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Crisis climática
Hipócritas disfrazados de patriotas en el laberinto de la transición energética
Dejadme que os cuente una historia, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Había una vez un lugar llamado Ibexria, que tenía sol a rabiar, elemento imprescindible para implementar nuevas tecnologías más eficientes y ecológicas para el desarrollo del lugar. Pero había un grupo de pajarracos que se habían enriquecido con comisiones de una especie de maná negro mágico que surge en otras lejanas tierras. Y respecto a la luz, la otra energía primaria, también consiguieron ponerle uno de los precios más caros de la región.
Obviamente querían mantener por todos los medios el chiringuito de la energía, así que promovieron un sistema que era una de las estafas más grande de este país, el energético. El oligopolio energético era un nido lleno de cuervos, subastas trucadas, buitres, enchufes de todo tipo y puertas giratorias. Esos pajarracos, que controlaban los grandes partidos del lugar, hasta bloquearon el acceso al sol. Llegado el momento era su competidor emergente, y hubo que pagarles también por su uso. Y es muy fácil de entender: cuando controlas un mercado y lo corrompes para lucrarte, no te interesa que ese mercado sea eficiente, ni que evolucione. Eso explica que en Ibexria aún sigan dependiendo tanto de los cada vez más escasos combustibles fósiles y que la imprescindible transición energética y ecológica vaya más lenta aún que la justicia.
Pero volvamos a la cruda realidad: ayer una organización política, de cuyo nombre no quiero acordarme, comentaba en un tuit “En mitad de una crisis energética sin precedentes, los ecolojetas de Greenpeace quieren condenar al frío y a la pobreza a los españoles más humildes. ¡El terrorismo climático debe tener respuesta! ”.
La susodicha organización se ha quedado sola, en el ridículo más absoluto, en la fase de negación sobre el evidente caos climático que ya hemos desatado
Vamos a ver, el partido político con el que esta organización pacta siempre -y al que pretende succionar su fuerza como una especie de parásito pegado a su espalda para convertirlo en algo peor de lo que ya es- fue el que en Ibexria, si recordáis, impuso un increíblemente estúpido impuesto al sol –salvo para los que con él se forraron- y aún sigue con los dos pies metidos en los consejos de administración de las empresas que nos han llevado a esta situación (quizá ese sea su uno de los intereses reales de esta organización, acabar en esos mismos puestos de poder y privilegio que corresponden mejor a su rancio abolengo y a sus apellidos compuestos, solo quizá). Esa misma organización defiende la inviolabilidad del pajarraco mayor del reino –y más que presunto comisionista del petróleo- que servía de tapón a cualquier intento de avance en la cuestión. También la susodicha organización se ha quedado sola, en el ridículo más absoluto, en la fase de negación sobre el evidente caos climático que ya hemos desatado. Porque reconocer que los límites existen, y que ya no se pueden negar de ninguna manera que implique neuronas en el proceso, atentaría contra su capacidad de seguir defendiendo los “negocios como siempre se han hecho”, los intereses de la élite, la única clase que en verdad defiende, y atentaría también contra esa hombría de la que quieren presumir con tanta vehemencia vaya usted a saber por qué.
Esa organización tampoco tiene problema en acoger con los brazos abiertos el gas que viene de Argelia o el coltán del Congo, pero que no le hablen de los niños que vienen de esos países, que ya tal. No me querría cebar más con ellos –no por falta de ganas o argumentos, sino por no dedicarles más espacio-, pero sinceramente, como aviso para navegantes de las procelosas aguas de la Ibexria actual, creer algo de lo que dice semejante nido de víboras, contradicción con patas donde las haya, en fin. Háganselo mirar. Tal vez estén siendo engañados por aquellos que, o son unos ignorantes, o por el contrario se creen los más listos del lugar. Quizá una mezcla de ambas cosas sea muy posible.
Un lugar en el que los grandes medios –y el poder judicial mejor ni hablemos- dominados por las empresas energéticas, financieras y los fondos de inversión, atacan curiosamente mucho a unos y muy poco a otros, por algo será. Un lugar en el que la “transición ecológica” se complica aún más, porque una crisis energética y de suministros mundial de carácter multifactorial ha provocado que la situación se agrave con rapidez, y esto ha cogido a muchos países con el pie cambiado – incluso mucho más que al nuestro, véase Reino Unido. Una crisis que ahora se puede agravar cuando el día 31 se acabe la vigencia del contrato de suministro a través del gasoducto Magreb-Europa que proporcionaba una parte importante del gas que España recibía de Argelia, su mayor suministrador.
