We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
La vida te la entregan, desde su inicio, con unos pasos a seguir que de obviarlos – si posees la suficiente valentía para ello – te convierte a ojos de la sociedad en un ser extraño. Prima la pertenencia al rebaño y el no destacar. Miles de valientes han decidido salirse del camino y dedicar su vida al arte de improvisar, en su caso, rimas.
El freestyle nace en la década de los años 80 una vez que la cultura Hip Hop empezaba a dar sus primeros pasos. El Hip Hop surge en barrios neoyorquinos como Harlem y Bronx, de forma marginal por la discriminación sufrida por inmigrantes de África y puertorriqueños. En estas primeras fiestas se concentraban tanto influencias afroamericanas, como música soul y funk y también reminiscencias jamaicanas de los sound systems. En esos momentos se establecen los pilares de la cultura: el MC (maestro de ceremonias que dirigía la fiesta y rapeaba encima de las pistas, ahora se les denomina así a los raperos), el DJ (artista encargado de pinchar y mezclar los vinilos), el b-boying (arte del baile acorde a estos ritmos) y el graffiti (firmas visuales con aerosoles en muros de la ciudad). El freestyle o rap improvisado se suma más tarde a estos cuatro elementos como el quinto no oficial, y tiene su pico de esplendor en Estados Unidos durante el final de siglo.
El arte de improvisar
Eminem va a constituir un punto clave para el desarrollo de la escena de las batallas en España y Latinoamérica. Él mismo había sido batallero durante los 90 y en la película ‘8 Millas’, semiautobiográfica, se ve como el rapero blanco trata de ganarse el respeto de su comunidad en Detroit de absoluta mayoría afroamericana. Dos años más tarde del lanzamiento de la cinta se celebró la primera final internacional de Red Bull Batalla de los Gallos en Puerto Rico.
Dana Montenegro, uno de los impulsores de esta competición, explica en VICE que al éxito de esta producción se añadió una reivindicación de artistas en la improvisación de versos como el bertsolari vasco, el payador argentino o el trovador puertorriqueño. “Para mí, estas son las raíces de las batallas en el mundo hispanohablante. No estamos copiando a los norteamericanos. La improvisación tiene cientos de años de historia proveniente de España y quería mostrar respeto a esa herencia”. Zatu – líder de SFDK, una de las bandas pioneras del rap en nuestro país – se consagró como campeón nacional pero no pudo viajar al evento en el país centroamericano por temas de agenda, el subcampeón de esa edición Ehler Danloss fue su sustituto.
Así, la multinacional Red Bull – siempre dispuesta a apostar por el talento – arrojó a 8 MCs de 7 países en un club gallístico de San Juan donde se celebraban peleas de gallos reales. Esa sede tan cruda asentada en un archipiélago caribeño fue el hogar de la primera batalla internacional de freestyle, con el argentino Frescolate como vencedor de la contienda.
ENTRE LA CALLE Y EL ESCENARIO
Desde aquel momento, el boom de esta competición nacional anual de Red Bull se extendió por los barrios españoles, así como en sus homónimos latinoamericanos. No había ganancia de dinero o profesionalismo alguno, simplemente ganas de juntarse con los amigos o con algún que otro desconocido para demostrar que encima de una base uno podía destrozar anímicamente al otro a puro verso. Es un arte en el que se permite todo, ya que se enmarca dentro de la esfera del hip hop en el que el pilar fundamental es el respeto. A pesar de que se haya rimado contra uno un insulto hiriente o una faltada personal, es algo que queda contextualizado dentro de la batalla y una vez terminada esta solo queda el abrazo y el esperar a la siguiente ocasión para ridiculizar al adversario.
Cada cita internacional de Red Bull era un acontecimiento seguido por todos los fanáticos del hip hop. Más aún en España cuando en 2006 campeonó el madrileño Rayden – retirado poco después para centrarse en su música – con 40 de fiebre frente a unas 700 personas en el Coliseo Gallístico San Miguel en Bogotá, Colombia. Así lo cuenta el periodista argentino Juan Ortelli en una de sus crónicas. Director de la revista Rolling Stone en Argentina desde 2012 a 2018, es una voz autorizada dentro de la escena y un juez muy respetado.
