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Análisis
Bolsonaro, el presidente antisistema
La primera propaganda televisiva de la campaña de Jair Bolsonaro en 2022 destacaba que el líder de Brasil es un hombre simple, verdadero y honesto: “Bolsonaro es directo, dice lo que piensa y dice lo que siente”. A inicios de septiembre, otro vídeo oficial, Esse é Jair, o capitão do povo!, reforzaba la imagen de Bolsonaro como una persona común y corriente: “Este es Jair, un tipo a quien le gustan las motos, la farofa (harina de yuca) y el caldo de cana (jugo de caña de azúcar)”. Los muchísimos jingles musicales que arropan su campaña están repletos de menciones a su autenticidad. La pegadiza Bora bora capitão, por ejemplo, resalta que “Bolsonaro es del pueblo” y “el guerrero del pueblo brasileño”.
A pesar de llevar cuatro años en la presidencia, Bolsonaro continúa cultivando un áura de persona normal. Su comportamiento deslenguado y poco respetuoso con las mujeres o las minorías irrita a la izquierda y al establishment. Pero esa espontaneidad con la que el presidente destroza lo políticamente correcto conecta con millones de personas. El apartamento que Bolsonaro poseé en propiedad está en un edificio de lujo en Río de Janeiro, pero el relato de Bolsonaro sigue anclado en el hombre corriente.
Bruno Cava, vinculado a la Universidad Nómada de Brasil, defiende que Bolsonaro tiene el monopolio del discurso rupturista. Lula, en estas elecciones, representa el establishment
Hace décadas, Carl Jung, uno de los padres del psicoanálisis, identificó el hombre corriente como uno de los doce arquetipos básicos. Los arquetipos habitan el subconsciente colectivo de las más diversas culturas y dan sentido a las historias contadas para explicar la realidad. Bolsonaro, recibido con la palabra “mito” por sus seguidores allá donde va, alimenta con empeño ese arquetipo de persona corriente, tal como lo hacía George Bush hijo cuando era presidente de Estados Unidos. El pasado lunes, Luciana Chong, directora del prestigioso instituto Datafolha, confesaba que existió una migración de última hora “del voto blanco y nulo para Jair Bolsonaro”. El porcentual de votos blancos y nulos ha sido el menor desde 1994: ha caído del 8,8% en 2018 al 4,4%. En las regiones bolsonaristas el voto nulo/blanco es bajísimo. ¿Es posible que tras cuatro años en el poder Jair Bolsonaro siga capturando el sentimiento antiestablishment que le aupó a la presidencia?
Discurso de ruptura
Bruno Cava, vinculado a la Universidad Nómada de Brasil, defiende que Bolsonaro tiene el monopolio del discurso rupturista. Lula, en estas elecciones, representa el establishment. Los continuos ataques de Bolsonaro al sistema electoral no son apenas una artimaña para no reconocer una posible derrota. “Bolsonaro y las fuerzas bolsonaristas ocuparon integralmente el campo antisistémico y antipolítico. Ellos tienen el monopolio del discurso de la ruptura. Bolsonaro es quien usa el lenguaje de rechazo, de ruptura, de redención”, escribe Bruno Cava.
Es cierto que la ruptura bolsonarista es retórica, porque en el fondo promueve la conservación de las desigualdades y reafirma el poder de los que ya lo tienen. Aun así, es innegable que el bolsonarismo continúa emanando cierto espíritu revolucionario. Los medios no han entendido todavía, como apunta Consuelo Dieguez, autora del ensayo O ovo da serpente (Companhia das Letras), que Bolsonaro crece apostando por el caos.
El equipo de Bolsonaro no organiza sus recepciones en los aeropuertos. Son sus propios seguidores
A finales de agosto, estuve en un acto de campaña de Bolsonaro el Calafate, un barrio de clase media-baja de Belo Horizonte, capital del estado Minas Gerais, segunda economía y segundo colegio electoral del país. La gasolinera, caótica y bullanguera, estaba transformada en un comité electoral. Bafles, música, globos de colores, pantalla gigante, banderas. Algunas escenas, como la misa comandada por un padre en medio de los surtidores de gasolina, tenían tintes surrealistas. Sin embargo, aquel evento bolsonarista, financiado por el Bolsonaro star Níkolas Ferreira (el diputado más votado del país) me sorprendió: alegre, energético, vibrante. Los participantes derrochaban entusiasmo y esperanza.
