fundó Casa Palestina de Aragón para visibilizar la causa palestina y, a su vez, para poder reunir a esta comunidad. Su objetivo no era otro que encontrar un trozo de su hogar tan lejos del mismo. Poder mantener vivo el idioma y las tradiciones de su tierra entre los más jóvenes, hacer excursiones, celebrar el día de la tierra… Cosas sencillas que hacer, pero la realidad es algo diferente.
En los últimos dos años siete familias palestinas, todos ellos refugiados, han sido desahuciados en Aragón. Ibrahim ayuda a todas y cada una de las familias a evitar estos desahucios, muchas veces lo han logrado, otras no. Actualmente trabaja con dos familias que han recibido orden de desahucio.
Ibrahim no sabe de leyes, no conoce a la perfección lo que hay que hacer para evitar los desahucios, lo único que le diferencia del resto de sus “paisanos” es que sabe hablar español.
Cuando los refugiados llegan a España tienen garantizada la manutención y el alojamiento durante 6 meses. Además, reciben clases de español 2 o 3 veces por semana y pueden contar con una ayuda de 50 euros al mes para el transporte. Pasado ese periodo de tiempo, comienzan los problemas, ya que, salvo los casos más vulnerables, la mayoría de los refugiados acaban en la calle con pocas posibilidades de integración.
“El idioma. El idioma es fundamental. La diferencia de nivel de idioma, en función de la ONG que los coge es muy grande. Si se enseña bien el idioma, funciona bien a favor de los refugiados, todos trabajan, ninguno va a las ayudas…”
Ibrahím confiesa que dependiendo de la ONG los refugiados acaban con un mejor nivel de español. Algunas como Cruz Roja “han hecho un buen trabajo” otras no tanto.
El idioma sí que ha supuesto una gran dificultad para la familia. En su caso, la ONG que les trajo a España, AvivaCam, les ofrecía cursos de español. Aunque la familia reconoce la labor que hacen estas ONG al ofrecer los cursos, creen que podrían ayudar más en otros ámbitos como la formación laboral, ya que en ese sentido no les han proporcionado ayuda. Muhieddin admite que domina algo más el castellano que su mujer, aunque no lo suficiente para poder realizar todas sus gestiones solo, y muchas veces depende de otros para ello, como por ejemplo de Ibrahim, traductor de Casa Palestina.
La función de Ibrahím es la de traductor, él lee y traduce las cartas de desahucios, ayuda a las familias a entender qué papeles necesitan y les ayuda a conseguirlos.
Se reúnen en un local de la calle Tarragona al que llaman Casa Palestina. Están sentados en una gran mesa con un mantel verde, hay muchos huecos vacíos, no porque la gente no quiera asistir, sino porque no puede. Todo son rostros cansados y tristes. No hay silencio, música de su tierra suena de fondo, Ibrahím habla con los padres y de vez en cuando el ruido de los niños jugando se cuela en el local y parece que todo pesa un poco menos.
En la entrada se consumen lentamente dos barras de incienso, a su alrededor el humo se disipa dejando formas uniformes en el aire, pegándose un poco a las paredes antes de difuminarse. Fotografías de una Belén vallada decoran la entrada, un recordatorio de la situación, un recordatorio de la lucha. Una bandera se alza pintada en la pared, bajo ella hay un futbolín, cuatro niños están jugando, mientras al fondo sus padres hablan con Ibrahím.
El local está lleno de fotografías de la capital palestina y de otras ciudades; un mural de fotografías decora la pared con los eventos que han realizado ahí, un recorte de periódico, cuando organizaron una donación de sangre, e incluso, una fotografía celebrando una comida con el anterior alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve.
La familia Kenan es consciente de que muy pronto no podrán pagar el alquiler. Destacan la desinformación que hay respecto a este tema. Cuentan cómo el día anterior a un amigo suyo, también refugiado sirio, con familia de 6 niños, le llegó una orden de desahucio. Lo fundamental para poder reclamar algo o presentar un recurso es el tiempo, y tan solo cuentan con 3 días para solicitar un abogado de oficio. Muchos de ellos no lo saben y se les pasa el periodo sin hacer el recurso. Aquí vuelve a estar presente el problema del idioma, pues es muy difícil comprender que te van a desahuciar sin entender lo que pone en la orden. Estas familias agradecen la labor de Casa Palestina y Stop Desahucios, que son quienes les ayudan a entender lo que les está pasando. En las asambleas de Stop Desahucios les mantienen al tanto de lo que tienen que hacer y les informan y acompañan en el proceso.
