Chile
El futuro de Chile va a plebiscito

Las predicciones sobre el resultado del plebiscito de este domingo en Chile son más inciertas que nunca. La nueva Carta, redactada en un proceso participativo, pone en el centro los derechos de las mujeres y de los pueblos originarios. De aprobarse, Chile se enfrentaría a un largo proceso de reformas para adaptarse a su nueva Constitución.
Chile y los derechos humanos - 10
Manifestantes en una de las protestas de 2019, durante el estallido que dio lugar al proceso de redacción de la nueva Constitución. Julio Zamarrón
2 sep 2022 14:55

El plebiscito sobre la nueva Constitución en Chile se celebra este domingo 4 de septiembre y las predicciones sobre el resultado son más inciertas que nunca. La votación decidirá si se aprueba el nuevo texto constitucional, redactado durante el último año por una Convención de 154 miembros elegidos por el pueblo, o si se rechaza y se mantiene la actual Constitución, aprobada en 1980 durante la dictadura cívico-militar de Pinochet.

Lo que está en juego es la posibilidad de cambiar las reglas neoliberales que han convertido a Chile en el “jaguar de América Latina” por sus tasas de crecimiento económico y, al mismo tiempo, en el país con los mayores niveles de desigualdad de la región. Lo que se elige el domingo es también y sobre todo el desenlace de un largo proceso que comenzó en Chile el 18 de octubre 2019 con una revuelta social sin precedentes. El pueblo chileno estalló contra el insostenible modelo político y económico que ha consolidado durante décadas el poder de una pequeña élite cada vez más rica sobre una inmensa mayoría que vive endeudada y sin estado de bienestar, donde la educación, el sistema de salud y de pensiones han sido entregados al sector privado, los bienes naturales están en manos de unas pocas grandes empresas, e incluso el agua se reparte según derechos de uso privados, a pesar de que la sequía en Chile es una emergencia climática desde hace más de una década.

Chile
A un año del estallido que estremeció Santiago

El 18 de octubre de 2019, Chile inició una revuelta popular y ciudadana que cambió el país para siempre.


La nueva Constitución que se somete a votación este 4 de septiembre define a Chile como un “Estado social y democrático de derecho”, plurinacional, intercultural, ecológico, y ha suscitado un gran interés internacional: “Me tocó recorrer España, estuve en Berlín, en Francia, en Bélgica, hay una admiración hacia el trabajo que hemos llevado adelante”, dice Manuela Royo, abogada de la Convención que representa el movimiento en defensa del acceso al agua Modatima.

Junto a ella, en la elección del 15 y 16 de mayo del año pasado para designar a quienes redactarían el nuevo texto constitucional, fueron escogidas muchas figuras independientes de la política tradicional y de los partidos políticos. Además, por primera vez en Chile se reservaron escaños para los pueblos indígenas y la igualdad de género entre las personas elegidas. “En el extranjero se valora el proceso y el resultado de una Constitución que es vanguardista a nivel internacional, que es un aporte al mundo”, continúa Manuela Royo.

La nueva Carta Magna se redactó a través de un proceso participativo y plural, que asegura la centralidad de los derechos de las mujeres, afirma la plurinacionalidad y reconoce a los pueblos originarios

Aunque la Convención se enfrentó a un gran número de obstáculos desde el inicio de su trabajo, la nueva Carta Magna se redactó a través de un proceso participativo y plural, que asegura la centralidad de los derechos de las mujeres, afirma la plurinacionalidad y el reconocimiento de los pueblos originarios, se pronuncia contra los crímenes de lesa humanidad, la tortura y el genocidio, y decreta el derecho a la salud, la educación, la vivienda y un sistema de pensiones digno.

Se trata de un cambio radical de visión de país con respecto al actual texto constitucional que, aunque haya sido reformado en numerosas ocasiones, sigue respondiendo a las recetas de los Chicago Boys y protege los privilegios de una élite que, en efecto, ha hecho todo lo posible por defenderlo.

Por eso, la batalla electoral es tan áspera y el resultado no es para nada previsible. Desde hace meses, las encuestas indican como ganadora la opción que rechaza el nuevo texto, y aunque en las últimas semanas haya perdido terreno, sigue manteniendo una ventaja de entre 4 y 12 puntos por sobre el “apruebo”.

“La situación nos permite sostener que la opción del rechazo se ha instalado artificialmente como ganadora”, explica Pedro Santander, director del grupo de investigación Demoscopía Electrónica del Espacio Público (DEEP), de la Universidad Católica de Valparaíso, que está analizando el comportamiento de las redes sociales en relación al plebiscito. “En un corto período de tiempo en Chile han habido tres eventos electorales donde ha ganado todo lo que representa la opción del apruebo”,  aclara, refiriéndose en primer lugar al referéndum de octubre 2020, donde se decidió si se iniciaba o no el proceso constituyente y donde ganó el “sí” con casi el 80% de las preferencias.

América Latina
Chile: el largo camino hacia una nueva constitución

Hace un año, Chile estallaba para protestar por un modelo neoliberal heredado de la dictadura. Este 25 de octubre comienza oficialmente el proceso para dotar al país de una nueva constitución, sin líderes ni partidos que consigan adueñarse de un movimiento nacido desde abajo. 

Además, la elección de los delegados para redactar la nueva Carta Magna, en mayo de 2021, fue un fracaso para los partidos de derecha, que no llegaron ni a un tercio de los escaños, el mínimo necesario para poner el veto a las propuestas del órgano constituyente. Finalmente, incluso en las elecciones presidenciales del 19 de diciembre pasado, Gabriel Boric se impuso por once puntos sobre el candidato de extrema derecha Antonio Kast.

