Opinión
Dos ratas peleando por un churro (o por qué España descentraliza mal)

Hay cientos de instituciones públicas de índoles muy diversas con las que descentralizar, pero el poder sigue estando en Madrid.
Dos ratas peleando por un churro
Dos ratas peleando por un churro.
10 dic 2022 07:00

Si conoces el meme al que alude el título de este artículo, puedes saltarte el primer párrafo. Si no lo conoces (porque probablemente tengas más años que un bosque), quédate a leerlo pues la metáfora es importante para entender el asunto. Creo.

Hay un famoso meme en internet al que se le conoce con el título de este artículo. El meme no es más que la captura de pantalla (pixelada y mal recortada, de tantas y tantas veces que se reenvía por Internet) de un vídeo de youtube con el mismo nombre, en el que dos ratitas se disputan un churro de pan. Esta escena tan cute a la par que excéntrica, que tiene varios años y lleva casi 4 millones de reproducciones, es acompañada por la canción Numb, de Linkin Park. Vamos, el meme es literalmente lo que pone el título del vídeo y se utiliza cuando dos o más personas se pelean por algo que, en realidad, no es más que una miseria.

En esta metáfora se ha convertido la bronca de la descentralización a raíz de la asignación de la Agencia Espacial a la ciudad de Sevilla y la de Inteligencia Artificial para A Coruña. El resto de ciudades, alcaldes y otros políticos mediante, pero también con mucha ciudadanía hasta arriba de antorchas, se han quejado mucho de tales decisiones tomadas por el gobierno central. Y es que las candidatas que no han sido seleccionadas han visto pasar el tren del progreso y de la creación de puestos de trabajo por delante de sus narices (por cierto, en muchos casos el único tren que pueden ver por culpa del pésimo trazado ferrioviario que tenemos en España).

En Andalucía, la derrota la ha sentido Granada, que aunque disputaba la Agencia de IA que ganaron los gallegos, no han dejado de “saltar” contra los sevillanos. Y es que era poco probable que una comunidad autónoma se llevara ambos premios, más teniendo en cuenta que, méritos aparte, esto era una asignación a dedo que pretendía repartir. Nunca llueve a gusto de todos, y eso que llevaba mucho sin llover por la mitad sur de la península, y también los leoneses, turolenses, tinerfeños, abulenses, murcianos.. y demás materia prima de lo que llaman “España vaciada” se han cogido un mosqueo tal que el Gobierno central se estará arrepintiendo de haber sacado algo de Madrid para llevarlo a otros sitios. “La próxima vez en Chamberí y punto pelota”, estará pensando ahora Pedro el guapo que ya se está arrepintiendo del efecto rebote de este atisbo de descentralización con tintes de propaganda previo a las elecciones municipales. Y es que si dos ciudades han acabado contentas (Sevilla y A Coruña donde, por cierto, en ambas gobierna el PSOE), otras treinta y tantas están ahora hechas una furia. Claro, si para optar a estos institutos hay que tener aeropuerto con conexiones internacionales, una estación de AVE y chorrocientos hoteles de postín, la descentralización pinta complicada y, la despoblación, ni te cuento. Además, repartir 2 entre 17 da a 0 coma muchos decimales, cosa difícil de materializar cuando se trata de edificios, oficinas, sedes, chiringuitos y movidas del palo.

Volcar las frustaciones contra las ciudades agraciadas es como criticar a tu vecina del quinto cuando le toca un quinto premio en la Lotería o mirar mal a tu compi del curro porque le han ascendido

