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Asturias
Cuando FAC se comió a FAC
“Me comprometo con el futuro de este país llamado Asturias, parte inseparable de la gran nación europea que es España”. El 31 de enero de 2011, en un acto solemne, ante la Mesa de los Mareantes de la villa marinera de Luarca, tierra de sus antepasados, Francisco Álvarez Cascos, anunciaba su afiliación al recién creado Foro Asturias Ciudadano, haciendo así oficial su disposición a encabezar el nuevo partido en las autonómicas de 2011.
FAC había nacido apenas dos semanas antes. Era la consecuencia de la ruptura de los casquistas del PP con una dirección que había vetado con maneras caciquiles la candidatura electoral del exministro a la presidencia del Principado.
La forja de un ministro
Joven fraguista en la Transición democrática, Cascos se convirtió en 1989 en el secretario general del PP y mano derecha de José María Aznar. A pesar de su fama de duro, fue uno de los arquitectos de la estrategia de “giro al centro” que en 1996 permitió el primer gobierno de las derechas desde 1982. Progresivamente distanciado de Aznar, su papel como ministro de Fomento en la catástrofe del Prestige y el celebre detalle de la cacería que no quiso interrumpir cuando las dimensiones del naufragio ya eran preocupantes, fueron apagando una estrella que en 2004 se retiraba de la política.
Probó suerte en el mundo de los negocios, pero con poco éxito. Fue entonces cuando empezó a vislumbrarse en el horizonte una posibilidad: regresar a la política, pero en su patria chica, donde sus paisanos conservaban una imagen idealizada del gran modernizador de las infraestructuras asturianas durante su paso por el Gobierno de España.
Cuatro años antes de Podemos había nacido una especie de “Podemos de derechas” que entonaba el “No nos representan”, llamando a una rebelión cívica contra la casta
Que Cascos era el mejor cabeza de cartel para el PP asturiano era un secreto a voces, sobre todo en un momento de crisis económica, política y social, como la que siguió a 2008 y el estallido de la burbuja inmobiliaria. Que el aparato del partido, controlado desde Oviedo/Uviéu por su alcalde, Gabino de Lorenzo, priorizaba sus intereses de facción frente a los intereses de la organización, era también sobradamente conocido.
Convencido de que podía ganar, Cascos abandonaría el PP para lanzarse a la aventura de levantar una nueva organización que combinaba una retórica ilustrada y asturianista, vagamente inspirada en Jovellanos, con una práctica mucho más prosaica y personalista, que remitía a lo vertical y marbellí del Jesús Gil y Gil del GIL, recordemos, Grupo Independiente Liberal. Que las siglas de FAC coincidían con las de su fundador y supremo líder no eran un detalle menor. FAC estaba a punto de comerse a FAC.
Régimen del 78
Fulgor y muerte de Foro Asturias
El partido que fundara Francisco Álvarez-Cascos, y que convulsionó en 2011 la política asturiana con un rápido encumbramiento al Gobierno del Principado, enfrenta hoy una crisis cismática que parece terminal.
Asturianismo transversal
Pronto se unirían a la nueva organización personas no vinculadas al PP, gentes venidas de sus casas y sus profesiones, sin ningún tipo de pasado político, gentes de esas que se conocen en el argot periodístico como “desencantadas de la política tradicional”, otras del asturianismo o incluso de la izquierda, a veces hasta con pasado radical. Cascos, inteligentemente, supo detectar que lo que inicialmente había nacido como un movimiento interno de la derecha asturiana podía reconvertirse en una fuerza política mucho más transversal. Abrir las ventanas, hacer limpieza, acabar con el clientelismo y los chiringuitos, recuperar el talento perdido por la emigración de los más preparados o incorporar a los profesionales de la empresa a la política, se convertirían en las banderas de FAC partido y FAC candidato.
