Laboral
Ideología del XVIII para la tecnología del XXI
La digitalización está produciendo una involución en materia laboral que, a la larga, es también negativa para la propia innovación.

Además de una buena teoría, a veces necesitamos un buen nombre, un concepto. El 'Homo economicus' es uno de esos términos que sólo con mencionarlos asustan. Aunque no está claro quién tuvo la idea de pasarlo al latín, la teoría del hombre económico es de John Stuart Mill y fue la guinda al pastel de la economía clásica y las teorías de la elección racional del siglo XVIII.
La idea de que las personas somos libres de tomar nuestras determinaciones económicas y que buscamos el máximo beneficio individual es algo que suele excitar a las mentes liberales. Es normal, ya que si damos esa premisa por cierta, la desigualdad social termina debiéndose siempre a la torpeza o a la pura vagancia.
Como consumidores se pensaba que elegimos siempre el producto que mejor cubre nuestras necesidades. Pero rápidamente el marketing echó por tierra esta idea. La publicidad descubrió que nuestras necesidades no son objetivas y su éxito en el siglo XX se debe, precisamente, a pensar que somos de todo menos racionales.
Como trabajadores también nos encontramos con ideas que animan a pensar que cada uno elige su propio destino. Y sí, Cristiano Ronaldo puede elegir en qué equipo juega, muchos directivos pueden elegir su empresa, etc. Pero cuando vemos que los parados tardan meses o años en conseguir un empleo, esta teoría se resquebraja.
Este mes de noviembre en Reino Unido se han emitido un par de sentencias sobre los trabajadores de nuevas empresas tecnológicas que parecen propias del siglo XVIII. El Central Arbitration Committee ha declarado que los riders de Deliveroo son autónomos (freelances) y sienta un delicado precedente a nivel europeo.
Según el despacho Cuatrecasas, esta sentencia se basa principalmente en la capacidad de sustitución o de subcontratación que tienen los “riders”. Otros factores son la capacidad para elegir su horario y que compran el material con el que trabajan. Según la sentencia, da la impresión de que ellos no son unas víctimas, sino que eligen racionalmente estas opciones. Lo de que pueden subcontratar a otros para hacerlo ya es de traca.
Es cierto que empresas como Airbnb, Wallapop o Habitissimo son plataformas que ponen en contacto a personas o empresas relativamente “autónomas”. En estos casos la plataforma solo sirve de punto de encuentro. Pero en el caso de Uber y Deliveroo no existe esa autonomía. Uber es una empresa de transporte y Deliveroo de mensajería. Sí han conseguido utilizar la tecnología para ofrecer un servicio más moderno, pero sus conductores y repartidores no deciden ni las características del servicio, ni el precio.
La digitalización está produciendo una involución en materia laboral que, a la larga, es también negativa para la propia innovación. Empieza a ser evidente que los modelos de negocio de estas empresas se basan más en la precarización y la evasión fiscal que en la propia tecnología.
Mientras esto sea así, no sólo perjudicamos a los trabajadores de estas empresas sino que impedimos posibles alternativas más sostenibles. La tecnología también puede ayudar a desarrollar modelos más cooperativos o realmente colaborativos en los que los usuarios/trabajadores tengamos mayor control sobre la plataforma. Si permitimos que estas grandes empresas consoliden estos modelos parasitarios, las alternativas no podrán competir o solo podrán hacerlo en base a la autoexplotación.
Sentencias como la de Deliveroo en Reino Unido se basan en que los trabajadores podemos elegir cómo y dónde trabajamos. En el fondo se están liberalizando sectores con históricas luchas colectivas y en algunos casos verdaderos servicios públicos. Detrás de estos juicios se esconden tanto la ideología del 'homo economicus', como las decisiones políticas que no se están tomando.
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