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Racismo
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El odio que trasmites a lxs niñxs jode a todxs*
La policía criminaliza la juventud musulmana en las formaciones al profesorado del Protocolo de prevención del radicalismo. Ante un (des)enfoque apropiado de la "guerra contra el terror", construyamos una pedagogía radical antirracista.
A finales de diciembre salía a la luz parte de una investigación en curso sobre el PRODERAI (Protocolo de Detección, Prevención e Intervención en procesos de radicalización) en el aula. Este artículo, inicialmente publicado en el medio catalán La Directa y posteriormente traducido al castellano por el medio online Es Racismo, exponía extractos del contenido de las formaciones, llevadas a cabo por delegados de los Mossos de Esquadra, el Departamento de Interior y el Departamento de Educación de la Generalitat que formaban parte de la puesta en práctica del protocolo en todas las escuelas de Catalunya. Dado que los audios mostraban que las formaciones eran claramente islamófobas, alertábamos que la policía criminalizaba la juventud de tradición musulmana.
Ante un tema tan delicado como es el terrorismo y la política centrada en prevenir la radicalización, se hace necesario prestar atención a cuestiones que, pese a su relevancia, suelen pasar desapercibidas. En este artículo, trataremos algunos de esos temas e interrogaremos la relación entre aquello que se predica en las escuelas y aquello que se dice en los despachos de los gobernantes que deciden cuál será la política contraterrorista.
Tras los primeros ataques a las ciudades europeas: el bombardeo de Atocha en Madrid en marzo del 2004; el asesinato del cineasta Theo van Gogh en Ámsterdam en noviembre del mismo año; y los ataques del 7/7 en Londres en julio del 2005, quedó claro que el paradigma antiterrorista clásico de corte bélico fracasó a nivel militar, pero sobretodo a nivel político. Sin embargo, el discurso de la amenaza del musulmán como enemigo contemporáneo de la humanidad que acompañó la mentira sobre las armas de destrucción masiva duró lo suficiente para poner la alfombra roja a la injerencia del Trío de las Azores en Irak. Esto sirvió para afianzar su entrada al territorio estratégico llamado Oriente Medio. El bulo sobre las armas de destrucción masiva se desmantelaría poco tiempo después, pero la narrativa sobre los peligros del Islam y de los musulmanes se quedaría grabada para justificar el desarrollo de futuras operaciones de interés.
En realidad, se estaba utilizando un dispositivo discursivo mucho más antiguo que “la guerra contra el terror”. A pesar de que Edward Said lo conceptualizó como Orientalismo en 1978 y lo definió como un modo específico de producción de signos de poder, el imperio español ya lo había capitalizado en el siglo XV con la creación categórica del morisco para justificar su persecución, su expulsión y, a continuación, su aniquilación, como parte de la campaña de construcción de lo que vendría a ser el incipiente Estado Español. Es casi imposible a día de hoy tratar cualquier tema en relación a “lo árabe” sin contemplar la injerencia del dispositivo orientalista. El Orientalismo ha hecho de “Oriente” su “otro” dicotómico e inasimilable donde el “islam” funciona como operador constante de producción de superioridad de Occidente. Es importante comprender la dimensión de esta afirmación; en el orientalismo, el “islam” se configura como una religión político-estatal (o militar) en la que no es posible la distinción moderna entre lo religioso -espiritual- y lo político.
Las injerencias occidentales en el marco de la guerra contra el terrorismo global se toparon con el aflorar casi sincrónico de las primaveras árabes. El desorden geopolítico generado por el aniquilamiento de las primaveras no tardó en llegar. En parte por el delirio de las izquierdas occidentales en apoyar a genocidas como Al Asad –y aclamarlo como antiimperialista (¡) por el simple hecho de aliarse con actores como Rusia y Iran-; en parte por la expectación avariciosa de la derecha con intereses en el negocio de la guerra (pero de ella no esperábamos menos), así como por las estrategias no tan ocultas de EEUU y Arabia Saudí en armar a la contrainsurgencia interna de Al Qaeda en la zona, que progresivamente se convertiría en su escisión y crearía lo que hoy se llama el Estado Islámico.
Pasó poco tiempo hasta que las potencias imperiales de occidente comprendieron que se avecinaba una pesadilla. Nuevas alianzas pseudo-imperiales que surgían en este contexto de resistencias locales y luchas por la emancipación y la autonomía implicaban competencia y un peligro real de la pérdida de poder sobre territorios que habían sido dominados a través de empresas imperiales y prácticas coloniales durante décadas; eran además territorios geoestratégicamente localizados y dotados con una de las mayores reservas en recursos energéticos del mundo.
En el horizonte se vislumbraba el ocaso de un orden mundial todavía vigente desde la caída del Imperio Turco-Otomano, definido por el reparto imperial del acuerdo de Sykes-Picot, mediante el cual los franco-británicos estructuraron y dividieron en áreas de influencia toda la zona del sudoeste asiático para la explotación de sus recursos en su favor.
