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Biodiversidad
Sembrando Canchales, reforestando el suroccidente asturiano
Sureyna Cadenas, lugareña del Valledor, en Asturias, esta poniendo en marcha un proyecto para repoblar con arboles autóctonos el valle, una zona devastada por múltiples incendios en los últimos años.
“Me iba a tirar al río con mi hija”, comenta con su vivaz tono de voz Sureyna Cadenas Muñiz, mientras recuerda el incendio que el año pasado arrasó el valle en el que vive, el Valledor, uno de los lugares más aislados de Asturias. 2017 fue un año especialmente catastrófico en la región a causa del elevado numero de incendios, fuegos que destruyeron 13.000 hectáreas de bosque, sobretodo en la parte suroeste. La Sierra del Valledor se distingue por ser un territorio montañoso con un clima continental muy diferente al clima húmedo del resto de Asturias. Esto, junto con el fuerte éxodo rural de su población, lo destinan a ser una tierra olvidada, perdida entre Galicia y León.
La pizarra, negra como el carbón, se distingue fácilmente entre los montes pelados tras años de incendios. El eco del oro, antiguamente presente y tan buscado en esta tierra, resuena ya solo en el nombre de dicho valle, el Valle del Oro, y del río que lo atraviesa desde la Sierra de Palo, en el concejo de Allande, hasta desembocar en el Navia.
El territorio de este concejo se divide en tres sectores: La Puela y su entorno; la zona que se conoce como A Serra, con Berducedo como centro; y el Valledor. Este ultimo se caracteriza por el fuerte despoblamiento que padecen sus pueblos de piedra desde el siglo XX, una circunstancia que, además de las razones comunes al resto del territorrio asturiano, fue agravada por la construcción en 1955 del embalse de Grandas de Salime que cortó una de las salidas del valle, provocando la desaparición de la carretera que lo comunicaba con dicho concejo.
“Mis padres, como muchos, emigraron del medio rural en los 70 para ir a trabajar en las zonas industriales que se crearon en aquellos años en el centro de Asturies, lo cual supuso un cambio brutal en su estilo de vida”, comenta Eva Martínez Álvarez, originaria del Valledor y amiga de infancia de Sureyna, la impulsora del proyecto de reforestación Sembrando Canchales.
Sureyna tiene una mirada firme y divertida a la vez, y aparece como una mujer tenaz, fuerte y determinada. Es activa en numerosas luchas, como la de garantizar una escolarización a su hija a pesar de que el transporte no llegue hasta su casa por el mal estado de la pista de acceso. Aun así, ha decidido seguir viviendo en esta tierra, la misma donde se ha criado y donde está creciendo también Yurema, su hija de nueve años.
Las dos viven en Aguanes, una pequeña aldea en el medio del bosque atravesada por varios ríos, como sugiere su nombre. La historia de este pueblo, como la de muchos en la zona, se vio mutilada hace ya más de medio siglo. El aislamiento causado por la construcción del embalse, sumado a la falta de oportunidades y a la dureza de aquellos años, provocó un éxodo rural sin precedentes.
Los pueblos del Valledor, actualmente casi vacíos, conservan las grandes casas de piedra con techos de pizarra, paneras y horreos, construcciones auxiliares para la conservación y el almacenamiento de alimentos. Al escaso paisaje humano se suma la progresiva desertificación del territorio a causa de los frecuentes incendios que han ocurrido en la región en los últimos años. Con una vegetación en la que predomina el monte repoblado de pinos, fruto de las políticas de reforestación de los tiempos de Franco, aún vigentes hoy en día, en la zona apenas se conservan los bosques autóctonos de castaño, roble y abedul.
