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Mar Menor
Los consumidores europeos contra el expolio del complejo agroalimentario
“Quizás la solución a los graves problemas del Mar Menor y al robo del agua en Doñana no esté en los campos de Murcia y Huelva, ni en los despachos de Madrid o en los tribunales. Tal vez la clave esté en la sección de frutas y verduras de un supermercado de Berlín, de Mánchester o de Gijón” (1). La región de Murcia es una gran exportadora de frutas y verduras, con más de la mitad del total del país en varios cultivos (2). En uva de mesa, apio, lechuga, brócoli y coliflor, espinaca, endivia y escarola, limón, uva de mesa y melón. Ocupa, además, el segundo lugar en alcachofa, acelga, tomate, sandía, ciruela, mandarina, pomelo, diversas hortalizas y fruta de hueso (2). En este escenario, hay que destacar el papel de la lechuga como la reina de la huerta. Si en 1981, hace 40 años, en el Campo de Cartagena la superficie cultivada de esta hortaliza alcanzaba las 17 ha, desde 2020 se ha multiplicado por mil, con una producción de medio millón de toneladas anuales.
Murcia exportó en 2021 (3) 12 mil millones de euros, de los cuales las verduras, frutas y legumbres alcanzaron los 3,7 mil millones de euros, es decir, cerca de un cuarto del total. En cuanto a producto, destaca, como hemos señalado, la lechuga, cuyas exportaciones llegaron a 721 millones en 2019, la tercera hortaliza más exportada por España.
Por lo que respecta a la importancia económica del complejo agroalimentario, según un estudio (4), el regadío del Campo de Cartagena generó un Valor Añadido Bruto de casi 2.800 millones de euros anuales, y emplea a 47 mil trabajadores a tiempo completo.
El principal hito que ha impulsado este crecimiento ha sido el Trasvase Tajo-Segura en los años 80, que permitió convertir una zona de secano en regadío (5), con un incremento extraordinario de hectáreas beneficiadas. De 5 mil hectáreas de regadío en 1960 se ha pasado a cerca de 60 mil en la actualidad (6).
A partir del trasvase, defendido por gran parte de la sociedad murciana con el exitoso eslogan «Agua para todos», se produjo una gran transformación estructural que hizo que la zona pudo se convirtiera en una potencia agrícola exportadora (7).
Con ella se pasó de la tradición de pequeñas propiedades, de secano o de huerta milenaria con buen aprovechamiento del agua escasa, a una producción a gran escala, mediante la especialización y la aplicación de innovaciones tecnológicas, que concentra el poder en pocas empresas. Aunque ese proceso no se produce completamente en la propiedad de la tierra, la mitad ya es controlada por compra o alquiler por grandes compañías y el resto sufre ese control a través de los precios.
A partir de un clima adecuado, con el recurso clave del agua, y contando con la mano de obra barata y feminizada aportada por miles de emigrantes de varios continentes, que trabajan en condiciones de semiesclavitud, sin controles, ni convenios que valgan, se produce el asalto al continente para convertirse en la «Huerta de Europa», con mayúsculas.
Este modelo de explotación tiene un único objetivo: la maximización de beneficios. Hay que innovar, hay que producir más y más, al precio humano y de deterioro de la naturaleza que sea. Sin límite alguno.
Murcia ha entrado con toda la fuerza en esa vorágine. Las zonas de huerta menos rentables económicamente, tierras fértiles milenarias, son arrasadas por la fiebre del ladrillo en sucesivas oleadas. Y no sólo es la huerta, la presión especulativa afecta a las zonas aledañas a los cauces donde se construyen viviendas expuestas a repetidas inundaciones cada vez que hay una riada. Y por supuesto las costas, que se ponen al servicio del negocio inmobiliario para recibir a miles de turistas, a quienes se les ofrece el lugar para una jubilación dorada, o las vacaciones perfectas. Todo al servicio de las ansias consumidoras de todo el continente.
