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Consumo
“Las comunidades energéticas hablan de cooperación, justicia y humanidad”
Las temperaturas no paran de subir a nivel global en todo el planeta Tierra, los fenómenos metereológicos extremos vienen para quedarse, miles de especies están en peligro de extinción, los recursos naturales imprescindibles para la vida como el agua son cada vez más escasos en muchas zonas, y cada mes es más complicado pagar la factura de la luz. Según datos recogidos por Greenpeace España, las principales compañías energéticas del Estado español alcanzaron “un beneficio conjunto neto de 10.466 millones de euros el pasado año, a pesar de saber desde hace décadas que su actividad es la principal causa del cambio climático”.
Frente a la necesidad moderna de acceso constante a la energía, parece complicado cambiar la situación. Arousa en Transición, la comunidad de montes de Tameiga o Buchabade son tres proyectos de autoconsumo comunitario que desde hace años demuestran en Galiza que, unidas, se puede transformar el modelo energético para el beneficio colectivo.
La energía en manos de las personas como herramienta de transformación
“El 90% de la energía está en manos de cinco grandes empresas. Hay que cambiar esto para que la transición energética sea realmente justa y democrática, introduciendo nuevos actores”, afirma Raquel Fernández, socia de Amigas da Terra. Desde hace unos años, la normativa de la Unión Europea permite la existencia de las llamadas Comunidades Energéticas, una iniciativa, aún en desarrollo, que hace posible la figura de las ‘prosumidoras’. “Se trata de una gestión comunal de los recursos, otra forma de consumir, producir e incluso de relacionarse fuera del sistema capitalista”, continúa Cristóbal López, portavoz de Ecoloxistas en Acción.
La Asociación Arousa en Transición es una de las iniciativas más avanzadas en Galiza. Su proyecto piloto ‘Mar e Luz’ cuenta con paneles de autoconsumo compartido, una estación de carga para vehículos eléctricos y el uso de big data para optimizar los usos de la energía, ya que la alfabetización energética mejora la eficiencia en su consumo. Gracias al apoyo del ayuntamiento de Arousa y de las familias que forman la propia asociación, así como la asociación de mariscadoras, tras un largo proceso de cuatro meses, “desde febrero las prosumidoras pudieron comenzar a disponer de los kilovatios de autoconsumo compartido”, explica Ana Millán, Presidenta de Arousa en Transición. “Las comunidades energéticas no somos empresas, somos personas con el objetivo de democratizar el mercado y que todas podamos ser agentes participativos. Son herramientas de transformación”, reivindica.
El concepto ‘energía comunitaria’ es muy amplio. Abarca desde la movilidad, pasando por el reparto de leña de los montes entre las vecinas, hasta la instalación de paneles solares o aerogeneradores comunales. Sin embargo, “la normativa europea no contempla todas las aristas y solo recoge como energía el uso de renovables, dejando fuera a las más de 2.000 comunidades de montes que existen en la comunidad”, apunta Manoel Santos, portavoz de Greenpeace en Galiza.
Es el caso de la comunidad de montes de Tameiga que, como la mayor parte de las comunidades de montes, es una entidad asamblearia que busca el beneficio ambiental, social y económico. Tal y como establece la normativa europea de comunidades energéticas. “Concretamente en Tameiga llevamos ya más de 20 años repartiendo biomasa, por lo que de por sí ya somos una comunidad energética desde hace más de dos décadas”, explica Bruno Dutto, ingeniero en la comunidad de Tameiga. “Es un modelo que funciona y nosotros lo conocemos”.
En esta parroquia de Mos están consiguiendo cambios entre las vecinas, transformando su forma de consumir energía. “Mucha gente cambió su caldera de gasóleo o butano y estamos teniendo unos 150 pedidos de leña de 3m3 al año. Esto ayuda un montón en esta crisis energética”, explica el técnico. Este cambio en la tendencia en el uso de combustibles fósiles en la parroquia disminuyó la huella de carbono de la población local. Con el objetivo de seguir aprovechando todos los recursos energéticos que existen en su territorio, sol y viento, las comuneras de Tameiga se informaron y descubrieron la existencia de las Comunidades Energéticas, algo que les ayudaría a alcanzar la soberanía energética. “Sobre todo con energía fotovoltaica, porque entre todas las renovables, actualmente es la más accesible. Todas tenemos tejado”, explica Bruno Dutto.
