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Tras el final de la guerra de Corea (1950-1953), el conflicto entre el norte ─de orientación marxista-leninista (juche) y aliado de la Unión Soviética─ y el sur ─de orientación liberal y aliado de Estados Unidos─ quedó congelado. De hecho, la pugna entre Corea del Norte y el eje Washington-Seúl sigue en stand by en la actualidad, mostrando mayores o menores tendencias al descongelamiento en función de numerosas variables políticas, militares, diplomáticas y económicas. Desde la década de los años noventa, los debates sobre la región han estado marcados por un elemento decisivo: la proliferación nuclear.
El programa norcoreano
En la actualidad, Corea del Norte cuenta con un programa nuclear considerablemente eficaz en términos de disuasión, no solo por sus dimensiones sino por el invariable discurso de Pyongyang al respecto, según el cual están dispuestos a emplear sus armas en caso de ver amenazado su territorio. El programa comprende las tres fases necesarias para la tenencia de armamento nuclear: la producción del combustible, el ensamblaje de la bomba y la fabricación de los sistemas de lanzamiento. En torno al Centro de Investigación Científica de Yongbyon, fundado en la década de los sesenta con ayuda de la URSS, se desarrolla la primera fase, generándose el plutonio que “nutre” las bombas norcoreanas.
Por otro lado, Pyongyang también emplea uranio altamente enriquecido, estimándose alrededor de cuatro millones de toneladas de este en minas a lo largo de su suelo nacional. El investigador Siegfried Hecker, quien fue invitado a las instalaciones a inicios del siglo XXI, postula que el país tiene la capacidad para producir alrededor de diez bombas de plutonio y entre cuarenta y sesenta bombas de uranio enriquecido; simultáneamente, Corea del Norte realiza probatorias y desfiles con sus distintos proyectiles balísticos intercontinentales (ICBM) que constatan la efectiva capacidad de la industria militar norcoreana.
Ciertamente, el elemento nuclear estaba ya presente en la península desde que Washington penetró en el sur de Corea ─lugar del que, por otra parte, nunca se marchó. Sin embargo, el asunto cobró relevancia cuando el norte comenzó a desarrollar su propio armamento autónoma y secretamente, por cuanto elevó el status de la península al de un escenario de riesgo de guerra nuclear. Durante la década de los noventa, Pyongyang sostuvo una ambivalencia y un secretismo en relación a su estatus nuclear que, a la larga, fueron decisivos, por cuanto le permitieron dar los primeros pasos de su programa sin que Estados Unidos y sus aliados iniciasen una ofensiva contra el país para detenerlo.
Kim Jong-un ha perseverado en la vía nuclear desde su llegada al gobierno en 2011, a punto tal que afirmó que el país había logrado dotarse de armamento termonuclear
En diciembre del año 2002, fueron expulsados del país los inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) y, en enero de 2003, Corea del Norte abandonó definitivamente el Tratado de No Proliferación. En este punto ya no había marcha atrás: Pyongyang había optado por el desarrollo autónomo de su armamento nuclear como herramienta de persuasión y frente a la eventualidad de una agresión militar estadounidense, a pesar del escenario de sanciones y aislamiento internacional que se abría inevitablemente para el país.
Ya desde los años de gobierno de Kim Il-sung (1948-1994), Corea del Norte dio una considerable importancia a preservar y mejorar sus capacidades militares para la “autodefensa antiimperialista”, aunque esta perspectiva alcanzó una nueva dimensión durante el período de Kim Jong-il (1994-2011), quien desarrolló la doctrina songun (선군정치) de prioridad militar. Disuelto el bloque soviético, con una China transitando un período de acercamiento relativo a Occidente y con unos Estados Unidos particularmente agresivos en regiones como Oriente Medio, Kim Jong-il diagnosticó lo siguiente: “la confrontación entre nosotros y los imperialistas es un duelo de fuerzas y el frente militar antiimperialista se ha convertido en el frente principal de nuestra revolución, en su vía respiratoria número uno, que decidirá la existencia del país, la nación y el socialismo”.
Fue en aquellos años de especial militarización en los que Pyongyang apostó por la vía nuclear, convencidos de que la enorme capacidad destructiva del armamento y la posibilidad de alcanzar suelo estadounidense habrían de ejercer una persuasión suficiente para evitar la agresión de Washington a través del sur. De hecho, Kim Jong-un ha perseverado en la vía nuclear desde su llegada al gobierno en 2011, a punto tal que afirmó que el país había logrado dotarse de armamento termonuclear (bombas de hidrógeno).
Más allá de ciertos cambios centrados en el campo económico, lo cierto es que Kim Jong-un ha conservado el militarismo y la doctrina de la autodefensa, en parte porque Corea del Norte no encuentra motivos de peso para dar marcha atrás y apostar por la desnuclearización. Estados Unidos no ofrece ni la retirada de sus tropas del sur ni una vía clara para la reunificación de las dos Coreas; es más, ni siquiera postula desnuclearizar totalmente la península, sino que exige a Pyongyang que abandone la senda nuclear de manera unilateral al tiempo que Seúl continúa bajo el paraguas nuclear estadounidense, siendo este un planteo que no está encima de la mesa en el norte, consciente no solo de su debilidad relativa en el campo de batalla, sino también de la voluntad de Washington de seguir impulsando su presencia en Asia-Pacífico.