Stop Desahucios
Aquí entra en juego la asamblea de Stop Desahucios. Cada lunes, cada semana y cada mes, sin excepción, los afectados por los desahucios se reúnen en el Centro Social Comunitario Luis Buñuel de Zaragoza.
Una gran bocanada de aire atiza y revuelve la ropa y el pelo de los presentes. Un niño juega a escasos metros de la entrada; se mueve como una serpiente con su bicicleta, se regocija a carcajadas de lo mucho que disfruta con su madre al aire libre, y persigue al viento haciendo un caballito con la rueda trasera. El culmen de la inocencia y felicidad. Quitando el ruido del aire, del agua de la fuente que borbotea agua grisácea justo detrás del joven, y la estruendosa risa del mismo: todo silencio.
Decenas de personas aguardan apoyados sobre la fachada desgastada del Centro, de ladrillo áspero y oscuro, a la espera de una respuesta y una ayuda a la que puedan agarrarse como a un clavo ardiendo. Al otro lado de la gran puerta que separa la calle del patio interior, un pequeño grupo de niños charlan, de la nada, sobre cómo uno les ha traicionado dejándose los cromos en casa.
La reunión tiene lugar en una gran aula de colores grisáceos, que muestra en forma de tatuajes diversos dibujos y palabras con los que alguien ha ido decorando las paredes año tras año. Paradójicamente, del techo cuelgan diversos atrapasueños… “Ojalá sirvan de verdad”. Un corro de sillas pequeñas, del tamaño de un niño de diez años, rodean el aula y conforman un círculo perfecto.
La sala se empieza a llenar. Entran dos o tres familias, unos pocos jóvenes, y un grupo grande de personas mayores que cuchichean indignados por algo que le sucedió a un compañero suyo en la asamblea anterior. Se diferencian dos claros grupos: aquellos que recurren a las asambleas semanalmente, que se conocen y comparten ilusiones y frustraciones; y aquellos tan preocupados por la reciente novedad de su amenaza de desahucio que son incapaces de mantener contacto con sus compañeros.
Destaca una señora menuda, Maripaz, de larga melena albina y rostro caído y cansado. Sentada en aquella pequeña silla, es incapaz de tocar el suelo con los pies, y deja asomar la punta de la nariz sobre la mascarilla. Con una gran carcajada estridente, enseña una gorra bastante juvenil que consiguió la semana pasada.
Dos hombres de unos 30 años y una mujer de vestimenta rosácea y uñas cuidadas, Concha, entran finalmente en la sala y se cierne el silencio. La asamblea comienza desordenada, comentando temas inconexos a raíz de las últimas reuniones. No hay un orden claro de los elementos a tratar, si no que establecen una conversación fluida abordando el problema de todos y cada uno de los presentes.
“¡Hemos conseguido un alquiler social para Tatiana Polo!”, se celebra entre aplausos. Concha y sus dos compañeros dan la palabra y tratan de aportar soluciones prácticas a cada uno de los casos presentes con la ayuda de una mujer de gafas grandes y melena alborotada y morena a la que llaman Marta. Todos ellos parecen mostrar desgaste y cansancio, y recriminan que aquellos a los que ya han ayudado con el desahucio no vuelven para apoyar a la asociación ni a los actuales afectados. “Los desahucios se paran, no gracias a los afectados, sino gracias a otras plataformas que vienen a ayudarnos”, exclama Carlos, uno de los jóvenes.
Marta está de acuerdo: “La plataforma es un quid pro quo, hoy por ti, mañana por mí. Si no movéis el culo no vamos a conseguir nada. Todo lo que hemos conseguido ha sido luchando en la calle”. Entonces habla por primera vez Ibrahim, y tras él una larga lista de personas que tienen algo en común: todos enseñan sin temor lo terrorífico y denigrante que es vivir la situación que comparten.
“Hace unos años veíamos más casos sobre desahucios hipotecarios. Ahora hay más tendencia a los desahucios de alquiler” menciona Concha. Se estima que desde la crisis económica del 2008, se han producido más de 680.000 desahucios. En los inicios de la Plataforma, los desahucios eran en su mayoría hipotecarios Cuando los propietarios no podían hacerse cargo de la hipoteca, el banco solicitaba la devolución del crédito. Si el propietario no podía pagarlo, se subastaba el inmueble y posteriormente se procedía al lanzamiento. Sin embargo, en los últimos años, la tendencia es el desalojo del inquilino de una vivienda de alquiler por parte del arrendador.
