Crisis climática
Obstrucción climática: cuando el sabotaje va mucho más allá de negar la ciencia
¿Por qué si la quema de combustibles fósiles provoca el cambio climático, un hecho científico evidente desde hace décadas, y un 89% de la población mundial exige mayor acción climática a sus gobernantes, las políticas para mitigar el calentamiento global no avanzan al ritmo necesario para evitar una catástrofe planetaria que ya está en puerta? Con ese interrogante de fondo, más de 100 científicos de la Red Global de Ciencias Sociales del Clima de la Universidad de Brown (Estados Unidos) empezaron a destripar la exasperante inacción climática que parece enquistada en todos los continentes. El resultado de este análisis acaba de publicarse, tal vez, en el libro más comprensivo y sistemático hasta la fecha sobre el entorpecimiento organizado a la lucha climática. La conclusión es que la obstrucción no es un actor, sino un sofisticado ecosistema que tiene como finalidad sabotear un mundo descarbonizado.
El libro se llama Climate Obstruction: A Global Assessment y se puede descargar de forma gratuita. A partir de documentos internos, investigaciones académicas y estudios de caso, los autores sentencian que el mundo no fracasa en la acción climática por falta de conocimiento científico, ni por ausencia de apoyo público, sino por la acción deliberada de actores económicos y políticos que obstaculizan las dos transiciones en marcha, la ecológica y la energética.
Si bien combatir el cambio climático “nunca iba a ser fácil, se ha vuelto exponencialmente más difícil debido a diversas formas de obstrucción”, advierten en la introducción de la publicación. ¿Qué es la obstrucción climática? Es más que negar la ciencia, aclaran: son tácticas dilatorias como advertir sobre calamidades económicas, o el lavado de imagen verde que intenta reposicionar a las grandes petroleras como “un actor legítimo en la solución del cambio climático” en lugar de “un enemigo”, o teorías conspirativas descabelladas sobre un nuevo orden mundial o el “comunismo global”.
¿Cómo cultivan estas incredulidades? “Desvirtuando la integridad científica. Es decir, empleando las cinco técnicas de negación científica: falsos expertos, falacias lógicas, expectativas imposibles, selección de datos y teorías conspirativas”
Y no se trata solo de las grandes petroleras, sino de un “gran enjambre” de actores: empresas que dependen de la economía fósil, como las compañías de servicios, así como las asociaciones comerciales detrás de las cuales se esconden; los centros de estudios que financian; las empresas de relaciones públicas que las hacen quedar bien; y las grandes empresas tecnológicas que difunden sus falsas afirmaciones. Los gobiernos y políticos cierran el círculo.
“La investigación muestra cómo las grandes petroleras, la agroindustria, los servicios, los conglomerados de transporte y sus redes de think tanks, lobistas y agencias de relaciones públicas despliegan un repertorio coordinado para evitar regulaciones que afecten sus modelos de negocios. La idea fuerza es demoledora: la obstrucción no es un actor, sino un sistema”, explica Federico Merke, doctor en Ciencias Sociales y profesor asociado de Relaciones Internacionales en la Universidad de San Andrés (Argentina).
Merke, quien también estudia el cruce entre la política internacional y el cambio climático, autor del libro ¿Por qué no queremos salvar al mundo?, celebra el esfuerzo de sus colegas por demostrar que no estamos frente a un “negacionismo clásico”, sino frente a una “constelación mucho más sofisticada”: tácticas de demora, falsas soluciones, campañas de miedo económico, captura regulatoria, manipulación mediática, litigios estratégicos, greenwashing e infiltración en procesos multilaterales.
En el caso de la industria fósil (petróleo y gas), el entorpecimiento pivota todo el tiempo sobre “negar, retrasar y diluir”.
En este contexto, la derecha radical, en auge en casi todo el planeta, aparece hoy como “multiplicador del problema”. El libro reconstruye cómo la ultraderecha, desde el movimiento antiambientalista “Wise Use” hasta los think tanks del Atlas Network, erosionan los propios marcos de cooperación internacional, atacando la diplomacia multilateral, las instituciones ambientales y la idea misma de gobernanza global. “En lugar de debates técnicos, predominan conspiraciones sobre la “Gran sustitución” y un uso instrumental del clima para movilizar identidades culturales agraviadas”, señala Merke.