Decrecimiento
El planeta de los humanos y los cuentos de hadas del crecimiento
Los documentales Planet of the Humans, de Jeff Gibbs y producido por Michael Moore, y Cuentos de hadas del crecimiento, de Pierre Smith Khanna, se han lanzado gratuitamente a la red con una temática similar: el decrecimiento inevitable en un mundo finito.
El gas, que ha sido el verdadero motivo de que esta organización haya lanzado exabruptos tales como ¡terrorismo ecologista! sin despeinarse, pues lo hacían para denunciar la supuesta hipocresía de Greenpeace, al bloquear un buque que transportaba gas de fracking a la planta de regasificación de Enagás que hay en el Puerto de Sagunto, y a la vez tener un cuestionable negocio que implica experimentar con gas para venderlo mezclado con otros combustibles para –dicen- acelerar la transición en un sector urgente. ¿Hay hipocresía? Tal vez. Desde luego el gas que viene de Texas, de fracking, es bastante peor que tratar de evolucionar ese sector, y no les hemos oído a estos vendepatrias quejarse de Trump o de la barbaridad del fracking, ¿no?
Tampoco se meten con las 10.000 personas que salieron a la calle a gritar que no se puede ampliar el puerto de Valencia. Tampoco con las que ya lo hicieron en Barcelona, logrando evitar por el momento la ampliación del Aeropuerto de El Prat o con las valientes activistas de Extinction Rebellion que durante una semana se jugaron su integridad –física moral y económica- en una serie de protestas que involucraron a parte de la comunidad científica. Se meten con un gesto que consideran dudoso para aprovechar la aparente debilidad de una acción, y así atentar contra todo un movimiento mundial en defensa de la vida. Llamarlas hienas e incluso carroñeros sería erróneo, tales bellas criaturas no se merecerían la comparación.
Por un lado te digo que vengo a salvar la patria, por el otro defiendo al gran capital que está dejando el planeta en una situación cercana a un erial en cuanto a recursos energéticos y estabilidad climática se refiere
Algo huele raro en Ibexria. Huele a “patriotwashing”. Por un lado te digo que vengo a salvar la patria, por el otro defiendo al gran capital que está dejando el planeta en una situación cercana a un erial en cuanto a recursos energéticos y estabilidad climática se refiere. ¿Qué habrá que asumir que en el movimiento ecologista puede haber hipocresía? Por supuesto, aquí unas líneas sobre ellos, los negocionistas, pero que nos vengan a dar lecciones estos maestros del business as usual, pues como que va a ser que no.
En realidad están ayudando a vender Ibexria a cachos, a lo mejor muchos de ellos sin saberlo, sin darse cuenta, pero es que mientras no se dan cuenta el gobierno austriaco –y el suizo y el alemán- avisan de que vienen tiempos de probables grandes apagones en toda Europa –que esta organización seguro aprovecharía para culpar al socialcomunismonarcochavistabolivarianoecolojeta- , el CEO de Blackstone avisa de disturbios sociales por la crisis energética, y la ciencia más puntera ya ha despejado cualquier duda: el informe filtrado del IPCC sobre propuestas, antes de ser posible su modificación basado en 14000 estudios lo deja claro-, habría que cerrar las plantas de gas y carbón en poco más de una década para no convertir el clima estable en un infierno. Y esto, que ya es evidente hasta para el New York Times, nos aboca a asumir que no se puede seguir creciendo en un planeta finito. Punto. Quien diga lo contrario miente o está equivocado, o por ignorancia o por una muy cuestionable fe que en realidad es algo similar a la ignorancia. Nada crece eternamente y ha llegado el momento de contarlo abiertamente para poder reaccionar –en realidad ese momento llegó hace tiempo- al menos, para evitar los peores escenarios. No se fíen de los patriotas que están muy cómodos en un sistema -el actual- que nos lleva al precipicio.