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Ciberseguridad
Hoy es un buen día para cambiar de contraseña
Han hackeado a nuestra administradora, la han botado del Comando Plath, nuestro grupo feminista secreto.
Han hackeado a Vicki. El mensaje me llega por el chat grupal. Han hackeado a nuestra administradora, la han botado del Comando Plath, nuestro grupo feminista secreto y una tal VenenoTuPiel —según su foto de perfil, una rubia con blue jeans localizada en México— se ha autoerigido como nueva admin, ha bloqueado a Vicki y no deja entrar a nadie más, se ha atrincherado. Quienes estén detrás de esa identidad fake han violado nuestro espacio seguro de 700 mujeres.
Hemos borrado en tiempo récord los detalles de la planificación de nuestro próximo atentado terrorista: algún poema río sobre nuestras violaciones. Por la ventana de Vicki me habla alguien que ahora no puedo asegurar que sea Victoria. Tú eres el siguiente, payaso, le escribo vehemente mientras le envío un mail furtivo a la verdadera Vicki: te han hackeado, borra todo.
Esta semana ha sido durísima. Desde este grupo nos hemos hecho eco de denuncias contra un director de teatro cuyo método Stanislavski consistía en violar a las actrices. También contra un poeta maltratador de novias y dado al manoseo súbito. La reacción ha sido furibunda. Nos tienen en la mira. “¡Gabi, soy yo!”, me contesta la falsa Vicki. A mí no me engañas, criminal del patriarcado, lárgate de aquí. Somos malas, podemos ser peores. Le escribo lemas de pancarta ahora con fuego en los dedos.
Desde otra ventana me habla la poeta Roxana: “Gabriela, me dice Vicki que te diga que sí es Vicki, que no es un hacker y que le hagas alguna pregunta para que salgas de dudas”. ¿Cómo se llamaba el psicópata con el que vendías libros de segunda mano y que una vez me encerró con llave en su casa con novelas de Kureishi para que no me fuera con nadie y a mí me pareció cool? Es demasiado fácil incluso para los crackers. ¿Cómo se llamaba mi primera mascota? Mejor. Entonces empiezo a ver la magnitud del daño. Lo han conseguido. Mierda, Victoria, eres tú, me estoy muriendo de miedo, la veo en vídeo y le digo: “Ya no creo ni en tu cara”. La pregunta es: ¿cómo hemos llegado a esto?
A Vicki le llegó un mail de Facebook que le avisaba de que alguien quería entrar en su cuenta y la dirigía a un link para recuperar su contraseña. No era Facebook, era VenenoTuPiel y ya había clonado su cuenta. Veo varios perfiles de compañeras del comando defendiendo a los agresores que ayer atacábamos. Han sido hackeadas también. Me cago. Escribo en mi muro con solemnidad: “El Comando Plath fue hackeado este fin de semana por gente muy interesada en que nos callemos. Esto no es un adiós, es un hasta luego amenazante”.
En Twitter nos dejan un bonito mensaje: “Los de este comando deberían hacer honor al nombre usurpado de Sylvia Plath y meter las cabezas al horno de gas. Si Hitler viviera, en lugar de mandar a los judíos a las cámaras de gas habría enviado a las mujeres”. Una abogada me escribe: “Os animo a denunciar, no son palabras de trolls, son delitos”. Me entra de pronto un mail. Es de Facebook: “Gabriela, vuelve al Facebook con un click”. Es como ver los pelos de la niña de The Ring en mi pantalla y que me haga ¡booo! con sus manitas. Todo dicho de esa manera tan casual y educada y siniestra para que pise el palito: “Hola, Gabriela: Parece que tienes problemas para iniciar sesión en Facebook. Tan solo haz clic en el siguiente botón e iniciaremos sesión por ti. Si no estás intentando acceder, infórmanos aquí”.
Le escribo como posesa a Zamba, nuestro fucking hacker aliado del barrio. A veces nos encontramos en conciertos de cantautores argentinos pero no se me había pasado por la cabeza que le necesitaría más que a un sueldo fijo. Zamba, ¿qué hago? Fijate la dirección de origen. ¡¡Es mentira!! ¡No pinches en nada! ¡Ya pinché! Soy una gilipollas. Pinché en “infórmanos aquí”. Cierra y borra el mail.
Al poco rato me llega un audio suyo. No era un correo phishing, pero de todas maneras están intentando entrar. Me dice “Gabi, tu Twitter es muy goloso para Forocoches —me sonrojo y todo de que alguien piense que tengo un Twitter goloso para forococheros—, tienes que poner la doble autentificación por el móvil a todo. ¡No dejes que te hackeen, Gabi!”.
Me lleno de una fuerza desconocida. Es como dice Vicki: el cracker es como el acosador o como el violador, su trabajo delictivo es vulnerarte. Como si pudiera evitar llegado el momento que me violen, que me hackeen, que me maten, me pongo a leer por fin el Kit de Autodefensa Ciberfeminista y toda la macana del TOR y las redes cebolla. Primer mandamiento: “Hoy es un buen día para cambiar de contraseña, y si tu novio se enfada, cambia de novio”.