“Las comunidades energéticas se parecen a las comunidades de montes pero las comunidades de montes no podemos ser comunidades energéticas. Por el momento”, Bruno Dutto
En el Estado español se contemplan dos tipos de propiedad: la pública y la privada. Las comunidades de montes, una figura que existe desde hace décadas en Galiza, son de propiedad vecinal. Una mezcla que escapa de las normativas estatales y, en este caso, también de las europeas. “En Tameiga estuvimos dos años, entre 2021 y 2023, luchando para convertir las comunidades de montes en energéticas, hablando con el INEGA y el IDAE y explicándoles la casuística porque no tenemos acceso a las ayudas por carecer de personalidad jurídica”, explica el ingeniero Bruno Dutto. “Tenemos que pagar impuestos como las empresas, pero nos dejan fuera de las ayudas”, denuncia.
Un año después de la última alegación a la normativa, en Tameiga siguen sin respuesta por parte de las administraciones. Ha sido gracias a conocer a una cooperativa, ECOOO, que decidieron optar por otra estrategia y poder avanzar en su proyecto de soberanía energética vecinal. “La solución que encontramos por el momento es hacer autoconsumo colectivo, es decir, el puro reparto de la energía desde la instalación hasta las casas”, explica el técnico de la comunidad de Tameiga. En 2016 recuperaron con sentencia firme 40 hectáreas que eran un monte comunal, hoy convertido en polígono industrial. “Estamos reutilizando 20 naves para cubrirlas con paneles y repartir esa energía entre los comuneros. En unos meses esperamos tener conectada la primera instalación a la red”, concluye.
La comunidad energética de Buchabade nace también de una comunidad de montes que, para evitar la instalación de una macroeólica en sus montes, asistieron a una formación y descubrieron la existencia de las comunidades energéticas. A diferencia del caso anterior, deciden crear una cooperativa para, de este modo, poder ser consideradas comunidad energética y recibir las ayudas. “Pensamos que sería una vía más posibilista, práctica y funcional que las compañeras de Tameiga”, afirma Fernando Malvar, presidente de la comunidad energética de Buchabade. Dos años después ni el Instituto Energético de Galiza (INEGA) ni el Instituto para la diversificación y ahorro de la energía (IDAE) consideraron este proyecto entre los beneficiarios de las subvenciones. “Es decepcionante. Cumplimos todos los requisitos y aún así no conseguimos ninguna ayuda”, denuncia.
Actualmente, gracias a los fondos de los 76 comuneros, están ya en el proceso de licitación de la obra de instalación de los paneles solares en el propio monte comunal del lugar. “Tenemos que hacer lo que podemos con lo que tenemos y tirar para delante”, concluye Malvar.
La Plataforma por la Defensa del Monte, con la ayuda del CISPAC y de los grupos de investigación Histagra y Uxafores de la Universidad de Santiago de Compostela (USC) y de la Universidad Pablo de Olavide, el Ayuntamiento de Rianxo y Fundaciones como Montescola o RIA está impulsando un proyecto que en los próximos meses tendrá como resultado la creación de una nueva comunidad energética en Rianxo. “Por el momento estamos haciendo una evaluación de la sostenibilidad del proyecto, trabajando con las comunidades de montes. El objetivo final es ayudar a la comunidad de montes de Rianxo a crear su propia comunidad energética y que dentro de año y medio puedan desarrollarla ellos”, explica David Fontán, investigador del Histagra.
“En Galiza hace falta animar y subrayar el papel que deberían tener las comunidades de montes. Tenemos las condiciones perfectas para ser referentes en las comunidades energéticas, y además ya hay una tradición de autoconsumo en nuestro rural. La Xunta debería promover esto, pero aún no creen en estos proyectos”, concluye Fernando Malvar.
“La Xunta de Galicia no aporta ayudas suficientes”, Raquel Fernández
Desde Amigas da Terra advierten de la falta de apoyo por parte de la administración gallega a los pequeños proyectos que empiezan a surgir a lo largo de la comunidad gallega. “Las ayudas del INEGA dependen de la industria y los fondos casi siempre van a los polígonos. En general todas estas subvenciones son pequeñas y liosas: inútiles”, denuncia Raquel Fernández, socia de esta organización medioambiental. “Y a esto hay que sumarle las trabas de las distribuidoras y las dificultades económicas que tiene siempre empezar de cero un proyecto”, añade.
