Andalucía
Luchar por lo que se cree, no por lo que se odia
Andalucía era la única Comunidad Autónoma que no había conocido la alternancia política desde el final del franquismo. Durante esos cuarenta anos, los gobiernos socialistas han ido tejiendo una perniciosa red clientelar y han ido desarrollando políticas cada vez más escoradas a la derecha. Ahora sabemos que Andalucía es también el primer gobierno autonómico sustentado por un partido de ultraderecha.

Además, los datos electorales en algunas poblaciones andaluzas han arrojado novedades alarmantes respecto a lo ya conocido: poblaciones donde la suma de PP, Ciudadanos y Vox alcanzaron incluso cotas del 80 por ciento del escrutinio.
El pacto llegó rápido. Escandalosamente rápido si tomamos en consideración lo que ha ocurrido en otros países de nuestro entorno, donde nadie se había atrevido a apoyarse en formaciones de extrema derecha para auparse al poder. Pero el Partido Popular compró 37 de las medidas que le planteara Vox y entregó a Ciudadanos la vicepresidencia en un tiempo récord. En este caso parece que sobraba voluntad política para alcanzar acuerdos. Desde entonces, el discurso de Vox está siendo blanqueado a toda máquina en muchos de los medios generalistas, porque las elecciones de mayo están cada vez más cerca.
Da vergüenza ajena observar los retruécanos linguísticos que se utilizan para que nos llegue una imagen normalizada de un partido que pide, entre otras cosas, acabar con las autonomías, la ley de violencia de género y que incluso defiende que es necesaria una reconquista y levantar un muro en la frontera con Marruecos. Menos educación pública y más apoyo a la concertada en los institutos para separar a los alumnos y alumnas por sexos, y un concepto de familia que es idéntico a la formación radical Hazte Oír.
El avance de Vox es el avance de la intolerancia y un nuevo paso para el avance de posiciones totalitarias, ya iniciadas por el PP en sus recortes de libertades de la era Rajoy.
Hannah Arendt, en su obra Los Orígenes del Totalitarismo (1951), nos decía que los estados totalitarios "son aquellos que acuden a la ley para lograr sus objetivos de supresión progresiva de la libertad hasta alcanzar la dominación total". Es decir, las formaciones totalitarias buscan hacerse con el poder legislativo para acabar con cualquier separación de poderes. Mediante el empleo del terror, de la ficción ideológica y la manipulación de la legalidad, estas formaciones intolerantes persiguen criminalizar y castigar a personas que no han cometido delito alguno.
En el caso de Vox se señala directamente a las mujeres (presentadas como un grupúsculo conjurado oscuramente para presentar denuncias falsas), homosexuales (que pervierten la propia idea de familia que es necesario restaurar) o a los inmigrantes (que vienen a quitarnos el trabajo y que quieren islamizar España). No importa si estas afirmaciones son ciertas. Tampoco si resultan creíbles o no. Hay que leer a Chomsky cuando dice que la gente ya no cree en los hechos. Lo que importa, para Vox, es que te sitúes a su lado de cada trinchera. No piden que pienses lo mismo que ellos: piden que odies lo mismo que ellos.
No es baladí que la formación de ultraderecha y quienes se hacen cada vez más eco de sus argumentarios (PP y Ciudadanos) estén apuntando a la causa feminista entre sus objetivos prioritarios. La lucha por la igualdad efectiva es, sin duda, el movimiento más y mejor organizado en la calle en estos momentos. A medida que nos acerquemos al 8 de marzo encontraremos nuevas declaraciones contra la causa feminista, carentes de toda lógica una vez más, que solo buscarán alimentar el odio. No debemos caer en la demagogia de los partidos totalitarios, ni debemos abandonar la lucha organizada tanto en ésta como en el resto de las causas en defensa de los derechos humanos. Diga lo que diga la aritmética parlamentaria del futuro inmediato, debemos hacer patente que la mayoría de las personas nos regimos por unos principios justos e integradores, fruto de la lucha de demasiadas generaciones, y no caer en el retroceso de la sinrazón y el odio.
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