Opinión
Gibraltar, después de 320 años y cuatro de demora: ¿va siendo hora?

Hoy 2024, parece superado el concepto territorial, incluso el soberano, lo que se cuestiona es que todo el territorio debe estar a disposición de todas las personas que habitan esta llamada “zona de prosperidad compartida”.
Frontera Gibraltar verja
La llamada verja de Gibraltar, con escaso tránsito durante la primera ola del Covid. Alfonso Torres
17 mar 2024 23:38

Recientemente Leo Docherty, secretario de Estado británico para Europa, visitó Gibraltar el 11 de marzo de 2024. Fue un visto y no visto, y aún no se sabe el motivo real, ya que dio una de cara y otra de cruz. La de cruz pudiera ser el mensaje principal. La cara: El Sr. Leo mostraba confianza en alcanzar un acuerdo para la firma del Tratado en torno al Peñón, entre Gran Bretaña y la Unión Europea, que según sus palabras se cerrará “más pronto que tarde”. España ni se la nombra, a pesar de que nada se hará sin acuerdo de ella. La cruz: “Insistió en que son importantes los preparativos para en caso de que el proceso negociador fracase”. 

Pocas personas saben los asuntos que se viene “negociando” en Londres entre los reinos de la Gran Bretaña y España (la UE). Dicen querer alcanzar acuerdo “sobre el futuro de Gibraltar y la denominada zona de prosperidad compartida”. Pero es tan enorme y compleja la trama de aspectos que deben quedar atados, que se antoja muy difícil un acuerdo satisfactorio y por ende duradero. No están de suerte los llanitos ya que si al menos tuvieran peso en el hemiciclo de las Cortes de Madrid haría tiempo que el gobierno español habría concedido todo, todo, lo que hubieran deseado. Pero ese gobierno no precisa de esos apoyos para mantener su exigua mayoría minoritaria. No obstante los cambios de criterio de la diplomacia española en múltiples materias animan a las gentes gibraltareñas a anidar la esperanza del reconocimiento de todas sus demandas incluidas la soberanía sobre el Peñón. El antecedente del Sahara no es moco de pavo, ya que el presidente del gobierno español, emulando al rey emérito hace ahora 50 años, en un viaje relámpago llegó con la bandera del pueblo saharaui y se volvió con la “Alauita”. Total, como él dice, no es un cambio caprichoso, sino por hacer de la necesidad virtud. Con las actuales políticas contradictorias desarrolladas por la presidencia del gobierno de España ¿Puede estar seguro el pueblo español de algo? ¿Y el gibraltareño? Mucho se ha escrito y hablado sobre Gibraltar y no siempre coherentemente, pero hay algunas certezas, por más que los bastardos intereses pretendan bastardearlas. Vamos a enunciarlas: A) Que hace 320 años de la usurpación del Peñón de Gibraltar por la corona inglesa, es incuestionable. B) Que, durante esos 320 años, España nunca ha renunciado a volver a integrar el Peñón y el istmo en el territorio nacional, del que fueron desgajados de manera fraudulenta, también es un hecho. C) Que quienes viven en Gibraltar tienen una perspectiva contraria a estas evidencias, también es un hecho. D) Que los distintos gobiernos de España a lo largo de los años han dado muy poca importancia a restablecer la situación alterada en 1704, también es cierto. E) Que quienes llevan habitando esa roca siglos o decenios algún derecho les asistirá para que se tengan en consideración sus intereses, también parece de cajón. F) Que los distintos sectores de la población llanita, tienen intereses comunes y contrapuestos, es más que evidente. G) Que las gentes de la bahía de Algeciras perciben en su mayoría que hay que llegar a un acuerdo que permita una convivencia en libertad e igualdad, poca duda suscita. Y algunas más que simplemente observando y escuchando a las gentes de un lado y otro de la Berja pueden apuntarse.