Con esta tendencia de los últimos dos años, que ahora gane la opción para mantener la actual Constitución parece un sinsentido. “La derecha ha conseguido crear un clima social adverso a la nueva Constitución con diferentes estrategias”, explica Santander. “Utilizaron mucho las fake news e hicieron del trabajo de la Convención un escándalo continuo, largo un año, copando la agenda de los medios hegemónicos. Trataron de desacreditar a sus miembros, dañar su reputación, y desde el primer día intentaron destruir y boicotear el proceso desde adentro.”

La dinámica cambió a partir del 4 de julio de este año, cuando, una vez entregado el texto definitivo de la nueva Constitución, la Convención se disolvió y comenzó la campaña para el plebiscito. Según la investigación del grupo DEEP, a diferencia de lo que ocurrió con el referéndum de 2020, hoy en Facebook e Instagram la opción “apruebo” es mayoritaria, e incluso en Twitter tiene un número más alto de usuarios, aunque la comunidad del “rechazo” genere un mayor volumen de publicaciones y menciones.

Pese a que las encuestas parecen indicar que se ha impuesto la opción del rechazo, también indican que hay un elevado número de indecisos, que oscila entre el 10 y el 15%, en un plebiscito en el que la participación es obligatoria

También hay que tener en cuenta otros factores: las mismas encuestas muestran un elevado número de indecisos, que oscila entre el 10 y el 15%, lo que puede inclinar la balanza hacia un lado u otro. Otra incógnita es el hecho de que, por primera vez en Chile, el voto será obligatorio, mientras que la participación en las últimas elecciones ha rondado el 50% y es muy difícil predecir cómo votará esta mitad silenciosa del país.

Lo que sí es palpable en las últimas semanas es la fuerte actividad de la comunidad promotora de la nueva Constitución, que está movilizando al mundo de la cultura, convoca a intelectuales nacionales e internacionales, involucra al ámbito académico y llena el espacio público: debates, iniciativas callejeras, conciertos, paseos en bicicleta han pasado por los barrios de la capital, mientras que la campaña del rechazo no es tan visible y ha reaccionado en varias ocasiones con mentiras y violencia en el debate electoral. Su labor estratégica se observa principalmente en el ámbito mediático, y también supo atraer a destacadas figuras políticas de la ex Concertación, la histórica coalición del centro-izquierda. En el intento de diluir su connotación pinochetista, los rostros más conocidos de la derecha tradicional y extrema no aparecen en esta campaña, dominada en las redes sociales por usuarios anónimos y en los grandes medios por políticos democristianos que han abrazado el “no”, así como por figuras no tan famosas de los partidos de centro.

En Chile, hay dos derechas que se oponen a la transformación social, según Sergio Grez, historiador y profesor de la Universidad de Chile. “Esta Convención estuvo hegemonizada por las fuerzas de centro, o de centro-izquierda —señala— que a menudo votaron junto a la derecha para evitar que las posturas más radicales quedaran escritas en la nueva Constitución.”

Las propias reglas del proceso constituyente, negociadas por parlamentarios de un amplio espectro político en el Acuerdo del 15 de noviembre de 2019, restringieron las posibilidades de conformar una asamblea constituyente plenamente soberana. El actual presidente Boric, que esta semana ocupa la portada de Time, reafirma su papel en ese acuerdo, que en su momento fue duramente criticado, incluso dentro del Frente Amplio, su coalición política: se trataba de “canalizar el conflicto” que se expresaba en las protestas diarias de miles de personas en todo el país.

El resultado fue un proceso constituyente con varias restricciones, que tuvo que alcanzar la altísima mayoría de 2/3 para deliberar sobre cualquier propuesta y que, por ejemplo, no pudo poner en cuestión los acuerdos internacionales de libre comercio ya estipulados por Chile. “Además, no llegaron al cuórum las propuestas que facilitarían la nacionalización de materias primas como el cobre y el litio, los únicos recursos que Chile posee para financiar los derechos nombrados en la nueva Constitución”, continua Sergio Grez, quien destaca los obstáculos concretos que enfrentará el País a partir del 5 de septiembre, incluso si se aprueba la nueva Carta Magna.

Una de las consignas de la política institucional, que ha dominado la campaña electoral, es la de las reformas a la Constitución, tanto desde la opción del “rechazo con amor” por una Constitución mejor, como desde el sector que invita a aprobar para hacer posteriormente correcciones y enmiendas.

Si gana el “apruebo” habrá una transformación paulatina de las funciones de las Cámaras, la formulación de leyes y reglamentos acordes a los nuevos principios constitucionales

Se vislumbra, por lo tanto, que el proceso constituyente se prolongue durante los próximos años: si gana el “apruebo” habrá una transformación paulatina de las funciones de las Cámaras, la formulación de leyes y reglamentos acordes a los nuevos principios constitucionales y, anteriormente, unos cuantos cambios en el texto que todos los sectores políticos ya han prometido.

“Lo que es cierto es que si no aprobamos el actual proyecto, no habrá ninguna reforma”, concluye Manuela Royo, “es necesario al menos dejar de lado la Constitución de la dictadura si queremos abrir el debate, y las decisiones tendrán que ser tomadas por el pueblo, en un proceso democrático, si no habrá más de lo mismo.”

El camino, en definitiva, sigue siendo largo y para nada allanado. Con la votación del domingo, sin embargo, se completa un ciclo político generado por las protestas que sacudieron a Chile en octubre de 2019, y al mismo tiempo se juega la posibilidad de abrir uno nuevo, donde se discutirán las reglas del País a entregar a la próxima generación.

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