El libro, coordinado por Timmons Roberts, Carlos Milani, Jennifer Jacquet y Christian Downie, también indaga en el papel de los medios de comunicación y de las plataformas digitales. El ecosistema mediático es un “vector clave” en la amplificación de la desinformación, tanto por “falsos equilibrios” periodísticos —otorgarle el mismo espacio y entidad a un científico que a un lobbista, por ejemplo— como por la arquitectura algorítmica de las grandes tecnológicas —Meta, Google, X y TikTok—. Para Merke, el libro exhibe un “mecanismo inquietante”: muchas de estas plataformas no solo permiten la desinformación, también ganan dinero con ella a través de publicidad dirigida de compañías fósiles.
Lo primero: qué es la obstrucción climática
Los autores la definen como las acciones intencionales y los esfuerzos para frenar o bloquear políticas sobre el cambio climático, medidas respaldadas por el consenso científico respecto a la necesidad de dejar de quemar combustibles fósiles y de destruir los ecosistemas naturales.
Ante cada política climática puesta sobre la mesa, las grandes petroleras, junto con sus aliados de la agricultura, la tecnología, los medios de comunicación y sus facilitadores en el sector de las relaciones públicas, utilizan sus “ganancias y poder” para impedirlas o debilitarlas. “Un ecosistema interconectado de individuos y organizaciones”, resumen este grupo de investigadores.
En diferentes contextos políticos, la obstrucción adopta formas propias. No hay un método único, se explica. Pero el objetivo sí es común: sabotear acciones significativas para abordar la crisis climática. En el caso de la industria fósil (petróleo y gas), el entorpecimiento pivota todo el tiempo sobre “negar, retrasar y diluir”.
La norma periodística de “los dos lados”, dar voz a todas las partes, “ha sido explotada por la industria de los combustibles fósiles y su maquinaria de obstrucción”.
Tras realizar una revisión exhaustiva de la literatura académica y de los documentos internos de la industria, los autores revelan la estrategia de “tres pasos” de la industria de los combustibles fósiles para mantenerse con vida: negar la ciencia que muestra que los combustibles fósiles causan un cambio climático peligroso; retrasar soluciones políticas y regulaciones que podrían reducir la contaminación; y diluir o cooptar esas políticas una vez que se aprueban. El ejemplo más reciente: el adiós el veto a los coches de combustión en 2035.
“Si bien la clásica negación climática de la industria de fines del siglo XX aún se arrastra a través de los mitos zombis que ha difundido y el lenguaje tipo 'engaño' sigue siendo relevante —dice el libro—, una forma de obstrucción más frecuente y complicada es el uso de tácticas de miedo económico como parte de los esfuerzos de lobby para retrasar o debilitar la acción política mediante el alarmismo con afirmaciones extravagantes e inexactas de que la política climática arruinará la economía”.
Esta industria, cuando ya no puede evitar el debate político, se vende “como parte de la solución al cambio climático”. Los ejemplos sobran. En España, Repsol se erige como un actor clave de la transición verde, pero solo el 1,28% de toda la energía que produce es renovable. Con esta técnica, señala el libro, “la industria de los combustibles fósiles está cooptando el discurso de las soluciones climáticas para impedir la legislación y mantener el modelo de negocios del petróleo y el gas”.
“Con demasiada frecuencia transmiten el encuadre preferido de la industria, haciendo que la responsabilidad del cambio recaiga sobre los consumidores en lugar de las corporaciones, lo que permite a estas últimas evitar la rendición de cuentas”, señalan los autores
Las técnicas de obstrucción se sustentan, por lo general, en algunas de estas narrativas: historias aterradoras sobre el “colapso industrial” y otras consecuencias negativas (imaginarias) de la política climática; falsas soluciones como la captura de carbono para reducir la necesidad de reducir el uso de combustibles fósiles; o la afirmación de que los combustibles fósiles son la mejor y única manera para que las economías emergentes generen la electricidad necesaria para el desarrollo económico.
