Colombia
El magnicidio de Miguel Uribe Turbay polariza aún más el ambiente preelectoral en Colombia

En el hemiciclo del Senado del Congreso Nacional, el féretro de Miguel Uribe Turbay reposa cubierto con la bandera de Colombia. La fila para despedirlo avanza despacio. Afuera, decenas de personas hablan de política, de miedo, de la sensación de que la historia se repite.
El senador y precandidato presidencial, de 39 años, murió la madrugada del 11 de agosto, tras permanecer más de dos meses hospitalizado por las heridas sufridas el 7 de junio, cuando un adolescente le disparó en la cabeza y en una pierna durante un mitin en el barrio bogotano de Modelia.
El ataque, perpetrado a plena luz del día en un espacio público, sacudió al país. La Policía capturó al presunto autor material y a otras seis personas señaladas de participar en la logística, entre ellas Elder José Arteaga Hernández, alias “Chipi” o “el Costeño”, a quien la Fiscalía identifica como uno de los “cerebros” del magnicidio.
Uribe Turbay, senador desde 2022 por el Centro Democrático, había construido un perfil político como crítico al gobierno de Gustavo Petro; y había centrado su discurso en la seguridad y la oposición a la política de “Paz Total”. Formado en la Universidad de los Andes y en Harvard, representaba una generación joven de la derecha fiel al expresidente Álvaro Uribe Vélez, aunque no lideraba las encuestas y mantenía tensiones internas en su partido.
Violencia política en Colombia
El asesinato reactivó el recuerdo de un país donde siete candidatos presidenciales han muerto de forma violenta. La madre de Miguel, la periodista Diana Turbay, fue asesinada en 1991 durante un intento de rescate tras su secuestro por el cartel de Medellín. Esa memoria de magnicidios y violencia política regresó con fuerza a la conversación pública tras el tiroteo.

Para Laura Lizarazo, directora asociada para la región andina de la consultora Control Risks, el caso “se inscribe en unas dinámicas de violencia política que no han cesado, aunque en los últimos años se han dado con menor letalidad y un perfil más bajo que en los años noventa”, comenta en diálogo con El Salto.
Según la Misión de Observación Electoral (MOE), en el primer trimestre de 2025 hubo múltiples ataques contra autoridades locales y candidatos en regiones bajo fuerte control de grupos armados, como en el Catatumbo, el Cauca o el Chocó. “En lugares donde confluyen la capacidad e intención de hacer daño, el riesgo para los aspirantes a la presidencia es mucho mayor”, advierte Lizarazo.
En el primer trimestre de 2025 hubo múltiples ataques contra autoridades locales y candidatos en regiones bajo fuerte control de grupos armados, como en el Catatumbo, el Cauca o el Chocó
Aunque el atentado se perpetró en Bogotá, Lizarazo subraya que la presencia de actores armados en entornos urbanos no es nueva. “Grupos como el Clan del Golfo o las disidencias de las FARC tienen capacidad logística y operativa en las principales ciudades desde hace años, aunque suelen operar con un perfil bajo”, señala.
Un crimen con diferencias frente al pasado
Guillermo Ospina Morales, profesor de la Universidad de San Buenaventura e investigador en seguridad, paz y conflictos, considera que hay que matizar las comparaciones con los magnicidios del pasado. “En los 90, los asesinatos de candidatos respondían a mensajes políticos claros de actores como los carteles de droga. En el caso de Uribe Turbay, no parece haber un mensaje político tan definido”, afirma a El Salto. Además, recuerda que el senador no figuraba entre los aspirantes más fuertes a la Presidencia, lo que aumenta las incógnitas sobre el móvil del crimen.

Para Ospina, el asesinato no implica necesariamente que Colombia esté al borde de una crisis electoral generalizada. “La violencia política nunca desapareció, pero muchas veces se concentra en líderes sociales y candidatos locales en las regiones. El caso de Uribe Turbay llega al primer plano por su visibilidad, pero no significa que no se pueda hacer campaña en el país”, explica. Sin embargo, el experto advierte que el clima de polarización podría agudizarse y que la seguridad de los candidatos se convertirá en un tema central de la campaña.
Impacto electoral inmediato
El fallecimiento del senador ha obligado a los partidos a revisar sus agendas y estrategias de campaña. En el Centro Democrático, su muerte deja un vacío en una lista de aspirantes ya fragmentada y en búsqueda de un liderazgo claro.
Para Juan Carlos Vélez Uribe, exsenador del Centro Democrático (2010-2014) y primo lejano de Miguel Uribe Turbay, la muerte del precandidato tiene un peso simbólico que va más allá de la política partidista. “Miguel era una persona con un futuro muy importante, que generaba una esperanza muy grande en el país. Nosotros somos la generación que nos tocó vivir el asesinato de Galán y hoy estamos reviviendo esos momentos”, le cuenta a El Salto, mientras evoca uno de los episodios más traumáticos de la historia política de Colombia.