En el caso de la Asociación Arousa en Transición, si el proyecto salió adelante fue gracias a las estructuras de la economía social, como cooperativas y banca ética. “Al final son las personas las que tejen tejido social y comunitario y crean proyectos como este, frente a los procesos lentos por parte de la administración”, afirma la presidenta de la asociación. En la misma línea, desde la comunidad de Buchabade Fernando Malvar califica de greenwashing la política europea: “En la UE quieren quedar bien pero si de verdad quieren impulsar este tipo de proyectos hacen falta más fondos. Y más accesibles”.
“Cuanto más pequeña es la iniciativa, más problemas encuentran a nivel financiero”, asegura Raquel López desde Amigas da Terra. Y es que, al no estar aún cerrada la definición de las comunidades energéticas por parte de la Unión Europea ni, por lo tanto, en la normativa del Estado español, las propias empresas que forman el oligopolio energético pueden acceder a las ayudas y crear sus propias ‘comunidades energéticas’. De esta forma, empresas como Repsol o Naturgy, principalmente, mantienen su soberanía en el mercado de la energía, alejándose de la razón de ser de la figura de las comunidades energéticas. “Estamos en un momento en el que hay que decir las cosas claras. El cambio climático ya está aquí. Pero seguimos viendo mucho greenwashing y pocos proyectos reales. Es una vergüenza, se están lucrando a nuestra costa”, denuncia la presidenta de Arousa en Transición. “Cada vez somos más las que tiramos para delante con estos proyectos. Las instituciones tienen que ponerse a nuestra altura”, añade. “Tenemos las herramientas, ahora queda impulsar estos proyectos”, concuerda Manoel Santos, portavoz de Greenpeace en Galiza.
No obstante, el difícil acceso a las ayudas no es el único problema al que deben hacer frente las vecinas que se unen para crear comunidades energéticas. Las organizaciones medioambientales Greenpeace, Amigas da Terra y Ecoloxistas en Acción denuncian las malas prácticas de las grandes empresas del oligopolio energético, quienes intentan hacer las normas para seguir aumentando sus beneficios. “Las eléctricas, especialmente Naturgy, pueden permitirse el lujo de retrasar años el volcado a la red de la energía comunal, poner mil trabas, o exigir su uso como almacenamiento pagando una quinta parte y dificultando mucho la rentabilidad de los paneles solares comunitarios”, denuncia Cristóbal López, portavoz de Ecoloxistas en Acción. Un tira y afloja constante que, en palabras del ingeniero de la comunidad de Tameiga, “no es un juego nada divertido”.
Desde la comunidad de Tameiga reclaman una mayor transparencia por parte de las empresas que, como Fenosa, no comparten información esencial a la hora de hacer una instalación. “Nadie te explica cómo hacerlo, pero pasados 15 días responden que lo hiciste mal o que necesitan más información y si en 20 días no lo resuelves, tienes que empezar de nuevo toda la solicitud”, explica el técnico. Una ralentización de los tiempos que estas comunidades sufren en cada etapa del proceso cuando toca hablar con las distribuidoras, como Fenosa, o comercializadoras, como Naturgy. “La cooperativa ECOOO nos ayudó mucho a dar luz, ya que tenían experiencia en estas trabas de las grandes empresas. Las distribuidoras son el gran culo de botella que hay realmente. Piden cosas que no tienen sentido como que subas al tejado a sacar fotos de los números de serie que ellas mismas instalaron”, añade. Bruno Dutto también recalca la importancia de denunciar esta situación, y hacer que llegue a los despachos en los que se toman las decisiones. “Por suerte tanto la propia Ministra Teresa Ribera, como todo su grupo, escucharon nuestras peticiones, y ahora las empresas del oligopolio tienen la obligación por ley de responder en un máximo de tres meses, y no en los diez que habían tardado con nosotros”, agradece.
Pese a que esta relación con las distribuidoras de energía suele ser complicada, no siempre pasa. En este sentido, en la comunidad de Buchabade se sienten agradecidas. “Es una suerte contar con una pequeña distribuidora local en Ponte Caldelas. Nos apoyaron en todo momento y nos dieron muchas facilidades a la hora de conectarnos a la red”, asegura el presidente de la comunidad, Fernando Malvar.