La industria de la agricultura animal, señala el libro, es “otro importante contaminante climático”, por su exitoso esfuerzo de mantener alta la demanda pública de carne a pesar de los costes climáticos y de salud que tienen sus productos. Para los autores, esta obstrucción cuenta con el beneplácito de los medios de comunicación, que “constantemente caen en la trampa”: “Con demasiada frecuencia transmiten el encuadre preferido de la industria, haciendo que la responsabilidad del cambio recaiga sobre los consumidores en lugar de las corporaciones, lo que permite a estas últimas evitar la rendición de cuentas”.
Como resultado, se agrega, la cobertura sobre agricultura y cambio climático se suele centrar en el consumo de carne y el veganismo como opciones dietéticas individuales, “mientras que rara vez aborda las contribuciones de las empresas ganaderas al cambio climático y el papel de las políticas gubernamentales —impuestos y subsidios agrícolas— en la promoción o el impedimento de la producción y el consumo sostenibles.
El chivo expiatorio del multiculturalismo
En el capítulo dedicado a la ultraderecha, el libro rastrea una estrategia de obstrucción común en todos los países: la amenaza de una sociedad multicultural y multirracial como chivo expiatorio para conseguir el apoyo de los partidos nacionalistas. Se presentan como las únicas fuerzas políticas que buscan combatir el “Gran Reemplazo” por parte de organizaciones cosmopolitas, como la ONU.
Ante esto, los partidos conservadores tradicionales, siempre dubitativos para adoptar medidas para combatir el cambio climático, empiezan a sumarse al rechazo científico y a todas las nociones de diplomacia multilateral y cooperación internacional que son fundamentales para resolver el desafío climático global.
Que este chivo expiatorio —como tantos otros— cale en los imaginarios colectivos mucho tienen que ver los medios de comunicación, dicen estos expertos. La norma periodística de “los dos lados” —dar voz a todas las partes— “ha sido explotada por la industria de los combustibles fósiles y su maquinaria de obstrucción”.
Los autores definen al big tech como “actores cómplices” de la obstrucción, ya que “la desinformación es ahora un subproducto garantizado, si no una parte central, de los modelos de negocio de las empresas de redes sociales”
Si esto se suma a la habitual venta de servicios a la industria de los combustibles fósiles con fines publicitarios, el rol de los medios tradicionales —televisión, periódicos y radio— es de relevancia dentro de esta maquinaria. El contenido comprado por las empresas parece “información objetiva” cuando, en realidad, está plagado de intereses anticlima.
Ni hablar del papel de las grandes empresas tecnológicas, principales contribuyentes a la desinformación climática. Los autores definen al big tech como “actores cómplices” de la obstrucción, ya que “la desinformación es ahora un subproducto garantizado, si no una parte central, de los modelos de negocio de las empresas de redes sociales”. A juicio de los autores del libro, los algoritmos que premian la desinformación climática son un ejemplo de que la obstrucción no se explica solo por un “gasto financiero masivo”, sino también por “la explotación de rasgos psicológicos humanos comunes”.
A las cinco creencias que sustentan la acción climática —el cambio climático es real, es de origen humano, tiene consenso científico, es perjudicial y existe la esperanza de que podamos evitar los peores escenarios—, el “contramovimiento climático” instala “descreencias” que, como poco, contaminan las evidencias: el calentamiento global no es real, no es de origen humano, los impactos climáticos no son malos, las soluciones climáticas no funcionan, y los expertos no son nada fiables. ¿Cómo cultivan estas incredulidades? “Desvirtuando la integridad científica. Es decir, empleando las cinco técnicas de negación científica: falsos expertos, falacias lógicas, expectativas imposibles, selección de datos y teorías conspirativas”.
