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Análisis
La calma antes de la tormenta: la dimisión de Santos Cerdán como punto de inflexión

La dimisión de Santos Cerdán como secretario de Organización del PSOE tras la publicación de un informe de la UCO en el que se muestran conversaciones en torno a un presunto cobro de comisiones ha supuesto un antes y un después en la XV Legislatura, justo cuando nos acercamos a su ecuador. Además, el Gobierno está tratando, exhausto —y sin poder aprobar unos Presupuestos Generales del Estado desde hace varios años—, de continuar hasta 2027. Sin embargo, la situación política en España no se lo está poniendo fácil.
Y, mientras tanto, se ha publicado el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Una encuesta que murió pocas horas después de nacer por lo que supone la dimisión de Santos Cerdán y la comparecencia en Ferraz de Pedro Sánchez para pedir perdón a la ciudadanía. Hace unos días, mientras se realizaba esta encuesta, la conversación en España giraba en torno al affaire Leire Díez-Aldama, la exigencia de la Administración Trump y Mark Rutte de llegar al 5% del PIB en defensa y la pugna Feijóo-Ayuso por el ‘un militante, un voto’ de cara al Congreso Nacional del PP.
Ahora bien, este barómetro es una fotografía de la ‘calma’ antes de la dimisión de Santos Cerdán y la comparecencia de Sánchez. Una crisis del PSOE y, por ende, del Gobierno, cuyo desenlace es incierto. Para ello —y, como ya es habitual— es necesaria una cocina alternativa de las tripas del barómetro del CIS; sus datos en bruto. Así evitamos la fantasía en la que el PSOE se situaría siete puntos por encima del PP, según Tezanos.

En el último mes, la situación política en España no se ha movido más que unos milímetros. La mayoría absoluta continúa en manos del PP y Vox, que se situarían por encima de los 180 escaños. Los de Feijóo, que, empujados por el antagonismo al Gobierno de Sánchez, obtendrían un resultado peor al del 23J, pero suficiente. Los de Abascal, que crecerían hasta rondar el 15%, con medio millón más de votantes que hace dos años.
Por su parte, los partidos del Gobierno de coalición perderían por su inacción. El PSOE de Sánchez, en un 30% más que insuficiente, es el partido que más votantes envía a la abstención. Su problema es, de nuevo, la desmovilización, no la fábula de los votantes que, descontentos con el Gobierno, se lanzan a los brazos del PP y Vox.
En el último mes, la situación política en España no se ha movido más que unos milímetros. La mayoría absoluta continúa en manos del PP y Vox, que se situarían por encima de los 180 escaños
Por otro lado, Sumar y Podemos —o, en línea con el affaire Compromís, el ‘Club Escisiones’— perderían por incomparecencia. Del 12,33% del 23J a un 10,7% que, dividido, perdería aún más valor. De 31 a 14 escaños, lo que sería más que suficiente para perder la mayoría. Hace un mes, se hablaba de la hipótesis de las tres papeletas: Sumar, Podemos y, quizás, Izquierda Unida. Hoy no sería una locura hablar de que haya más. En un momento de repliegue, hay quien podría pensar que refugiarse en sus ‘reinos de taifas’ es una solución. Al contrario, supone asumir la derrota antes de jugar el partido.
Ahora bien, ¿en qué ámbitos podría afectar el ‘escándalo Cerdán’ al statu quo que ya se tambaleó con el apagón? Hay varias opciones: la fortaleza de Sánchez entre su propio electorado, la desmovilización de la izquierda o la manera en la que el PP o Vox puedan capitalizar esta crisis.
La fortaleza de Sánchez: ¿funcionará el ‘yo o el caos’?
Hace ya tiempo que hemos hablado de la fortaleza de Sánchez entre los votantes del PSOE. Una fortaleza de la que tienen mucho que envidiar Feijóo, Abascal o Díaz, incluso. No se trata de que Sánchez vaya a convencer, a raíz de su rueda de prensa, a los votantes del PP o Vox. Es obvio que no. La incógnita está en si Sánchez, que ha sido capaz de darle la vuelta a otras crisis a lo largo de los últimos años, será capaz de evitar una caída en su valoración y en la preferencia para ser presidente del Gobierno entre sus propios votantes —y los de Sumar, Podemos y los partidos de su bloque—. Todo ello, con el objetivo de evitar descolgarse del PP de Feijóo para poder llegar en condiciones al 2027.