El nuevo modelo desmasculiniza la energía
Las Comunidades Energéticas son mucho más que una forma de generar o distribuir energía. Todas ellas llevan a cabo labores de alfabetización para disminuir el consumo y hacer partícipe a las vecinas de las decisiones que les afectan. “El mundo de la energía da miedo, nadie entiende. Por eso es tan importante esta labor por parte de las propias comunidades”, asegura Raquel Fernández desde Amigas da Terra, una organización medioambiental que lleva a cabo varios proyectos tanto a nivel estatal como gallego para ayudar en esta tarea de divulgación. “Estas comunidades son una nueva forma de entender la energía. Un modelo que pone en el centro la alfabetización, la participación ciudadana y la inclusión”, añade. “Queremos reducir el riesgo de vulnerabilidad a la pobreza energética. Las comunidades energéticas hablan de cooperación, justicia y humanidad”, corrobora Ana Millán desde Arousa en Transición.
Desde Amigas da Terra aseguran que las comunidades energéticas permiten también tratar el género y las desigualdades, ya que, salvo las asociaciones de mujeres rurales, estos espacios dedicados a la energía son predominantemente masculinos. “Y muchos hombres realmente no saben más que las mujeres sobre mercado eléctrico, simplemente están más empoderados desde siempre y no les da tanto miedo hablar y tomar decisiones”, afirma la socia Raquel López. En las jornadas formativas impulsadas por esta organización son muchas las mujeres que se anotan, al ser un espacio seguro y cómodo en el que realmente aprenden a aportar. “Hay proyectos impulsados por mujeres con otras miradas que desembocan en comunidades energéticas. La pobreza energética afecta más a las mujeres y es importante que se formen en esta gestión de la energía. Esto favorece también su inclusión en la comunidad”, añade.
Ejemplo de estas comunidades es la junta directiva de la Asociación Arousa en Transición, donde de un total de siete personas, cinco son mujeres. Ana Millán, la presidenta, destaca la participación de las mujeres en la asociación pero, aún así, afirma que “cuando damos charlas sí son mayoría hombres. Es un mundo muy masculinizado. Existe un sesgo de género pero los tiempos van cambiando y cada vez entramos más para transformarlo todo. Es de justicia!”
Consumo
“As comunidades enerxéticas falan de cooperación, xustiza e humanidade”
As temperaturas non deixan de subir a nivel global en todo o planeta Terra, os fenómenos meteorolóxicos extremos veñen para quedar, miles de especies están en perigo de extinción, os recursos naturais imprescindibles para a vida como a auga son cada vez máis escasos en moitas zonas, e cada mes é máis complicado pagar a factura da luz. Segundo datos recollidos por Greenpeace España, as principais compañías enerxéticas do Estado español acadaron “un beneficio conxunto neto de 10.466 millóns de euros o pasado ano, a pesar de saber dende hai décadas que a súa actividade é a principal causa do cambio climático”.
Fronte á necesidade moderna de acceso constante á enerxía, semella complicado mudar a situación. Arousa en Transición, a comunidade de montes de Tameiga ou Buchabade son tres proxectos de autoconsumo comunitario que dende hai anos demostran na Galiza que, unidas, pode transformarse o modelo enerxético para a xestión e beneficio colectivos.
A enerxía en mans da xente como ferramenta de transformación
“O 90% da enerxía está en mans de cinco grandes empresas. Hai que mudar isto para que a transición enerxética sexa realmente xusta e democrática, introducindo novos actores”, afirma Raquel Fernández, socia de Amigas da Terra. Dende hai uns anos, a normativa da Unión Europea permite a existencia das chamadas Comunidades Enerxéticas, unha iniciativa, aínda en desenvolvemento, que fai posible a figura das ‘prosumidoras’. “Trátase dunha xestión comunal dos recursos, outro xeito de consumir, producir e mesmo de relacionarse fóra do sistema capitalista”, continúa Cristóbal López, voceiro de Ecoloxistas en Acción.
A Asociación Arousa en Transición é unha das iniciativas máis avanzadas en Galiza. O seu proxecto piloto ‘Mar e Luz’ conta con paneis de autoconsumo compartido, unha estación de carga para vehículos eléctricos e o uso da big data para optimizar os usos da enerxía, xa que a alfabetización enerxética mellora a eficiencia no seu consumo. Grazas ao apoio do concello de Arousa e das familias que forman a propia asociación, así como a asociación de mariscadoras, tras un longo proceso de catro meses, “dende febreiro as prosumidoras puideron comezar a dispoñer dos quilowatts de autoconsumo compartido”, explica Ana Millán, Presidenta de Arousa en Transición. “As comunidades enerxéticas non somos empresas, somos persoas co obxectivo de democratizar o mercado e que todas poidamos ser axentes participativos. Son ferramentas de transformación”, reivindica.
