Antiespecismo
Primer plato: sufrimiento animal

El movimiento Animal Save busca la transición alimentaria frente a las macrogranjas y mataderos, que sacrifican 95 millones de animales al año en el País Valencià.

cerdos macrogranjas
Uno de los cerdos a la espera de entrar en el matadero Margarita Mecho

Es la una de la madrugada en un polígono industrial de Torrent, València. La calle está desierta, salvo por un grupo de 17 chicos y chicas, ataviados con gorros, guantes y bufandas, que forman un corro a la luz de una farola. Se presentan los unos a los otros, y antes de salir, una persona que porta un chaleco reflectante dice al grupo: “Mucha gente no ha vuelto a comer carne después de venir aquí”. Tal y como describe Guillermo Martínez, uno de los coordinadores del movimiento València Animal Save, van a ser testigos de la crueldad que se aplica en los mataderos. Se van a despedir de los animales.

Tras dejar los coches, llegan a una de las naves industriales del polígono, donde se sacrifican decenas de miles de cerdos cada noche para consumo humano. Entre los participantes en esta “vigilia vegana” se cuentan desde fundadoras de la plataforma hasta recién llegadas, tanto veganas y vegetarianas, como gente que todavía no ha dado ese paso y deciden informarse de primera mano.

Todos coinciden en querer encontrar ese “relleno de narrativa”, porque uno de los triunfos de la industria cárnica es el monopolio del relato. La gran mayoría de consumidores no conocen qué es lo que pasa entre un animal vivo y el trozo de carne en bandeja de plástico del supermercado. València Animal Save, un movimiento con apenas dos años de vida busca rebelarse contra este dominio, que se conozca cuáles son las condiciones del animal una vez sube al camión, de camino al matadero.

Quieren encontrar ese “relleno de narrativa”, porque uno de los triunfos de la industria cárnica es el monopolio del relato
Antiespecismo
Así es la vida de los cerdos explotados por su carne
Jaulas tan estrechas que impiden a las cerdas darse la vuelta; lechones a los que se mutila la cola y se castra de forma rutinaria sin anestesia.

Es un movimiento muy reciente. Tanto que su origen está en 2015, cuando Anita Kranjic, una animalista de Toronto, empezó a protestar ante uno de los mataderos de la ciudad canadiense. Paraba los camiones y dedicaba diez minutos a tranquilizar, acariciar e hidratar a los cerdos antes de su fatal desenlace. Se despedía de ellos. Cinco años después, y con un juicio que se viralizó de por medio, el movimiento se ha hecho global y cuenta con 600 grupos a nivel mundial. Así, The Save Movement es una ONG que se encarga de acompañar a los animales que van en los camiones hacia las bandejas de plástico del supermercado, sean vacas, cerdos o gallinas.

Julia Eliezalde, una de las fundadoras de València Animal Save explica que tratan de lanzar un mensaje muy contundente: “Pensamos que cuanto menos es lógico decir que los animales no son recursos”, resume. “Por eso estamos presentes en sitios donde van a asesinar a miles de cerdos cada día, para señalar que se trata de una industria que opera como si fuesen muebles. Hay que decirle a la gente que los animales no deberían ser propiedades de una empresa”. Desde el colectivo aseguran que la situación es urgente: “La explotación animal está tan normalizada que no podemos ir con medias tintas diciendo ‘mira que rico esto que es vegano’. No; vamos con un discurso antiespecista, no sobre alimentos”, concluye Eliezalde.

Ganadería
La realidad de las macrogranjas
La expansión de la ganadería porcina intensiva en España se ha intensificado en el último lustro.

Cerca del matadero hay un par de camiones parados de color gris que cargan porcino. Un par de chicos se preparan y sacan un bidón de agua con una manguera y una bomba de achique manual, para dar de beber a los animales. “Les damos agua pero intentamos mojarles solo el hocico para que no pasen frío”, cuentan. Incluso tienen luces rojas y verdes especialmente elegidas para no molestar la vista del ganado. La caja del camión tiene tres pisos con seis compartimentos separados en cada uno. Allí los cerdos están literalmente amontonados, en celdas de dos metros, que dan cabida a unos cinco animales de más de cien kilos. Todos se tocan y apenas pueden moverse porque no tienen espacio.