En el mismo contexto, se avenía la fecha de caducidad de la histórica firma del acuerdo del Quincey en 1945, prevista para 70 años después. En aquel acuerdo el Presidente de EEUU Franklin D. Roosevelt e Ibn Saud llegaron a un trato para gestionar las riquezas petroleras más abundantes del planeta a cambio de garantizar armamento y apoyo a la familia Saud. De vuelta, ésta utilizaría la renta petrolera para difundir el wahabismo, por entonces una doctrina sectaria pero que a través del tributo energético ha conseguido expandirse hasta convertirse en una rama que disputa espacios de hegemonía dentro del ideario islámico y en la doctrina que rige la norma actualmente en Arabia Saudí.
Volvamos aquí a nuestra pregunta inicial: ¿Qué relación hay entre lo que se predica en las escuelas y aquello que se dice en los despachos de los gobernantes que deciden cuál será la política contraterrorista? ¿A qué es funcional la priorización de una política centrada en vigilar si la juventud musulmana va a la discoteca como el resto de la juventud, es demasiado cuidadosa con la alimentación Halal o se quiere cubrir la cabeza, cuando la alianza entre EEUU y Europa con el principal exponente y exportador de las ideas (y armas) asociadas a la denominada radicalización ha sobrevivido a todos los ataques terroristas en el territorio europeo?
Sobretodo a partir del 2010, la estrategia contraterrorrista realizó un giro e intensificó su política de carácter doméstico en clave preventiva. ¿A qué es funcional este (des)enfoque en la estrategia de los Estados en su “prevención antiterrorista”? ¿Por qué nos tienen jugando a las canicas cuando es evidente que los cuartos se reparten en la esfera geopolítica?
Resulta cuanto menos hipócrita que el policía en las formaciones del PRODERAI explique que “las sociedades islámicas son más tradicionales y retrógradas” y que las personas que abogan por una propuesta política del islam, “al ser una religión del siglo VII, entran en confrontación con nuestra sociedad”. ¿Cómo es que la juventud musulmana es tachada como potencialmente peligrosa en la escuela, pero esta retórica no se aplica al dirigente de un país -creador del wahabismo que, según ellos, es la ideología radical por excelencia- con quien se negocia sobre armas en el despacho del presidente del gobierno?
“El Islam es la religión que profesan los musulmanes. Hay 1.500 millones de musulmanes en todo el mundo, y el islamismo es que el Islam impere en todos los aspectos de las vidas de las personas, en el aspecto económico, cultural, ético, legal, jurídico ... Es aquí cuando entra en confrontación con nuestra sociedad. Nosotros tenemos unas leyes, tenemos una cultura, tenemos unos modelos de vivir… que es lo que choca con los modelos que tienen “ellos” porque quieren que el Islam impere en todos los aspectos. Entonces no tienen en cuenta que querer instaurar el Islam, que es una religión que nace en el siglo VII, querer instaurar el Islam en todos los aspectos de la vida es a estas alturas en nuestra sociedad una confrontación bastante elevada. ¿Vale?
Para ellos todo lo que representa a Occidente, o que representa a una sociedad más… no más avanzada, pero más moderna, choca con su concepción del islam, que es una sociedad un poco más tradicional, un poco más retrograda”.
Del sinfín de asunciones islamófobas y delirios de superioridad euro-cristiana encontrados a lo largo de la transcripción de la formación de prevención de radicalización en las aulas, que no da tiempo a analizar con la rigurosidad necesaria en un único artículo, abordemos -aunque sea de manera superficial- algunas de las más evidentes.
“ellos quieren vivir en una sociedad paralela a la nuestra, que es islamizada, es decir, que el islamismo rija todos los aspectos. Ellos quieren conformar un modo de vida en el que no nos necesiten a nosotros”.
Uno de los elementos más engañosos es la construcción de la polarización en clave claramente supremacista a través de términos como “nosotros los cristianos” y “ellos los musulmanes” bajo el dispositivo Orientalista, pero atribuyéndoles a ellos esta operación; simulando así una especie de “Occidentalismo”, que no sería otra cosa que el inexistente “racismo reverso”. Sin embargo, cualquiera que ponga un mínimo de atención a las relaciones de poder inherentes a los sujetos y los discursos será capaz de comprender la realidad existente tras esa falacia. En esta formación impartida a los equipos docentes y direcciones de las escuelas, cuando la policía dice nosotros se refiere a la sociedad avanzada, una sociedad que ha sabido progresar. Este progreso es definido aquí como la separación entre iglesia y Estado (a saber) y da a entender que en las sociedades con mayoría musulmana no ha habido semejante proceso de secularización. A su vez, nuestra espiritualidad se explica como una espiritualidad civilizada; moderada, moderna, y sobre todo, respetuosa con la individualidad; valor intrínsecamente virtuoso para la existencia de la sociedad capitalista.