La presencia estadounidense
Estados Unidos ha logrado sostener una presencia ininterrumpida en la península de Corea a través de su jerarquizada alianza con Seúl, que se desarrolló durante la segunda mitad del siglo XX como una suerte de estado con soberanía limitada penetrado militarmente por Washington. Mediante instituciones como el Comando de las Naciones Unidas, el ROK/US Combined Forces Command (CFC) y el United States Forces Korea (USFK), EE.UU. ha logrado conservar un importante grado de dominio sobre la política exterior y, en particular, sobre la estructura militar de Corea del Sur, que persiste en la actualidad.
Seúl se encuentra bajo el paraguas nuclear estadounidense, a pesar de sendos debates al respecto durante el gobierno del actual presidente Yoon Suk-yeol. Para Estados Unidos, preservar el dominio nuclear de Corea del Sur es determinante: si lograsen un desarrollo autónomo de sus capacidades en este campo, Washington difícilmente podría condicionar la política exterior del país en la medida en la que lo hace actualmente. En este sentido, el atlantismo en su conjunto y la Casa Blanca en particular rechazaron frontalmente las perspectivas surcoreanas de dotarse de armamento nuclear propio.
Análisis
Corea del Norte Guía básica para comprender Corea del Norte
En concreto, Seúl acepta el liderazgo nuclear norteamericano y apoya la distribución estratégica de las ojivas nucleares en numerosos estados aliados, a pesar de que la península de Corea no las alberga desde el año 1991. No obstante, se encuentra bajo la “protección” estadounidense, lo que obligaría a Washington a responder proporcionalmente contra Corea del Norte si este lanzase un ataque nuclear contra el sur. Así, realmente Corea estuvo “nuclearizada” desde el momento de su partición, en el sentido de que Estados Unidos siempre sostuvo a la parte sur bajo su paraguas nuclear, tal como lo hizo Moscú en relación al norte a lo largo de la Guerra Fría. La proliferación nuclear norteña no trajo el asunto a la península, sino que lo complejizó, elevándolo al estatus de escenario de guerra nuclear (termonuclear, según Pyongyang).
El principal argumento norcoreano para defender su tenencia y desarrollo de armamento de estas características es que, de lo contrario, probablemente se produciría una invasión estadounidense desde el sur que buscaría poner fin a la inconclusa guerra civil coreana mediante una reunificación por la fuerza que eliminase militar, política e ideológicamente al norte ─es decir, al Partido del Trabajo, a la familia Kim y a toda la infraestructura del socialismo juche. Ciertamente, la idea de que Washington pudiera optar por una “solución” bélica a la partición de Corea no es descabellada a la luz del accionar estadounidense tras la Segunda Guerra Mundial. Probablemente, este hubiera sido un desarrollo lógico de los acontecimientos en la primera década del siglo XXI, cuando ni China ni Rusia se encontraban proclives a resistir una avanzada norteamericana en una Corea que, todo sea dicho, hace frontera con ambas potencias.
Como sea, las perspectivas para la desnuclearización de la península de Corea no son en absoluto favorables. La exigencia estadounidense del “you give me all, I give you nothing” es inaceptable para una Corea del Norte que solo aceptaría una desnuclearización unilateral en el escasamente probable escenario de un cambio político interno. El Partido del Trabajo, monolíticamente favorable a la doctrina songun y con una férrea alianza con los sectores militares del país, no renunciará al elemento disuasorio que, hasta el momento, ha posibilitado la supervivencia del sistema norcoreano y de sus estructuras de poder. Corea del Sur podría destrabar las negociaciones, aunque los gobiernos pro-diplomacia han mostrado severas limitaciones como consecuencia de su ineludible subordinación a los lineamientos estratégicos de Washington. Como cuadratura, ni Trump ni Biden parecen diferir con respecto a la región y Corea del Sur, por su parte, no irá a las urnas para cambiar su gobierno hasta 2027.
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Me parece extraño que no se mencione en el artículo el acuerdo que tenía EEUU con Corea del Norte que tenía como condición que Corea del Norte se comprometía a no desarrollar armamento nuclear a cambio de recibir ayudas económicas para deshacer los daños de las sanciones a las que ha estado sometida desde el "fin" de la guerra de Corea. Los Republicanos en EEUU sabotearon el acuerdo y el gobierno de George W Bush decidió romperlo por completo. Muy similar a la situación con Irán, donde el gobierno de Obama había llegado a un acuerdo de mandar apoyos económicos a cambio de que no desarrollaran armas nucleares, y Trump rompió el tratado. Todo el rato los gringos sabotean sus propios intentos de mantener algún tipo de paz a base de resolver sus conflictos con diplomacia en vez de guerra.
Esque los propios estadounidenses necesitan de ese conflicto y tensión perpetua, para así asegurarse en control de Corea del Sur y beneficiar a su complejo militar-industrial.