La gran mayoría de los que están allí se limitan a mirar dentro del camión, mientras algunas personas acarician a los animales. Muchos no han visto nunca una cabeza de ganado en esas condiciones, a las puertas del matadero. Tres chicas sacan su móvil y comienzan a registrar el momento, una de ellas retransmite en directo por Instagram. Apunta su teléfono al interior del camión y empieza a explicar a sus seguidores que se trata de cerdos de apenas cinco meses, que tras ser engordados en tiempo récord, van a ser sacrificados.

Las redes sociales han sido una herramienta clave para el triunfo del movimiento a nivel global

Las redes sociales han sido una herramienta clave para el triunfo del movimiento a nivel global, como muestra la viralización de las imágenes de Anita Kranjic dando de beber a los cerdos en Toronto. La propia Eliezalde, de hecho, confiesa que conoció la plataforma a través de Instagram. “Ahí empecé a informarme, a seguir a gente, ver vídeos, descubrí qué eran las vigilias y vi que no había nada parecido en España”. Eliezalde fundó con dieciocho años una de las primeras plataformas en nuestro país, junto a Barcelona, Málaga y Madrid.

Hoy en día hay más de treinta plataformas solo en la península. “Ahora mismo es más fácil que la gente se una porque hemos logrado establecer una base. Pero recuerdo que empecé comentándoselo a la única persona vegana que conocía y al principio íbamos a las vigilias cuatro personas, pero fuimos avanzando, compartiendo por redes sociales y hubo medios de comunicación que se interesaron y nos permitieron crear bastante comunidad antiespecista, que es algo de lo que estamos muy orgullosas”, cuenta.

Un activista acarona els animals a les caixes del camió
Una activista acaricia los animales en las cajas del camión Margarita Mecho

En su coche, de camino a la vigilia, Martínez comenta que decidió dar el paso hacia el veganismo a los 16 años, gracias en parte a documentales en plataformas de pago. Javier, desde el asiento del copiloto, afirma que él también tuvo un cambio emocional tras ver Earthlings, Dominion, o Cowspiracy, entre otros.

En el matadero, la mayoría de asistentes afirman haber tenido una historia parecida. La propia Eliezalde apostilla: “En realidad es la manera en la que se informa nuestra generación. Un contenido disponible en una plataforma como HBO o Netflix va a llegar a mucha más gente que si publicas un artículo o un libro”, explica. “El movimiento partía de cero, hace años no existía la plataforma ni asambleas. Creo que si ha pegado tan fuerte en esta generación es porque tenemos un acceso muy rápido a ver lo que es la explotación animal”.

EL MORDISCO AMBIENTAL DE LAS MACROGRANJAS

Aunque las vigilias en mataderos es la parte más visible del movimiento, éste también se focaliza en el problema de fondo. Las activistas de València Animal Save se han integrado recientemente, junto a Fridays For Future y más asociaciones ecologistas, a la campaña “Macrogranjas no”. Denuncian que estas explotaciones “someten a millones de animales a tratos indignos e innecesarios, ponen en peligro ecosistemas y aguas a la par que emiten una cantidad ingente de gases contaminantes y acidifican el suelo, además de ser fuentes de malestar general por el olor, la falta de salubridad, el ruido y el impacto visual”.

Según Eliezalde la palabra “macrogranja” es un término que se ha popularizado en España para referirse a explotaciones de ganadería intensiva especialmente dañinas por su gran tamaño y que requieren una autorización ambiental por su gran impacto ecológico. Unos establecimientos que pueden tener capacidad para 40.000 pollos o 2.500 cerdos. “Es alucinante que el Ministerio, que en sus propios informes colabora con la asociación del porcino español y están influenciados por el sector cárnico, diga que el impacto ambiental de las macrogranjas es ‘desmedido’”, señala.

El impacto ecológico de las macrogranjas crece, y cada año se produce más carne de esta manera. Según los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, en 2018 se sacrificaron un total de 95 millones de animales en mataderos del País Valencià. Es el cuarto territorio en el conjunto del Estado donde más animales se utilizaron para consumo humano. En España se sacrificaron 904 millones de animales en todo el año, una cifra que no ha parado de subir desde el último lustro.

En España se sacrificaron 904 millones de animales en todo el año, una cifra que no ha parado de subir desde el último lustro

Las macrogranjas, además, se están llevando por delante el modelo tradicional de explotaciones familiares, al mismo tiempo que, año tras año, baten récords de producción. El modelo ya es el dominante a nivel nacional; casi dos tercios del porcino y cerca del 60% de las aves crecen en macrogranjas, mientras que uno de cada cuatro cerdos que viven en Europa son sacrificados en España. La península se va convirtiendo año a año en el establo de Europa; de hecho, nuestro país produce ya el triple de carne que consumen sus habitantes.