Pero todo ello tiene graves impactos sobre el territorio, siendo el más ilustrativo el desastre ambiental de un enclave particular como el Mar Menor y su entorno.
La intensificación de la práctica agrícola en la Huerta murciana, incluyendo un gran empleo de plaguicidas, herbicidas y fertilizantes, al mismo tiempo que ha incrementado la productividad, ha provocado problemas de contaminación de suelos y aguas. En torno a esta problemática, el Mar Menor se ve sobre todo afectado por la eutroficación de sus aguas (sobreabundancia de nutrientes que genera un importante desarrollo de algas, cianobacterias y plantas acuáticas cuya actividad reduce el oxígeno disponible para la respiración de los peces).
Esta eutroficación viene causada, fundamentalmente, por los abonos (nitratos y fosfatos) empleados para el cultivo, que en parte, y a través de distintas vías, terminan en la laguna. Se estima que del total de nutrientes que llegan al Mar Menor, el 85 % tiene su origen en la agricultura industrial (8).
Si a esos vertidos se agregan los de origen mineral, a pesar que la actividad de extracción hace muchos años que ya no existe, y los producidos por el descontrol urbano resultado de la presión turística, tenemos la explicación de la tormenta perfecta que llevó al colapso del área con disminución de la pesca, caída del turismo y del valor inmobiliario de la propiedad urbana.
LOS CONSUMIDORES EUROPEOS DE LA PRODUCCIÓN HUERTANA MURCIANA
El 80% de la enorme producción de la Huerta murciana se consume dentro de la Unión Europea o Reino Unido (9). Con más de 600 mil toneladas, el mercado germano recibe un cuarto del total hortofrutícola exportado por la región. A Alemania, le siguen el Reino Unido con casi 500 mil toneladas, el 20% del total y Francia con 400 mil toneladas, el 16,6% de las exportaciones de frutas y verduras.
Estos mercados están conociendo cambios en la dieta que parecen apuntar en la dirección de una transformación del consumidor en comensal, donde se privilegia la calidad del «buen comer» en lugar de la importancia cuantitativa que genera el consumismo (10), lo que podría condicionar un cambio en las regiones productoras, como Murcia.
Este cambio de tendencia se nota particularmente en Alemania, ya que en torno al 8% de su población se alimenta fundamentalmente de frutas y verduras, y de éste un 10% es vegana, es decir, no consume ningún producto animal, consolidando una aspiración de retorno a lo natural. En Alemania, la vida rural y la urbana están más integradas y se valora el carácter regional en la producción, la venta y el consumo de alimentos.
También el mercado británico es importante, no sólo por su magnitud, Murcia produce nueve de cada diez lechugas que se consumen en Reino Unido, sino por el papel central que juegan las empresas británicas en toda la cadena de valor de los alimentos murcianos. No sólo participan en la venta a través de las grandes cadenas de distribución, no sólo controlan la logística y el transporte, sino que también participan activamente en la producción a través, entre otras, de la que era la principal empresa local en la región y que hoy forma parte de una de las mayores comercializadoras mundiales. Este poderoso complejo agroindustrial determina en gran parte la evolución de los precios de estos productos agrarios. Con la información que cuentan, deciden, en muchos casos, ante una caída en el precio en los puntos de destino, literalmente enterrar los cultivos, y volver a comenzar el ciclo, ya que producen casi todo el año.
En este espacio único europeo, el agronegocio y sus lobbies actúan sincronizadamente determinando también toda la legislación que puedan afectar a sus intereses desde Bruselas. Aunque compitan entre sí las cerealeras, las empresas de fertilizantes o semillas, las grandes cadenas de hipermercados, cada decisión comunitaria es el resultado del poder de empresas como Monsanto/Bayer, que manejan a su antojo los pasillos y los recintos de la burocracia europea. Mientras, con sus agrotóxicos envenenan a escala mundial, deforestan desde Indonesia hasta América Latina y controlan y modifican nuestra alimentación.
