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Violencia sexual
Qué puede aportar la ciencia al debate de la ley “solo sí es sí”
En 1932 Walter Bradford Cannon desarrolló el modelo lucha-huida para describir las reacciones animales cuando se enfrentan a un peligro. Según este modelo, un animal, enfrentado a un peligro, puede reaccionar de dos formas: huyendo o luchando contra el peligro. Posteriormente este concepto se amplió a lucha-huida-parálisis (fight-flight-freeze), siendo este último tipo de reacción ampliamente aceptado por la comunidad científica desde hace más de 20 años. También se introdujo posteriormente el concepto de inmovilidad tónica, que es una reacción parecida a la de la parálisis que sucede cuando la persona o animal percibe pocas posibilidades de huir o luchar, y que minimiza la conciencia y la percepción de dolor. Estas dos formas de reacción (parálisis e inmovilidad tónica) son muy importantes por cuanto en la legislación referente a los delitos de índole sexual, que afectan de forma muy mayoritaria a mujeres, tradicionalmente se hacía hincapié en la resistencia a la agresión sexual (fight), ignorando completamente que algunas de las reacciones más comunes ante una agresión sexual, una situación de estrés extremo, son este tipo de inmovilizaciones de la víctima. Esto está reconocido ampliamente por la psicología desde hace también unas dos décadas (1). Estas reacciones fisiológicas no son voluntarias, sino que forman parte de la gama de conductas normales de los mamíferos. En este sentido, la ley “solo sí es sí” o de garantía integral de la libertad sexual, supone un notable paso adelante para adaptarse al estado actual del conocimiento científico, ya que entiende que esta reacción de paralización no supone un consentimiento, sino que este debe ser claramente expresado. La paralización ante la agresión ha sido ampliamente descrita por el movimiento feminista desde hace mucho, y solo se puede entender que esto haya sido ignorado durante tanto tiempo por el sesgo claramente violento de nuestra cultura, herencia de las sociedades belicistas y guerreras que han sido las dominantes tradicionalmente. Este tipo de sociedades han primado siempre la reacción de lucha frente a las de huida o paralización, tildando estas de cobardía. Cabe recordar el entrenamiento intensivo a que deben ser sometidos los combatientes para conseguir un cierto control de las reacciones de huida y paralización y que sea la de lucha la que prime, y aun así solo se consigue de forma parcial. Socialmente las reacciones de huida o paralización se han considerado tradicionalmente despreciables, lo que hace que las víctimas de delitos sexuales sientan a posteriori intensos sentimientos de culpa por no haber luchado contra la agresión. Como vemos, una situación de una crueldad inusitada.
Pero la historia que nos puede contar el actual estado del conocimiento científico no termina aquí, ya que más recientemente (2) se ha descrito otro mecanismo de respuesta a una situación de miedo, que es la adulación (fawn). ¿Qué tipo de implicaciones podría tener esto sobre los delitos sexuales? Pues mucha, pues implicaría que, en determinadas circunstancias, una conducta de aparente consentimiento claro no sería tal, sino una respuesta de apaciguamiento del agresor con el fin de tratar de evitar un daño mayor. En estos caso la agresión y por tanto el delito seguirían estando presentes, y las consecuencias para la víctima suelen ser aún peores, pues se suman a la agresión sufrida sentimientos de vergüenza y culpabilidad intensos. Es decir, que la nueva norma se sigue quedando corta respecto al actual estado del conocimiento científico.
Otra de las quejas de la derecha (y no tan derecha) sobre la nueva ley es que la califican de poco punitivista. ¿Qué nos puede decir la ciencia respecto a esto? Aquí podemos decir claramente que una vez más la derecha se ha quedado en un estadio previo al del conocimiento actual, y que haría bien en actualizarse. Lo que se sabe a día de hoy es que la mejor forma de que no ocurran delitos es prevenirlos, no castigar a los delincuentes una vez perpetrados los delitos encerrándolos en cárceles llenas de delincuentes con conductas sociales tan problemáticas o más que las de ellos. La eficacia del castigo para prevenir crímenes solo ocurre bajo circunstancias que es muy difícil que se den en la vida real, y el castigo en muchas ocasiones puede carecer de eficacia, especialmente cuando concurren circunstancias en que este castigo no va a suceder con certeza (lo más habitual en la mayoría de crímenes pero especialmente en los de índole sexual). No existe tampoco ninguna evidencia de que aumentar la severidad del castigo disminuya la frecuencia criminal, al menos cuando nos movemos en niveles de penas como los actuales y en delitos como los sexuales que en la mayoría de casos quedan impunes al ser imposibles de probar por las propias circunstancias en que se han perpetrado. Se puede dar incluso la paradoja de que una mayor severidad en las penas induzca la comisión de crímenes más graves. Imaginemos que una violación fuera castigada con 30 años de prisión, la misma pena que el homicidio. ¿No sería esto un incentivo para que el violador asesinara a su víctima, eliminando así a la principal testigo?
La prevención debe hacerse desde la infancia, en la familia, en la escuela y en los contenidos multimedia. Los psicólogos sociales disponen de amplia evidencia sobre los medios que se pueden utilizar para prevenir la violencia, tema sobre el que no profundizaré pero cuya información está fácilmente accesible para quien esté interesado en el tema (3). Y lo que podemos decir es que la ley “solo sí es sí” acierta al no incidir en el punitivismo sino en la prevención del delito y sus orígenes y en la detección de este. No cabe duda de que supone un gran avance respecto a la situación anterior, que debe ser celebrado como un paso importante en la reducción de estos delitos, extremadamente frecuentes y que resultan devastadores para las vidas de las víctimas.
1. “The tonic immobility (fright) defense response is pan-mammalian (like the freeze, flight, and fight responses which precede it). Tonic immobility is most useful when a slow-moving vulnerable organism (eg, the opossum) is confronted with a life-threatening situation involving mobile large predators. A captured prey that becomes tonically immobile rather than struggling and fighting may increase its chance of escaping if the predator temporarily loosens its grip under the assumption that its prey is indeed dead. Tonic immobility may enhance survival and is therefore adaptive when there is no perceived possibility of escaping or winning a fight. The tonic immobility survival response may be the best explanation for the behavior of some rape victims during the assault.” Bracha, H. (2004). Freeze, Flight, Fight, Fright, Faint: Adaptationist Perspectives on the Acute Stress Response Spectrum. CNS Spectrums, 9(9), 679-685. doi:10.1017/S1092852900001954
2. Pete Walker introdujo el concepto en 2013 en su libro TEP COMPLEJO: DE SOBREVIVIR A PROSPERAR, traducido en 2019 al castellano. En este libro Walker describía la conducta de adulación en niños maltratados. Posteriormente este concepto se ha aplicado a todo tipo de víctimas de traumas, incluidas las víctimas de agresiones sexuales.
3. Se puede ampliar información por ejemplo en el tratado de Psicología Social de Kassin, Fein y Markus (9ª ed, 2015), capítulo 11, dedicado a la agresión.