O concepto ‘enerxía comunitaria’ é moi amplo. Abrangue dende a mobilidade, pasando polo reparto da leña dos montes entre a veciñanza, ata a instalación de paneis solares ou aeroxeradores comunais. Porén, “a normativa europea non contempla todas as arestas e só recolle como enerxía o uso de renovables, deixando fóra as máis de 2.000 comunidades de montes que existen no país”, apunta Manoel Santos, voceiro de Greenpeace en Galiza.
É o caso da comunidade de montes de Tameiga que, como a maior parte das comunidades de montes, é unha entidade asemblearia que busca o beneficio ambiental, social e económico. Tal e como establece a normativa europea de comunidades enerxéticas. “Concretamente en Tameiga levamos xa máis de 20 anos repartindo biomasa, polo que de por si xa somos unha comunidade enerxética dende hai máis de dúas décadas”, explica Bruno Dutto, enxeñeiro na comunidade de Tameiga. “É un modelo que funciona e nós coñecémolo”.
Nesta parroquia de Mos están a conseguir cambios entre a veciñanza, transformando o seu xeito de consumir enerxía. “Moita xente cambiou a súa caldeira de gasóleo ou butano e estamos tendo uns 150 pedidos de leña de 3 m3 ao ano. Isto axuda un montón nesta crise enerxética”, explica o técnico. Este cambio na tendencia no uso de combustibles fósiles na parroquia diminuíu a pegada de carbono da poboación local. Co obxectivo de seguir aproveitando todos os recursos enerxéticos que existen no seu territorio, sol e vento, as comuneiras de Tameiga informáronse e descubriron a existencia das Comunidades Enerxéticas, algo que lles axudaría a acadar a soberanía enerxética. “Sobre todo con enerxía fotovoltaica, porque entre todas as renovables, actualmente é a máis accesible. Todas temos tellado”, explica Bruno Dutto.
“As comunidades enerxéticas parécense ás comunidades de montes pero as comunidades de montes non podemos ser comunidades enerxéticas, polo momento”, sinala Bruno Dutto
No Estado español contémplanse dous tipos de propiedade: a pública e a privada. As comunidades de montes, unha figura que existe dende hai décadas en Galiza, son de propiedade veciñal. Unha mestura que escapa das normativas estatais e, neste caso, tamén das europeas. “En Tameiga estivemos dous anos, entre o 2021 e o 2023, loitando para converter as comunidades de montes en enerxéticas, conversando co INEGA e o IDAE e explicándolles a casuística porque non temos acceso ás axudas por carecer de personalidade xurídica”, explica o enxeñeiro Bruno Dutto. “Temos que pagar impostos como as empresas, pero déixannos fóra das axudas”, denuncia.
Un ano despois da última alegación á normativa, en Tameiga seguen sen resposta por parte das administracións. Foi grazas a coñecer unha cooperativa, ECOOO, que decidiron optar por outra estratexia e poder avanzar no seu proxecto de soberanía enerxética veciñal. “A solución que atopamos polo momento é facer autoconsumo colectivo, é dicir, o puro reparto da enerxía dende a instalación ata as casas”, explica o técnico da comunidade de Tameiga. No 2016 recuperaron con sentenza firme 40 hectáreas que eran un monte comunal, hoxe convertido en polígono industrial. “Estamos a reutilizar 20 naves para cubrilas con paneis e repartir esa enerxía entre os comuneiros. Nuns meses agardamos ter conectada a primeira instalación á rede”, conclúe.
A comunidade enerxética de Buchabade nace tamén dunha comunidade de montes que, para evitar a instalación dunha macroeólica nos seus montes, asistiu a unha formación e descubriu a existencia das comunidades enerxéticas. A diferenza do caso anterior, deciden crear unha cooperativa para, deste xeito, poder ser consideradas comunidade enerxética e recibir as axudas. “Pensamos que sería unha vía máis posibilista, práctica e funcional que as compañeiras de Tameiga”, afirma Fernando Malvar, presidente da comunidade enerxética de Buchabade. Dous anos despois nin o Instituto Enerxético de Galiza (INEGA) nin o Instituto para a diversificación e aforro da enerxía (IDAE) consideraron este proxecto entre os beneficiarios das subvencións. “É decepcionante. Cumprimos todos os requisitos e aínda así non conseguimos ningunha axuda”, denuncia.