Desde 1966. Sólo 2 años antes del CIERRE DE LA VERJA, ya se hablaba en el parlamento de Londres de una “Soberanía Compartida”. Interesante análisis de la cuestión, sobre todo por aquellas fechas, febrero 1970, en el libro “Los republicanos españoles y Gibraltar” de Mariano Granados, publicado como era de esperar en México por la editorial Finisterre. Casi 60 años después, y a pesar del tiempo que el Reino Unido formaba parte de la Unión Europea, estando también España en ella, las negociaciones no van por el camino de “compartir”, ni la soberanía (abstracto), ni el aeropuerto (concreto). Es muy evidente que las clases dirigentes del Peñón tienen interés especial en conseguir una “independencia” que les permita controlar absolutamente todas las reglas del juego de los mercados, porque al fin y al cabo de “negocios” se trata. Tiene mucho más sentido para los mercaderes hablar de “zona de prosperidad compartida”, que de derechos y reciprocidad.  Y como de una economía mercantilista al uso se trata tiene todo el sentido controlar la legalidad para hacer “negocios”. Quienes manejan los grandes negocios del Peñón saben de sobra que la economía mundial se ha globalizado y los grandes fondos de inversión manejan a su antojo los elementos precisos para acumular mayores beneficios. Las cifras que Gibraltar puede representar a esa escala, por grandes que se les antojen a los potentados gibraltareños, son efímeras. Y sin embargo ¡cuantas vueltas se le está dando a este asunto! Sorprenden las idas y venidas de ministros de aquí para allá, en una “negociación” que parece condenada al fracaso ya que en la raíz del asunto todas las partes deben asumir la RECIPROCIDAD como eje central de cualquier acuerdo. Y para seguir ganado mucho dinero eso de la RECIPROCIDAD no sirve.

Es tan enorme y compleja la trama de aspectos que deben quedar atados, que se antoja muy difícil un acuerdo satisfactorio y por ende duradero.

Hoy 2024 parece superado el concepto territorial, incluso el soberano, lo que se cuestiona es que todo el territorio debe estar a disposición de todas las personas que habitan esta llamada “zona de prosperidad compartida”. Que la libertad de movimientos de personas, mercancías y capitales conlleve la igual capacidad de residir, de trabajar, de estudiar, del acceso a la salud, a la ayuda a la dependencia… En definitiva compartir las potencialidades que todas las comunidades tienen y apoyarse mutuamente para dar respuestas a sus necesidades. ¿Es eso tan complicado? Parece que sí cuando se pretende por parte de unos pocos “negociantes” mantener su status que se sostiene en la exclusividad de cómo, cuándo y con qué se negocia. Y a estas gentes, de aquí y de allá, no nos equivoquemos, para conseguir sus fines enarbolan las banderas y sentimientos nacionalistas, ya que el status actual es claramente beneficioso “sólo” para ellos.

Hace 320 años del lío y las dos coronas y la Unión Europea llevan 4 años “avanzando” en las negociaciones. ¿Muchos años? No. Quizás es que la distancia en las posturas iniciales era casi infinita y ya se sabe que hay que tener paciencia. Paciencia que no parece agotarse por igual a ambos lados de la verja. Reino Unido se fue de la Unión Europea hace 4 largos años y Gibraltar mantiene el status prácticamente igual a cuando formaba parte de la Unión. Siguiendo el consejo del Sr Leo: ¿Debería España hacer preparativos para en caso de que el proceso negociador fracase? ¿Habrá llegado el momento de seguir negociando, pero con las reglas del Acuerdo de Schengen? La situación de Gibraltar sería como si de un Marruecos se tratara, por poner un ejemplo muy cercano. En esas circunstancias ¿quién tendría más empeño en concretar esa zona de prosperidad compartida? Un día hace 320 años un almirante inglés izó fraudulentamente la bandera de Inglaterra sin encomendarse a nadie. Bueno sería que la bandera azul y estrellada marcara la diferencia. Eso sí con el mejor de los ánimos para seguir negociando hasta encontrar, cuando se tercie, esa zona de prosperidad común. España no tiene mayor problema que atraer inversiones a esta zona que podría ser calificada por la Unión Europea de Zona de especial incidencia y generar empleo en este lado de la verja, para los miles de personas españolas que trabajan en el Peñón y las 30.000 que están censadas en el paro. Mientras tanto seguir negociando con el mejor talante, ya que el acuerdo puede llegar más tarde que temprano.

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