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Cómic
Stan Lee, ¿héroe o amenaza?
“Stan Lee trasciende a la propia marca de Marvel hasta ser él mismo una marca. Las coletillas que usaba en el correo de los lectores en los años 60, como ‘excelsior’, ‘nuff said!’ o ‘true believer’ se han convertido en marcas registradas. Hay funkos de él que se venden con los de los personajes que él creó. Igual paras a cualquiera por la calle y le enseñas una foto de Walt Disney y no sabe quién es, pero a Stan Lee, con el bigote, las gafas de sol y el chaleco verde… te van a decir, aunque sea, ‘el tío de Marvel’”, explica Pedro Monje, coordinador editorial de Dolmen, que ha publicado en España La asombrosa vida de Stan Lee, biografía de Danny Fingeroth que en su título juega con el de la colección del personaje más exitoso de la editorial: The Amazing Spider-man. Editado en inglés en 2019, llegó a nuestro país el pasado diciembre, coincidiendo con los 100 años de nacimiento del acreditado como creador de la mayor parte de los superhéroes Marvel.
Stan Lee es una figura perseguida por la polémica antes de ser famosa, pero cuyas controversias no suelen trascender a la propia industria del cómic en la que surgió
La de Stan Lee, nacido Stanley Lieber en Nueva York un 28 de diciembre de 1922 y que más tarde acabaría cambiando legalmente su nombre por el del famoso pseudónimo con el que firmaba sus cómics, es una figura perseguida por la polémica antes de ser famosa, pero cuyas controversias no suelen trascender a la propia industria del cómic en la que surgió. Como señalaba Monje, es uno de los pocos autores de cómic cuyo nombre trasciende al medio, convertido en icono por sus cameos cinematográficos. Paralelamente a la biografía de Fingeroth, Es Pop Ediciones traía a las librerías españolas Verdadero creyente. Auge y caída de Stan Lee, de Abraham Riesman, que apareció en Estados Unidos en 2018, y que lo acusa de haber ocultado la autoría, o como poco, coautoría de sus personajes por parte de dibujantes como Steve Ditko (Spiderman, Doctor Extraño) o Jack Kirby (Los 4 Fantásticos, Los Vengadores, X-Men).
El centro de la polémica es el llamado “método Marvel”, empleado por la editorial desde mucho antes del éxito que llegó a partir de los años 60 con las colecciones de Los 4 Fantásticos o Spiderman, consistente en que el guionista de cada cómic (en algún momento, solo el propio Lee encargándose de hasta ocho series mensuales a la vez) daba una sinopsis esbozada al dibujante, este la desarrollaba dando los diferentes giros a la historia y posteriormente el escritor le ponía los diálogos. Una forma de trabajo que garantizaba, sobre todo, rapidez y daba bastante manga ancha a los dibujantes, pero la cual, a partir del éxito de los personajes (muy anterior a las actuales películas o a su compra por Disney) y sus jugosos royalties, provocó polémicas de ida y vuelta, sobre todo con Jack Kirby, referente del medio.
Para colmo, los libros de Fingeroth y Riesman cuentan los mismos hechos. Hay pocas diferencias entre las versiones de la vida de Lee que dan y, de hecho, se citan el uno al otro en alguna ocasión. Es más la interpretación de los actos del autor lo que varía, y el enfoque del libro en sí. Es Riesman un periodista cultural cuya carrera se ha desarrollado entre la revista New York y medios como The Wall Street Journal. Fingeroth, por su parte, fue durante años ayudante de Larry Lieber, el hermano pequeño de Lee (que sigue vivo, a sus 91, y fue dibujante y guionista para Marvel a las órdenes del mayor), y trabajó en la plantilla de la editorial entre mitad de los 70 y finales de los 90.
Riesman desconfía de toda decisión de Lee, cuyas notas para una autobiografía nunca terminada utiliza de apoyo para cualquier tipo de matiz, y, como escribe una biografía más al uso, da gran peso a su mala relación con su padre y, por extensión, con el judaísmo. También le pasa un filtro, poco amable, basado en su experiencia como periodista del mundillo artístico de Nueva York, donde “robar” una idea original es una cuestión sagrada y, sobre todo, un gran problema económico.
Fingeroth presenta una mezcla de comprensión, admiración y cierto cachondeo respecto a alguien a quien considera una mezcla de pícaro sin maldad y genio involuntario. Subraya todas las ocasiones en las que Lee atribuyó el mérito de la creación Los 4 Fantásticos o Spiderman a sus dibujantes e incluso argumenta que estos autores le deben su fama: si Jack Kirby es conocido como ‘El Rey’ de los comics —The King Kirby, en una de esas aliteraciones tan del gusto del creador de Peter Parker— es porque Lee decidió “venderlo” así en sus cómics.
El escritor y crítico Pablo Vicente ha sido uno de los analistas españoles más pegado a la polémica sobre Lee a través de los artículos en su blog, donde señala los cambios que este realizaba sobre los dibujos de Jack Kirby en los primeros números de Fantastic Four, allá por 1961 (y a partir del estudio The Lost Jack Kirby Stories, de Chris Tolworthy). “Como era el editor y tenía autoridad sobre los dibujantes, decidió incluirse como ‘guionista’ en los cómics que editaba y dialogaba. Lo cierto es que, por los testimonios y las notas en los márgenes de las páginas originales, tiene más sentido pensar que trabajaba igual que los editores de DC Comics [la otra gran editorial de cómics de EE UU, propietaria de personajes como Superman, Batman o Wonder Woman]: daba pautas a los autores del tipo de cómics que quería recibir y estos se lo entregaban”.