Consuelo Dieguez explica en O ovo da serpente cómo nacieron las comitivas festivas que reciben a Bolsonaro en los aeropuertos de todo el país. Alex Melo, un pequeño fabricante de paneles de señalización, dio la idea en un grupo de WhatsApp en el que el estaba el mismísimo presidente. El 13 de agosto de 2015 nacía en Fortaleza (capital del estado de Ceará) la primera recepción lúdico festiva a Bolsonaro en un aeropuerto. La fórmula: globos, confeti, alegría exultante y un Bolsonaro alzado a hombros por multitudes. El equipo de Bolsonaro no organiza sus recepciones en los aeropuertos. Son sus propios seguidores.
Las recepciones festivas en aeropuertos, las múltiples moticiatas (paseos en moto) bolsonaristas, así como la gasolinera festiva que conocí, destilan un familiar aire de improvisación. Son eventos más auténticos. Caóticos. Mucho más excitantes que los clásicos mítines de los partidos políticos.
Entre los más pobres, Bolsonaro supera con creces el 20% de apoyo (con alguna excepción regional). El interclasismo del bolsonarismo es un hecho
Algunos de los entusiastas bolsonaristas con los que conversé en la gasolinera vivían en la periferia, un perfil estudiado por Rosana Pinheiro-Machado (pobres que anhelan seguridad y tienen deseos aspiracionales). Otros a quienes entrevisté eran de clase media-alta. Podrían encajar con la “baja alta clase media”, que el filósofo Rodrigo Nunes usa para intentar acotar el núcleo duro del bolsonarismo en Do transe à vertigem (Ubu Editora), uno de los más brillantes ensayos sobre el bolsonarismo.
A la “baja alta clase media” le fue bien durante los gobiernos del PT, pero peor de lo que esperaba. No tiene el capital simbólico de la élite cultural. Tampoco, los recursos económicos de la verdadera élite. Y vieron a la clase baja subir, lo que les obligó a convivir con personas humildes en aeropuertos internacionales y centros comerciales. Precisamente, las encuestas electorales muestran que Bolsonaro cuenta con más apoyo en la clase media que tiende a alta (52% Bolsonaro, frente a 45% de Lula, según la última encuesta de Datafolha). En la población más rica, el apoyo de Lula (52%) supera al de Bolsonaro (43%). Entre los más pobres, Bolsonaro está 17 puntos atrás de Lula, pero consigue un 37% de apoyo. El interclasismo del bolsonarismo es un hecho.
Precisamente, las encuestas electorales muestran que Bolsonaro cuenta con más apoyo en la clase media que tiende a alta (49% Bolsonaro, frente a 33% de Lula, según Datafolha). En la población más rica, el apoyo de Lula (40%) se acerca al de Bolsonaro (44%). Entre los más pobres, Bolsonaro supera con creces el 20% de apoyo (con alguna excepción regional). El interclasismo del bolsonarismo es un hecho.
Éxito de Bolsonaro
El resultado de Jair Bolsonaro en las elecciones del pasado domingo sorprendió: un 43,2% de los votos, 51.071.106 sufragios. Aun así, obtuvo tres puntos menos que en 2018. Perdió más 234.000 votos en Río de Janeiro, uno de sus grandes bastiones. Y su fuerza menguó en las capitales. Por el contrario, su apoyo creció en ciudades pequeñas, incluso en la región nordeste, territorio lulista.