En 2007, el Nuevo Circo – una antigua plaza de toros de Caracas, Venezuela – albergó con 1000 personas la final que Link One, puertorriqueño, se ganó a pulso. Un año después, en el patio del Museo Anahuacalli de Ciudad de México el local Hadrián se imponía a los 15 gallos restantes. En 2009, Red Bull organizó ‘La Batalla Final’ que juntó a previos campeones internacionales y a españoles, así como alguna joven promesa como Arkano que, con 15 años había conquistado ya el oro nacional. Noult fue el campeón esa noche que unió a los mejores del primer periodo de actividad de esta competición, que tuvo un parón hasta 2013. En esta última edición se implementaron formatos nuevos ya que hasta entonces el esquema de la batalla era un minuto por rapero y otro de respuesta. Se incluyó el 4x4, formato que actualmente prácticamente supera al minuto clásico y que consiste en unos 20 segundos de intervención o cuatro versos. A cada año que se sucedía, el nivel aumentaba exponencialmente debido a que se sumaba gente joven que ya llevaba tiempo escuchando y practicando batallas por lo que traían técnicas más depuradas (skills) o frases destructivas más potentes (punchline). En estos años pre-parón de Red Bull hubo míticos MCs de la escena española como Rayden, Piezas o Chester que no siguieron tras el periodo de inactividad y se quedaron como leyendas de esta primera fase. También durante esta época o en el parón comenzaron otros tantos que siguen ahora en el circuito, infinitamente más profesionalizado, como son Arkano, Chuty, Blon o Skone.
En la época que comprende el parón de la competencia de la empresa Red Bull (2009 – 2013) proliferaron en España y Latinoamérica las competiciones callejeras, ya que se había creado un gran núcleo de batalleros a lo largo de los años que por no tener ese evento anual no querían parar su producción de rimas y sus ansias de competir. En España iban a nacer torneos como Hipnotik Festival, la Gold Battle o la FullRap que se daba en varias ciudades a lo largo y ancho del país. Durante estos años los batalleros fueron recabando cada vez más estilos, distintos flows y variaciones en las métricas, a parte de un distintivo inequívoco de rapear en la calle, una picaresca especial que se hace notar en los momentos más tensos de la batalla, a pesar de que encima de un escenario supone un mundo completamente distinto a rapear en un parque o plaza.
El Quinto Escalón, la mecha de la viralidad
En prácticamente todas las plazas y parques de España y Latinoamérica se reunían jóvenes a pasar la tarde soltando versos y ganando respeto, pero lo que consiguió esta competencia argentina fue marcar un antes y un después en la viralización de estas contiendas. En marzo de 2012 se dio el inicio de una competencia que, con el paso de los años, se convirtió en un icono del movimiento hip hop hispanohablante.
Alejo – ahora YSY A – era un joven del barrio porteño de Caballito. Con apenas 13 años, decidió montar una competición en su zona de Buenos Aires, para no tener que desplazarse a otros puntos de la capital argentina, de tremenda extensión. Unos meses más tarde, otro joven rapero, Muphasa, se sumó al comité organizativo del torneo y a partir de ahí, se hizo historia.
El torneo comenzó en una escalera de cinco escalones ubicada en la intersección de las calles Doblas y Chaco, que dan acceso al Parque Rivadavia, según detalla El Estilo Libre – primer periódico digital de freestyle con un promedio de 3.500.000 de páginas vistas al año – en la crónica de la historia de El Quinto Escalón. Allí concurrían MCs de ese vecindario porteño (Wolf, MKS, Midel…) para enfrentarse a base de rimas, con la peculiaridad de hacerlo sobre beat box (producción de sonidos y ritmos únicamente con la boca). No había público ajeno en sus principios, aunque con el boca a oreja cada vez venían a competir raperos de vecindarios más alejados con la consiguiente subida de nivel.
