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Coronavirus
Fotogalería | Fantasmas y confinamiento: cuando la cámara enfoca hacia dentro
“Siempre llega un momento en que uno debe elegir entre la contemplación y la acción. Esta vez no existe la capacidad de huir y debo hablar conmigo mismo”. El fotoperiodista Edu León vuelve la cámara hacia dentro, a las cajas de zapatos y las fotos antiguas, al reencuentro con el pasado y el futuro.
“Yo rastreo el sentimiento, no el suceso. Cómo se desarrollan nuestros sentimientos, no lo hechos. Probablemente lo que yo estoy haciendo se parece a la labor de un historiador, soy una historiadora de lo etéreo. ¿Qué ocurre con los grandes acontecimientos? Quedan fijos en la Historia. En cambio, los pequeños que sin embargo son importantes para el hombre pequeño desaparecen sin dejar huella… Eso es a lo que yo me dedico desesperadamente: a disminuir la historia hasta que toma una dimensión humana”.
Svetlana Alexiévich (Los Muchachos del Zinc)
No consigo dormir. Creo que es algo común por lo que me comentan. Quiero pensar que lo que me levanta no son pesadillas, aunque mi agitación diga lo contarlo. Prefiero imaginar que nuestros cuerpos, al estar enclaustrados, no sienten la vida y sus pequeños momentos, y lo que nos pasa en las noches es que nuestro ser, nuestros cuerpos, escapan en silencio hacia encuentros imaginarios en incontables sueños.
Tanto mis sueños como mi vida han girado, desde hace 14 años, en torno a ese escuchar al otro a través de una cámara. Acompañar el dolor de los demás hace que nos olvidemos de los propios, una forma de huida de nuestros miedos tan llenos de conformidad y privilegios. Suena egoista, pero en realidad es una terapia y una forma de enfrentar el día sin mirarse a uno mismo y aprendiendo del otro.
Esta vez no existe la capacidad de huir y debo hablar conmigo mismo.
Siempre llega un momento en que uno debe elegir entre la contemplación y la acción. Yo siempre elegí la acción, sin entender que la contemplación hacia uno mismo es parte esencial para cualquier acción consciente. La crisis del coronavirus me aisló muy lejos de mi hogar, Ecuador, que se ve con dolor desde la distancia. Y me ha situado en este hogar del pasado, Madrid, junto a mi madre de 75 años, tan lleno de cajones repletos de desmemoria.
El aquí y el ahora condicionan mi acción y me pone de frente con mi pasado, en un cuidado mutuo y un diálogo entrecortado con mi madre. Intento hablarme y hablarnos desde donde sé, cogiendo mi cámara y abriendo esos cajones tan llenos de fantasmas. Los olores, sabores, fotografías en mi memoria, y ahora en cajas de zapatos, me ayudan a sanar.
Cosa terrible es la fotografía...
Rostros que ya no son,
aire que ya no existe.
Porque el tiempo que se venga
de quienes rompen el orden natural deteniéndolo,
las fotos se resquebrajan, amarillean.
No son la
música del pasado:
son el estruendo
de las ruinas internas que se desploman
(José Emilio Pacheco)
Juntos intentamos cuidarnos para vencer al miedo, ese miedo que nos bloquea. Los cuidados deberían ser el centro de cualquier comunidad. Y en estos más de 30 días el cuidado parte de nosotros mismos. Mientras, vemos en la televisión el horror de las residencias de mayores.
Quizás ahora nos preguntemos por qué hemos relegado a nuestros mayores a un confinamiento perpetuo, a una sentencia de muerte, cuando deberíamos dar valor la experiencia de los que han pasado por la vida y tienen aprendida las todas sus lecciones.
Yo lo aprendí de mi madre. Viuda y con cuatro adolescentes alborotando por la casa trajo a mis abuelos, él con cáncer y ella con alzheimer. Y lo viví en las comunidades indígenas de Ecuador, donde tienen esa concepción circular del tiempo y ponen al “taita” mayor, a los abuelos, en el centro, valorando su presencia y su palabra sabia.
Dentro de unas décadas, los que quedemos, recibiremos notificaciones en Facebook recordándonos donde estábamos en ese abril de 2020 que suspendió nuestras vidas durante un espacio de tiempo incierto. Quizás solo así no olvidaremos, engullidos otras vez por nuestra monotonía. Yo no olvidaré que fue un tiempo para el encuentro, para dejar de huir y reconciliarme conmigo mismo.
Ojalá otras generaciones vean en sus libros escolares la historia de una pandemia que pudo cambiar el rumbo de la historia. Ojalá. Tal vez esos jóvenes sepan de la otra historia escrita con minúscula abrazados por la voz y los recuerdos de sus mayores. Y seamos capaces de vivir de una forma circular donde pasado, presente y futuro forman parte de un mismo encuentro.
* * *
No puedo cerrar estas líneas sin dar todo mi apoyo y buena luz a todas y todos los fotógrafos que estos días están saliendo a las calles para ser nuestros ojos ante el horror que se está viviendo allá afuera. Sus fotografías son necesarias e imprescindibles para que el olvido no mate la memoria.
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muchas gracias por estas fotos. aún enfocando hacia dentro son una ventana para mí