La reacción en el escenario mundial ante este formidable poder está todavía en pañales. ¿Qué sentido tienen las acciones limitadas a escala nacional cuando todo se rige y determina en un marco mundial, desde la comida, el aire, los minerales, el agua, hasta el comercio y los medios de pago?
Si con mucha suerte se consigue una pequeña victoria a escala local, al día siguiente, quienes controlan el poder desplazan la actividad suspendida en un sitio a cualquier otro punto del globo. La respuesta ante esta situación, lo mismo que ocurre con las pandemias o la guerra, sólo puede tener éxito si se coordinan y se integran las luchas.
VERTEBRAR UN ACTIVISMO CIUDADANO EUROPEO
El sector agroalimentario, como el resto de la economía europea, es un espacio único controlado por pocos actores, que fijan condiciones a los productores a través de las semillas, los productos fitosanitarios, y sobre todo, estableciendo los precios a los agricultores y a los consumidores gracias a la concentración existente en la distribución de las grandes cadenas.
De esta forma, hay una organización oligopólica que se reparte los mercados y ante la que ni los productores ni los consumidores tienen capacidad alguna de negociación.
Nuestra experiencia reivindicativa en el Mar Menor, cuyo pico más alto fue la aprobación de la Iniciativa Legislativa Popular que permite considerar a dicho espacio como sujeto jurídico con derecho a defensa, demuestra cómo cualquier conflicto local debe abordarse desde una perspectiva global. Además de la preocupación mostrada por la UE por el incumplimiento reiterado de las normas europeas, y la llamada de atención con las visitas e informes de eurodiputados, algunas cadenas de supermercados alemanes ya han empezado a aumentar las exigencias por el método de producción de los proveedores de la «Huerta de Europa». Es reciente la experiencia de Aldi, que exigió a sus proveedores que cumplan las normas para abastecer a sus 5.000 supermercados repartidos por nueve países europeos, incluidos los 350 establecimientos que tiene en España. Esto hizo que saltaran las alarmas para el gobierno regional murciano y las organizaciones corporativas, encabezada por la ultraderechista Fundación Ingenio, que a base de fake news intenta ocultar que el principal problema del Mar Menor son los nitratos y herbicidas de la agricultura.
Otra iniciativa en este sentido, la llevó a cabo otra cadena de supermercados alemana, para reflejar el verdadero coste de producción de los alimentos, ha subido los precios, repercutiendo sobre ellos los daños sobre la salud de los cuerpos y la naturaleza.
Si bien estas medidas empresariales son, en parte, el resultado de la presión de los consumidores, no podemos depender de las iniciativas de las empresas que actúan en defensa de sus intereses, que pocas veces coinciden con los de sus clientes.
Por ello, en luchas como la del Mar Menor, a las organizaciones de trabajadores, de defensa de la agricultura campesina, los movimientos sociales y los grupos ecologistas habría que agregar la potencialidad de las organizaciones de consumidores, que deberían ejercer un papel central ya que con su capacidad de elección pueden convertir el boicot en un arma efectiva de transformación. Y medidas como éstas deberían coordinarse de manera, que si se logra éxito en un país, los productos vetados no los dirijan a otro.
Además, de por supuesto, confluir con el movimiento feminista, y sus reivindicaciones transversales, pues casos como el escándalo de los abusos de las trabajadoras de la fresa, que dio origen a las Jornaleras en Lucha de Huelva, muestran como detrás de éxitos del agronegocio esconden grandes problemas de discriminación de género.
Los movimientos sociales y políticos deben romper con el corsé impuesto por los estados nacionales a la hora de defender los intereses globales frente al asombroso poder que han adquirido unas pocas corporaciones. No tiene ningún sentido, por ejemplo, que los trabajadores de Amazon o de la industria automovilística no exijan acuerdos a nivel europeo, cuando la patronal es la misma.