Actualmente, grazas aos fondos dos 76 comuneiros, están xa no proceso de licitación da obra de instalación dos paneis solares no propio monte comunal do lugar. “Temos que facer o que podemos co que temos e tirar para diante”, conclúe Malvar.
A Plataforma pola Defensa do Monte, coa axuda do CISPAC e dos grupos de investigación Histagra e Uxafores da Universidade de Santiago de Compostela (USC) e da Universidade Pablo de Olavide, o Concello de Rianxo e Fundacións como Montescola ou RIA está impulsando un proxecto que nos próximos meses terá como resultado a creación dunha nova comunidade enerxética en Rianxo. “Polo momento estamos a facer unha avaliación da sustentabilidade do proxecto, traballando coas comunidades de montes. O obxectivo final é axudar á comunidade de montes de Rianxo a crear a súa propia comunidade enerxética e que dentro de ano e medio poidan desenvolvela eles”, explica David Fontán, investigador do Histagra.
“En Galiza cómpre animar e subliñar o papel que deberían ter as comunidades de montes. Temos as condicións perfectas para ser referentes nas comunidades enerxéticas, e ademais xa hai unha tradición de autoconsumo no noso rural. A Xunta debería promover isto, pero aínda non cren nestes proxectos”, conclúe Fernando Malvar.
“A Xunta de Galicia non aporta axudas suficientes”, conclúe Raquel Fernández
Dende Amigas da Terra advirten da falta de apoio por parte da administración galega aos pequenos proxectos que comezan a xurdir ao longo do país galego. “As axudas do INEGA dependen da industria e os fondos case sempre van aos polígonos. En xeral todas estas subvencións son pequenas e enredadas: inútiles”, denuncia Raquel Fernández, socia desta organización medioambiental. “E a isto hai que sumarlle as trabas das distribuidoras e as dificultades económicas que ten sempre comezar de cero un proxecto”, engade.
No caso da Asociación Arousa en Transición, se o proxecto foi adiante foi grazas ás estruturas da economía social, como cooperativas e banca ética. “Ao final é a veciñanza a que fai tecido social e comunitario e crea proxectos coma este, fronte aos procesos lentos por parte da administración”, afirma a presidenta da asociación. Na mesma liña, dende a comunidade de Buchabade Fernando Malvar califica de greenwashing á política europea: “Na UE queren quedar ben pero se de verdade queren impulsar este tipo de proxectos fan falta máis fondos. E máis accesibles”.
“Canto máis pequena é a iniciativa, máis problemas atopan a nivel financeiro”, asegura Raquel López dende Amigas da Terra. E é que, ao non estar aínda pechada a definición das comunidades enerxéticas por parte da Unión Europea nin, polo tanto, na normativa do Estado español, as propias empresas que forman o oligopolio enerxético poden acceder ás axudas e crear as súas propias ‘comunidades enerxéticas’. Deste xeito, empresas coma Repsol ou Naturgy, principalmente, manteñen a súa soberanía no mercado da enerxía, afastándose da razón de ser da figura das comunidades enerxéticas.
“Estamos nun momento no que hai que dicir as cousas claras. O cambio climático xa está aquí. Pero seguimos vendo moito greenwashing e poucos proxectos reais. É unha vergoña, estanse a lucrar á nosa costa”, denuncia a presidenta de Arousa en Transición. “Cada vez somos máis as que tiramos para diante con estes proxectos. As institucións teñen que poñerse á nosa altura”, engade. “Temos as ferramentas, agora queda impulsar estes proxectos”, concorda Manoel Santos, voceiro de Greenpeace en Galiza.
Porén, o difícil acceso ás axudas non é o único problema ao que deben facer fronte as veciñas que se unen para crear comunidades enerxéticas. As organizacións medioambientais Greenpeace, Amigas da Terra e Ecoloxistas en Acción denuncian as malas prácticas das grandes empresas do oligopolio enerxético, quen intenta facer as normas para seguir aumentando os seus beneficios. “As eléctricas, especialmente Naturgy, poden permitirse o luxo de retrasar anos o envorcado á rede da enerxía comunal, poñer mil trabas, ou esixir o seu uso coma almacenamento pagando unha quinta parte e dificultando moito a rendibilidade dos paneis solares comunitarios”, denuncia Cristóbal López, voceiro de Ecoloxistas en Acción. Un tira e afrouxa constante que, en palabras do enxeñeiro da comunidade de Tameiga, “non é un xogo nada divertido”.
