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La pegatina tenía que haber sido puesta recientemente. En esa farola el sol poniente daña cualquier publicidad y no duda en destruir su mensaje xenófobo de reinmigración. Junto a la imagen de un avión, completaba la pegatina, el logo y el nombre de un partido político legalizado, con ideas incluso más ultras que las del partido con nombre de marca de diccionarios.
Muy cerca se sentaba un conocido con antebrazo tatuado con un mensaje bélico y patriótico. Desde luego, observando el mensaje y la pegatina la cosa concordaba, era probable, o al menos posible, que el joven musculado hubiera puesto esa pegatina en la farola. Lo que era más que probable, seguro, es que ese padre joven musculado compartía las ideas xenófobas del partido de la pegatina, como tanta gente...
Su hija jugaba con otra niña uno o dos años mayor. Compartían el mismo tono de piel, forma de vestir y peinado, parecían hermanas, pero la diferencia entre ellas debía de ser inmensa según el padre tatuado y los del partido de la pegatina. La niña mayor era hija de una inmigrante magrebí.
Horas antes, esa misma mañana, un compañero me enseñaba el mensaje que le había mandado una conocida y que seguro había reenviado a todos sus contactos. El escrito enviado por WhatsApp era el siguiente “Tengo una hija con esclerosis múltiple, no recibo ninguna ayuda, y a los inmigrantes se lo dan todo”.
El compañero que me enseñó el mensaje, es de ideas zurdas, buena persona y activista, no se explicaba que no hubiera ayudas de las administraciones que pudieran paliar las dificultades de cuidar a una hija con una enfermedad degenerativa, y se estaba esforzando en preguntar a quien pudiera saber o tener alguna intuición sobre cómo poder ayudar a su conocida.
A mí, sin embargo, me dio por pensar en la segunda parte del mensaje de WhatsApp “y a los inmigrantes se lo dan todo” y se me olvidada que la señora necesitaba ayuda para su hija.
En definitiva, estábamos dos personas de ideas zurdas, una pensando en ayudar a una persona necesitada y otra sin pensar y mascando el rencor por las esquinas por la parte xenófoba del mensaje de una persona desconocida que necesita ayuda.
Quizá me ha había vuelto un intelectualoide ajeno al sufrimiento de los demás poniendo como excusa la xenofobia de la madre necesitada.
En Chavs: la demonización de la clase obrera, Owen Jones nos presentaba una élite intelectualoide británica, formada cultural y académicamente y con ideas supuestamente progresistas que se burlaba de los jóvenes de clase baja blancos y anglosajones. Estos intelectualoides ponían como excusa para sus burlas, el mayoritario racismo de los jóvenes de clase baja, blancos y anglosajones para no empatizar con ellos, ni con sus problemáticas.
Evidentemente, estoy completamente alejado de cualquier élite cultural o intelectual, además la Gibraltar británica la tengo a casi 400 kilómetros. Sin embargo, tengo bastante cerca, por motivos laborales, a gente con graves problemas que en muchas ocasiones vomitan ideas racistas y xenófobas.
Si se actúa con empatía y dejando en un segundo plano el exabrupto racista o xenófobo probablemente podamos con el ejemplo de nuestra ayuda, desmontar esos bulos. Está claro que hay que afear ese tipo de conductas, pero no podemos poner en el mismo nivel a las víctimas de un bulo que la de sus creadores y propagadores.
Dar sermones no es propio de personas que creemos en las ideas anarquistas, rechazar a los demás por sus prejuicios tampoco. ¿Qué hacer entonces?
Dar sermones no es propio de personas que creemos en las ideas anarquistas, rechazar a los demás por sus prejuicios tampoco. ¿Qué hacer entonces?
Mi compañero hacía lo correcto, buscar ayuda entre las administraciones públicas a su conocida, y si no aparecen, acompañar y aconsejar a la conocida a participar en aquellas asociaciones de familiares con enfermedades degenerativas que se unen por un interés común y reivindican a las administraciones soluciones y presupuesto. En estas asociaciones participa gente de toda procedencia y condición y con el trabajo en pos de un objetivo común se suelen limar prejuicios.
Al fin y al cabo, las organizaciones surgidas de la sociedad civil son como la hija del padre tatuado con mensajes patrióticos, no tiene el prejuicio sobre el origen de su amiga, porque tienen un objetivo común, la niña jugar y las asociaciones de familiares con enfermedades degenerativas, luchar por un mejor tratamiento de las enfermas y de sus familiares.
Creo que las asociaciones surgidas contra los desahucios y los abusos hipotecarios son el mejor ejemplo de organizaciones en las que el apoyo mutuo ha derribado prejuicios y excusas.
Sin embargo, no creo que las élites políticas sean capaces de empatizar con sus congéneres. Unos están utilizando el miedo y el rechazo a los que están más abajo en la escala social para llegar al poder y otros, sin aportar soluciones concretas a los problemas sociales y haciendo suyas las políticas xenófobas, pero sin estridencias, se apañan con mantener una parcela de poder que gestione su parte de pastel capitalista.
El sol derretirá los mensajes xenófobos de las pegatinas y carteles, pero sólo el apoyo mutuo, el verdadero, el de igual a igual, sin excusas, ni prejuicios, junto a la inocencia de la niñez que deberíamos mantener hasta la defunción, nos puede librar de la barbarie.
No más muerte,
ninguna agresión racista,
ahora grita, cabrón,
la estanquera de Saigón,
No más muerte,
ninguna agresión imperialista,
ahora grita, cabrón
la estanquera de Saigón
Letra de La Estanquera de Saigón de Los Chikos del Maíz
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No es nada nuevo que el fascismo venga a nutrirse de los barrios y de las clases trabajadoras. Lo que sí es nuevo es la desprotección absoluta de esas clases frente a los mensajes fascistas ramplones y salvapatrias. Lo que asusta es la descomposición de los más elementales lazos de solidaridad entre las personas que habitan un mismo barrio o viven mal que bien de un salario. Comparto con el autor que sólo desde el apoyo mutuo y desde la recuperación de los lazos de solidaridad entre las y los de abajo haremos frente al fantasma del fascismo. Siempre supimos que al fascismo no se le vence votando, se le vence en las calles, en los barrios, en el curro, con solidaridad y apoyo mutuo. Pongámoslo en práctica.
Soy médica y por mi profesión conozco a mucha gente. Y muchos días me pregunto, por qué gente buena, gente solidaria (que permiten pasar antes a una abuela, o a una madre con niños, o intenta no estar mucho en la consulta porque hay mucha gente fuera esperando), lleva una pulsera de Vox. Personas que te cuentan que son conductoras de autobús o que trabajan en un taller. ¿Qué hace mal la izquierda para que esa gente no vea que toda la gente sencilla, los proletarios, los trabajadores, sea cual sea su nación, tenemos más en común y podemos luchar unidos frente a los propietarios y las élites?