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Argentina
Claudio Katz: “Milei es es la aplicación extrema de la doctrina del shock”
Claudio Katz es economista, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), profesor de la Universidad de Buenos Aires, miembro de Economistas de Izquierda y activista de derechos humanos. Katz publica en medios de Argentina, México y Brasil, y es autor de numerosos textos que interpretan el capitalismo actual y la crisis económica global. En esta entrevista analiza el particular momento que vive Argentina con el gobierno del ultraderechista Javier Milei.
¿Cuál es la estrategia qué reconoces detrás del plan de gobierno de Javier Milei? Hay quienes apuntan a que se trata de la doctrina del shock, es decir, abordar todo al mismo tiempo, apabullar y ver que queda…
Sí, es exactamente la aplicación extrema de la doctrina del shock. Apuntan a crear una presidencia firme y sólida, y un gobierno de tipo autoritario, que imponga cambios de largo plazo, pero lo que se ve es que eso no está funcionando. La idea de Milei, de entrar como una fuerza avasalladora, y una motosierra, ya enfrentó un fracaso fulminante con la caída de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados. Uno de los dos instrumentos con los que pretende llevar adelante su estrategia, y cambiar la estructura económico social de las últimas décadas, quedó pulverizado. Es un gobierno que lo busca todo, pero que tiene muy poca capacidad para lograrlo.
La idea de Milei, de entrar como una fuerza avasalladora, y una motosierra, ya enfrentó un fracaso fulminante con la caída de la Ley Ómnibus en la Cámara de Diputados
¿Cómo ves la reacción de la calle a todo lo que viene pasando?
Lo veo muy conectado con el resultado de este fracaso de Milei con la ley Ómnibus, que para mí tuvo dos determinantes: el Parlamento y la calle. El Parlamento, porque no se pudo poner de acuerdo con los gobernadores acerca de cómo distribuir el ajuste, porque él quería fundir a las provincias, dejarlas sin dinero y marginarlas de todos los negocios de las privatizaciones. Y el otro gran condicionante fue el resultado del paro y la movilización del 24 de enero. Creo que lo que pasó en el Congreso estuvo determinado por el resultado de la movilización, que fue masiva y tuvo una gran repercusión política. Diría, incluso, que, con pocos precedentes, porque fue una protesta después de los primeros 45 días de gobierno, en plenas vacaciones de verano, con muchísimo calor y, aun así, fue enorme. Además de las organizaciones sindicales, hubo una gran participación juvenil, barrial, cultural, y volvió a notarse que el movimiento obrero organizado tiene una potencia abrumadora, y que, cuando interviene, demuestra porque fue el protagonista de las grandes batallas populares. Por otro lado, el protocolo antipiquete de [la ministra de Seguridad] Bullrich fue una y otra vez desbordado. Mientras en el Congreso se debatía la ley Ómnibus, ella se largó a una verdadera cacería de personas que protestaban en la plaza, pero no logró su objetivo, que es impedir las movilizaciones. Las movilizaciones son muy pujantes, y hay una conciencia bastante generalizada de que la lucha recién empieza y que esto va para largo.
¿Cómo ves el rol de la CGT en todo este entramado?
La CGT ha cambiado un poco de actitud, hicieron ese gran paro, y esa gran movilización, pero en el momento en el que hay que generar un plan de lucha congelan la acción. No se trata sólo de que la Ley Ómnibus no camine, sino poner fin a este plan de guerra que está pulverizando los salarios y las jubilaciones. Ahí la CGT vuelve a la política tradicional de conciliación, pero también es cierto que hubo un cierto cambio de actitud con la inédita presencia de las Madres de Plaza de Mayo en el escenario, y como oradoras, el 24E, los plenarios regionales, etc. Entonces, no solo la movilización desborda ese principio absurdo [recogido en las leyes represivas de Bullrich] de que no se puede marchar en la calle, o esa tonta idea de que si hay tres personas reunidas es una asamblea, sino que además hay jueces como Sebastián Casanello, que empiezan a intervenir con medidas cautelares, poniendo de relieve el carácter abiertamente anticonstitucional del protocolo Bullrich.
El voto a Milei es un voto de castigo al desengaño generado por gobiernos autodenominados progresistas, que convalidan el statu quo y no modifican las condiciones de vida de la población
Muchos sostienen que el triunfo de Milei es no tanto un voto a una ultraderecha autoritaria, sino un voto castigo hacia quienes no han sabido hacer bien las cosas cuando les tocó ser gobierno.
Estoy totalmente de acuerdo, en el voto a Milei pesan dos o tres fenómenos convergentes. El primero, es un voto de castigo al desengaño generado por gobiernos autodenominados progresistas, que convalidan el statu quo y no modifican las condiciones de vida de la población. En el caso de Alberto Fernández, fue un gobierno incapaz, impotente y paralizado, al que, desde un primer momento, la derecha le torció el brazo. Se lo torció, desde el momento en que le impuso condiciones para no expropiar Vicentín [conglomerado industrial de productos primarios de exportación], y lo indujo a que legitimara el acuerdo con el FMI. De hecho, le impusieron un ajuste donde se consolidó un escenario argentino de alta inflación, y de un trabajador formal pobre. Eso condujo a un desencanto que fue canalizado por otra derecha, aunque el desencanto nos explica el voto castigo, y no hacia quién va ese voto.