“(…) os quería comentar la identidad colectiva que tienen los musulmanes, esto nos ayuda a explicar mucho el fenómeno del proceso de radicalización: Los musulmanes tienen un concepto que es la umma, que es la comunidad musulmana, es como su segunda familia. Ellos se sienten musulmanes. Yo puedo ser cristiano, pero no me siento un cristiano. Los musulmanes, su profesión de fe dicen que viene desde dentro. Todo lo que es alabar a Alá se hace en comunidad. Entonces, hay gente que deja de ser persona para entrar a formar parte de la “umma”, que me está dando una identidad de verdad. La identidad individual no sirve para nada. Tengo que hacer algo para compensar este sentimiento que yo tengo de pertenecer a un grupo”.
“nosotros seguiremos nuestra religión pero de una manera contextualizada, adaptada a los tiempos y la cultura en la que estoy viviendo”.
El mero cuestionamiento del ideal individual se comprende como un atentado contra la base de casi todo lo que ordena las sociedades capitalistas occidentales. Pone en jaque el derecho, la propiedad privada y la identidad. Identidad singular de la que soberbiamente se despoja a la población musulmana, migrante o diaspórica, y se convoca a la (sub)alteridad bajo una operación de racialización. Se construye, por así decirlo, la representación étnico-cultural-religiosa. Esta representación se define a través de “indicadores de radicalización”, que no son otra cosa que una suma de elementos que van desde la descripción de meras expresiones de la práctica religiosa a una gama de detalles demasiado interpretables, como pueden ser: no escuchar música occidental, no ir a discotecas o jugar videojuegos de acción bélica. Estos elementos por sí solos no tienen gran relevancia; pero al presentarse como contrarios a la vida y los valores occidentales, su función es la de cumplir la profecía de la operación orientalista. A su vez, cualquier crítica al modelo de vida o a la sociedad occidental en términos políticos se leerá a través de la lente de la radicalización; se priva así a la juventud de la posibilidad de desarrollar pensamiento crítico sin convocar la sospecha y la hiper-vigilancia de los equipos docentes, la polícía y éstos al Estado si fuese el caso, al activar el protocolo.
“Yo os daré unos indicadores de la parte visible de la radicalización. Piensa que son adolescentes que no se sienten ni de aquí ni de allá. Son segundas generaciones, entonces van a su país. Van a Marruecos o van a Túnez o van a Argelia. Ellos no sienten identificados allí porque no hablan árabe, ni se sienten identificados aquí porque en casa tienen una cultura y cuando salen a la calle tienen otra”
“Los indicadores de nivel puede que nos estén diciendo que la familia o el niño están entrando en una visión del islam un poco más fundamentalista o politizada o digamos islamizada. Es decir, esto no representa una amenaza contra la seguridad pública, como podría ser el segundo nivel que es el yihadismo, pero sí que representa una amenaza para la cohesión en el centro y las libertades individuales y colectivas. Si esta familia quiere llevar a cabo esta islamización, chocará con nuestra sociedad. Entonces nosotros, nuestra libertades individuales y colectivas del resto de compañeros se verán mermadas. Entonces, estamos hablando de un islamismo algo más fundamentalista. Esto es nivel 1”.
“No se quieren maquillar (…) Quieren llevar un aspecto físico algo más retrógrado, más tradicional. No tanto moderno. Moderno significa occidental. Chica que deja de pintarse las uñas, y sólo se pinta con henna. Chica que deja de depilarse las cejas. Se quita los piercings, tatuajes. Con el tema de los chicos, que se deja la barba larga, lo que hablábamos antes, el bigote corto, el cabello afeitado. Que lleva la típica duricia en la frente. (…) A veces, no sé si lo habéis visto con los padres, que cuando llevan a los niños a la escuela, llevan una callosidad aquí en la frente, una duricia. Es porque son muy muy muy rigoristas. (…) No significa que sean integristas, pero sí que es un poco radical su concepción. Llevan la vestimenta típica islámica, los pantalones anchos y arremangados, ¿vale? Esto es un indicador de vestimenta de un islam algo más radical”.
La racialización es una técnica de clasificación social de corte racial. Construye categorías sociales basadas en la idea ‘raza’. En la práctica, se trata de un ejercicio taxonómico donde se define y se ordena de forma jerárquica a personas y grupos etno-culturales con características psico-sociales, culturales y fenotípicas compartidas y se establece una diferenciación desigual entre ellas. Según diferentes contextos históricos, geográficos, culturales, económicos, sociales, etc. esta clasificación hace variar el lugar que ocupan las diferentes construcciones identitarias basadas en el delirio racial. Sin embargo, hasta el día de hoy, la identidad etno-racial blanca y su asociación al poder, a la norma, al progreso, a lo civilizado o a la razón le otorga el lugar más alto en esta clasificación de jerarquización humana.
