We can't find the internet
Attempting to reconnect
Something went wrong!
Hang in there while we get back on track
Cómic
Cristóbal T. sigue durmiendo: el regreso de ‘El prolongado sueño del Sr. T.’, la obra clave de Max
“El 17 de marzo de 1993, Cristóbal T., casado, empleado de comercio, se acostó en su cama sobre las doce de la noche, como de costumbre. Cuando despertó —a las siete de la mañana, como de costumbre— se encontró en la UCI del hospital Son Dureta, de Palma de Mallorca. Habían pasado 40 días. Lo primero que hizo Cristóbal T. tras abrir los ojos fue pedir papel y lápiz a las atónitas enfermeras. Durante las semanas siguientes, el sr. T. llenó tres cuadernos con una narración detallada de todo cuanto había soñado. Las páginas que siguen son una transcripción gráfica de su relato”.
El prolongado sueño del Sr. T. se publicó por primera vez por episodios en las páginas de la revista El Víbora en 1997. En 1998 ganó el Premio al Mejor Guion en el Salón Internacional del Cómic de Barcelona y se convirtió en tomo recopilatorio, en el formato de 17x24 que se hizo entonces habitual para las novelas gráficas, una novedad en el mercado español del momento. Este año, La Cúpula, editorial tanto de El Víbora como de la edición original, acaba de reeditar la obra.
“Quería atreverme a hacer un cómic con lo que yo llamo ‘densidad de contenido’, algo que encontraba en muchas novelas pero en pocos cómics”, explica a El Salto Max
“Quería atreverme a hacer un cómic con lo que yo llamo ‘densidad de contenido’, algo que encontraba en muchas novelas pero en pocos cómics”, explica a El Salto Max (Francesc Capdevila, Barcelona, 1956), autor fundamental del tebeo español de los últimos cuarenta años y creador del Sr. T., el mítico Peter Pank o Bardín, el superrealista, con el que ganó el Premio Nacional del Cómic en 2007.
Bardín y Cristóbal T., de hecho, son primos hermanos, naciendo en paralelo a finales de los años 90 y convirtiéndose en una bisagra en la obra de Max, que además coincide con el ocaso de las revistas que habían marcado la industria durante la segunda mitad del siglo XX. La historia de Cristóbal y su enfrentamiento con un misterioso enemigo, Scallywax, que parece gobernar una versión siniestra del mundo onírico, a medio camino entre el terror y el autodescubimiento, abrió la puerta a un cambio de estilo sin renunciar a sus raíces.
“La bisagra fue más bien Bardín en sí mismo —aclara el autor—, que surgió como reverso absoluto del Sr. T. El libro me había exigido trabajar en un registro visual mucho más realista, expresionista y dramático del que yo había practicado hasta entonces, fue muy intenso y terminé tan agotado que decidí, a continuación, irme, con Bardín, al lado contrario: color, humor y un estilo visual minimalista, muy deudor de los tebeos de Bruguera. Bardín se iba gestando en mi cabeza mientras yo dibujaba el Sr. T, pero pasaron años mientras yo lo iba desarrollando en historias cortas para distintas publicaciones”.
El prolongado sueño del Sr. T. guarda dentro de sí otros tres sueños: el de Su, el de Sara y el de Scallywax, complementarios al del protagonista, tal y como los personajes forman parte de sí mismos (no es mucho spoiler si es un tebeo de hace más de 25 años). Max vuelca en ellos conceptos de filosofía (como el pobre Su, el hombre sabio al que nadie hace caso mientras los mantiene con vida), psicología y, por supuesto, un filtro del surrealismo que luego potenciaría Bardín. Cristóbal T., en el fondo, es un tío muermo que lleva tanto tiempo reprimiéndose que ni él se aguanta y su propio subconsciente le da el empujón (casi literal) que necesita.
“Es una obra a la que le tenemos mucho cariño”, explica Emilio Bernárdez, editor de La Cúpula. “Llevaba mucho tiempo agotada y siempre procuramos tener disponible la obra de Max de nuestro catálogo. Le pasa como a Peter Pank: aunque han pasado los años, siguen funcionando. No sabría decir por qué, aparte de la calidad. Quizás algunos temas del Sr. T. están ahora más de actualidad, pero no me atrevo a valorarlo. Creo que realmente es una de esas obras por las que no pasa el tiempo”.
Añade el editor que el cómic fue “un embrión de la novela gráfica española, pero creo que Max no era consciente de eso. También porque, en realidad, es que hasta la misma novela gráfica en ese momento no era novela gráfica. En España existían obras que ahora llamaríamos así, pero no tenían ni el sello ni la visibilidad”. Y el propio autor confirma que “lo que quería era poder contar una historia más larga y compleja, en otro formato”.
“En aquel momento estaba bastante influenciado por las primeras novelas gráficas de autores europeos, como El hombre en la ventana, de Mattotti y Ambrosi. Y por el Maus, de Spiegelman, claro”, añade el propio Max. “Empecé a escribir una historia bastante compleja y ambiciosa, quizá demasiado en cuanto a número de páginas, pero no me vi con fuerzas para abordarla en aquel momento… y la abandoné cuando me surgió la idea, en varias jornadas en salas de espera de hospital, para el Sr. T.”.
Entre otras cosas, aunque tanto Max como la mayor parte de analistas de su obra la consideren el paso previo a Bardín, supuso un salto como autor no solo por el premio de Barcelona, sino por tener ediciones en inglés (para Estados Unidos y Canadá, además), francés y alemán, suponiendo su regreso a la publicación internacional tras más de una década.
El autor añade que “creo que quedó bastante olvidada, pese a haber sido una de las primeras novelas gráficas hechas en España. O quizá es que el impacto de Bardín la acabó eclipsando”, pero “no me parece que haya envejecido, yo creo que aguanta la mar de bien. Si lo hiciese ahora quizá me cargaría un par de diálogos que están de más hacia el final del libro, pero no he querido tocarlo. Lo hecho, hecho está”. Finalmente: “Sobre la recepción por parte de nuevos lectores no tengo ni idea, la verdad. Habrá que ver”.