¿Y qué es lo que explica ese voto?
El voto castigo hacia la ultraderecha es una tendencia mundial; y, en el caso específico de Milei, desarrolló dos o tres lemas muy singulares que captaron la adhesión del sector popular más informal. Uno es la idea de que la casta es la culpable de todas las desgracias nacionales, y, entonces, se trata de concentrar el rechazo popular en una pequeña minoría imaginaria de políticos que son culpables de todo, cuando él es parte de eso, y cuando el gasto de esa minoría es insignificante en relación a la masa de ganancia que tienen las grandes corporaciones. El otro mito es que con una dolarización la gente iba a cobrar en dólares, e íbamos a pasar a ser un país de primer mundo. Esos son los principales condicionantes que explican por qué ganó Milei.
¿Qué salida tiene todo esto?
Todo depende de lo que ocurra con el Gobierno de Milei. Más que hacer pronósticos a largo plazo, lo primero que tenemos que ver es qué ocurre en lo inmediato. Milei tiene como alternativa renegociar la Ley [Ómnibus], que vuelva al Congreso, y empezar una recomposición de relaciones con los gobernadores y con la “oposición amigable”; y, a través de eso, establecer un acuerdo para consolidar el ajuste, que es lo que quieren las clases dominantes y los grupos de poder. Ese es el primer camino, y es el que idealizan los sectores de poder, pero, como ya falló en esto, es improbable que vuelva a recorrer ese camino. Lo otro, es que se haga un plebiscito, y que vuelva a hacer una campaña contra la casta, que diga que la casta no lo deja gobernar y que el Congreso es el culpable de lo que ocurre, y, ya con el voto inclinando, con un voto mayoritario a favor de él, se lance de nuevo a recuperar autoridad y recomience su gobierno con apoyo popular.
Milei va a intentar es gobernar a través de decretos, pero es muy difícil hacer un ajuste de esa manera. Privatizar, bajar el déficit, llevar adelante la reforma laboral... no lo puede hacer por decreto
¿Ves factible recuperar apoyo popular en un contexto de ajuste como este?
El que parece que no lo ve factible es Milei, porque no se atreve a hacerlo. Todo indica que no se atreve por razones más que evidentes, y es que tendría que sacar más del 50% en unas condiciones donde su base está siendo corroída por el ajuste que está haciendo, con un plebiscito que no es vinculante y que llevaría a la Argentina, durante dos meses, a un escenario electoral en plena crisis económica. En definitiva, yo creo que lo que va a intentar es gobernar a través de decretos, pero es muy difícil hacer un ajuste de esa manera. Privatizar, bajar el déficit, llevar adelante la reforma laboral, o cualquiera de sus reformas antipopulares, no lo puede hacer por decreto, porque el FMI, los fondos de inversión y los grandes bancos quieren garantías jurídicas.
¿Cómo se explica que todavía haya gente dentro de los sectores populares que lo justifique?
Porque pasaron 60 días de gobierno. Es muy raro que después de 60 días de gobierno, su imagen quede completamente pulverizada, no ha ocurrido nunca. Lo que se está percibiendo es que la casta, la verdadera, está de fiesta porque se está llenando los bolsillos; los grandes grupos económicos, con los aumentos de precios, recuperaron en dos meses la rentabilidad de años. Y en cambio, la casta a la cual se refería Milei, la mayoría popular, es la que está sufriendo los costos del ajuste. Entonces, la distorsión que hay en torno al término de casta, ya se está empezando a clarificar, pero eso lleva tiempo, y dependerá de la forma y la consistencia que tenga la resistencia popular.
Lo que se está percibiendo es que la casta, la verdadera, está de fiesta porque se está llenando los bolsillos; los grandes grupos económicos, con los aumentos de precios, recuperaron en dos meses la rentabilidad de años
¿Identificas semejanzas entre Milei y Netanyahu?
Creo que es el cambio de la derecha en discurso a la derecha en acción, porque lo que hemos visto en las últimas décadas es la consolidación de una ideología ultraderechista que se afianzó en toda la sociedad. Pero a la hora de gobernar, si vemos al primer Trump, o a Bolsonaro, Meloni u Orbán, fueron gobiernos de derecha convencionales; no hubo ningún elemento, salvo la retórica, que los diferenciará de un típico gobierno de derecha. En cambio, con Netanyahu o Milei hay un giro, porque es el paso a los hechos. Netanyahu está implementando una masacre sin precedentes, para repetir otra Nakba, expropiar tierras a los palestinos y ampliar la frontera de Israel. Netanyahu está en un plan geopolítico asociado con Trump para remodelar Medio Oriente, inclinando a Arabia Saudita al eje occidental y poniendo un freno a toda la expansión de la Ruta de la Seda de China en la región, y esto pasa por un golpe militar fuerte, directo o indirecto, contra Irán. O sea, Netanyahu está planteando un proyecto de ultraderecha muy decidido, y Milei es la contraparte de eso en América Latina. Es el trumpismo neoliberal extremo en América Latina, para alinear a toda la región con Estados Unidos y generar una restauración conservadora contra los gobiernos progresistas, pero con un alineamiento ciego con Estados Unidos. Un alineamiento, que incluso contraría los propios intereses de las clases dominantes locales de Argentina, porque Milei está actuando al servicio de la ofensiva de Estados Unidos contra China.