“Hace unos años veíamos más casos sobre desahucios hipotecarios. Ahora hay más tendencia a los desahucios de alquiler”
Al conversar con Marta y Concha, revelan el verdadero problema: “Hay muchos fallos en el sistema actual. Para pedir un abogado de oficio antes tenías diez días laborales, ahora solo tres. La gente no se entera y, al no pedir abogado, no tienen opción a juicio y pasan al desahucio directamente”. Consideran que el Gobierno de Aragón no pone ninguna facilidad a la hora de tratar un desahucio y sus medidas son innecesarias.
En el año 2016, la Diputación General de Aragón promulgó la ley 10/2016 de medidas de emergencia en relación con las prestaciones económicas del Sistema Público de Servicios Sociales y con el acceso a la vivienda en la Comunidad Autónoma de Aragón. Esta ley protege a personas o unidades de convivencia en situación de vulnerabilidad como a personas en riesgo de exclusión social, víctimas de violencia de género, víctimas de terrorismo o personas que tengan unas circunstancias socioeconómicas pésimas. En estos casos, se suspenderán los lanzamientos hasta que la Administración ofrezca una alternativa habitacional digna independientemente de que el desahucio se produzca por ejecución hipotecaria o impago de alquiler. La ley actual también incluye la colaboración con entidades financieras y la cesión de viviendas desocupadas con el fin de realojar a aquellas personas desahuciadas.
Sin embargo, según Stop Desahucios, el gobierno no utiliza de manera correcta esta ley y la quiere sustituir por otra que, según ellos, es peor que la actual. Desde la asociación demandan que se aplique la ley actual porque consideran que cubre de manera correcta la necesidad de vivienda en Aragón.
Aplazamiento de los desahucios por COVID
Debido al COVID -19, esta situación que viven miles de familias en España se encuentra en punto muerto. El Real Decreto ley 11/2020 sufrió una modificación el pasado 31 de marzo de 2020, por el que se tomaban medidas extraordinarias en lo referido a los desahucios. Este cambio se ha visto reflejado en el artículo uno de dicho decreto quedando de la siguiente manera:
Artículo 1. Suspensión durante el estado de alarma del procedimiento de desahucio y lanzamiento de arrendaticios en el caso de personas económicamente vulnerables sin alternativa habitacional
Este parón tiene fecha de caducidad. En un principio, finalizaba el 9 de mayo junto con el Estado de Alarma. Sin embargo, el 14 de abril de 2021, el Consejo de Ministros aprobó hasta el próximo 9 de agosto la ampliación de la moratoria de alquileres, la amnistía parcial de la renta de alquiler social y suspensión de desahucios en caso de vulnerabilidad.
“Serán los meses de septiembre y octubre en los que Stop Desahucios deba acudir en masa para impedir cientos, y quizá, miles de los desahucios que se van a producir al finalizar esta prórroga”
Según Marta y Concha, actualmente solo se ve la punta del iceberg. Se siguen mandando los avisos de desahucio pero todos los lanzamientos están paralizados hasta después del verano. Serán los meses de septiembre y octubre en los que Stop Desahucios deba acudir en masa para impedir cientos, y quizá, miles de los desahucios que se van a producir al finalizar esta prórroga. “No sabemos dónde vamos a realojar a la gente en septiembre. En Aragón no hay viviendas de alquiler suficientes. No hay”.
El déficit de viviendas de alquiler social corresponde al poco suelo destinado a este motivo, ya que muchos de los terrenos disponibles para viviendas de alquiler social han sido privatizados por el Ayuntamiento de Zaragoza y comprados por entidades bancarias.
“Las familias refugiadas pueden integrarse mejor en el mundo rural que en la ciudad. Ayudan a mejorar la despoblación y pueden conseguir trabajo más fácilmente”, dice Ibrahim como medida de realojo frente al déficit de viviendas de alquiler social. Sin embargo, para la familia Kenan, esto no fue posible. Estuvieron a punto de mudarse a Monreal del Campo, un pequeño pueblo de Teruel, e incluso se reunieron con el alcalde, pero la acogida en el pueblo no fue posible ya que en el colegio no podían cubrir las necesidades de los niños.
Multitud de problemas sin aparente intención de ser solucionados: una enseñanza del idioma precaria, un proceso burocrático imposible para el ciudadano medio, nula inclusividad hacia las personas con necesidades especiales... Estas son las dificultades que se les presentan a cientos y cientos de familias refugiadas que se han visto obligadas a huir de su país natal y a pedir refugio en España.
Aún así, familias que no pierden la esperanza de poder tener una vida digna, en una sociedad que solo dificulta su inclusión social empujándoles a la precariedad.