En 2019 estallaba una guerra abierta entre Carmen Moriyón, actual alcaldesa de Xixón, vista como la única que podía reorganizar los restos del naufragio, y Francisco Álvarez Cascos,
Cuatro años antes de Podemos había nacido una especie de “Podemos de derechas” que entonaba el “No nos representan”, llamando a una rebelión cívica contra la casta. En su versión asturiana esa casta era un anquilosado PSOE, el gran partido de Asturies desde la Transición, pero también con otra un no menos desprestigiado PP, el eterno perdedor, históricamente incapaz de ganar fuera de su feudo ovetense, donde el todopoderoso Gabino de Lorenzo, alcalde desde 1991, practicaba una plácida política de “no agresión” con el Gobierno socialista.
El éxito sería arrollador. Casi el 30% de los votos en las elecciones autonómicas, y un buen número de concejales y alcaldías, entre ellas Xixón, la joya de la corona de la Federación Socialista Asturiana.
La fórmula había funcionado, pero sin mayoría absoluta, y con muchos enemigos a izquierda y derecha, lo que iba a venir sería un infierno para Cascos. Con PP y PSOE conjurados para destruirle y con el principal periódico asturiano en su contra, la gobernabilidad se haría imposible para FAC. Había jugado a ser una fuerza antiestablishment, y el establishment se revolvía contra él hasta expulsarlo. Los errores propios también ayudarían a ello. En una maniobra desaconsejada por sus más estrechos colaboradores, Cascos anticipaba las elecciones en marzo de 2012. El patinazo sería histórico. El PSOE recuperaba la primera posición y garantizaba la investidura de su candidato, Javier Fernández, con los votos de IU y de Unión Progreso y Democracia.
FAC contra FAC
Aburrido como diputado autonómico de la oposición, consciente de que su tiempo definitivamente había pasado, en 2015 dejaba su escaño y la presidencia del partido. A pesar de ello, la sombra del expresidente seguiría siendo alargada. Muchos sentían por él esa extraña fascinación que producen los padres autoritarios.
En 2019 estallaba una guerra abierta entre Carmen Moriyón, actual alcaldesa de Xixón, vista como la única que podía reorganizar los restos del naufragio y llevarlos a una suerte de versión asturiana del Partido Regionalista Cántabro o Unión del Pueblo Leonés, y Francisco Álvarez Cascos, que ya sólo representaba el pasado y una lastre, también económico. El moriyonismo se impondría al casquismo y refundaría el partido en clave más centrista y regionalista. Hoy tiene un diputado en el parlamento asturiano, algunos concejales, la alcaldía de Xixón y de otras dos localidades asturianas menores, Salas, Peñamellera Alta y Colunga.
La C de FAC se caería para dar paso a sencillamente Foro Asturias. Cascos, expulsado en 2020 reaccionaría reorganizando a los últimos mohicanos del casquismo en un artefacto llamado Suma Principado: obtuvo 1.148 apoyos, el 0,21% de los votos, en las elecciones de 2023.
En el fragor de la batalla interna los moriyonistas harían público que Cascos había pasado al partido desmedidos gastos personales, y le denunciaría ante los tribunales por un supuesto uso indebido de 1,2 millones de euros. Finalmente ha sido juzgado sólo por un delito continuado de apropiación indebida de 181.648 euros, según la cuantificación de la Fiscalía, insuficiente para el partido.
Comidas y viajes a todo trapo, entradas a competiciones deportivas, cobros por dar discursos a su propio partido, visillos, videojuegos para sus hijos y hasta su licencia de pescar. El chocolate del loro en comparación con la verdadera madre del cordero: el alquiler de una sede en Madrid a sí mismo, y en pleno Paseo de la Castellana. Más de 2.600 euros mensuales por una oficina de su propiedad que nadie en el partido había pedido ni utilizaba.
El juicio a Cascos terminó la semana pasada con el veterano político desafiante ante quienes le acusaban de haberse enriquecido a costa de un partido que en algún momento de su vida se comió. Aunque el exministro y ex presidente asturiano figura en los “Papeles de Bárcenas” puede que su avaricia con sus excompañeros termine costándole más cara: la Fiscalía pide para él tres años y medio de cárcel.