Energía solar
Comunidades enerxéticas O potencial imperfecto das comunidades enerxéticas
Dende a comunidade de Tameiga reclaman unha maior transparencia por parte das empresas que, coma Fenosa, non comparten información esencial á hora de facer unha instalación. “Ninguén che explica como facelo, pero pasados 15 días responden que o fixeches mal ou que precisan máis información e, se en 20 días non o resolves, tes que comezar de novo toda a solicitude”, explica o técnico. Unha dilatación dos tempos que estas comunidades sofren en cada etapa do proceso cando toca falar coas distribuidoras, coma Fenosa, ou comercializadoras, coma Naturgy.
“A cooperativa ECOOO axudounos moito a dar luz, xa que tiñan experiencia nestas trabas das grandes empresas. As distribuidoras son o gran cu de botella que hai realmente. Piden cousas que non teñen xeito como que subas ao tellado quitar fotos dos números de serie que elas mesmas instalaron”, engade. Bruno Dutto tamén recalca a importancia de denunciar esta situación, e facer que chegue aos despachos nos que se toman as decisións. “Por sorte tanto a propia Ministra Teresa Ribera, coma todo o seu grupo, escoitaron as nosas peticións, e agora as empresas do oligopolio teñen a obriga por lei de responder nun máximo de tres meses, e non nos dez que tardaran connosco”, agradece.
Pese a que esta relación coas distribuidoras de enerxía adoita ser complicada, non sempre acontece. Neste sentido, na comunidade de Buchabade séntense agradecidas. “É unha sorte contar cunha pequena distribuidora local en Ponte Caldelas. Apoiáronnos en todo momento e déronnos moitas facilidades á hora de conectarnos á rede”, asegura o presidente da comunidade, Fernando Malvar.
O novo modelo desmasculiniza a enerxía
As Comunidades Enerxéticas son moito máis que unha forma de xerar ou distribuír enerxía. Todas elas levan a cabo labores de alfabetización para diminuír o consumo e facer partícipe ás veciñas das decisións que lles afectan. “O mundo da enerxía dá medo, ninguén entende. Por iso é tan importante esta labor por parte das propias comunidades”, asegura Raquel Fernández dende Amigas da Terra, unha organización medioambiental que leva a cabo varios proxectos tanto a nivel estatal coma galego para axudar nesta tarefa de divulgación. “Estas comunidades son un novo xeito de entender a enerxía. Un modelo que pon no centro a alfabetización, a participación cidadá e a inclusión”, engade. “Queremos reducir o risco de vulnerabilidade á pobreza enerxética. As comunidades enerxéticas falan de cooperación, xustiza e humanidade”, corrobora Ana Millán dende Arousa en Transición.
Dende Amigas da Terra aseguran que as comunidades enerxéticas permiten tamén tratar o xénero e as desigualdades, xa que, agás as asociacións de mulleres rurais, estes espazos dedicados á enerxía son predominantemente masculinos. “E moitos homes realmente non saben máis que as mulleres sobre mercado eléctrico, simplemente están máis empoderados dende sempre e non lles dá tanto medo falar e tomar decisións”, afirma a socia Raquel López. Nas xornadas formativas impulsadas por esta organización son moitas as mulleres que se anotan, ao ser un espazo seguro e cómodo no que realmente aprenden a aportar. “Hai proxectos impulsados por mulleres con outras miradas que desembocan en comunidades enerxéticas. A pobreza enerxética afecta máis as mulleres e é importante que se formen nesta xestión da enerxía. Isto favorece tamén a súa inclusión na comunidade”, engade.
Exemplo destas comunidades é a xunta directiva da Asociación Arousa en Transición, onde dun total de sete persoas, cinco son mulleres. Ana Millán, a presidenta, destaca a participación das mulleres na asociación pero, aínda así, afirma que “cando damos charlas si son maioría homes. É un mundo moi masculinizado. Existe un nesgo de xénero, pero os tempos van mudando e cada vez entramos máis para transformalo todo. É de xustiza!”