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Autogestión
‘Uragano negli occhi’, autogestión en el ojo del huracán
Cientos de personas se agolpan y bailan en la calle frente a una banda que toca a ras de suelo, sin escenario, mezclándose con el público. Nadie ha pedido permiso al ayuntamiento, nadie ha pagado y nadie ha cobrado dinero. No hay una distinción clara entre público, organizadores y artistas. Es el último de “los 5 días Do It Yourself de Milán”, un festival de la escena hardcore punk milanesa llevado a cabo según la filosofía Do It Yourself (DIY, hazlo tú mismo), enfocada en la autogestión de todo el proceso material que envuelve a cualquier evento u objeto creativo. Es la cara opuesta a lo que ha ocurrido con muchos festivales este verano, planificados desde una lógica empresarial radical que deriva en maltrato al público y trabajadores.
Días después del festival, una chica joven se acerca a una de las organizadoras y le dice que le ha encantado, que tienen que repetirlo al próximo año. La organizadora responde que si quiere que se repita, que se ponga ella manos a la obra. Así lo cuenta Pamela, parte del colectivo queer feminista Queens Of Chaos, que es entrevistada en el documental Uragano Negli Occhi, un trabajo audiovisual que recoge entrevistas y grabaciones de la escena hardcore punk y okupa milanesa entre los años 2015 y 2020.
El sábado 12 de noviembre, el equipo detrás del documental realizó una proyección en La Villana, centro social en la zona de Puente de Vallecas, en Madrid. Un documental que no verás en ninguna plataforma de streaming. “El documental viaja con nosotros. Preferimos que esté ligado a hechos físicos, como esta gira de proyecciones que estamos haciendo o que se adquiera en forma de tarjeta USB junto con el fanzine que lo acompaña”, señala Filippo, oriundo de Monza, una pequeña ciudad al lado de Milán, que atiende a El Salto unos minutos antes de la proyección en Madrid. “Se trata de una decisión meditada. En primer lugar porque hemos querido ser honestos con mucha de la gente entrevistada para el documental, quienes accedieron a participar sabiendo que no estaría en internet. Pero también porque el movimiento que retratamos se apoya en una parte importante física, los fanzines impresos, los conciertos o los ensayos”. El propio documental tiene su página web y sus redes sociales y desde el colectivo señalan que no reniegan de la presencia online y sus usos.
“La escena punk de Milán se mantiene joven, siguen viniendo un montón de jóvenes que quieren ensayar en las okupas, quieren hacer y compartir sus camisetas, quieren hacer sus revistas y fanzines. La escena DIY es algo que haces por gusto, pero acaba trascendiendo”, señala otro de los miembros del equipo. Lo cual coincide con parte del mensaje que encontramos tras las entrevistas a los miembros de las bandas de la escena underground milanesa, que señalan que muchos empiezan por diversión y, a través del proceso de la autogestión de los proyectos, se fueron dando cuenta que detrás de todo lo que hacían había algo “más grande e importante detrás, que era lo que lo hacía especial, que valiese la pena”.
No se trata (o no solo) de algo espiritual. Conseguir la autonomía total en el desarrollo de cualquier proyecto artístico en un mundo atravesado por la lógica capitalista de la empresa y sus márgenes de beneficios no es fácil. Hay que tener espacios, como los centros sociales okupados como Casa Gorizzia, Casa Vegan, el T28, Bocaccio o la más integrada Cox18 (que lleva más de 50 años okupada), en los que se arman los conciertos, incluso la propia calle, o más bien el derecho al uso de la misma. Pero también, según señala uno de los miembros de la banda Occult Punk Gang, “se trata de crear un circuito propio y una comunidad de personas que lo haga funcionar”.
“Obviamente, el covid impactó en la escena, muchos de los colectivos que aparecen en el documental ya han desaparecido, pero la escena ha seguido y han surgido muchos nuevos”, explica Filippo, uno de los directores
A lo largo del metraje encontramos, sobre todo, una explosión energética y cultural que, en ocasiones, se siente lejana, más en el tiempo que en el espacio. No descubrimos nada nuevo, pero deja una sensación de haber visto algo que hubiésemos olvidado. “Obviamente, el covid impactó en la escena, muchos de los colectivos que aparecen en el documental ya han desaparecido, pero la escena ha seguido y han surgido muchos nuevos”, explica Filippo.
Hay dos fuerzas que parecen mantener unida a la comunidad que se dibuja en el vídeo. Por un lado, en clave positiva, el intercambio de saberes que se da entre sus miembros y la afinidad que genera construir y compartir, pero encontramos también en negativo, representada en la resistencia a una ciudad pija, con fachada de rica y orientada a la moda. Una escena no exenta de contradicciones, como bien señalan algunas de las bandas que cuentan cómo hay parte de los grupos que utilizan todo el circuito como una primera fase, un trampolín que les permita darse a conocer para entrar en otras escenas comerciales.
