Culturas
Nuevos espacios de resistencia cultural tras la pandemia

Es difícil abrir las redes o leer las noticias sin encontrarse discursos de odio ante cualquier colectivo o identidad que no encaje en la norma o que se cuestione el statu quo. Afortunadamente crece también la respuesta, y lo hace de forma organizada y autogestionada con varios proyectos que pretenden cambiar las cosas.
Mary Read
Foto: Mary Read
31 jul 2021 06:00

El covid nos encerró en casa, pero fueron muchas personas quienes durante ese hiato no solo se cuestionaron el rumbo que estaba tomando su vida, sino el espacio que se les permitía ocupar. Algunas decidieron entonces que era hora de crear espacios de resistencia que les permitieran organizarse, ayudarse y fortalecer un tejido social que se vio súbitamente debilitado con la llegada del confinamiento.

“El fin del ocio nocturno no solo nos estaba dejando a muchas sin trabajo sino que no teníamos espacio en el que encontrarnos que no fuera la noche”, explica Ibai Gorriti, de Futch Club, a El Salto. “Yo no sé si queremos trabajos normativos y queremos trabajar de día pero ahora no tenemos la posibilidad y nos dimos cuenta de que no tenemos lugares de encuentro diurnos y empezamos a pensar en este espacio”, añade.

El espacio al que se refiere Gorriti es Futch Club, financiado con las aportaciones que recogen a través de una campaña en Go Funding y de una ayuda del Ayuntamiento de Barcelona contra la feminización de la pobreza, “muy vinculada a muchas de las líneas en las que trabajamos y cómo dentro de la comunidad hay una serie de identidades que o bien están más invisibilizadas o precarizadas”.

“La visibilidad en el fondo siempre entra en conflicto con la normalidad, porque tampoco queremos integrarnos ni tenemos la voluntad de ser iguales, pero sí de existir y de ocupar espacio”, dice Ibai Gorriti, de Futch Club

El espacio de Futch Club servirá de biblioteca y cafetería para poder autofinanciarse, pero lo más importante, explica Gorriti, es tejer “redes de cuidado y de espacios seguros” y organizarse para poder ocupar la calle. “Se nos dice existid en vuestras fiestas y en la noche y no molestéis mucho, haced lo que queráis pero en la oscuridad —explica—. La visibilidad en el fondo siempre entra en conflicto con la normalidad, porque tampoco queremos integrarnos ni tenemos la voluntad de ser iguales, pero sí de existir y de ocupar espacio”.

El confinamiento también hizo que Óscar Romero y Ana Murillo decidieran dar un giro a sus vidas abriendo Mary Read, una librería LGTB en pleno centro de Madrid. “Creíamos que era importante también en un momento de aumento de los discursos de odio y de LGTIfobia tanto por la ultraderecha como por algunos sectores feministas”, explica Ana, que entiende la librería  “como espacio de debate, de cultura LGTB y de pensamiento que podía aportar algo a la ciudad de Madrid y a la comunidad LGTB”.

“Todo el mundo estaba muy pendiente de lo que íbamos a abrir, y cuando vieron que era una librería generó una tranquilidad y una confianza”, señala Óscar Romero sobre la apertura de su libería Mary Read

También les preocupaba la gentrificación o a dónde iba a parar el dinero del alquiler. Óscar comenta que “el casero es un tío del barrio de toda la vida y es un tío combativo” y que al abrir en la que “fue una tienda de ultramarinos muchísimos años, de 1946 al 2008-2009, todo el mundo estaba muy pendiente de lo que íbamos a abrir, y cuando vieron que era una librería generó una tranquilidad y una confianza y mucha gente bajaba y al ver que, además, era una librería tan específica surgían muchas conversaciones, le planteas vivencias que son cotidianas para quien forma parte de una disidencia y hay gente que le vuela la cabeza cuando les hablas de privilegio”.

La creación de una comunidad es también uno de los grandes logros de Bunyol TV, una tele “radicalmente descentralizada y bollera” creada en Instagram por Queralt Guinart y Carolina Veciana que surgió en pleno confinamiento para dar respuesta a una carencia de contenidos destinados a la comunidad de mujeres lesbianas: “El capital es muy consciente de que las parejas de hombres tienen dos sueldos muy interesantes, y por eso va todo siempre dirigido al público masculino, en cambio cuando eres mujer estás muy precarizada a nivel laboral, muy explotada, etc, por eso me interesa que tengamos contenidos especializados para nosotras y ahí es cuando se ve que lo que hay en Bunyol TV no solo es único sino que es necesario”, explica Queralt.

Bunyol TV quiere ser un proyecto “que pueda escuchar la persona más politizada del mundo o esa persona que acaba de salir del armario a los 18 años o a los 16 y que necesita una comunidad respetuosa que esté con ella”, explica Carolina Veciana

Se trata de un proyecto autónomo y autogestionado en el que participan hasta 10 mujeres creando contenido cultural y de ocio con perspectiva de género “que pueda escuchar la persona más politizada del mundo o esa persona que acaba de salir del armario a los 18 años o a los 16 y que necesita una comunidad respetuosa que esté con ella” y que de paso ofrezca unos referentes que, como explica Carolina, no tuvo cuando era joven. Parten de una premisa importante: la de no meterse en un armario. Como dice Queralt, “la gente está muy agradecida ante esta normalización de no tener que cuestionarse el que se gusten las chicas”.

