Opinión
América Latina: Una perspectiva de progreso en un contexto convulso

Las sucesivas victorias en elecciones presidenciales de candidatos progresistas en América Latina (México, Argentina, Bolivia, Perú, Chile, Honduras, Colombia y Brasil) son, sin duda, un motivo de alegría y una evidencia de un cierto sentir común en el continente, sea este propositivo o más bien reactivo.
Frente al denominado por el expresidente Correa como “cambio de época”, ocurrido casi dos décadas atrás, las circunstancias son sustancialmente diferentes y más complejas y complicadas, pese a encontrarnos nuevamente ante una respuesta a las consecuencias de un sistema neoliberal depredador de la vida y el alma de ciudadanos y el medio ambiente, así como a un movimiento ultraderechista global en su vertiente regional.
En la actualidad, la respuesta antisistémica patente en el proceso anterior se entrelaza con unas coaliciones extrañas cuyo difícil e impreciso resumen no es otro que el refuerzo (“salvación”) de la democracia frente a agrupaciones ultraderechistas de discurso igualmente antisistémico.
En las décadas pasadas, las victorias de los presidentes progresistas cargaban fundamentalmente con el peso de sus promesas de justicia social, y llevaban la iniciativa política con el apoyo de grandes grupos de población
En las décadas pasadas, las victorias de los presidentes progresistas cargaban fundamentalmente con el peso de sus promesas de justicia social, de un mundo otro, con una gran carga ideología frente a lo que propiciara la década perdida de los 80-90 y sus desastrosas consecuencias sociales. Llevaban la iniciativa política con grandes grupos de población apoyando unos gobiernos inéditos hasta esas fechas.
Las sucesivas victorias electorales en Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay como ejemplos paradigmáticos de aquel cambio de época aunaron además mayorías legislativas, con la excepción quizás del gigante brasileño. Estas mayorías parlamentarias otorgaron capacidad y posibilidad de afianzar las victorias política con formalidad jurídica incluyendo el surgimiento de un “nuevo constitucionalismo” garantista en derechos sociales, medioambientales y, algunos de ellos, también interculturales.
Aquel contexto, además, contó con un periodo económico muy favorable, producto del aumento de precios de muchas, sino todas, de las materias primas de las que estos países son exportadores-dependientes sosteniendo cierta solvencia y condiciones de posibilidad materiales, insignificantes si se comparan con las ingentes necesidades de buena parte de su población.
Varios de los nuevos gobiernos progresistas no cuentan con solidas mayorías de partidos progresistas en el legislativo que avalen leyes fiscales o de reconocimiento de derechos
En la actualidad, estos gobiernos progresistas no solo no cuentan ni contarán con el viento de cola de presupuestos expansivos con un caudal sustancial de divisas, sino que varios de ellos como Colombia, Brasil, Perú, Chile o Argentina tampoco cuentan con solidas mayorías de partidos progresistas en el legislativo que avalen leyes fiscales o de reconocimiento de derechos marcadamente progresistas. Ello se debe fundamentalmente a que tanto en Colombia, como en Brasil, Chile o Argentina sus victorias requirieron de frentes amplios y diversos para alcanzar la victoria electoral: Estos frentes, que agruparon a progresistas movilizados con partidos más tradicionales coaligados con los anteriores por estrategia electoral o para salvaguardar la democracia ante contrincantes ultraderechistas, no podrán llevar a cabo políticas tan ideológicas como las de la época anterior por las razones antedichas, con el riesgo de decepcionar a esos votantes más movilizados e ideológicamente sensibilizados, en evidencia de que el modelo ultraderechista está siendo quien dibuja el campo de juego.
En tal situación e impulsado por la inestabilidad global resultado de la pandemia y la persistente guerra en Ucrania, el bloque progresista deberá, más que nunca, afianzar y desarrollar mecanismos regionales de cooperación y respuesta colectiva a las amenazas externas e internas a sus intereses, valores e instituciones. Deberá además intentar construir un discurso ideológico alternativo de marcado carácter regional que escape del marco ultraderechista regionalizado. De lo contrario, no acabará sino resultando en elecciones en un eje democracia-autoritarismo.
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