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Un momento populista es un situación política y comunicativa donde la sociedad se entiende dividida en dos campos, ‘los de abajo’ frente a ‘los de arriba’, y los de abajo han decidido movilizarse. Así lo definen autores de cabecera como Chantal Mouffe, que dejan clara la imposibilidad de entender esta situación de acuerdo a las normas del tradicional eje izquierda-derecha.
La crisis económica y la corrupción sistémica en España pusieron a la democracia liberal minimizada en serio cuestionamiento. Los partidos tradicionales dejaron de ser canales de expresión de preferencias y el consenso de recetas entre socialdemócratas y conservadores frente a los problemas financieros del Estado obligaron a los ciudadanos a construir otras alternativas políticas, con voluntad de constituirse en nuevo pueblo, y que en nuestro país tuvieron fundamentalmente un corte progresista.
El inicio del momento populista en España
El punto de salida del momento populista español, como lo fue en Europa, es el año 2008. Desde este momento hasta 2011 se fraguó un discurso antiestablishment canalizado inicialmente contra los socialistas. Sin embargo, los recortes del PP en el bienio 2012-2014, junto a sus casos de corrupción, hicieron nacer a una multitud de movimientos sociales que eran la antesala de la organización política populista, eliminando cualquier posibilidad de reconocer en la oferta parlamentaria la voluntad colectiva que se respiraba en los hospitales, oficinas de desempleo o colegios.El principio del final temporal del momento de impugnación llega en 2015 con las elecciones municipales. En ese instante, el acceso al gobierno de las opciones populistas en las principales ciudades de nuestro país (Madrid, Barcelona, Valencia, Cádiz, Santiago de Compostela…) dificulta un mensaje que se caracteriza por enfrentarse al poder y por la voluntad de transformación. Si ahora ellos son el poder, aunque sea municipal, el todo está mal, ¡echémoslos!, es más difícil de articular. Sin embargo, entonces todavía quedaba vivo el ámbito nacional. Las elecciones de diciembre de 2015 reforzaron las oportunidades populistas, ya que dieron lugar a una legislatura fallida marcada por el giro conservador de los socialistas. Una repentina desviación de lo previsible, es decir, que la interrupción del cambio lo acelera, hizo que en las generales del año 2016 el PP saliera más reforzado y que la sensación generalizada fuera de derrota definitiva. Porque un buen momento populista está ligado a la victoria permanente, a la expectativa creciente de las opciones de cambio, como sucedió en los meses de mayo de 2014 a febrero de 2015.
¿Es posible un Podemos para un momento no populista?
El aparentemente invencible PP desmovilizaba el relato de pueblo en construcción, pero no lo destruía. Mientras el PP estuviera en Moncloa era posible mantener un discurso todavía marcado por la crítica a la élite corrupta. La moción de censura lo cambió todo: la llegada de los socialistas al gobierno es una pésima noticia para el relato populista español. No hay nada peor que una victoria parcial, pues es entendida como victoria total y hace innecesaria la estrategia discursiva populista. Inteligentemente desde el Ejecutivo se ha activado un desplazamiento del debate público hacia asuntos posmaterialistas (feminismo, ecología, franquismo, laicismo…) que obligan a la ciudadanía a reubicarse en el eje izquierda/derecha. Este fenómeno facilita el voto útil a los socialistas, que pueden liderar tanto la izquierda (2-4 de la escala) como el centro, abandonado por Ciudadanos.Acabado el momento populista, la pregunta es si Podemos será capaz de sobrevivir en un entorno político donde ahora quien puede enarbolar la bandera antiestablishment es la ultraderecha extraparlamentaria. Es una pregunta difícil de responder, algunos apuestan por el ecofeminismo, una respuesta que, a mi parecer, y para el nivel de debate en España, solo refuerza al eje progresista y posmaterialista que ya dominan los socialistas. Por el contrario, hay una España trabajadora que necesita de un discurso centrado en la justicia social y los derechos laborales y ese discurso no lo va a dar Nadia Calviño. Aunque tampoco descartaría concluir que Podemos, tal y como lo conocemos, ya no es un instrumento útil pasado el momento que genera su hipótesis fundacional. Queda abierta la puerta a la activación de un nuevo momento populista aprovechable por fuerzas de izquierda, una posibilidad que no es descartable por el avance a la par del neoliberalismo progresista y de la ultraderecha racista, avance que pronostica un desencanto social más pronto que tarde.
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Salud y anarquia