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África
“Mi único equipaje era mi barriga de embarazada”
El mayor campo de refugiados del mundo se encuentra en Bidibidi, en el Norte de Uganda, y acoge a unas 300.000 personas huidas de la guerra de Sudán del Sur. Un 85% de sus habitantes son mujeres y menores.
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Helen muele café resguardada por la sombra de su casa. El sudor aún recorre su cuerpo, pues hace apenas unos segundos tostaba los granos, ya secos, en el fuego bajo un sol abrasador. Saima borda una pieza de tela blanca con adornos de ganchillo amarillo para hacer un mantel. Quiere iniciar su propio negocio y empezar, también, a vender sábanas. Jackline vendía airtime (dinero para realizar llamadas con el teléfono móvil). Le gustaría recuperar este negocio, pero ahora se necesita una licencia que no es fácil de conseguir. Sus vecinas la eligieron representante y líder de las mujeres y ahora es voluntaria de la ONG África Directo y su contraparte local, los Marian Brothers. Mujeres como ellas son, junto a sus hijos, el 85% de la población sudsudanesa que vive en los campos de refugiados del norte de Uganda.
“Caminé durante cinco días hasta la frontera de Uganda y mi único equipaje era mi barriga de embarazada de siete meses”, narra Jackline. Llegó a Bidibidi, el mayor campo de refugiados, en extensión, del mundo, a finales de octubre de 2016, junto a su marido y la hermana de él. Saima emprendió el viaje con sus cinco hijos. Su marido había muerto en Sudán del Sur antes de que empezara la guerra en 2013. El país logró la independencia del norte en 2011, pero la paz apenas duró dos años. Las tensiones por el control del poder político y económico entre el presidente Salva Kiir, de la etnia dinka, y el que por entonces era su vicepresidente, Riek Machar, líder nuer, resurgieron. Tensiones que nacieron durante el período colonial cuando un gobierno indirecto liderado por el Reino Unido se dedicó a promover ciertas élites. Élites que se perpetuaron gracias a los enclaves petroleros de la frontera, grandes reservas de crudo que despertaron el interés de las potencias internacionales.
En los campos de refugiados del norte de Uganda, las mujeres son las responsables y las cabezas de familia
Mientras bombea agua de un pozo al lado de su casa junto a otras chicas, Norah cuenta como fue la llegada a Uganda tras ver cómo asesinaban a su marido. “Caminé hasta la frontera durante tres días con un grupo de 28 personas y allí nos recogió un vehículo de las Naciones Unidas”. Viajaba con la hija de su hermana y las registraron a todas como una familia.
En los campos de refugiados del norte de Uganda, las mujeres son las responsables y las cabezas de familia. A su llegada a la frontera, cualquier hombre o menor de edad es inscrito con una mujer para que se les asigne un espacio donde vivir y poder disponer de la comida que reparten las organizaciones internacionales cada mes. Al inicio del conflicto, los hombres eran los responsables, pero se dieron cuenta de que algunos de ellos podían tener más de una mujer y que otros decidían regresar a Sudán del Sur, como cuenta Margaret, que vino con sus cuatro hijos y su marido, quien regresó sin dar explicaciones.
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A las personas refugiadas se les entrega un carné de identidad ugandés que permite la libre circulación y conseguir trabajo en cualquier parte del paísOtra de las políticas que se han promovido en Uganda ha sido la entrega de un carné de identidad ugandés que permite la libre circulación y conseguir trabajo en cualquier parte del país. Aún así, y aunque no hay cifras oficiales fiables, algunas organizaciones internacionales afirman en sus informes que el paro juvenil en Uganda asciende a niveles que oscilan entre el 60% y el 80%, hecho que impide encontrar trabajo regulado, no solo a los refugiados que llegan desde otros países vecinos, sino también a los propios ugandeses.La acogida por parte de la población local ha sido positiva. Muchos de ellos recuerdan cuando, no hace mucho tiempo, a finales de los ochenta, también tuvieron que refugiarse en Sudán a causa de la guerra que afectó al norte de Uganda y que enfrentó al actual presidente, Yowery Museveni, con Joseph Kony y el Ejercito de Resistencia del Señor. Además, el conflicto en Sudán ha traído consigo desarrollo económico para las poblaciones cercanas a los campos. Del total de la ayuda que invierten las organizaciones internacionales, un 70 por ciento va destinada a las personas refugiadas y el 30 por ciento restante a los ugandeses.Pero el deseo de la mayoría de los sudsudaneses que viven en Bidibidi, no es quedarse en Uganda. “Decidimos venir porque no nos trataban como seres humanos”, afirma Margaret que, al mismo tiempo, desearía poder volver a su país si hubiera paz. Una paz que, para ellas, significa felicidad, armonía, derechos, libertad, sentarte con alguien, hablar y llegar a acuerdos. “Soy la primera a la que le gustaría volver a Sudán del Sur. Si no hubiera segregación y pudiéramos esta todos juntos”, sentencia Jackline.
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