En el caso de la agroindustria, el futuro que nos espera, si no actuamos ya a nivel global, lo vemos en aquellos enclaves territoriales como el Mar Menor, Doñana o la Albufera de Valencia, que han alcanzado características propias de escenarios de colapso.
Teniendo en cuenta que toda esta dinámica solo se puede entender en un marco mundial y europeo en plena transformación, se necesitan nuevas ideas y una acción conjunta de los movimientos y organizaciones sociales a esa escala. Mientras tanto, el oligopolio capitalista seguirá destrozando territorios como el murciano, acabando con muchos derechos conseguidos a través de decenios de luchas, y generando el marco adecuado para que la ultraderecha de cada país se aproveche y proponga repliegues nacionalistas y proteccionistas, que son la base del racismo, la xenofobia y los enfrentamientos militares.
Por eso mismo, la alternativa al dominio capitalista sólo puede surgir a escala supranacional, lo que exige un cambio de perspectiva para organizar la acción en defensa de derechos, como trabajadores, como ciudadanos y como comensales hacia un mundo sin patriarcado, sin racismo y sin explotación.
REFERENCIAS:
(1) J. M. Arroyo Manuplanelles, El País, 05/12/2021. Así resumió el principal periódico español la cuestión que queremos tratar aquí.
(2) Anuarios de Estadística Agraria de la Región de Murcia.
(3) ICEX España Exportación e Inversiones.
(4) Estudio elaborado por Alberto del Villar García (Universidad de Alcalá), María Inmaculada López Ortiz (Universidad de Alicante) y Joaquín Melgarejo Moreno (Universidad de Alicante) sobre valorización económica de las actividades agrarias en el Campo de Cartagena.
(5) M. F. Carreño (2015). Seguimiento de los cambios de usos y su influencia en las comunidades naturales en la cuenca del Mar Menor, 1988-2009, con el uso de SIG y Teledetección. Tesis doctoral. Murcia: Universidad de Murcia.
(6) Miteco. Análisis de soluciones para el vertido cero al Mar Menor proveniente del Campo de Cartagena.
(7) A. Delgado y A. Tudela, El Diario, 10/2019. La máquina del regadío.
(8) M. A. Esteve, The Conversation, 23/08/201. Mar Menor: historia de un colapso ambiental que pudo haberse evitado.
(9) ICEX España Exportación e Inversiones.
(10) Carro de Combate, 2021, Consumo crítico (pág. 109), editorial Catarata.
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Pretender cambiar el mundo sin modificar nuestros hábitos de consumo es un esfuerzo infructuoso. Con tu dinero, cada vez que compras en un super o una gran superficie, apoyas un tipo de producción.
El carrito de la compra como herramienta de transformación social. Alimentos de producción cercana, sanos y a un precio justo para quien los produce, y para quien los consume. Menos es más.
- No me haga señalar el letrero otra vez:
NO EXISTE CONSUMO ÉTICO BAJO EL CAPITALISMO
básicamente consumas lo que consumas apoyas (directa o indirectamente) al mismo sistema de producción
la única solución posible sería aislarse en una parcela campestre para sobrevivir de la subsistencia ermitaña (y no es apta para todæs)
Es una lástima que queráis conbartir el capitalismo con el mismo lenguaje político que ha creado el capitalismo.
"Europa", sólo es un continente con 50 países. LA UNION EUROPEA que no es Europa, es un club creado por el capitalismo compuesto por 27 países de Europa.
En Europa y en la Unión Europea hay personas, que es un rango muy superior y mss respetuoso que "consumidores".y estas personas pueden ser europeas o no, en España hay 5.500.000 personas extranjeras, no europeas que se deberían tenerse en cuenta siempre. Y todas estas personas comen tomates, leen libros, van al cine o al teatro, pero no lo consumen. El consumismo es un principio básico del capitalismo en su estadio actual, aunque existan muchas personas que ni comen ni consumen.