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Opinión
Les vamos a dar unos datos
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, también vicepresidenta del gobierno de coalición y la persona ungida por Pablo Iglesias para sucederle en su misión salvadora y así llegar a ser la primera mujer en ocupar a la Moncloa, ha usado hasta la saciedad su frase más exitosa cuando se enfrenta dialécticamente a un contrincante del Partido Popular: “Le voy a dar un dato”.
Y vaya si lo da. No uno, sino varios; una catarata de cifras sobre contratos creados, sobre empresas salvadas por los ERTE, sobre familias que reciben subsidios, etc. cae sobre el oponente pepero cuyos únicos y pobres argumentos suelen basarse en su rechazo a la amnistía y en acusar a Sánchez de amigo de terroristas etarras y caudillos bolivarianos.
Pero suele ocurrir siempre que la ministra solo da los datos o la parte de las estadísticas que favorecen al gobierno, olvidando o pasando por encima de otras cifras que son claramente negativas o que restan mucho valor a los éxitos que se pretende celebrar como fruto de la buena gestión del gobierno de progreso. Curiosa, por cierto, esa conversión al credo progresista de Yolanda y Pedro, que parecen olvidar sus respectivas raíces comunista y socialdemócrata.
Así, por ejemplo, los exagerados logros de su reforma de las reformas laborales en la creación de empleo indefinido quedarían un tanto deslucidos si se explicara también que desde entonces lo que aumentan son los contratos fijos discontinuos y los de jornada parcial, al tiempo que las bajas indemnizaciones por despido y la facilidad para despedir durante unos desmesurados periodos de prueba (dos meses) permiten que los empleos le duren a los jóvenes poco más de 40 días de media. El dato de que desde la última reforma estos despidos en periodo de prueba se hayan multiplicado por 9 nos puede dar una idea clara de que los empresarios han encontrado ahí la puerta que se les cerraba con la reducción de tipos de contrato temporal.
Pero no es unicamente la mala calidad de los nuevos empleos lo que se intenta disimular con la creciente firma de contratos y el incesante aumento de altas en la Seguridad Social, ya que hay otras muchas cifras preocupantes (algunas publicadas por el mismísimo Banco de España) que vendrían a cuestionar esa cacareada mejora de la vida de la gente; por lo menos de la gente con peores recursos. Otra cosa son los beneficios de la banca y las grandes empresas; sobre esa economía de las grandes fortunas no tenemos objeción en coincidir con Pedro Sánchez en que “Iba como una moto y ahora va como un cohete”.
Veamos algunos de esos datos que nadie quiere darnos. En primer lugar hablaremos de la vivienda, un derecho básico para todas las personas. Pues bien, si en 2011 los menores de 35 años con piso representaban el 70%, hoy ese porcentaje ha bajado al 32%. Por otra parte, mientras a finales de los años 70, un trabajador medio -destinando al pago de la compra de su vivienda solo el 30% de su salario- se podía hacer con un piso en un barrio obrero en unos 12 años, en 2024 un asalariado de ese mismo nivel necesitaría más de 20 años para comprarse un piso similar... suponiendo que pueda disponer de los ahorros suficientes para dar la entrada.
Pero hay más datos que deberían tomar en cuenta sus señorías: el 1% más rico del país acumula ya el 20% de toda la riqueza nacional, mientras el 50% más pobre apenas posee el 7´4%. Y la tendencia es a mayor desequilibrio, puesto que el 20% más pobre ha incrementado su pobreza en un 48% durante los últimos veinte años, mientras el 10% más rico se ha enriquecido un 52% más en esa misma etapa. En solo dos años (2020-2022) los menores de 35 años se han empobrecido un 25%.
Desde luego que los datos, su publicidad u ocultación, nos pueden dar visiones muy diferentes de la realidad que está viviendo la gran mayoría de la sociedad; mayoría que es la que trabaja, crea la riqueza y, encima, la que paga -con mayor o menor entusiasmo- todos sus impuestos.