Milei está tensando las relaciones con China, a través del coqueteo con Taiwán y la crítica del régimen político chino, y la anulación de las inversiones chinas en el país, pero China ya le respondió que si sigue por ese camino le va a comprar carne, soja y cereales a Australia, a Uruguay y a Brasil. Bolsonaro en 2018, cuando ganó las elecciones hizo lo mismo, intentó enfriar las relaciones con China para someterse a Estados Unidos, pero el agronegocio brasileño le dijo que no, y entonces dio un giro, retomó las relaciones con China y recompuso todas las relaciones en el Parlamento con la derecha convencional.
En relación a China o Brasil, Milei se vio obligado a recular.
El trasfondo del problema es que hay un choque de intereses entre lo que representa Milei y el grueso de la clase dominante argentina. La clase dominante argentina apoya a Milei por una sola razón, y es que Milei les promete realizar el ajuste contra el pueblo, los movimientos sociales, y contra los salarios, las jubilaciones, etc., algo que ningún gobierno pudo finalmente hacer, por eso lo apoyan y le perdonan todo. Eso es lo que tienen en común, pero fuera de eso las tensiones son enormes porque hay un choque de intereses. Milei representa dos sectores: por un lado, es un hombre del Departamento de Estado de EE UU, que representa los intereses directos de la geopolítica estadounidense. Y por el otro, es un nombre del capital financiero, y estas dos variables chocan con muchos intereses inmediatos del agronegocio y de los sectores industriales de la Argentina. Entonces, cada vez que esto entra en cortocircuito Milei tiene que avanzar o recular.
Netanyahu está planteando un proyecto de ultraderecha muy decidido, y Milei es la contraparte de eso en América Latina. Es el trumpismo neoliberal extremo en América Latina
Haces una diferenciación de lo que fue el Gobierno de Bolsonaro de lo que es el Gobierno de Milei.
Básicamente es una diferencia de sustento. Bolsonaro contaba con el ejército, con el agronegocio y con los evangelistas, y Milei llegó nada más que con los votos. Es un outsider que logró captar el mal humor popular y entonces tiene que construir una base que Trump la tiene en el Partido Republicano, y Bolsonaro y Le Pen la tienen, pero él no.
Dices que también que Milei actúa como un liberal a destiempo, ¿me podes desarrollar un poco mejor esta idea?
Hay un giro bastante evidente en toda la economía mundial hacia el Estado regulador, tanto en Europa como en Estados Unidos. Con el abandono de las normas de la globalización neoliberal, y con la competencia tan fuerte entre Estados Unidos y China, reaparecen las tendencias de la intervención del Estado con principios reguladores, es decir, la acción keynesiana o neo keynesiana del Estado, es la única forma que tiene Estados Unidos de intentar poner freno al avance de China. El discurso de Milei son los años ‘90, una especie de extremo de lo que decía el expresidente Carlos Menem, pero Menem decía lo que decía en la época de Thatcher, o en la de Tony Blair, ahora estamos en la época de Trump, es otro escenario. Entonces, él dice eso porque ese discurso neoliberal es el discurso funcional al capital financiero de la Argentina, pero eso no es para nada la norma imperante hoy en el capitalismo global.
En algún momento, Milei va a tener que enfrentarse a la disyuntiva de volver a devaluar o dolarizar, o de optar por alguna opción extrema para estabilizar la economía
¿Cuáles son los escenarios a mediano o largo plazo?
Es difícil determinar de cuánto tiempo hablamos. Es probable que en dos meses más, como mucho, Milei tenga que decidir si devaluar o no. Claramente, el plan de una devaluación brusca para que después se ajusten todas las variables no está funcionando, porque la tasa de inflación sigue desbocada y no está llegando ningún tipo de inversión ni créditos del exterior. En algún momento, Milei va a tener que enfrentarse a la disyuntiva de devaluar o dolarizar, o de optar por alguna opción extrema para estabilizar la economía. Si Milei logra algún éxito en alguno de sus rumbos, estaríamos viviendo un escenario semejante al que tuvo Menem en los dos años que precedieron a la convertibilidad. Menem tuvo dos años muy traumáticos de inflación y crisis, y después logró la convertibilidad; ese es el proyecto de Milei y por eso [el ex ministro de Economía] Domingo Cavallo, los está guiando en esa dirección. Lo que ocurre es que Milei no tiene ni al Partido Justicialista, ni a la burguesía sindical, ni a los gobernadores, ni nada de eso. Menem era un neoliberal a tiempo, y Milei es un neoliberal a destiempo.