"Como nosotros somos segunda generación a nivel de musulmanes, y ellos son terceras y cuartas (refiriéndose a Alemania, Bélgica y Francia), ellos son potenciales terroristas. Potenciales musulmanes con proceso de radicalización. Los nuestros aún no."
El imaginario criminal y la criminalización ha sido una herramienta clásica de la racialización. La creación de un enemigo con determinadas características sociales, económicas y etno-raciales como elementos que justifican su categorización como tal es indispensable para legitimar un trato discriminatorio en un Estado que dice estar regido por un marco de Derecho. Esta discriminación tiene que poder justificarse en términos jurídicos. Para ello se creó aquello que Gunter Jakobs llamó Derecho penal del enemigo y que señala a quién el sistema jurídico puede tratar como tal. Jakobs explica la distinción entre enemigo, ciudadano y persona. Describe también a quién atribuye ese papel y, por lo tanto, permite la aplicación de una política penal preventiva. La política penal preventiva establece la posibilidad de condenar a alguien en base a la percepción de su peligrosidad y amenaza al Estado de derecho, sin haber cometido necesariamente un acto violento; es decir, en base a su construcción política, o nivel de sospecha si se quiere, como posible enemigo del poder central. Por esta razón, se goza de la exención de los mecanismos de supervisión clásicos al sistema de garantías de un proceso penal. Después del 11S Jakobs aclaró que "todo aquel que presta fidelidad al ordenamiento jurídico con cierta fiabilidad tiene derecho a ser tratado como persona y quien no lleve a cabo esta prestación puede ser heteroadministrado”, lo que significa que podría no ser tratado como persona.
Esto es lo que sucede cuando la operación histórica de categorización jerárquica de los cuerpos goza de la cobertura de una estructura legal, institucional, administrativa y social. Se da la institucionalización del Racismo y es lo que posibilita el afianzamiento de la idea de que algunos grupos son ‘menos humanos’ que otros. Este constructo de deshumanización sobre el cual se ha basado el dominio de territorios y poblaciones enteras, el saqueo de sus recursos, y la muerte tanto de unas formas de vida como de las vidas mismas, campa a sus anchas en las escuelas que educan a nuestra infancia y juventud, en las calles que pisamos, en las instituciones que pagamos y en los despachos de las casas de gobierno. No porque la juventud de tradición musulmana sea peligrosa; sino porque la han convertido en la "cabeza de turco" de la maquinaria del racismo islamófobo, necesario para que los Estados occidentales de corte imperial-colonial puedan pugnar por el cacho de pastel todavía por repartir en este momento de re(des)ordenamiento de las áreas de influencia e inversión financiera en el denominado Oriente Medio.
Y mientras… la policía nos dice esto:
Nosotros estamos para proteger la seguridad de las personas. Nosotros en las escuelas no podemos ir, sois (el profesorado) nuestros ojos. Y os pedimos que no tengáis miedo.
Analizar y denunciar el racismo de Estado desde una perspectiva decolonial.
Revisar la construcción ideológica del Imperio español, su historia colonial y sus pervivencias, rastreando el origen de las relaciones de dominación y opresión que enfrentan las comunidades racializadas y/o provenientes de la migración postcolonial.
Desvelar las heterarquías del poder moderno en torno a la raza, la clase, el género, la sexualidad, la espiritualidad…
Afianzar las condiciones de posibilidad para el desarrollo de un antirracismo político en el Estado español.
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Muy preocupante lo que estan haciendo con los migrantes musulmanes bajo el paraguas de la «prevención de la radicalización». Debería sacarnos a todos a las calles en protesta. Gracias por el análisis y visibilizar algo tan importante
Estupendo artículo, muy enriquecedor. Me ha ayudado a concretar y estructurar muchas ideas que tenía. Muy impactantes las palabras expresadas en las formaciones. Preocupante el hecho de que se hayan normalizado y ya no nos impacten, como muchas otras cosas (meter a quien cumple A y B en un mismo saco y tirarlo a la basura). Importante identificar nuestro lugar de privilegio y el abuso y la opresión que podemos ejercer desde el mismo.
Gracias por la clase de cultura islámica y las amenazas que soporta.
llamar posible terrorista a los musulmanes, es de fascistas, llamar posible violador a los hombres es de progresista
Analizar y denunciar el racismo de Estado desde una perspectiva decolonial.
Revisar la construcción ideológica del Imperio español, su historia colonial y sus pervivencias, rastreando el origen de las relaciones de dominación y opresión que enfrentan las comunidades racializadas y/o provenientes de la migración postcolonial.
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