El Sur global: entre impacto y dependencia
Para Merke, una de las contribuciones más valiosas de todo el libro es el análisis del Sur global. Los autores muestran que, aunque los países en desarrollo sufren más las consecuencias del cambio climático, también reproducen lógicas de obstrucción cuando sus élites políticas y empresariales dependen de sectores fósiles o agroexportadores. La obstrucción, advierten, no es monopolio del norte, aunque el norte tiene una responsabilidad histórica desproporcionada.
Se pone el ejemplo de la expansión del ferrocarril brasileño para conectar puertos costeros, anunciada como una alternativa más limpia por la política y las grandes empresas, que terminó provocando una “deforestación más extensa” y fortaleciendo la lógica extractivista que impulsa el Norte global en esta región.
En Brasil y Argentina, por ejemplo, las administraciones reciben regalías por la extracción petrolera, “lo que los convierte en opositores naturales a las políticas climáticas”
Los Estados, que están en condiciones de impulsar la acción nacional y subvertir los regímenes hostiles al clima global ejerciendo su propia autoridad, terminan formando parte de este ecosistema tóxico. En Brasil y Argentina, por ejemplo, las administraciones reciben regalías por la extracción petrolera, “lo que los convierte en opositores naturales a las políticas climáticas”. Estos “beneficios económicos” se utilizan para identificar a las políticas de descarbonización como “hostiles a los trabajadores y a las finanzas estatales”.
En general, “la dependencia de la industria de los combustibles fósiles representa un obstáculo para políticas más eficaces y ambiciosas que buscan diversificar las fuentes de energía y crear un modelo de desarrollo económico menos centrado en el petróleo”. Encima, en toda América Latina, el activismo climático se reprime mediante violencia física, lo que “sugiere que los actores subnacionales se sienten cómodos generando miedo cuando ello sirve a sus intereses, incluso si genera indignación pública”.
Las soluciones
El libro no se limita al diagnóstico. Detalla una serie de mecanismos emergentes para contrarrestar la obstrucción, como los litigios climáticos basados en publicidad engañosa y responsabilidad civil; las regulaciones contra el greenwashing; la transparencia obligatoria para el lobby empresarial; las reformas en los procesos del IPCC y la COP que limiten el poder de los obstructores; y las campañas de naming and shaming (nombrar y avergonzar) para revocar licencias sociales.
Para los autores, estos cinco mecanismos son “cruciales” para frenar la obstrucción climática. No apuntan solo a los daños causados por la contaminación, sino también al “greenwashing y otros discursos y comportamientos corporativos engañosos que se rigen por las leyes de protección al consumidor”.
Merke: “No basta con diseñar buenas políticas climáticas; es preciso desmantelar la arquitectura que las bloquea”
En los Países Bajos, la Autoridad de Consumidores y Mercados declaró lavado verde al “ecodiseño” de H&M, lo que ha provocado una “atención pública negativa” por las conductas contaminantes de esta marca. Aunque si bien “la humillación pública genera presión social”, los litigios crean un incentivo aún más directo para que las corporaciones dejen de obstruir la acción climática, explica el libro. Los autores han recopilado más de 2.000 juicios en todo el mundo. Se espera que la cifra crezca con fuerza en los próximos años. “Estos casos representan una gran amenaza para la industria, con un rango de responsabilidad potencial que alcanza billones de dólares o más”, explican.
La otra buena noticia es que los grupos de la sociedad civil han comenzado a “contrarrestar la infraestructura que frena la acción climática”. Cada vez hay más organizaciones que están monitoreando la desinformación en las plataformas de redes sociales y realizando campañas de concienciación. “Mediante esfuerzos como estos, los científicos del clima, los defensores y los formuladores de políticas están empezando a desarmar y desmantelar estratégicamente la operación de obstrucción industrial que está saboteando la acción climática”, concluyen los investigadores.
Merke se queda con la contundencia del diagnóstico de esta investigación: la lucha contra la obstrucción es hoy tan importante como la reducción de emisiones. “No basta con diseñar buenas políticas climáticas; es preciso desmantelar la arquitectura que las bloquea”.
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