El crítico Pablo Vicente recuerda que la versión que ha trascendido es la de Lee porque se aseguró de cultivar su propia “marca personal” con apariciones en medios ya desde los años 60 como cara visible de Marvel
Vicente recuerda que la versión que ha trascendido es la de Lee porque se aseguró de cultivar su propia “marca personal” con apariciones en medios ya desde los años 60 como cara visible de la editorial, estatus que mantuvo hasta su muerte, incluso no teniendo ya relación contractual de ningún tipo con Marvel. Aún como Stanley Lieber, entró a finales de los años 30 en la entonces editorial Atlas como chico de los recados porque el dueño, Martin Goodman, estaba casado con una de sus primas, ascendió a guionista y más tarde a editor en medio de muchos vaivenes (incluido ser reclutado para el servicio de propaganda del Ejército de EE UU durante la Segunda Guerra Mundial) y, después de que Goodman vendiese la editorial cuando ya sus personajes copaban las listas de los más vendidos, se mantuvo en el puesto, cada vez más vinculado a las relaciones públicas y menos a la escritura. “Cuando los dibujantes empezaron a dar opiniones discrepantes, lo hicieron sin presentar tampoco pruebas. Era la palabra de uno contra la del otro”, añade.
“En las entrevistas y libros de Stan Lee hay contradicciones según el año en el que se publicaron. Antes de que Jack Kirby se fuese de Marvel, en los 70, Lee presumía de que sus dibujantes colaboraban en los argumentos”, explica Vicente. “Después de esa fecha empezó a reducir el papel de los dibujantes a simples ilustradores de las ideas que él les daba”.
Kirby, Ditko o Wally Wood (cocreador de Daredevil) “pelearon con Lee para que se reconociese en los créditos que su trabajo iba más allá de ilustrar, pero él siempre se resistió”. Un ejemplo sería la anécdota que contaba un autor nunca enemistado con Lee, John Romita Sr., dibujante de Spiderman y director artístico de Marvel durante años: “En una ocasión lo único que recibió para dibujar un cómic entero fue la nota: ‘¡El mes que viene, el villano es el Rino!’. Eso no lo puede considerar un guion nadie. Y aun así, ahí está el nombre de Lee en los créditos”.
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Menos beligerantes pero igual de incisivos, los críticos culturales (y colaboradores de este medio) Diego Salgado y Elisa McCausland recuerdan que Stan Lee “cultivó durante toda su vida una imagen de editor cool, cómplice de sus artistas y amigo de sus fans, que con el tiempo se ha delatado la máscara de un empresario; un empresario que hizo de Marvel una gran editorial de cómic a base de exprimir y manipular a los autores y de hacer lo que fuera necesario para ganarse el beneplácito de la opinión pública y los lectores”. Su trabajo “guste o no, tenía una faceta creativa y, desde luego, supo cómo hacer de una editorial precaria en sus inicios una corporación del entretenimiento”.
Salgado y McCausland señalan que “la función de un editor literario de cómics en Estados Unidos no consiste en pulir vagamente el original del autor y publicarlo, sino en inmiscuirse en el proceso creativo desde el primer paso y llevarlo a buen puerto aplicando todo su conocimiento del sector, del público objetivo lector, y de los potenciales expresivos del medio”. Así, creen que tenía “méritos artísticos” de sobra a la hora de hacer de los personajes de Marvel lo que son hoy, y, al mismo tiempo, que se apropió de méritos ajenos. “Una cosa es indisociable de la otra cuando hablamos de cultura popular o como la queramos llamar. No existen ángeles en la industria cultural”.
Monje, por su parte, cree que discutir “sobre los méritos de Lee y Kirby es como Maradona o Messi, esos debates eternos que existen porque nos gusta discutir. Soy partidario que en el centro de los talentos de los dos es donde estuvo la magia. Por ejemplo, el personaje de Estela Plateada fue creación de Jack Kirby, está documentadísimo, y la Mujer Invisible estaba basada en la hija de Jack Kirby… pero La Avispa, que es el personaje que pone nombre a Los Vengadores en su primer número, en 1963, se llamaba Jan por la hija de Stan Lee que murió cuando era un bebé. ¿No había nada de Lee en esos personajes?”.
También subraya cómo es posible que lo que haya cambiado, más que la autoría o las percepciones de los propios interesados, es la consideración social del medio. “Resumiendo mucho, en los años 70 y 80 Jack Kirby estuvo en discusiones con Marvel para que le devolviesen sus páginas originales. Estaba surgiendo el mercado directo, las convenciones de cómics, y los autores se habían dado cuenta de que había gente dispuesta a pagar por ellas. Pero en los 60, cuando iban excursiones escolares a las oficinas de Marvel, se las regalaban como recuerdos a los niños”, se ríe. Es decir, hasta que alcanzaron cotas de popularidad inesperadas “ni ellos mismos habrían llamado arte a su trabajo, incluido Stan Lee, que siempre quiso dar el salto a la literatura o a los guiones de cine. Eran trabajos alimenticios en los que a veces ponían toda su creatividad. Para nosotros, o para un autor actual, es diferente”.
Aquí McCausland y Salgado consideran que de lo que habla esta polémica recurrente es de “la gentrificación del medio, que a falta de la popularidad real que tuvo antaño ha decidido jugárselo todo al valor reputacional. A la hora de la verdad, parece que se respeta más al autor pero sigue siendo el que pierde en todos los aspectos económicos y representativos frente a otros intereses. En nuestro país la inmensa mayoría de los artistas del cómic no viven del medio sino de otro tipo de encargos, como ilustraciones, publicidad, etc, incluso cuando tienen una reputación. ¿Estamos realmente tan lejos de las relaciones de Steve Ditko o Jack Kirby con Stan Lee? ¿O también nos hemos limitado a sofisticar las formas mientras a un nivel esencial las cosas funcionan de la misma manera?”.