Desde el colectivo Queens Of Chaos también se denuncia ante la cámara que esta se trata de una escena muy masculina y patriarcal. “Así como el antifacismo y la autogestión están en la base de todo el movimiento, esto no ocurre con el feminismo. Es algo que no ha calado del todo”, cuenta una de las chicas. Este colectivo decidió responder a la violencia que se da habitualmente en los pogos de hardcore que están ocupados en su mayoría por hombres, con un fanzine y unos flyers con el lema 'pogos para todo el mundo'. En ellos desafiaban la forma tradicional de bailar los pogos ofreciendo nuevas ideas como hacer la carretilla o una conga de gente sentada arrastrándose por el suelo, regalando algunos de los momentos más divertidos de la cinta al ver al público ponerlos en práctica.
El final de la grabación del documental lo marcó la pandemia pero, ¿por qué empezar a filmar en 2015? “De repente, en ese año nos dimos cuenta de que estaba pasando algo grande. Había eventos y conciertos todos los días de lunes a domingo. Había una parte estructural que es que Milán nunca ha ofrecido una alternativa cultural integrada en la ciudad, siempre tuvimos que hacerla. Pero lo destacable de estos años fue la cantidad de iniciativas y grupos que surgieron”, señala Filippo. Otra de las realidades que se muestran es la fusión que se da entre escenas que normalmente no compartían público, aunque a veces sí espacios. Las bandas de metal, punk rock o hardcore comienzan a compartir carteles y a juntar a sus audiencias, bajo el vector común del antifascismo y la autogestión. “Hasta esos años yo mismo no había escuchado nada de metal y acabé yendo a todos los conciertos que se organizaban y empezamos a hacer giras juntos y a colaborar”, añade otro de los directores, “esto es útil también a la hora de afrontar problemas como las multas o las donaciones para distintas causas”.
En la última década, Milán ha vivido una explosión demográfica motivada por la migración interna desde otras zonas de Italia. Mucha gente ha migrado a la ciudad en busca de trabajo y también es uno de los destinos preferidos por los estudiantes. Todo ello ha ido asociado a un proceso de gentrificación cuyas consecuencias empiezan a verse aceleradas en ese 2015 debido a la celebración de la Expo Internacional que tuvo sede en la ciudad. Tras la brutal represión que hubo en todo el movimiento italiano antifascista y antiglobalización después de la cumbre del G8 en Génova, que acabó con el asesinato de Carlo Giuliani a mano de los carabineros, Milán fue una de las ciudades que mantuvo una escena cultural y combativa que fue creciendo a fuego lento hasta la explosión en 2015 que narra el documental.
Represión en la calle
La escena de un concierto en la calle sin mediación administrativa es cada vez más difícil imaginar en Madrid. Una experiencia similar en el barrio que acogió la presentación del documental fueron las fiestas de Doña Karloto durante este verano, un festival autogestionado organizado sin pedir permisos que tiene lugar en un solar okupado y parte de la calle, y que este año fue desalojado por seis lecheras de la policía que acudieron con antidisturbios antes de que acabasen los conciertos a plena luz del día. Preguntados por la represión ante este tipo de actividades, los activistas contestan que “no venían a reprimirnos porque esas calles es donde están nuestros centros sociales, son nuestras casas y ahí la policía no viene a reprimirnos”.
El primer movimiento en el gobierno de los ultraderechistas Hermanos de Italia ha sido la modificación del Código Penal para castigar a quienes organicen este tipo de reuniones con penas de cárcel y altas multas a quienes asisten. A pesar de que se han usado las raves como ejemplo, esta ley afectaría a la organización de este tipo de eventos que también se apoya fuertemente en la creación de las llamadas Zonas Temporalmente Autónomas (TAZ), es decir, la ocupación de espacios cubiertos o al aire libre con un fin concreto para luego desaparecer.
Los directores del documental vinieron a Madrid junto a un grupo de amigos y activistas de Milán para demostrar su apoyo en la manifestación antifascista del 11 de noviembre en memoria y recuerdo de Carlos Palomino. Muchos de ellos son parte de la Asociación Dax, que rinde homenaje a Davide Cesare, conocido como Dax, otro militante antifascista asesinado a cuchilladas en Milán en 2003 cuando contaba con 27 años. Se trataba de un contexto muy violento en el que varias okupas fueron asaltadas y quemadas en Milán. Filippo cuenta que ahora están grabando otro documental sobre Dax y otras situaciones similares en Europa. Esperan poder estrenarlo el año que viene y esperan regresar a España para proyectarlo también y dar a conocer su historia. Y es que, según los propios creadores del documental, el objetivo de hacerlo no es tanto que se proyecte ante miles o millones de espectadores, sino aprovechar su existencia y las proyecciones para contar y compartir historias, conocer otros movimientos e intercambiar experiencias con personas de otros barrios y ciudades.