David Hammerstein, ecologista y ex eurodiputado por Los Verdes apunta en este sentido que “las macrogranjas son un ejemplo de criminalidad climática y contra el bienestar animal”. Además, apunta, muestran cómo los países del norte han externalizado su producción: “Antes Dinamarca y Holanda, entre otros, estaban llenos de granjas de cerdos; ahora han deslocalizado gran parte de su producción a España y a otros países del sur de Europa”, explica. “Una de las consecuencias es que ya somos el principal país de la Unión Europea de dumping ecológico con purines”.

En el País Valencià las exportaciones porcinas gastan más de nueve millones de litros de agua al día, lo que equivale a 1.400 piscinas olímpicas

A nivel ambiental, las macrogranjas de aves o cerdos son culpables de la mayoría de focos contaminantes en la península, sobre todo debido a los niveles de nitratos en el agua por el vertido de purines, según datos del Ministerio de Fomento. Además, la Agencia Europea de Medio Ambiente señala que estas instalaciones son responsables de más del 80% de las emisiones de amoníaco y del 60% de emisiones de metano —un gas cuya molécula equivale a 21 moléculas de CO2— a la atmósfera.

Concretamente en el País Valencià, las exportaciones porcinas gastan más de nueve millones de litros de agua al día, lo que equivale a 1.400 piscinas olímpicas y generan cada año 2,5 millones de metros cúbicos de purines, similar a la capacidad completa del Camp Nou. En el caso de los pollos de engorde, una explotación de 70.000 animales consume al año cinco millones de litros de agua. 

PROTESTA EN LA DESPEDIDA

Son altas horas de la madrugada. Los camiones han entrado al recinto y de fondo se escuchan los chillidos de los cerdos a su entrada al matadero. Lidia y Yara cuentan las impresiones de su primera vigilia. “Estábamos mentalizadas antes de venir, sabíamos que no era agradable”, dice Yara. “Es el hecho de ser testigo, ver la situación que viven y saber que es la última vez que entran a un sitio con vida. Realmente despides a los animales”, explica Lidia.

Yara, que confiesa no ser vegetariana ni vegana, afirma que está allí para concienciarse. “Quería ver la realidad con mis propios ojos, y a partir de ahí decidir. Pero para mí era importante vivirlo en primera persona porque pienso que, a nivel emocional, lo que puedes llegar a sentir es completamente diferente”.

Por este motivo, València Animal Save, por encima de la labor de concienciación, persigue una meta política. “Nuestro objetivo es acabar con la explotación de los animales mal considerados de granja, de cara a conseguir una transición alimentaria”, resume Eliezalde. Lo enfocan de este modo, explica, “porque es la mayor fuente de explotación que existe hacia los animales”.

“Si comparamos cifras, cada año hay 300.000 perros abandonados en España, son muchísimos y ojalá no fuera ninguno, pero un matadero puede matar en dos días esa cantidad de aves. Es mucho más sistémico y ni siquiera está mal considerado por la gente, además de ser una de las industrias más potentes que hay en España. Por eso perseguimos que todas sus vertientes, ganadería y pesca, se vayan reduciendo hasta su desaparición total”, apunta Eliezalde.

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La plataforma, junto a más organizaciones ecologistas, ya se ha reunido con Conselleria para tratar de influir en la futura nueva ley de Cambio Climático que el ejecutivo valenciano tiene entre manos. Entre sus propuestas destaca la petición de una moratoria para que no se aprueben más explotaciones ganaderas intensivas —hay proyectadas ocho de cara al próximo año— en el País Valencià. Pese a ello, indica Eliezalde, no son optimistas. “En la primera reunión notamos la enorme inacción política que hay entorno a la emergencia climática, porque sí es cierto que le han añadido la coletilla de ‘emergencia’, pero la Administración no tiene prisa por ningún lado”, señala.

Los camioneros ya se han ido de Torrent y el grupo ha dejado el matadero. Se vuelven a colocar en círculo, una vez más, bajo la luz de la misma farola. Los chicos hablan de sus sensaciones durante la vigilia. La palabra que más se repite es “impotencia”. “Puedes compartir un rato con ellos, darles agua en incluso tocarles, lo que quieras, pero no puedes evitar el fin y lo tienes delante de tus narices. Te sientes fatal. Piensas ‘estoy a un metro de ti pero no puedo hacer nada’. Es una despedida…”, concluye Lidia.

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