Volcar las frustaciones contra las ciudades agraciadas es como criticar a tu vecina del quinto cuando le toca un quinto premio en la Lotería o mirar mal a tu compi del curro porque le han ascendido. El problema es que no haya igualdad en el reparto territorial de la riqueza (ni reparto de riqueza en general, de hecho), no que una u otra ciudad haya salido “victoriosa”. Un sevillano te podrá decir que, desde la Expo del 92, la ciudad no ha recibido ni un duro para infraestructuras y que acumula a los barrios más pobres de España; y es verdad. Otro de Badajoz, que allí no hubo ni Expo ni inversiones, ni en el 92 ni en el 82, y también es verdad. Comparar las miserias de cada uno y medirnos en torno a ellas es volver a la manida lucha del último contra el penúltimo, cuyas consecuencias son siempre apuntar mal al objetivo y no llegar nunca a la raíz del problema. Tus horarios de mierda en el trabajo o que tu jefe no te suba el sueldo con el IPC tiene unas raíces profundas y, a veces, difíciles de ver, pero desde luego ni tu vecina del quinto ni tu compi del curro son los culpables. Teruel merece más inversiones, pero A Coruña también. Granada requiere de más puestos de trabajo al igual que Sevilla.

Hay cientos de instituciones públicas de índoles muy diversas con las que descentralizar, pero el poder sigue estando en Madrid, ciudad en la que nunca se pone el sol de las inversiones. Además de las decisiones políticas que han centralizado todo el aparato del Estado y sus múltiples brazos en la capital, no hay que olvidar el hecho de que toda su comunidad ejerce un peligroso dumping fiscal que repercute en el conjunto del territorio, haciendo de nuestro país un universo que se descompone por su centro gravcitacional, el gran agujero negro que chupa inversiones e instituciones, pero también lo que el capital llama mano de obra y no son más (ni menos) que tus colegas emigrando al palacio del reino para conseguir trabajo a cambio de alquileres a mil euros, el musical del Rey León y una ración de bravas congeladas por un precio de dos cifras. Los romanos fueron más listos construyendo sus calzadas, pero ahora un valenciano que quiere ir a Andalucía en tren tiene que pasar por Madrid, cosa estúpida teniendo como tenemos desde hace miles de años una cosa llamada Mar Mediterráneo alrededor del cual llevan surgiendo civilizaciones y riquezas otros tantos miles. En lugar del corredor del Mediterráneo levantamos el corredor de la muerte, el que te obliga a marchar a buscar trabajo a una ciudad masificada, que va demasiado deprisa, que está ultra contaminada y con unos servicios públicos en declive y que parece, en definitiva, el enésimo experimento de la Escuela de Chicago.

Este primer intento de descentralizar se ha quedado en un quiero y no puedo porque precisamente el error está en intentar descentralizar las nuevas movidas que se inventan en lugar de hacerlo con las que ya existen

Este primer intento de descentralizar se ha quedado en un quiero y no puedo porque precisamente el error está en intentar descentralizar las nuevas movidas que se inventan en lugar de hacerlo con las que ya existen. No nos engañemos. ¿Por qué el Congreso está en Madrid, el Senado está en Madrid, el Tribunal Supremo está en Madrid y la Audiencia Nacional no está demolida? (esto último es propaganda con calzador, lo reconozco) ¿Por qué la mayoría de museos nacionales están en Madrid (incluyendo el Museo Naval...)? Así podríamos seguir hasta el infinito.

Un primer paso para descentralizar de verdad sería montar una red ferroviaria en condiciones por todo el Estado, con trenes dignos (hola Adif), precios asumibles (hola Adif) y velocidades también dignas (de nuevo, hola Adif). No hace falta un AVE en cada pueblo, lo que sí necesitamos es que el Media Distancia llegue a todos los rincones de España. Entonces será más fácil llevarse el Senado a, qué sé yo, Cáceres o Palencia, para que sus señorías gasten sus dietas en los baretos locales, los hoteles se llenen de asesores y las ediciones locales de los periódicos dejen de cerrar.

En definitiva, no seas como las ratas del meme. No te enfades con el vecino que está igual de hambriento que tú. Ve al puesto de churros, al tipo que los tiene todos y no los comparte. Arráncale una bolsa de cuajo, reparte con tus amigas ratas y hunde a ese centro gravitacional que se funda sobre los mayores horrores del siglo XXI: neoliberalismo extremo, servicios públicos de mierda, un aire irrespirable y el chulo del colegio que se muere de risa cuando le da un balonazo en la cara a un chiquillo.

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