Sánchez tiene los mimbres para lograrlo: una valoración muy alta entre sus votantes y los de Sumar, así como la mejor valoración de todos los líderes políticos. Además, la torpeza del PP y Vox, que están haciendo de la sobreactuación su manera de hacer política, es una oportunidad para construir una imagen de resistencia; de alternativa. Un “yo o el caos” de manual. Frente al ataque de la derecha y la ultraderecha: Sánchez. No es la primera vez que lo hace. De hecho, lleva funcionando varios años esta estrategia. La obsesión del PP de Feijóo con Sánchez podría ser su mayor perdición, como ya ocurrió el 23J. Que los votantes de su partido odien al presidente del Gobierno no significa que lo haga el resto de la sociedad. Son ocho millones de votantes, pero en España hay muchos más.
La desmovilización de la izquierda: una piedra muy pesada, como en el mito de Sísifo
La izquierda es su peor enemigo, tanto en el caso del PSOE como de Sumar. En el caso de los socialistas, por la desmovilización; en el caso de Sumar, por su tendencia a la fragmentación. En España, no sólo hay una desventaja por las particularidades del sistema electoral —que tiene un sesgo que favorece a la España rural, y de carácter conservador, frente a la urbana—, sino por el carácter autodestructivo de la izquierda, cuyos votantes siempre han sido mucho más exigentes con sus líderes que en el caso de sus rivales.
Por ello, y para poder sobrevivir, el PSOE debe ser capaz de evitar la fuga de votantes hacia la abstención, que ya resulta un problema para ellos. En estos momentos, estarían perdiendo algo más de 600.000 votos hacia la abstención, mientras que sólo recibirían 200.000 de ella. Un saldo negativo de 400.000 votos que no pueden permitirse. La izquierda está mucho más desmovilizada que la derecha. Y esto, teniendo en cuenta que la diferencia entre el PP y el PSOE el 23J fue de sólo 300.000 votos, es fundamental. No es tan importante convencer al contrario, como movilizar al propio. En las próximas elecciones, el Gobierno se decidirá por unos cientos de miles de votos.
Capitalizar la crisis de la izquierda sin caer en la sobreactuación: un reto para el PP y Vox
El PP y Vox han percibido la debilidad del PSOE, lanzando una ofensiva total contra Sánchez y el Gobierno: política, mediática e, incluso, en las calles. Todo ello, a pesar de que su capacidad de convocatoria no está en su mejor momento: no se puede mantener a un electorado hipermovilizado durante tanto tiempo. Además, su única opción: la moción de censura, está en manos de Junts y el PNV, que no irán a ningún lado de la mano de Vox. Y la ofensiva mediática, que lleva en marcha desde el primer momento en el que Sánchez desalojó a Rajoy del Gobierno en 2018, pero sin ningún resultado.
Los partidos del Gobierno de coalición perderían por su inacción. El PSOE de Sánchez, en un 30% más que insuficiente, es el partido que más votantes envía a la abstención
No se puede vivir en una constante hipérbole. A la larga, eso ha desmotivado a los votantes de ambos partidos, pues el fin del Gobierno de Sánchez, profetizado antes del 23J y, a pesar de todo, después, nunca llegó. Esto ha desgastado enormemente a Feijóo, cuya exposición ha sido máxima, pero también a Abascal. Esta es una de las principales razones por las que Ayuso se erige como alternativa: por la incapacidad de Feijóo y Abascal, que desaprovecharon su oportunidad.
Es por ello que Feijóo, si quiere llegar al Gobierno, tendría que hacer bandera de la prudencia, no de la estridencia. Para eso ya está Vox, que no puede permitirse lo contrario. Su problema es que su rival no es Sánchez, es Ayuso. Feijóo se encuentra entre la espada y la pared. Por un lado, con la necesidad de plantear una alternativa que sea creíble a Sánchez, y por el otro, la presión de una líder que sí que funciona en la hipérbole. De ahí la importancia de la batalla soterrada que se está jugando de cara a su Congreso Nacional. Todo ello, mientras el Gobierno sufre para sobrevivir.