Catalunya
Crisis catalana y momento populista
El descontento social catalán se ha articulado en una dinámica de confrontación entre centro (antipueblo) y periferia (pueblo) ante la imposibilidad de construir otros dos sujetos dialécticos.

Desde el año 2008 los niveles de legitimidad de la clase política española han caído sustancialmente. La desigualdad social unida a la corrupción han hecho aumentar la desconfianza en unas instituciones que nunca han terminado de ser vistas como elementos garantes del bien común.
Una democracia sin responsiveness (receptividad a las demandas sociales) está cercana a la quiebra porque la fuente de legitimidad principal en nuestros sistemas ya no es la ley sino la eficacia gubernamental. El proceso de ruptura de los sentidos compartidos al que asistimos necesita vivir un reencuentro con valores que funcionen como motor de unidad.
PUEBLO Y ANTIPUEBLO EN LA CONSTRUCCIÓN DEL RELATO
Durante algunos días del 2010, cuando CiU utilizaba al PP como apoyo para garantizar sus medidas presupuestarias, parecía viable la posibilidad de superponer la dialéctica económica a la nacional, en un entorno de victoria neoliberal también en la Generalitat. El desacuerdo fiscal que se produjo estando ya Rajoy en la Moncloa, en un estadío temprano del enfado social con la gestión de Mas, facilitó rápidamente evacuar el descontento no frente al antipueblo de las élites financieras/políticas liberales sino frente al Estado central opresor.La izquierda catalana en los primeros momentos de construcción del relato populista entendió en su mayoría que el descontento social podía tener una base explicativa justa en la cuestión territorial, entre otras cosas porque siempre que en Cataluña han existido momentos importantes de ruptura con el Estado ha sido gobernando en Madrid la derecha y precisamente esto sucedía porque se identificaba “emanciparse” del centro con hacerlo de sus políticas. Claro que superponer el eje territorial al social, no solo impedía la conquista efectiva del centro, sino además entregar la periferia, amortizado lo nacional, a unos cuestionables aliados momentáneos.
Esta decisión de la izquierda, que más tarde se demostró ampliamente errónea, ha intentado ser reconducida, por ejemplo, en la utilización de un framing enteramente social como el empleado por Catalunya Si Que Es Pot en las elecciones del 27S y también por el PSC (aquello de “nosotros estamos a lo que hay que estar que es la desigualdad”), con resultados si cabe más desastrosos. Cuando el relato está construido y asentado, es decir, totalmente legitimado por los actores políticos que en él juegan sea para defenderlo o atacarlo, situarse en otras dimensiones es simplemente renunciar a ser decisivo en el juego político.
El momento populista en Cataluña
Si el relato que identifica al centro como el antipueblo está compartido estratégicamente por todos los actores, para la construcción de un nuevo elemento aglutinador de demandas es imprescindible resolver la primera de las formulaciones dialécticas. No vivimos unos clivajes políticos tradicionales más, porque las fracturas tradicionales del sistema de partidos carecían de una capacidad alta de movilización de voluntades ciudadanas en las épocas recientes.
Un momento populista, por tanto, no se caracteriza ni siquiera por el enfrentamiento entre dos entidades necesariamente opuestas, más bien lo que observamos es que esas entidades son capaces de aglutinar bajo ellas al conjunto total de la población, sin posibilidad alguna de exclusión.
El nuevo horizonte debe pasar por una doble responsabilidad: resolver el sistema de agregación actual eliminando su capacidad global de explicación (hacer que no todo el mundo quepa en este pueblo-antipueblo) y proponer una nueva fórmula que sustituya más efectivamente a la anterior. Y queda claro que las categorías proletario-burgués no son capaces de hacer frente al eje populista nacional porque, aunque acertadas dogmáticamente, dejan en su significación a demasiados sujetos sociales fuera. Pensar una nueva realidad dicotómica es la interpelación que la rebelión ciudadana más importante de los últimos 30 años nos deja como tarea colectiva.
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