Las explicaciones son múltiples. Las respuestas, todavía parciales. Cada día llegan nuevas pistas. El politólogo Fernando Meireles ha encontrado un patrón que podría explicar el aumento de votos en ciudades pequeñas del nordeste que dependen del Auxílio Emergencial (ayuda a los más pobres apoyada por Bolsonaro). Laura Carvalho y Pedro Abramovay explican que las periferias brasileñas han vuelto a la izquierda y que el bolsonarismo ha crecido en el interior de Brasil. La extrema derecha brasileña empieza a parecerse a la global. Con algunas excepciones como Manaos o Belo Horizonte, las grandes ciudades volvieron a la izquierda. El interior se desplazó a la derecha. Para redondear la radiografía, cabe destacar que Bolsonaro ha arrasado en sus territorios más fieles, el conservador sur y el centro-oeste (epicentro del agronegocio).
Buena parte de la izquierda mundial achacó el triunfo de Bolsonaro al uso de fake news o a la fuerza de las iglesias evangelistas. La realidad es mucho más compleja
La izquierda tiende a caricaturizar el bolsonarismo como un movimiento de élites, privilegiados, machistas virulentos, racistas y variopintos negacionistas. El bolsonarismo incluye esos perfiles, pero va mucho más allá. Buena parte de la izquierda mundial achacó el triunfo de Bolsonaro al uso de fake news o a la fuerza de las iglesias evangelistas. La realidad es mucho más compleja. Carô Evangelista, articulista de la Revista Piauí, revela la complejidad del voto evangelista brasileño. El apoyo a Lula, de hecho, está creciendo en dicho nicho. Las camisetas de Cristãos contra Bolsonaro son la punta de lanza de una campaña de evangelistas que apoyan a Lula.
El resultado electoral del pasado domingo confirma que el bolsonarismo es un fenómeno interclasista, interracial e interreligioso. La contradicción de usar estrategias de insider (políticas públicas electoralistas) y de outsider (discurso rupturista) no esta funcionando para ampliar el porcentaje de votos de Bolsonaro, pero sí para conservar un vigor inesperado.
Si el discurso antisistema está del lado de Bolsonaro y el del orden no consiguió que Lula resolviera las elecciones en el primer turno, la izquierda debería dar un giro táctico
El filósofo Peter Pál Pelbart denunciaba hace unos meses cómo el bolsonarismo se había apropiado de la vitalidad. En su texto “Espectros de la catástrofe”, criticaba el conservadurismo de la izquierda. Mientras la izquierda apelaba al orden en medio de una pandemia atroz, la extrema derecha ofrecía una alternativa para habitar el caos. El fique em casa (quédate en casa) enarbolado por la izquierda, que llevó entre otra cosas a la suspensión de las escuelas durante casi dos años, fue un sinsentido para las clases humildes, obligadas a salir de casa para trabajar durante la pandemia. “¡Nos convertimos en el partido del orden y el progreso! ¡Es necesario más, mucho más! ¡¡Y otra cosa!! —escribía Peter—. Más invención táctica, más dispositivos para fabricar valores diferentes, más cuerpo a cuerpo, más máquinas de guerra artísticas, comunitarias, éticas, más pies-en-la-tierra, más pies-en-la-calle, más-pies-en-las-estrellas”.
Si el discurso antisistema está del lado de Bolsonaro y el del orden no consiguió que Lula resolviera las elecciones en el primer turno, la izquierda debería dar un giro táctico. Ya son muchos los que apuntan que Lulinha paz e amor, el lema con el que Lula conquistó la presidencia en 2002, con su apelo a la reconciliación del país, es (de nuevo) el mejor camino posible.
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Esta segunda vuelta se torna de vital importancia y la izquierda, si queremos que vuelva al poder y que el pueblo recupere los derechos sociales, laborales y territoriales arrebatados, debe ser más alternativa y rupturista. De los contrario, el aura populista de Bolsonaro nos puede dar un buen susto.
Esta segunda vuelta se torna en vital, para los derechos laborales, sociales y territoriales de los pueblos de Brasil. Para ello, como dice el autor, necesitamos una izquierda valiente y rupturista, de lo contrario, Bolsonaro y su imagen popular nos van a poder dar un susto.