La peor catástrofe
El incendio que asoló el Valledor en 2011 fue el más grande registrado en España en ese año. El fuego arrasó más de 2.000 hectáreas del territorio allandés destrozando los montes, los pastos ganaderos y numerosas casas, adjudicándose la denominación de peor catástrofe forestal en la región desde 1998. Este incendio se produjo en un mes de intensa sequía y, según la Coordinadora Ecoloxista, “hubiera podido evitarse tras la toma de medidas de prevención”. Además, según señalan, “podría haber sido provocado por pastores y ganaderos para regenerar y favorecer el crecimiento del pasto”.
En los últimos años, los montes han sufrido un proceso de enajenación de las comunidades que los conformaron estructuralmente con sus quehaceres históricos. “El fuego, en realidad, siempre fue una herramienta utilizada de cara al trabajo campesino. Las veces en las que la situación descontrolaba, los habitantes mismos se implicaban en apoyarse unos a otros para apagarlo, así como hacían en los trabajos de limpieza y gestión del monte común”, comenta Eva. “Creo que el problema del fuego sea en realidad la punta del iceberg del panorama creado por el abandono del rural que implica la falta de todo tipo de servicios básicos e infraestructuras”.
Recientemente, en Asturias, se ha modificado la ley de montes regional, la cual permite el pastoreo en terrenos incendiados. Mientras la norma estatal obliga a la comunidad autónoma a adoptar las medidas necesarias para restaurar el suelo vegetal, incluyendo el acotamiento temporal de la zona incendiada para impedir la realización de actividades que obstaculicen la regeneración del suelo, la norma autonómica admite el pastoreo como práctica compatible durante el primer año tras el incendio, contraviniendo la normativa ambiental. “Esto compromete enormemente el crecimiento del bosque autóctono y favorece la progresiva desertificación de los montes, donde se llegan a crear zonas de pura roca sin que nazca nada, también a causa de las fuertes lluvias que contribuyen a la erosión del terreno”, afirma Sureyna. Éste es uno de los ejes centrales del tenso debate entre los movimientos ecologistas y los sectores ganaderos.
Los incendios del año pasado fueron aun peores de los del 2011. 6.000 hectáreas de bosque ardieron entre los consejos de Ibias y Allande, para lo que hubo que movilizar ingentes medios técnicos y humanos. El fuego, que estuvo activo casi veinte días, llegó hasta los centros habitados. En el caso de Valvaler, en Ibias, se acercó a unos cincuenta metros de las casas, y en Cornollo, en el concejo de Allande, arrasó dos casas, cinco paneras y la ermita del pueblo. En San Martín del Valledor el fuego destruyó bienes históricos y públicos incluyendo una torre del siglo XII y las antiguas escuelas, que algunas personas de la zona estaban rehabilitando y renovando para crear un centro cultural y social para la población del territorio, una infraestructrua que no existe en el concejo.
El incendio de octubre 2017 podría haber tenido su origen en una quema controlada que fue solicitada por un trabajador del Servicio de Emergencias del Principado (SEPA) para realizar su tesis doctoral Incendios forestales: identificación de la intensidad, severidad y capacidad de regeneración de la vegetación tras el fuego en el Principado de Asturias. Según el guarda que interpuso la denuncia a las autoridades, se realizaron supuestas irregularidades en la solicitud, la adjudicación y el desarrollo de la quema controlada, realizada con medios públicos en uno de los meses más secos del año y en un día festivo.
Centro neurálgico
San Martin del Valledor se encuentra cerca de Aguanes, la aldea donde vive Sureyna, e iba a ser el punto neurálgico del proyecto que ha decidido emprender esta mujer gracias al apoyo de la Red Ibérica de Guardianes del Bosque y siguiendo el ejemplo del Reforest-Accion Network, un proyecto autogestionado de reforestación de la Sierra de Gata (Extremadura), impulsado por Rodrigo Ibarrondo ‘Bongi’ despúes del incendio del 2015.