Ese tratamiento se ha traducido en la creación de una pequeña comunidad que se ha conocido a través de los directos de Instagram porque tienen claro que es importante unirse “para que cuando tengamos que salir a la calle seamos suficientes y no solo cuando tengamos que salir a la calle, sino cuando nos tengamos que proteger, porque está claro que la policía ni la clase política nos protegen”. Ese salir a la calle y descentralizar la lucha pasó por unirse al Orgullo Rural en Sabadell, Mataró y Sort, donde la visibilidad y el apoyo son menores que en las grandes ciudades.

También son muy críticos con la clase política en el Ateneo La Maliciosa, un nuevo espacio que abrirá sus puertas al público madrileño en otoño, financiado a través de crowdfunding y en el que participan Traficantes de Sueños, Ecologistas en Acción y La Fundación de Los Comunes. Fernán A. Chalmeta, de Traficantes, explica que ni Almeida ni el equipo municipal previo “han sido realmente muy simpáticos con los espacios de socialización, no han sido capaces de blindar los cambios y las propuestas que se hacían como las redes de participación vecinal o los espacios sociales, etc, porque hubo demasiado miedo de que se perdiera el control y la verdad es que se ha hecho muy poco, con muy poca luz para entender lo que venía detrás”.

El objetivo del Ateneo La Maliciosa es “montar una especie de universidad experimental a lo grande, buscando gente que aporte un marco y que nos permita entender las cosas que están pasando”

El espacio, que también albergará oficinas, aulas, un salón de actos y una librería, pretende convertirse en “una promotora de discusiones y contenidos, y algo a lo que le estamos dando vueltas es a debates de coyuntura, hacer encuentros con expertos que den análisis y que se pueda armar una discusión y no ser solo un reflejo de las actividades de cada organización. Y todos tenemos áreas de formación y autoformación con encuentros que vamos a mantener y el objetivo es potenciarlo, como montar una especie de universidad experimental a lo grande, buscando gente que aporte un marco y que nos permita entender las cosas que están pasando”.

La intención es aprender y “la hibridación, saber lo que están haciendo los feminismos, los colectivos racializados, los sin papeles, las luchas por la vivienda… entender qué está pasando y tratar de dotarnos de una mirada de conjunto, compartida y construida colectivamente. Evidentemente va a haber mucho trabajo en torno a urbanismo y ordenación del territorio”.

Si hay algo que atraviesa todos estos proyectos es la idea de hacer frente a una hostilidad creciente hacia proyectos que no vienen respaldados por el poder político y que quieren ir más allá de esa “política performativa de Instagram” que Gorriti denuncia pero con la que poco o nada se cambia. “Creo que la izquierda está en un sitio de mucha teoría y muy poca praxis, y las praxis no son las de los años 70, hay que inventar unas nuevas y estamos en ese laboratorio de inventar nuevas formas de resiliencia porque muchas cosas han sido totalmente absorbidas por el sistema”, explica Gorriti. Por eso invita a quien quiera a unirse a las asambleas que organizan en Futch Club cada lunes o a pasar por el Laboratorio de Estudios Autovalidantes (LEA) que han creado para “tener grupos de pensamiento, lectura y grupos de terapia autogestionados y entre nosotras intentar acompañarnos porque hemos visto que la comunidad está atravesada por problemas o cuestiones de salud mental como ansiedad social que sí que podemos trabajar, porque a veces con la salud mental entramos en unas políticas muy identitarias y realmente la salud es un espacio en el que podemos trabajar con el trauma colonial, el trauma patriarcal o el trauma del capital en general y encontrar formas de sanar juntas aunque no compartamos identidades”.

Esa comunidad también está formándose en torno a la librería Mary Read, donde llega “muchísima gente joven con mucha hambre de cambiar las cosas y con muchas ganas de referentes y con mucha necesidad, porque la gente joven va a venir a ponerlo todo patas arriba y le va a dar igual nombre, apellido y desde qué academia estés hablando, porque sus realidades son otras que ya muchas no vamos a llegar a alcanzar a entender”, como explica Murillo. También gente que busca aprender: “Estoy asesorando más a gente de mi generación, porque  es nuestra generación la que tiene esa falta de información, los y las adolescentes cada vez tienen más claro a qué autoras tienen que buscar”, apostilla Romero.

Carolina Veciana y Queralt Guinard creen que uno de los grandes éxitos de Bunyol TV es la cantidad de adolescentes y jóvenes para las que se han convertido en un espejo en el que reconocerse: “Nos vino una chica de 18 años dándonos las gracias porque de repente había encontrado un espacio donde se hablaba de su sexualidad de manera normal”. Aunque no cuentan con un espacio físico, les gustaría tener una sede “no politizada donde poder dar respuesta a agresiones, pero a nivel económico estamos completamente ahogadas”. Lo poco que ingresan lo hacen por la venta de banderas y posters en su web, y no están dispuestas a venderse al mejor postor traicionando sus ideales. En La Maliciosa van un paso más allá: “Se necesita una buena sacudida y no podemos aceptar la vuelta a la vieja normalidad que la gente reclama, es un recurso para liarla parda”.

 

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