En sus primeros años congregó a poco público, y apenas hay documentación en YouTube de las batallas. Sin embargo, entre 2014 y 2015 se produjeron una serie de progresos que mejorarían al Quinto. La grabación adecuada de las batallas mejoró considerablemente y una nueva oleada de freestylers presentaron un recambio generacional y un aire fresco (Beelze, Dani, Ecko…).
Pero, sin ninguna duda, 2016 fue el año de la transformación del Quinto Escalón. Se cambió el emplazamiento a un cuadrilátero delimitado por tres árboles y un banco y, posteriormente, al anfiteatro afincado en el propio parque Rivadavia. Sumado al auge de la disciplina en el resto del país con el gran nivel de los participantes que se reunían cada domingo, El Quinto Escalón explotó. En unos meses pasó de tener un centenar de espectadores a prácticamente rozar los dos mil. Las diez batallas más vistas del canal suman más de 150 millones de reproducciones en YouTube. De esta viralización extrema salieron catapultados a la música raperos como Wos o Duki.El evento terminó pasando a escenario y, como era de esperar, perdiendo la esencia que lo caracterizaba. Apenas duró unos meses más y un par de grandes eventos internacionales con invitados de España, Chile o México.
¿Arte o deporte?
Todo esto propulsó a las batallas de freestyle al panorama internacional de manera repentina. Los raperos batalleros son los nuevos rockstars de los más jóvenes que se aprenden sus batallas de memoria como si fueran canciones. Se celebran batallas prácticamente todos los fines de semana y eventos internacionales también, debido a una profesionalización que se ha llevado a cabo desde Urban Roosters, organización española de rap y freestyle. En 2017 creó la Freestyle Master Series, la primera liga profesional de batallas en español con diez raperos y nueve jornadas. Además de un sistema de puntaje único y un jurado permanente. La Freestyle Rap Federation coordina todas las competiciones que se dan tanto en suelo chileno, mexicano, argentino y español (los cuatro países con FMS) y miden los puntos que debe otorgar el ganar cada competición para que cualquiera, por un sistema de ascenso, pueda llegar a estar en la primera división de su país. Estos batalleros tienen su sueldo de la liga, y su propio caché que deben pagar las demás competiciones para acogerlos en sus filas, a parte de todos los gastos de viaje y hospedaje en caso de torneos internacionales.
Red Bull, tras su parón, volvió a organizar nacionales y un evento internacional anual desde 2013 (ganó Dtoke en su Argentina natal). En los tres años siguientes los campeones salieron de España – Invert en Barcelona, Arkano en Chile y Skone en Perú – hasta que el mexicano Aczino se hizo con el cinturón en su país, al igual que el argentino Wos en 2018, y el madrileño Bnet en 2019.
Esta última reunió en el Wizink Center a 17 mil personas y la siguieron en streaming una media docena de millones desde YouTube. Números que asustan, pero que se comprenden viendo la evolución de una disciplina artística que desde su inicio avanza a una velocidad vertiginosa, ¿qué freno van a tener las propias palabras, y el noble arte de improvisar con ellas?
Relacionadas
Música
Festival de Valdencín Música y reivindicación: así fue el II Festival Tejiendo Redes en Valdencín
Euskal Herria
Kortatu El “Sarri, Sarri” suena en la cárcel de Martutene y el Gobierno Vasco no volverá a permitirlo
Opinión
Opinión Quan isc a buscar l'alegria (carta de amor a València)
¡Buen reportaje, Julen!
Se nota que te apasiona el mundo de la improvisación y el "freestyle".
Zaragoza lleva el hip-hop en las venas.
Todavía me acuerdo del primer festival de rap de Zaragoza: la primera edición del ZaragozaCiudad. Fue en el parque Delicias, con conciertos gratis de Violadores, Rapsus, Cloaka y creo que también Flowklorikos. Estábamos cuatro gatos en comparación con la gente que mueve el hip-hop hoy en día. Tu hermano Imanol estuvo a punto de venir, pero al final se lo perdió...
Bueno, ¡un abrazo y recuerdos del teleñeco Sesé, co! ;)