“La idea es organizarse para reforestar las hectáreas quemadas con la ayuda de voluntarios y voluntarias”, explica Sureyna. El centro base del proyecto Sembrando Canchales iba a ser el edificio de la antigua escuela de San Martin, propiedad de la parroquia rural de la zona que había cedido los espacios de la planta superior para alojar los voluntarios. La escuela, que se quemó en 2011, ya había sido restaurada y habilitada por Sureyna y un primer grupo de voluntarias para que a finales de octubre empezaran a llegar otros grupos, pero a causa de la interposición de una denuncia anónima se le ha prohibido el uso de estos espacios como alojamientos.
A pesar de esto, y de que las autoridades hayan denegado la autorización para la reforestación en la zona mas próxima a San Martin por la existencia de un proyecto estatal de reforestación, Sureyna cuenta con el apoyo de algunos vecinos, el de las asociaciones locales y también con el Vivero La Mata, el vivero forestal propiedad del Principado de Asturias que le ha ofrecido mil plantas, entre abedules y alcornoques, ya listas para recoger.
El momento es ahora
“¡Es el momento de actuar ya! ¡El monte es de todas y no voy a estar esperando que me den un papel para empezar! Antiguamente había comunidades vecinales de monte que gestionaban y cuidaban del territorio, pues es lo mismo”, comenta Sureyna, referiéndose al monte común. “La idea es ayudar al bosque a recuperarse e intentar que la erosión no siga adelante para poder también preservar la fauna de la zona, que incluye osos y lobos”, afirma.
Desde el año pasado, justo después del incendio, un grupo reducido de personas ha llevado a cabo algunas acciones como lanzar bombas de arcilla y humus con semillas de plantas medicinales autóctonas tales como llantén, trébol e hipérico o hierba de San Juan. Ahora, la intención es organizar el trabajo para poder aprovechar las ayudas que van llegando bajo varias formas y caras y apoyar al monte a recuperarse.
“En esta sociedad en la que prima el individualismo”, comenta Eva. “Me parece fundamental que haya personas como Sureyna que impulsen proyectos así. Además, se trata de alguien que siempre ha vivido en la zona y que la considera una realidad sobre la que construir. Esto me emociona mucho.”
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Sigo desmintiendo puntos del reportaje.
El edificio de la escuela fue rehabilitado inmediatamente después del incendio del 2011, y no por Sureyna. Fue la Parroquia Rural de San Martín del Valledor, con fondos de la misma Parroquia. Este edificio fue rehabilitado ya poco antes del incendio que la destrozó casi por completo, dejando en pie solamente las paredes. Antes de publicar hay que contrastar la información.
El incendio de 2017 se quedó a 1km mas o menos de San Martín, por lo cual en esta población no hubo daños.
La mitad del articulo es mentira y se mezcla toda la informacion de los dos incendios. Que poca verguenza tienen algunos.
Se gastaron más de 200.000€ en la escuela de la parroquia rural después del incendio de 2011, en una obra que a TODAS LUCES ESTÁ PREVARICADA. para dejarla como mostráis.
El edificio se rehabilitó después del incendio casi en su totalidad. En la planta principal, que no sacáis en las fotos, se hizo una oficina, un cuarto de baño y una sala de reuniones, que muy mal no están porque de hecho utilizásteis el baño para alojaros. También puedes contar que ibais a cocinar en la sala de reuniones, con una bombona de butano y sin las condiciones apropiadas para hacer uso de esta sala para esos fines.
La planta de arriba no se rehabilitó porque no se le iba a dar uso. Si lo.llegan a hacer, seguramente también le buscabais los tres pies al gato.
Si puedes probar que hubo prevaricación, ya tardas en ir a un juzgado a denunciar.
Los que vivimos los incendios, que mo son solo los de Aguanes, estamos muy cansados de toda esta porquería que inventais, no se muy bien para que. Para hacer daño a gente que lo ha pasado muy mal, y que han visto peligrar sus vidas sobre todo, y entre ellas me incluyo. Después de volver a sacar todo adelante, con todo tipo de problemas por parte de.la administración, etc, ahora viene alguien, que seguro que es de fuera, ha juzgar sin aportar ninguna prueba.