El excongresista considera que el crimen ha generado un efecto de cohesión interna en su partido. “Veo al Centro Democrático muy fortalecido; todos estos golpes, principalmente lo sucedido con Miguel, pero también con el encarcelamiento de Álvaro Uribe, han despertado una solidaridad inmensa en el país”, señaló. En su opinión, “el país está reclamando un gobierno muy parecido al del presidente Álvaro Uribe, un gobierno que se pueda enfrentar a todos los grupos armados que están al margen de la ley”.
La polarización se ha reflejado incluso en el funeral. Mientras la viuda de Uribe pedía públicamente que no se usara la tragedia para la venganza política, las voces más radicales dentro de la oposición han responsabilizado al Ejecutivo de Gustavo Petro por la muerte de Uribe Turbay.
En contraste, sectores afines al Gobierno han llamado a la unidad y a la no instrumentalización de la violencia, aunque sin dejar de cuestionar el papel de las élites políticas. El Presidente Gustavo Petro, se expresó a través de su cuenta de X: “En un gobierno progresista, amante de la vida, ha ocurrido un atentado con trágico final contra un senador de la oposición. Sus causas, aún en averiguación, marcan por ahora, un camino muy diferente al que inicialmente y de manera prejuiciada, se insinuó.”
Reacciones internacionales
La noticia tuvo eco inmediato fuera del país. El secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, expresó a través de su cuenta en X su “profunda tristeza” por la muerte del senador colombiano y aseguró que “Estados Unidos se solidariza con su familia y con el pueblo colombiano, y exige, junto a ellos, que los responsables rindan cuentas ante la justicia”.
La oficina de la ONU para los Derechos Humanos instó a reforzar la protección de candidatos y líderes sociales. Desde América Latina, presidentes y cancilleres también expresaron preocupación por la seguridad democrática colombiana.
El Gobierno de España lamentó la muerte de Miguel Uribe y condenó la violencia, calificándola de “inaceptable” y “sin cabida en nuestras sociedades”. En un comunicado, el Ministerio de Exteriores expresó su solidaridad con la familia del senador.
Desde América Latina, presidentes y cancilleres también expresaron preocupación por la seguridad democrática colombiana
Para Lizarazo, el caso puede afectar la imagen internacional de Colombia: “La apuesta por la paz negociada es legítima, pero en un contexto de fragmentación criminal y pérdida de control estatal en algunas regiones, estos episodios alimentan la percepción de que la violencia política sigue siendo un riesgo estructural”.
El último adiós desde la Plaza de Bolívar
Karen y Pedro Ramos, padre e hija originarios de Montería, en el norte del país, han llegado hasta la Plaza de Bolívar para despedir a Miguel Uribe Turbay. “Fue muy doloroso, teníamos muchas esperanzas puestas en él”, dice Karen. Su padre recuerda que el crimen trae ecos de un pasado que creían superado: “Se ha revivido esa historia de hace unos 30 años, el anhelo que tenemos como colombianos es que no se repita”.

A nueve meses de las elecciones, se plantea un doble desafío: por un lado, garantizar la seguridad de los candidatos; y, por otro, evitar que la violencia sea usada como combustible para la polarización. Como recuerda Ospina, “el verdadero reto es que la campaña no se convierta en un escenario en el que la confrontación se imponga sobre el debate democrático”.
Bogotá sigue su ritmo, pero la política colombiana ha quedado marcada por otra muerte violenta
En el Congreso, el murmullo de los asistentes al velorio se mezcla con el silencio de quienes observan el féretro. Afuera, Bogotá sigue su ritmo, pero la política colombiana ha quedado marcada por otra muerte violenta. Como en otras páginas oscuras de su historia reciente, Colombia enfrenta el desafío de impedir que el miedo condicione las urnas. “Tenemos dolor de patria, Colombia no puede acostumbrarse a que la política esté manchada con sangre”, dice a El Salto Dolly Consuelo Mendoza al salir del Congreso. En este deseo, se resume el sentimiento que, entre el dolor y la indignación, recorre hoy el país.
Colombia
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