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Cine
“En el cine español nunca he visto a un hombre asiático que se emocione y converse de corazón a corazón”
En una entrevista en Madrid, justo antes de una gran actuación, Tadashi conversa con una periodista sobre su sueño de la infancia: convertirse en onnagata (un actor hombre que representa roles femeninos en la tradición del teatro kabuki). Así, rememora un pasado marcado por el sexismo y la homofobia que, al soltarlo, le permite llegar a “un presente digno y honesto”, que abraza sin miedo referentes queer tan inesperados como el anime Sailor Moon.
El español-japonés Kuni Tomita (1992) es quien encarna a Tadashi en su primer cortometraje como creador: un cóctel de tradición y cultura pop, entre la masculinidad y la feminidad, entre España y el Este asiático, entre la autobiografía y la fantasía. Zhihan Chen, en el papel de la periodista china coprotagonista, acompaña a su entrevistado en sus recuerdos desde niño incomprendido hasta actor libre y auténtico.
Cocreado y dirigido por el director catalán Adrià Guxens, después de ser aplaudido en su estreno en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, Kokuhaku (título que significa “confesión” en japonés) se proyectará el 14 de noviembre en la 29ª edición del Festival LesGaiCineMad. Para Tomita, el título del corto tiene que ver con la sensación de desahogo que sintió cuando lo estaba escribiendo: “Cuando te confiesas, hay una especie de alivio. Cuando cuentas algo, te liberas de su peso”.
La que iba a ser en principio una obra de teatro inspirada en los romances de los onnagata de la Era Edo, superestrellas en una época en que su homosexualidad era aceptada, se transformó en un cortometraje donde, en palabras de Tomita, “el personaje y yo nos fusionamos”. El actor descubrió la figura del onnagata, “un hombre que se viste de geisha”, gracias a la lectura, en 2019, del libro El gran espejo del amor entre hombres de Ihara Saikaku, publicado por Satori Ediciones.
A partir de ahí, se embarcó en la aventura de escribir una primera versión que se pudiera llevar o al teatro o al cine, y de buscar a las personas que participaran en la producción: “Mi mejor amigo, Fernando Álvarez, es el único sastre en España que tiene kimonos de mujer para hombre, y todos los conocimientos para convertirme en una verdadera geisha, y no en el estereotipo de kimono cutre y mal puesto que hay muchas veces en España. Con Adrià Guxens, curiosamente, tuve en su día una cita de Tinder donde hablamos de cine, y eso se quedó ahí. Pero años después, sin haber visto ningún cortometraje suyo previamente, sentí que debía ser él el director de este proyecto. Y gracias a la experiencia que tiene, pudimos hacer un guion profesional: la influencia de los cuentos de fantasmas japoneses, refinar la presentación del conflicto central de mi personaje y su giro final, etc.”.
Respecto a Zhihan Chen, Tomita tampoco conocía su trabajo previo, pero tenía su contacto en redes sociales, “y me vino su imagen de repente como la persona perfecta para interpretar a Liu. Su personaje está inspirado en una chica que conocí en Corea del Sur, alguien capaz de sacarme todos los secretos y que estaba genuinamente interesada en mi historia. Era mitad coreana mitad japonesa y dominaba cuatro idiomas”. Tomita elogia con entusiasmo el trabajo que Chen, radicada en Madrid y hablante de chino, español e inglés, ha hecho para interpretar a un personaje de origen chino que se desenvuelve en japonés.
Frente a la extendida visión de que Japón no es un país pro-LGTBQ+, Tomita destaca que el rol del onnagata en el teatro kabuki, aún a día de hoy, es el más respetado, y que, en relación a la homosexualidad, hay mucha ambivalencia
Frente a la extendida visión de que Japón no es un país pro-LGTBQ+, Tomita destaca que el rol del onnagata en el teatro kabuki, aún a día de hoy, es el más respetado, y que, en relación a la homosexualidad, hay mucha ambivalencia: “Se piensa que es un país muy rígido en comparación a España, pero a veces ahí juzgan menos tu manera de vestir, o si eres un hombre acompañado de un hombre, por ejemplo”. Tomita cuenta a El Salto que “en Japón hay una fascinación hacia que un hombre se vista de mujer. Se ve como admirable e incluso, quizá, morboso, que un hombre se mueva y se vea como una mujer”. No niega que “es una práctica machista, porque el kabuki fue originalmente creado por un grupo de mujeres en 1603, hasta que en 1629 el sogunato Tokugawa prohibió su participación por quejas de prostitución. Los onnagata nacen precisamente a partir de prohibir participar a las mujeres”.
El actor reconoce esta contradicción: “Para un hombre homosexual, ser onnagata podía ser una liberación, porque por fin podía abrazar la feminidad. Pero, por otra parte, este hombre está ocupando el espacio de una mujer. En mi caso, antes de conocer a estos actores, yo no me atrevía ni a ponerme un tacón. Pero cuando los conocí, y me sentí tan identificado, encontré una voz: una vía para crear. Ahora, mi forma de vestir ha cambiado completamente y me he liberado en ese sentido. Sí me resultaba conflictivo pensar en la apropiación del espacio de las mujeres, pero, al final, ni mi personaje ni yo somos actores de kabuki reales, sino simplemente personas que soñaban con ser geishas”.
“A pesar de ser mitad español, siempre me han dado papeles de asiático, y cuando era más joven y no me llegaban oportunidades, pensaba que era por ser mal actor”, recuerda Tomita
Con una carrera que decidió empezar a la temprana edad de trece años, Tomita relata su experiencia de ser el único actor asiático en la gran mayoría de proyectos en los que ha estado: “A pesar de ser mitad español, siempre me han dado papeles de asiático, y cuando era más joven y no me llegaban oportunidades, pensaba que era por ser mal actor: en los castings obtenía los roles menos importantes. También he tenido que rechazar un par que consideraba que eran ofensas, primero, para los hombres japoneses, y después, para los hombres asiáticos en general”. Las personas asiáticas son retratadas “como tontas, sumisas, tímidas, o extremadamente violentas, y eso no es verdad o no toda la verdad. Con Kokuhaku, inconscientemente, he querido representar a un hombre japonés que es vulnerable. En el cine español yo no he visto nunca a un hombre asiático que se emocione y que tenga una conversación con otra persona de corazón a corazón, como la que estamos teniendo tú y yo ahora mismo, como las que tengo habitualmente”.
Afirma la responsabilidad de actores y actrices de interpretar sus personajes de la forma más digna posible, y contar sus propias versiones de las historias: “Como actor o actriz, debes saber por qué coges a determinada personaje. ¿Es por dinero? ¿Que te paguen 400 euros es que te paguen bien? ¿Es por sumar experiencia al currículum? Tenemos el poder de crear nosotros mismos. Si no te cogen en una súper serie, puedes intentar hacer tu propia obra”. De hecho, y como toda primera obra audiovisual independiente, conseguir la financiación ha sido un reto que se ha tenido que sortear de formas más o menos pintorescas: fondos propios, una campaña de crowdfunding e, incluso, una semana y media en que Tomita vendió cactus a puerta fría por Bélgica.
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